Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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viernes, 29 de agosto de 2014

LOS PRIMEROS ALOJAMIENTOS Y HOTELES DE ROSARIO



Por Lorena Ratner*

La costumbre del hombre de desplazar­se de un sitio a otro, en un principio en busca de alimentos y refugio, y más tar­de con fines comerciales, resultó en la necesidad del establecimiento de zonas delimitadas para hacer un alto en el camino, recupe­rar fuerzas, descansar y ali­mentarse para poder seguir el recorrido. Recordemos que la única alternativa para el transporte de mer­caderías y el servicio de mensajerías por el interior, era la vía terrestre a trac­ción de sangre. Durante el período colonial y hasta bien entrado el siglo XIX, en estos caminos o rutas, fueron surgiendo una se­rie de posadas en las que el viajero podía alojarse con sus caballos y comer a cambio de dinero. Estos establecimientos, denomi­nados "postas" se caracte­rizaban por las precarias condiciones sanitarias que ofrecían, en algunos casos, alojando a los huéspedes en los establos junto con el ganado. La posta, no era otra cosa más que una casa o rancho en donde se hacía el relevo de los caballos y se proporcionaba descanso a los viajeros de las carretas, diligencias y jinetes. Las primeras postas establecidas en el Pago de los Arroyos fueron para asistir a los correos del Paraguay y del interior. Más allá de lo precario de estos aloja­mientos, debían cumplir con algunos requisitos mínimos, como por ejemplo, las habitaciones debían estar provistas de camas, mesas, sillas, utensilios de cocina y puertas con llave. Las camas, en realidad, eran tarimas de adobe o es­trados, sobre los que se ponían pieles o cueros como colchón. Los viajeros Juan y Guillermo Parish Robertson hacen la siguiente descripción  acerca de las postas: "Las postas con pocas excepciones son todas iguales, simples ranchos de quinchos imperfectamente techados de  paja, muy sucios, con pisas de barro  y dos o tres niños tendidos sobre cueros . Cráneos de vaca se como sillas. Hay un apartado, no tan confortable como la habitación principal, destinada a los pasajeros: y una ramada abierta a toda» los vientos, de cuatro pies en cuadro, sirve de cocina". El tipo de alojamiento aludi­do anteriormente se ubicaba en zonas rurales y coexistía durante el siglo XIX. con los alojamientos de tipo urbano, denominados en un principio "fondas" o "fondines" y mas tarde, hoteles. Las fondas eran casas donde además de servir­se comida, se daba albergue. Con la llegada de los inmi­grantes el desarrollo edificio se vio potenciado gracias a las inversiones de los comercian­tes en la construcción de nuevas  propiedades, algunas de las cuales se utilizaban, pata brindar servicios de aloja­miento. A pesar se su incipien­te desarrollo urbano, ya a mi­tad del siglo XIX. la ciudad de Rosario contaba con un gran número de hospedajes, debido al continuo movimiento portuario y comercial  que se registraba en la rea primeros, podemos; de las Naciones, situado en  San Lorenzo y Comercio, el Hotel Colón, cons­trucción de dos plantas en la esquina de Córdoba y Aduana (Maipú), el Hotel del Comercio, sobre la calle Córdoba, el Hotel del Globo, establecido por José Capurro en la calle San Lorenzo frente a la Bajada principal, actual Sgto. Cabral, luego denominado Génova y que desapareció en 1968 al ser demolido. En el año 1865, se inauguró el Hotel de La Paix, de María R. de Mirat, en la calle San Lorenzo 88, esquina a la bajada de la Aduana (hoy Sto. Cabral), que clausu­ró en 1871. Años más tarde ocuparía la esquina de Sarmiento y Urquiza. El Hotel de la Paix ocupaba un amplio edificio. El constante crecimiento de la ciudad y el consecuente aumento de la clientela obligaron a su propietario a ex­tender su local y equiparlo acorde a los avances de la época. El edificio de tres plantas, fue refaccionado y ampliado y sus instalaciones sufrieron un cambio radical. Los salones comedores amplia­mente instalados en la planta baja tenían comodidades para 100 comensales.

Esta esquina siempre estuvo ocupada por hoteles, en el mismo edificio se ins­talaría más tarde, el Hotel Argentino y el Firenze.

Otro de los legendarios hoteles rosarinos, fue el Hotel Universal, de tres pisos, construido por Camilo Aldao en 1869. Funcionó hasta fines de la segunda década del siglo XX en la Córdoba 104 (actual Córdoba 94 terminó por demolerse en 1973. En su libro, Elvira Aldao de Díaz liza una breve descripción del ir. Allí relata que a pesar de su falta confort, duró varios años, tenía ha habitaciones sobre galerías abiertas, con o dos cuartos de baño por piso. galerías superpuestas con balcón de hierro, daban a grandes patio mayor con magnífico piso de blanco. En el centro una aravá plantada por Camilo Aldao, da sensación de frescura que el larg rano rosarino requería". (Alda Díaz, E., 1931).

 Hospedajes del mismo período Hotel Central, también llamado Castel Trento", en la esquina de las Jujuy y Corrientes, frente a la Estación Central Argentino. Posteriormente se establecieron Hotel del Norte, en la equina de Tucumán, el Grand Hotel Central, y  la calle Urquiza, y el Hotel Italia calle Maipú, inaugurado en 18S1 último originariamente sólo te» pisos, al que luego se le agrego cero entre 1900 y 1930. Durante largos años fue uno de los hoteles más importantes del país. Su construcción estuvo a cargo del ingeniero civil Italo Religa.

