Escudo de la ciudad

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El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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martes, 19 de julio de 2022

Las peñas del 2x4

 



Por Rafael Ielpi

Casi un calco de lo ocurrido con las peñas folklóricas rosarinas es la cronología de las peñas de tango, que también desde la década del 60 comenzaron a abrir sus puertas a los amantes del género, con la posibilidad de mezclar a anónimos émulos de Rivero, Floreal Ruiz o Alberto Morán con algún cantor reconocido de Buenos Aires o alguno de los muchos buenos intérpretes locales.

La primera de las recordadas se instaló a mediados de los 50 en barrio Saladillo: estaba a una cuadra de la CAP, y allí se hacía un tango más bien campero y folklore; era de Pepe D'Urso. En ese tiempo era mal visto que alguien anduviera con la guitarra por la calle -recueda Jorge Imperiale-; hasta el policía que andaba de rondín con el silbato nos paraba para pedir documentos. Todavía no había empezado la época del furor de las peñas, así que cuando la descubrimos nos tomábamos el tranvía y nos íbamos para allá...

Pero la condición iniciática le correspondería entre 1962 y 1965 a Tango Bar, en Dorrego y San Juan, propiedad de un entrañable personaje de la noche tanguera: Raúl Mendoza, "Mendocita", glosista y animador, conductor de programas radiales y él mismo figura imprescidible en la cronología de las peñas de tango. Mendoza insistiría regularmente con locales parecidos: entre 1965 y 1968 cor. Mi Rincón, en Cortada Rlcardone 71, un año después en Mitre 811 y entre 1970/71 en Maipú 1189, siempre con el mismo nombre, para abdicar del mismo recién en 1974/75 cuando abre Mis ladrillos, en Mendoza al 1200.

"Mendocita" es el mejor referente del apogeo de las peñas tangueras: En el 62 se produce la hecatombe de la popularidad del tango: se cierran todas las milongas que había en Rosario, como Instituto Tráfico, El Luchador, Sportivo América, el Social Zona Sur y se acaban los bailes por varias razones. El Club del Clan, la popularidad de Los Beatles barren todo el país. Quedan Julio Sosa, Osvaldo Pugliese, Troilo forma un cuarteto... En Rosario ya estaban las peñas folklóricas como el 7 de Línea y La Tasca y nosotros queríamos ir con las barras a hacer tango; llevábamos los cantores y las guitarras y no nos dejaban. Entonces, con mi hermano, pusimos en el 62 Tango Bar, en la esquina de San Juan y Dorrego. Era una peña de tango, que hasta ese momento no había en Rosario.

Las peripecias más variadas sacudirían a aquellos esforzados pioneros como Mendoza: En el 68169 me voy con Mi Rincón a Mitre y Córdoba y me agarra la época del Rosariazo. Todos los despelotes pasaban por esa esquina y todos los días había gases lacrimógenos: era un desastre, y para colmo el dueño me cobraba por semana: me fundí. Pero ahí los traje a Centeya, Carlos Dante, Morán. Hacer plata era imposible: si hacés una peña de tango para hacer guita no tenés que ser tan guero. Yo traía contratados a Osvaldo Ardizzone, a Héctor Gagliardi, a todos los buenos poetas y buenos músicos. Traje a tipos que a mi me gustaban y quería compartirlo...

Es desde mediados de esa década del 60 cuando estos refugios para tangueros comienzan a proliferar con mayor notoriedad en toda la ciudad. En 1965, por ejemplo, eran opciones de este tipo las peñas del Bochín Club, de Unburu y Ovidio Lagos, en la que actuaba habitualmente la orquesta de Juan Antonio Manzur; la que funcionaba en el Quartier Latin de Pasaje Zavalla 1132; La Cueva del Tango (nombre caro, en este período, a más de uno de estos reductos), en Sarmiento 477 o La Bordona, que en enero de 1961 se inaugurara como peña de tango.

