Tal vez hubiera sido un barrio como tantos, con vecinas barriendo la
vereda y muchachos pateando una pelota; pero no, el destino le había
reservado un papel tenebroso, que duraría desde el fin del siglo XIX hasta
mediados de los años 30 del siglo XX.
Tenía que ser cárcel y paraíso. Tenía que aprisionar un ejército de
mujeres reclutadas para trabajar en sus burdeles y destellar de noche bajo una
palabra extraña como Zwi Migdal y en lugares con nombres llamativos como: El Gato Negro, Moulin Rouge, Petit Tríanon, Chantecler y el lujoso MadameSafo, que trascendió los circuitos internacionales del mundo prostibulario.
Una franja negra en su
historia, que Rosario no se merecía.
Palabra tintineante e imantada.
Sonaba a cascabel y a fantasía,
y era sólo una red, una
inasible red
que atrapaba los cuerpos
y gastaba la piel,
hasta apresar el alma,
que aherrojada en la prisión de seda y de cristal,
se desangraba.
De día Pichincha era la
quieta calle de la sombra, pero de noche,
cuando el placer y el
ocio decretaban la fiesta, se calzaba la máscara destellante del amor
mercenario
y armaba un laberinto de luces y de abrazos.
A esa hora Pichincha,
barrio prostibulario, simulaba palacios
para reyes de trapo y princesas cautivas.
Fuente: Extraído el poema
del Libro “Rosario Intimo de la
Autora María Esther Mirad Editorial Gótica de noviembre 2007.