 Como tantos otros edificios de ma época, y por sus característica  particulares, fue declarado Patrimonio de  la Ciudad, y en la actualidad como la sede de Gobierno de  la Universidad Nacional de Rosario.

Su interior posee ornamentos realizadas por Domingo Fontana y Luis Levoni, cerámicos y vitrales de Salvador Buxadera, pintura y decoraciones-de Giuseppe Carmignani, puerta de cedro con sus marcos y terminaciones con importantes tallas y ensi­lados.

Del conjunto de estas majestuosas edificaciones, se destaca el Hotel de Frail­ee et d' Angleterre, en la calle Córdoba 625, propiedad del empresario francés J. Nogués. Una publicidad de la época lo describía así: "El establecimiento es especial para familias y posee grandes y lujosos departamentos magníficas piezas, salón de espera y de lectura, con piano: tiene igualmente departa­mentos para baños, peluquería y demás servicios. El hotel está completamente amueblado de nuevo, y cuenta con no­venta habitaciones, de las cuales, trein­ta en la planta baja; un restaurant á la carta y á precio fijo, de primer orden, está anexo al hotel y el servicio esme­rado, no dejan absolutamente nada que desear".

Ya en la primera década del siglo XX se construyeron nuevos edificios desti­nados a hoteles, entre los de mayor im­portancia se encuentra el Savoy Hotel. La idea de una gran construcción en la esquina de las calles San Martín y San Lorenzo había surgido ya en 1905 en su propietario, don Aquiles Chiesa, poderoso empresario y vecino de la ciu­dad. Por aquel entonces, la esquina, y en especial la calle San Lorenzo, era un punto neurálgico, conformado por bancos, entidades financieras, compañía  de seguros e importantes empresas El lujo desbordaba el inmueble en sus características arquitectónicas como en los detalles de su interior. Además de encomendar una refinada decoración, su propietario, Guilk Widmer, encargó toda la vajilla] cristalería a París y Alemania.

 Más allá de sus cómodas habitaciones el hotel contaba con salón de billar, bar, pastelería, salón de fiestas y un lavadero a vapor en la parte interna terraza. A lo largo de sus años de existencia, el Savoy sufrió algunas modificaciones internas, para adecuar su uso a las nuevas necesidades, con modificaciones externas, lo que su fachada se mantuviera prácticamente original. El edificio fue vendido en el año 2007, permaneciendo . hasta el 2009 cuando comen/ obras de refacción y restauración actualidad, el hotel es denominad “Esplendor Savoy Rosario" y es uno de los  iconos del patrimonio urbano rosarino.

 Dentro del mismo grupo, se distingue el Majestic Hotel, de estilo academicista, que fue construido alrededor; en la esquina de San Lorenzo y Sargen­to Cabral. A pesar de haber cambiado su fisonomía debido a un incendio que destruyó parte del edificio, el Majestic, declarado patrimonio histórico de la ciudad en el año 2006, aún conserva su imponente fachada.

Otro edificio del rubro corresponde al Hotel Britannia, ubicado en la calle San Martín al 300. De origen inglés, fue construido por Alejandro Máspoli con la intención de albergar a aquellos hom­bres que invirtieron en el desarrollo del ferrocarril. Sus características son similares a un hotel que aún existe en Londres. Además de los ejecutivos de la Compañía Británica del Central Argen­tino, se hospedaron allí, importantes comerciantes de la época. Sucesos de gran trascendencia se dieron en el hall central de este edificio, como la firma del acta de fundación del Club Newell's Oíd Boys y del Colegio San Bartolomé. Hacia mediados del siglo XX, era el  alojamiento elegido por gran parte de la farándula nocturna rosarina. Pero con el correr de los años, el hotel comenzó a mostrar señales de deterioro, por lo que se realizaron las reformas correspon­dientes para rehabilitarlo y actualmente funciona nuevamente como hotel. Desde 1960 en adelante se construye­ron edificios para hoteles como: Bil­bao, La Paz, Riviera, Plaza, Presidente, California, entre otros, y durante las últimas décadas, distintas cadenas de hoteles de cuatro y cinco estrellas se sumaron para acompañar el ritmo de crecimiento sostenido de la ciudad, la cual ha logrado posicionarse como uno de los centros turísticos del interior del país más elegidos por los viajeros.
* Lic. en Antropología. Archivo de Fotografía. Escuela Superior de Museología. Secretaría de Cultu­ra y Educación. Municipalidad de Rosario.


Bibliografía

Aldao de Diaz, Elvira. "Recuerdos Peuser. Buenos Aires. 1931.

 Asociación  Pro-Rosario. "Rosario mirando arriba: cúpulas, torres, remates" 2008.

 Brandt. Ernesto.  "La provincia de I el principio del siglo XX". Compañía Sud-Americana de Billetes de Banco. Buenos Aires 1901.

 Diario "La Capital". 22 de abril de 2010.

 Diario "La Capital". 17 de diciembre de 2000.

Diccionario Mikielevich (inédito).

 Imágenes pertenecientes al Arel; fía de a ESM.

Luzuriaga, A.D. y Navasqués. S. “Album Historiológico de Rosario". Editorial The Rosario, 1914

Marini, Viviana. "El Savoy, cien años de vida de hotel” http://www.rosental.com/files/MEMORIA_SAVOY.pdf.