La peña de Agustín Garnero, bandoneonista rosarino de grandes aptitudes, que había integrado la orquesta de Miguel Caló, ofrecería en los inicios de los 60 -en Córdoba al 2700- la posibilidad de excelentes veladas tangueras, con la participación de su excelente orquesta y el cantor Elbio Cobos. Allí se presentarían, además, muchos de los cantores y cancionistas de la ciudad y también artistas porteños de relevancia.

Su momento de popularidad ostentaría años después -en 1968- la Peña de la Amistad, en San Luis 1364, en el subsuelo del "Hotel Europeo", donde el número principal era un dúo integrado por dos notables instrumentistas: el bandoneonista Miguel VettoreIb, que terminaría radicándose definitivamente en Miami, y el guitarrista Carlos Peralta; Caño 14, en Sargento Cabral 169, que pretendia emular el éxito de su homónimo porteño de San Telmo, y El Farolito, en Tucumán 1137, fueron otros "palcos" tangueros de ese mismo período de apogeo.

En el comienzo de la década del 70 eran propuestas vigentes la Peña Rancho Grande, en Pasco esquina Mitre, en la tradicional zona del viejo Mercado de Abasto; Tango 70, en Urquiza 1747, en cuya inauguración, en junio de 1970, actuaría no un número tanguero sino el dúo Arbós-Narváez, pioneros del folklore, y Mis tragos, en San Luis al 600, contra la que al poco de inaugurada atentarían con una bomba.

En mayo de 1970 abriría sus puertas otra peña bautizada también co- mo La Cueva del Tango, en Avda. Belgrano 202, aunque ésta sería una de las más permanentes en el tiempo dentro de ese género de locales dedicados con exclusividad al 2x4, y por ella desfilaría prácticamente la mayor parte de los grandes nombres durante casi una década y media. La peña-espectáculo, cuyo propietario era Mario Calcerano, fue además una de las pocas que consiguiera éxito económico.

Competidoras empeñosas de ella en esos años serían Viejo Rosario, de 27 de Febrero esquina 25 de Diciembre; la "tanguería" Discepolín, en Crespo y Catamarca; Chiqué, en Pasco y Entre Ríos, y ya en los 80, en Corrientes al 500 y La Trinchera del Tango -toda una definición- en Sarmiento al 2000, en la que Herminio Baggini, locutor, hombre del radioteatro y del tango, animaría sucesivas noches de homenaje a la música rioplatense.

Ya en los años finales de la dictadura militar iniciada en 1976 y hasta mediados de los 80, las peñas tangueras sostendrían su fervor cuando muchos de los grandes nombres de la evolución instrumental y poética del tango habían desaparecido o hacían destellar sus últimos esplendores. En todas ellas, como en las folklóricas y salvo honrosas excepciones, la decoración era igualmente austera y a veces inexistente ya que lo importante para los concurrentes era escuchar lo que para ellos sonaba como ninguna otra música.

Sería el caso de la Peña Carlos Gardel, en Cochabamba 570, donde coexistirían tango y folklore; La Gaviota, de Maipú 1820, con características similares a la anterior, lo mismo que Viejo Abasto, en Sarmiento y Pasco, y La Bayuca, también en la zona del Mercado de Abasto, en Sarmiento e Ituzaingó, donde junto al tango solían mezclar-se expresiones de música urbana, y cuyo propietario, Rogelio "Bombi" Tixe, se lucía noche a noche con una personal versión de "Garúa", demandada siempre por el público.

Ninguna variante destacable se advertiría en los años finales del siglo en esos ámbitos tangueros fieles a repertorios transitados pero no por ello menos entrañables y en esa corriente se inscriben, al borde del milenio, Rojo Café Concert, en Necochea y Riobamba, Radio Café, en el Pasaje Alfonsina Storni 723, frente a la vieja Plaza López, o Caroco, en Córdoba 4815, donde el 2x4 suele mezclarse) con ritmos más dinámicos como la salsa o el merengue caribeños.

Fuente; Extraído de la revista de vida cotidiana (1960-2000)