Plano topográfico. Pago de los Arroyos . Editorial . Santa Fe. C. 1860.

Robertson, J. P. "Cartas de Sudamérica: andanzas por el Litoral argentino • ( 1815-1816)

Emecé. Buenos Aires, 1950


Fuente: Extraído de la Revista, su Historia y Región . Fascículo N• 118 – Mayo de 2013.-

miércoles, 27 de agosto de 2014

LAS ARQUITECTURAS DEL "BOULEVARD" OROÑO



Trazado y diseñado a fi­nales del siglo pasado el bule­var -como la ciudad -"cambióla voz". . . aunque quizás sea más apropiado afirmar que fueron sus arquitecturas las que la fue­ron mudando. Su afirmación de paseo elegante -el testimonio de modernidad de quienes lo conci­bieron como el inicio de una transformación urbana inapela­ble- comienza con la construc­ción de la residencia Palacios (Oroño). La crisis del 90 (la ante­rior) va a dar por tierra con las ilusiones del propietario: perdi­da su fortuna nunca llegará a habitarla. La mansión, enton­ces, verá, a través de los años, trepar por su escalinata de ho­nor y por su escalera regia a es­colares cuya educación se ha confiado a los padres bayoneses, a ciudadanos que llevan a despachar o retiran su corres­pondencia y, finalmente, la jus­ticia federal instalará en ella sus reales. Estas diferentes fun­ciones dejarán su impronta en sus interiores no así en las fa­chadas. Resuelta en un neo-clá­sico afrancesado, la casa con­serva, en su exterior, la severa elegancia del diseño original. Y si la intención de Palacios fue te­ner una residencia que expresa­ra -en su arquitectura- solidez económica, el gusto "á la page" de las grandes familias y una ar­mónica composición de volumetrías y de detalles, su diseñador logró, en verdad, integrar todas estas expectativas en un edificio digno y curiosamente alejado del eclecticismo que desbordaría en los palacios, palacetes y casas importantes que se multiplicarí­an a lo largo del tiempo balconeando sobre el doble frente del cantero central de la calle-pa­seo.
El bulevar comienza a po­blarse con grandes residencias.
Desde finales del 800 hasta 1930, las pocas familias vincu­ladas al patriciado argentino que se habían establecido en la ciudad y las que representaban a la pujante burguesía mercan­til (que con tesón y trabajo, una buena cuota de especulación y -para decirlo piadosamente- de transgresiones aduaneras, ha­bían hecho fortuna) entraron en un verdadero torneo de compe­tencias para deslumbrar a loca­les y foráneos con el esplendor –en ocasiones un tanto provincia­no- de su habitar.
Los "neo", los "reviváis" -que se entendía como lo clásico para el gusto de la época- y expresiones del pintoresquismo dominaban desde sus jardines, cuyos verde­gales se fundían visualmente con las matas de boj y las elegantes palmeras del cantero central, ambos bordes de la vía. Muchas de ellas fueron arquitecturas de singular calidad formal y cons­tructiva, a lo que añadieron el mérito de establecer un adecua­do diálogo con el espacio urba­no.
El "petit-hotel", las más de las veces construido respondiendo al gusto por el 'francés estiliza­do" y en ocasiones al todavía vi­gente eclecticismo, fue el tipo do­minante -aún conviviendo con otras expresiones- desde finales de los veinte hasta los últimos años de la década del treinta, en la que un modernismo todavía nostálgico de clasicismo se hará presente en su extremo sur con el particularmente bien implanta­do edificio del museo Castagnino.
La arquitectura moderna irrumpe luego en el paseo. Mani­festaciones de singular calidad tales como el Automóvil Club, la Comercial de Rosario y el edificio de renta de Oroño y Rioja cie­rran el ciclo de esplendor que ini­ciara la residencia Palacios.
Llegará después la injuria de manos de la vulgaridad de los edificios de propiedad horizon­tal, tan híbridos como mezqui­nos, que reemplazarán en mu­chos casos -en las décadas si­guientes - la dignidad, la gracia y el ingenio de antiguos edificios y jardines.
Las meras construcciones des­plazarán las viejas arquitectura


TVAN HERNANDEZ LARGUIA

Fuente Extraído de la Revista Historia de aquí a la vuelta. Autor Raquel García Ortúzar de Marzo 1991.

martes, 26 de agosto de 2014

LA MODA DEL HIPÓDROMO



Iba a ser sin embargo el Hipódromo Independencia el lugar que congregaría, a partir de su habilitación, a lo más notable de la clase pudiente rosarina, que convertiría al circo de carreras en una pasarela social y de la moda. Pero el primer hipódromo que sirvió de atracción innegable tanto a los amantes del turf en la ciudad, como a los empedernidos "burreros" (que ya los había), fue el Hipódromo Rosario, ubicado en el barrio Sorrento, actual Barrio Sarmiento, que formaba parte inicialmente del pueblo de Alberdi, y que era, desde comienzos de siglo y hasta cercana ya la década del 20, una zona de I astas quintas, cercana al arroyo Ludueña, en un paisaje que tenía aún mucho de agreste y pintoresco.
Fue sobre los finales de 1897, un 29 de diciembre, cuando quedó constituida una sociedad integrada por caballeros rosarinos de cierto relieve social, formada con el exclusivo propósito de construir un hipódromo en la ciudad: la llamada Sociedad Anónima Hipódromo Rosario. Con este último nombre quedaría habilitado un año más tarde, y sus  instalaciones ocupaban el predio delimitado por las calles Castagnino, Bulevar San Martín (después Rondeau), Colón (actual  calle Maciel) y las vías ferroviarias. Al acto inaugural asistiría un invitado de nota: el vicepresidente de la Nación, Carlos Pellegrini, un "turfman" más que reconocido, impulsor del Jockey Club porteño y cuyo nombre lleva uno de los premios clásicos del turf nacional.
La hoy lejana concurrencia a aquella reunión inaugural tuvo características realmente multitudinarias, según testimonios de la época, ya que, se dice, rondó las 5 mil personas, arribadas de modo diverso a una zona alejada del centro de la ciudad. Esa concurrencia dejó en boleterías más de 28 mil pesos por sus apuestas en las seis carreras de que constara aquella inicial jornada hípica en el Rosario de entonces.
Se lo conoció popularmente, sin embargo, como Hipódromo Sorrento, y con su construcción "a la inglesa", de madera, y su torre-mirador, funcionó hasta 1901, cuando el emplazamiento del Hipó­dromo Independencia, construido por el Jockey Club rosarino, lo encaminaría hacia el olvido. Viejas fotografías muestran su estruc­tura, bastante elegante, erguida en medio del descampado que era todavía la zona, en tanto que algunos memoriosos aseguran incluso que uno de los "largadores" de las carreras iniciales de aquel antiguo circo de carreras fue un por entonces no tan notorio rosarino lla­mado Lisandro de la Torre.
Su sucesor, el Independencia, se habilitaría el 8 de diciembre de 1901, perdurando el nombre del ganador de la primera carrera que se corriera en su pista, el caballo Iguazú. El Hipódromo de Sorrento, cuyo mayor inconveniente residía en su lejanía con la zona céntrica del Rosario, contó sin embargo, durante su corta actividad, con perma­nentes espectadores y se destacaron en él algunos ejemplares recorda­dos, como Gay Hermit.
Cercana al hipódromo, el pueblo contaba con su estación ferro­viaria, la Estación Sorrento del Ferrocarril de Santa Fe, cuyo edificio subsiste aún en Darragueira y República de Siria, habilitada en 1892, sobre todo como estación de carga, a la que arribaban mercaderías y materiales destinados tanto a la Refinería Argentina como a la ulte­rior usina eléctrica de Sorrento, entre la última década del siglo XIX y los primeros años del siguiente.
Este servicio ferroviario se había originado al hacerse cargo la  compañía francesa Fives Lille del ex Ferrocarril Provincial y de la instrucción de una línea entre la Capital Federal y Rosario, que ingresaba a la ciudad proveniente del pueblo Alberdi, por el actual Bulevar Rondeau, cruzando lo que luego sería la Avenida Sorrento, para emplazar su terminal de pasajeros y carga en Barrio Echesortu, en Vera Mújica y Córdoba.
Un antecedente de las carreras de caballos en pistas especial­mente destinadas a ese efecto lo constituyen las reuniones que en noviembre de 1873 se iniciaron, a instancias al parecer de un grupo de ingleses y criollos amantes del turf. Eran carreras "a la inglesa", que se llevaban a cabo en terrenos aledaños a la Plaza López. Mikielievich apunta: El 1o de noviembre de ese año se corrieron las seis primeras carreras, la primera de las cuales se largó cerca de las 2 de la tarde, con un recorrido de 15 cuadras alrededor de la pista elíptica, marcada con postes de madera y pasando por delante del palco construido especialmente. Las informaciones de la época estiman una concurrencia cercana a las 5 mil personas para esa experiencia pionera de un "deporte" que, hasta la década del 70 del siglo pasado, gozaría de gran popu­laridad en Rosario.
Pero ya en los inicios del siglo, el auge del llamado "deporte de los reyes", empezaba a preocupar a más de uno. Rosario Industrial, por ejemplo, publica en 1909 una nota cuyo título es toda una toma de posición: Carreras y más carreras: el colmo del vicio. La revista, con sal­vedades y todo, apunta a un hecho indudable: las carreras se habían convertido en una plaga nacional. No incurriremos en la ingenuidad de criticar las carreras, asegura la publicación, que tienen como pretexto el lómenlo de la raza caballar en una de sus ramas inútiles y perniciosas como es la del noble bruto de carrera, más héroe que un ejército victorioso, más popu­lar que un sabio y más mimado que un niño bonito. Tanto hemos fomentado la raza de carrera que se ha conseguido hacer viciosa a casi toda la población de la ciudad, con no ser ésta escasa.
No somos tan tontos, insistía el cronista anónimo, como para intentar la defensa de la moral pura porque (hombres de nuestra época) sabemos bien que el torrente arrastra a los carnalotes. Por eso no pediremos la supre­sión de las carreras, donde se invierten millones todas las semanas, pero sí diremos: que es necesario, imprescindible, volver a lo antiguo: un solo día de carreras, el  domingo, y sobra...
La queja de la revista era justificada si se piensa que en el mes aparición de la nota se realizaron veinticuatro reuniones hípicas en  los hipódromos Argentino, Nacional y de Lomas de Zamora, sin contar el de Rosario: Veinticuatro reuniones sobre los treinta y un días del mes, es la inversión de lo natural. Toleremos los siete días (domingos y ¡criados), pero trabájese los veinticuatro restantes, pedía.
Que el hipódromo era lugar de reunión predilecto de la "high" rosarina no es difícil de comprobar, aunque sea sólo por los testimo­nios fotográficos de época. Gestos y Muecas, en 1913,deja una pin­celada de una de aquellas jornadas turflsticas que corrobora lo dicho: Todo de cuanto más distinguido cuenta nuestra sociedad, se ha dado cita en el recinto que, engalanado como la fiesta merecía, ofrecía un hermoso aspecto. Los bonitos jardines de la pelouse, en los que se hallaban diseminados artís­ticos jarrones y elegantes bancos de madera blanca, ofrecían campo propicio para el paseo de las damas que en pequeños y animados grupos daban con su presencia la nota de distinción y gracia a la fiesta. Después de corrido el premio clásico, la concurrencia pasó al buffet de los socios, donde fue galante­mente obsequiada con una copa de champagne...
Un año más tarde, en junio, la misma revista vuelve a la carga con el elogio del lustre social que emana de las reuniones del hipódromo. Por fin se está saliendo de la apatía social en que se viene viviendo desde hace tiempo, dice Gestos y Muecas, que señala que aquellas veladas turflsticas servían también para otro tipo de recreación, la del llamado "flirteo" entre iguales: Formáronse numerosos grupos que departían amablemente siendo algunos de ellos presididos por el pequeño Dios invisible que suele hacer sentir su presencia en las tardes primaverales, máxime cuando las personas que se congregan lo hacen en honor de San Antonio, este buen patrón de solteras y solteros. Es indudable que reuniones como éstas son las que más atractivos ofre­cen para señoritas y caballeros y por eso deberían aprovecharse todas las oca­siones para repetirlas, como ocurre en la sociedad del Viejo Mundo, que apre­cia en particular las fiestas hípicas para tener un rato de expansión y alegría. Mientras unos pocos años atrás una publicación pedía cada vez menos carreras, ahora otra se empeñaba en que hubiera cada vez más, para que los jóvenes de la sociedad tuvieran en qué entretenerse...
Los argumentos de Gestos y Muecas buscaban apoyo donde podían: Por otra parte, estas reuniones sociales tienen una indiscutible influencia sobre la salud, por manto es bien sabido que el ejercicio físico no constituye precisamente una afición de las rosarinas, que se pasan largas temporadas en la  más absoluta inercia, dice por un lado, mientras que, bus más razones, completa: Otra  de las ventajas que nos sugieren estas reuniones es la de la facilidad con que se inician relaciones y se estrechan amistades que luego suelen convertirse en sentimientos duraderos que cons­tituyen la base de la felicidad soñada: toda una apología. La nota men­ciona y fotografía a señoritas y señoras de la sociedad que eran habi­túes a esas reuniones hípicas: Parera, Palenque, Baigorri, Paganini, Barraco, Etcheverry, Carreras, Crespo, Mendieta,Tornsquist, Schulz, y a caballeros como Jacinto Mattos y González Albornoz.
I   La presencia del Hipódromo sería decisiva para la configuración, a partir de la década del 20 al 30 de un barrio peculiar conocido como Barrio de los Studs, que abarcaba el perímetro comprendido entre las calles Bulevar 27 de Febrero y Virasoro, de norte a sur, y entre Moreno y Ovidio Lagos. La denominación respondía a la paulatina instalación en la zona de ese tipo de construcciones y recintos dedicados a la pre­paración y cuidado de los caballos de carrera.

Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III editado 2005 por la editorial homo Sapiens Ediciones

lunes, 25 de agosto de 2014

EL ARBOLADO DEL PARQUE



En un instante, al toque de clarines, en presencia de una enorme concurrencia, aparecie­ron plantados dos mil árboles, cuyo acto fue saludado por una salva de aplausos'1. Así recuerda el intendente Lamas en su Me­moria, la primera fiesta del árbol en el flamante Parque Indepen­dencia. Algunas de aquellas es­pecies iniciales fueron, tal vez, el origen del posterior arbolado, integrado mayoritariamente por especies adaptadas provenien­tes del valle del río Paraná o de la barranca (ceibo, sombra detoro ombú); otras, de áreas situadas más al norte del país (pezuña de vaca, pindó, palo borracho, tipa, jacaranda, lapacho, ibirá-pitá), y el resto llegadas de lugares más lejanos, incluidos otros con­tinentes: plátanos, casuarinas, brachichitos, alcanfores, eucaliptus, cedros, robles, pinos, cipreses calvos, ligustros, grevilleas y muchos otros.
Pese a que se advierte la falta de un proyecto coherente, hay sectores interesantes y arbola­dos magníficos como las tipas en Oroño, las palmeras fénix en la avenida que corre entre el Hipó­dromo y el estadio de N. O. Boys, los jacarandaes y las tipas de Morcillo, los palos borrachos en Coronda y en Infante y los alcan­fores a lo largo de avenida Pelle­grini. Los plátanos de 27 de fe­brero, las magnolias de Lugones y los brachichitos de Solano Ló­pez se encuentran raleados, en cambio, y algunos ejemplares en estado de real decrepitud.
Algunos árboles están dispues­tos formando bosquetes: los eu­caliptus frente al Cementerio El Salvador y cerca de la esquina de Solano López y Moreno; otros, en cambio se encuentran aisla­dos o formando grupos mixtos. Pueden señalarse los pinos pi-nea en las esquinas de Oroño, en la Plaza del Foro, de copa angos­ta; los ginkgos en esa misma pla­za y en la de enfrente, de follaje amarillo oro a comienzos de ju­nio. Dos ejemplares de encina (uno en Alvear y Montevideo, otro frente a la entrada a Tribuna­les); un alcornoque (corcho) en la avenida Coronado, junto a la cer­ca de la Dirección de Parques y Paseos, y un ibirá-pitá dentro de la Escuela de Jardinería, con flo­res amarillas en el verano, pue­den destacarse asimismo dentro del arbolado del Parque.
Un pica-pica, de hojas verde claro, pasa inadvertido en Cochabamba casi esquina Oroño, aunque en primavera se llena de flores de color rosa pálido. A su lado, hay un roble sedoso o gre­villa, elegante y alto, de grandes flores primaverales que parecen cepillos orientados con las cer­das hacia arriba, de color ama­rillo naranja. También en sep­tiembre se pueblan de flores los lapachos a metros de la avenida Dante Alighieri.
"No es aventurado imaginar que algunos de esos árboles ha­yan sido de los plantados en aquella fiesta de principios de siglo, cuando los niños rosari-nos -acaso sin saberlo- estaban contribuyendo a consolidar un 'pulmón verde" en el corazón de la ciudad..."



Fuente Extraído de la Revista Historia de aquí a la vuelta. Autor Raquel García Ortúzar de Marzo 1991.

jueves, 21 de agosto de 2014

TERTULIAS, RECIBOS Y FESTEJOS



En las notas sociales de publicaciones como La Nota, Iris, Monos y Monadas, etcétera, aparecen entre 1900 y 1930 muchos de los ape­llidos de la burguesía de comienzos de siglo junto a otros cuyo lustre social llegaría un poco más tarde; por lo general se los menciona como presencias habituales en el Hipódromo Independencia, en la anual Exposición Rural o en los muchos saraos y fiestas que los tenían como notorios destinatarios y animadores: Fernández Díaz, Casas, Cifré, Zavaleta, Sugasti, Peracca, Manera, Cabrera, Ricardone Goyenechea, Marull, Doncel,Tudela Terán, Fredikson, Cassini, Monserrat, Premoli, Candía, Centeno, Vila, Petit, Marquardt, Alcacer, Foster, Araya, Amuchástegui, Laborde, Colomar, Bustillo, Rouillón, Larrechea, Paganini, Uranga, Tellería, Méndez Carreras, Castagnino, Echesortu, Giacosa, etcétera.
Perduraban asimismo, como incluidos en esa clase, apellidos alemanes e ingleses que en todos los casos eran también de origen inmigrante: Herwig, Schaeffer, Berger, Reimer, Werner, Meister, Hoffman, Rehder y otros, entre los primeros, y Nolan, Turney, Clayton, Bell, Halliday, Noble, Davis, Bradley, Sylvester, Constable, etcétera. Estos últimos, por ejemplo, infaltables en los festejos rosa-linos del "Empire Day", como los concretados por la British Society, ni julio de 1929.
De 1903, en cambio, es la crónica de otro tipo de velada social: una Nochebuena celebrada a bordo, cuando un grupo de familias reco­nocidas organiza el evento a bordo del vaporcito "Manuel Zolezzi", * edido por la Dirección de Obras del Puerto, para esperar la llegada de las doce campanadas. Salieron a las diez y media de la noche, pre-\ io silbato de la embarcación, con los viajeros instalados en cubierta 1 orquesta haciendo sonar una marcha entusiasta. Los excursionis­tas, una veintena entre señoras, señoritas y caballeros, formaban Circulo en la cámara del Zolezzi.
La Idea ayuda a imaginar el momento, dando cuenta, de paso, de quiénes integraban aquel pasaje distinguido: Deleitábanse en animada conversación, salpicada de chistes de buen tono y haciendo gala de espiritualidades del más refinado buen gusto. Y no podía ser de otra manera: ahí estaba la incesante  y joven señora Matilde Duchesnois de Casas, amable y decidora como siempre, con su cultura exquisita y sus oportunidades de caseur inge­niosa, a quien se la escucha con la complacencia que despierta su clara inteli­gencia; la señora Amalia de Jenyén, que interesa desde el primer instante en que se participa de su ameno trato y las señoras Carlota Pérez de Duchesnois y Celina Guesalaga de Covernton, que con todo el prestigio de la aristocra­cia que encarnan sus nombres, daban brillo y realce a aquella reunión selecta.
    El "vaporetto" tomó rumbo a San Lorenzo, y mientras los viaje­ros se asomaban a mirar las luces titilantes y temblonas que se avizo­raban en la costa, la orquesta ejecutaba un repertorio tan ecléctico que admitía música de baile, ópera y "estilos nacionales". Estos últimos merecieron el honor de ser cantados a coro por los excursionistas, mientras que Duchesnois de Casas se lucía en las vidalitas y la señora de Jenyén hacía oir, en medio del Paraná, su espléndida voz de soprano. El remate de La Idea es digno de una revista de chismes: ¡Y llegaron las 12! Con entusiasmo fue aclamada la medianoche y el primer tapón de Pommery saltó y el rubio y espumoso champagne fue servido y el primer brin­dis se formuló saludando al gran día del nacimiento del Niño Dios. A partir de aquel instante el entusiasmo creció, si cabe, pues empezaron los brindis, que se hacían en general, y en particular entre algunas parejas que ofrecían algún detalle sospechoso...
      La excursión incluía a apellidos notorios: el bouquet fragancioso (sic) y coqueto que formaban las señoritas Blanca Muniagurria, Rosa Vila Ortiz, Margarita y Alice Covernton, María y Sara Susana Páez, Amalia Jenyen y Elisa Pérez y los caballeros Arturo Suárez Pinto, José Damiani, Carlos Lac Prugent.José Jenyen, Andrés Calcagno, Francisco E. Correa y el doctor Camilo Muniagurria, y después que Sara Susana Páez recitara poemas de su cosecha (peligrosa costumbre que al pare­cer mantuvo durante toda su vida), el vapor Zolezzi atracó a las dos de la mañana en el muelle. La Idea pone el broche: el desembarco fue tan animado como lo fuera la partida de la excursión. Aunque sonara segu­ramente más ruidoso el primero, pensando que mediaron entre una y otra circunstancia unos cuantos estampidos de Pommery a bordo...
Algunas familias, por su origen y posición socioeconómica, tenían facilidad para ser generadoras de otra de las formas de relación social de principios de siglo: las tertulias, que se llevaban a cabo en Lis residencias, algunas magníficas, que la burguesía adinerada haría levantar en la ciudad ya desde los años finales del siglo XIX.
En diciembre de 1910 se lee en Monos y Monadas: Entre la colectivi dad inglesa, las tertulias en lo del doctor Claudio Newell tienen fama por la selección de familias que concurren como por la animación que reina toda la noche.
El mencionado, hijo de Isaac Newell, fundador del Colegio Mercantil Inglés y del club Newell's Oíd Boys, tuvo también desta­cada actuación en la ciudad. Nacido en 1878, se recibió de abogado ocupando luego altos cargos judiciales en la magistratura santafesina. En 1921 es designado intendente de Rosario y en 1924 asume una diputación nacional por Santa Fe, llegando a ocupar la residen­cia de la Comisión de Negocios Extranjeros del Congreso nacio­nal. Dicho cargo le posibilitaría ser el enviado oficial a Génova, donde recibió el Monumento al general Manuel Belgrano, donado por dicha ciudad.
Aquellas residencias fastuosas, en muchos casos con detalles de refinado buen gusto, por más que se siguieran en un todo los dic­tados de modas y estilos arquitectónicos y decorativos en boga en Europa, y en ocasiones se mezclaran los mismos sin mayor cuidado, eran también símbolos de poder económico y la inauguración de una de ellas pasaba a ser también un importante evento, al que no ser convocado era socialmente oprobioso. La habilitación de la man­sión de los Pinasco, en Córdoba esquina Bulevar Oroño en agosto de 1910, dio lugar a un festejo presidido por la anfitriona Angela Tiscornia de Pinasco, antes de pasar a ser una de las residencias más envidiadas del Rosario y en la que se alojarían muchos visitantes ilustres.
Lo mismo ocurría el 5 de agosto del mismo año, por la noche, al celebrarse lo que se calificaría como "festival" ofrecido por los espo­sos Nicanor De Elía y Carola del Campo (descendiente directa ésta del poeta Estanislao del Campo, el autor del Fausto criollo) en la fla­mante residencia mandada construir por los mismos en la esquina de Bulevar Oroño y Mendoza, que sobreviviría hasta entrada la década del 60. Monos y Monadas daría pistas de lo que fue aquella lejana cele­bración, otro de los fastos sociales de comienzos del siglo: El buen gusto y la elegancia estuvieron representados dignamente. El festival no pecó por la más mínima vulgaridad. Hubo recitados, representaciones, lunch y baile. La revista muestra imágenes de la escenificación, por jóvenes de ambos sexos de las familias más reconocidas, de Les dosse tetnps de la reine. En francés, como correspondía.
Otros constantes "agasajadores" de esos años, mencionados asi­duamente por las revistas sociales, eran Juan José Benegas y su esposa Rita Ibarlucea; Cornelio Casablanca, cuyas recepciones y veladas eran señaladas por la prensa social como ejemplo de lo que debe­rían ser las ¡testas de buen tono; los Recagno, cuya mansión, con vitra­les traídos especialmente desde Alemania, en Bulevar Oroño entre San Juan y Mendoza, actual Liceo Bernardino Rivadavia, constitui­ría un ejemplo de la arquitectura y el estilo francés en pleno paseo dela"high"rosarina; o Esteban Frugoni y su esposa, en su esplén­dida morada de calle San Lorenzo.
Del mismo modo, hacia 1901, la prensa rosarina daba cuenta de las tertulias realizadas por las familias residentes en el pueblito de Alberdi, en el local de la Comisión de Fomento, frente a la actual Plaza Alberdi; familias que, por lo demás, eran en su gran mayoría parte de la sociedad rosarina, que había elegido la zona como lugar de veraneo a orillas del Paraná, o para bucólicos fines de semana.
Era en esas residencias donde las señoras de la aristocracia que daba el poderío económico recibían a sus amigas o a matrimonios de su misma clase social. Las rígidas convenciones sociales, el llamado "buen gusto", hacían que incluso el hecho de una visita social de estas características estuviese perfectamente reglamentado por códi­gos no escritos pero sí vigentes en esos círculos. Por ello es que cada una de aquellas damas hacía público su "día de recibo", para evitar confusiones o irrupciones no acordadas, que viniesen a alterar una rutina social perfectamente organizada.
Una guía de 1905, la editada por Peralta, en su capítulo "Días de recibo de las familias del Rosario", publica una nómina que incluye entre otras a las siguientes: María Leonor V. de Amuchástegui, que no tenía día fijo; María Esther Arijón (Io y 3o miércoles); Luisa B. de Araya y Elena Sugasti de Araya (todos los días); Rosa Tiscorniade Castagnino (3o y 4o lunes); Petrona del Mármol de Colombres (2o y 4o miércoles); Pepita S. de Recagno (Io y 3o miéi coles); Familia de Santiago Pinasco (sin día fijo); Nicanor De Elía (.'" y 4o lunes); Héctor Castagnino (sin día fijo); Firma Mayor de Estévea (los sábados); Ramona Ortiz de Colombres (2o y 4o viernes); María  C. de Chiesa (2o y 4o viernes); Adela E. de Casas (1o y 2o lunes); Carmen Machain de Lejarza (1o y 2" sábado); Manuela P. de Marull (todos los días); Carmen Sívori de Casanovas (miércoles), etcétera.
No debe extrañar para nada la existencia de dicha costumbre en el Rosario del primer lustro del siglo, ya que los días de recibo eran una imposición del protocolo social de las clases altas, tanto de Rosario como de algunas de las grandes ciudades como Córdoba o Buenos Aires, en las cuales estas convenciones eran respetadas a ultranza. Todavía en 1925, la revista Para Ti indica los días de recibo de las encopetadas damas de la oligarquía porteña: Carmen Alvear de Cristophersen, los martes; Dolores Anchorena de Elortondo, los miér­coles; María Luisa Unzué de Aldao, los jueves; Susana Torres de Castex, los sábados, etcétera.

Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones

miércoles, 20 de agosto de 2014

LOS PRIMEROS PARTIDOS INTERNACIONALES DE NEWELFS OLD BOYS



Por Leonardo (*1), Cristian (*2) y Soccorso Volpe (*3)


El 30 de mayo el año 1909 Newell's Oíd Boys jugó por primera vez en su historia un cotejo internacional, ya que recibió la visita de Nacional de Montevideo, que arribó a la ciudad de Rosario para efectuar un encuentro amistoso. El mismo se llevó a cabo en la cancha que los rojinegros tenían por ese entonces en el lejano barrio Vila (hoy barrio Belgrano). Dos mil hin­chas leprosos acudieron a la contien­da (una excelente concurrencia para la época), que tuvo como vencedor al elenco visitante por 2 a 0. Newell's Oíd Boys alineó a Mac Mas-ter; Rafael Bordabehere y Hamblin; Redín, Caraciolo González y Hoddi-nott; Manuel González, Sparn, Faus­tino González, Hugo Mallet y José Viale. Mientras que Nacional formó con Demarchi; Falco y Zuazú; Pache­co, Carbone y González Suero; Cua­dro, Ferreiro, Cantury, Torrosella y Ampistegui.

El primer partido de Newell s fuera del país

Tras una excelente campaña realizada en la Copa Vila de primera división de la Liga Rosarina de Football, donde se consagró campeón ganando todos los partidos disputados (10 victorias en igual cantidad de presentaciones) Newell's Oíd Boys cruzó el charco y viajó rumbo a Uruguay para jugar un cotejo amistoso.
Por tal motivo el domingo 31 de octu­bre de 1909 se presentó por primera vez fuera del país, midiéndose nuevamen­te ante Nacional, pero en Montevideo. Gracias a una estupenda actuación, so­bre todo de José Pinoto Viale, el elenco rojinegro logró una verdadera hazaña, tras imponerse en tierras charrúas por 2 a 1. El conjunto rojinegro aprovechó una estupenda ocasión para demostrar su enorme poderío y tomarse revancha de la derrota sufrida en Rosario con el mismo oponente.
Los once jugadores del equipo rosari-no que obtuvieron el resonante triunfo fueron Stanley Mac Master; Rafael Bordabehere y Tomás Hamblin; Mar­tín Redín, Armando Ginocchio y J. Hoddinott; Emilio Sparn, Faustino González  Manuel González, Caracio­lo González y José Viale. En tanto que los dueños de casa alistaron a José Le Valois; Aníbal Falco y Julián González Suero; Jorge Pacheco, Pedro Zuazú y Arturo Barlocco; Manuel Ferreiro, To-rrosella, Alberto Cantury, Camilo Aps y Alejandro Cordero. En un ambiente de camaradería al ter­minar el encuentro una comisión inte­grada por damas sirvió un té a los ju­gadores que fueron de la partida. Una costumbre muy típica en el fútbol de principios del siglo XX. Esos dos partidos frente a Nacional de Montevideo, disputados hace ya más de cien años dieron el puntapié inicial de Newell's enfrentándose a elencos del exterior del país.
BIBLIOGRAFIA
"Anales del Fútbol Rosarino" (Cipriano Rol­dan -1959), Revista "Carasy Caretas", número 579 de octubre de 1909.
1) Periodista deportivo. Inveí
(2)  Diseñador gráfico. Gráfica.
(3)  Licenciado en antropologia. Asesoramiento.

Consultas en Internet:

Espacio dedicado a la Historia del Fútbol Rosarino: http://historiafutbolrosarino.blogspot.com

Fuente: extraído de la revista “Rosario,  su Historia y Región  Fascículo Nº 118 .  de Mayo  de 2013.