Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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lunes, 23 de febrero de 2015

CRÓNICA DE UN DÍA EN REFINERÍA



por Agustina Prieto
“Perezosamente se estira la mañana en el barrio. Cimbronazo fuerte el despertar. Somnolienta actividad tempranera precedió a la calma de las calles y a la crepitación de los engranajes de las fábricas.
Hora en que únicamente las mujeres se hallan en las casas y los desocupados en las esquinas la elegida por nosotros para visitar el populoso barrio obrero.
Refinería suena como a pueblo distante. Cuando la época de las grandes huelgas tuvo celebridad, y cuando el malevaje hacía estragos en los suburbios no se borró de la crónica de policía.
Fuerte del moreirismo madrugador, su conventillo El Atrevido, tan grande como mugriento, fue lugar de duelos trágicos. En sus inmediaciones el alma diabólica del gaucho ciudadanizado, guió más de un brazo diestro en las parábolas de muerte trazadas por el puñal, a la luz de la luna o al reflejo fosforescente del alcohol.
Mentada pero no descripta, la vida pintoresca de Refinería llegó a todos los oídos. Y casi como leyenda se conserva. Sábese que hay un barrio que trabaja, se divierte y, cuando está borracho pelea, y, cuando está en reclamaciones hace sentir sus fuerzas. (…)
No turban la quietud habitual más que las pitadas de las fábricas y las procesiones de obreros a la salida y entrada de los talleres.
El movimiento que se podría llamar central o urgente aminora a mediodía, cuando los ranchitos y los conventillos se animan con la presencia del obrero, y los muchachos se recogen alrededor del almuerzo.
Con las horas cambia el aspecto del lugar.
Si la mañana es silenciosa no lo es la tarde, que empieza con nervioso carreteo, se paraliza durante breves momentos de siesta
y se agita alegremente a la oración, cuando por las calles pasean su gracia las más coquetas obreritas y los galanes piropean con despreocupado orgullo, y las madres esperan a los suyos para la cena y en las casas se preparan el naipe para la tertulia nocturna, y los despachos de bebidas hacen su negocio con el aperitivo.
No hablamos de la noche, que con la mañana y la tarde, tiene su especial y única entonación.
Quisimos dejar al barrio en la tonalidad uniforme y modorra reconfortante del mediodía.”
Monos y monadas, Rosario, n° 52, 11 de junio de 1911.

Fuente: Ciudad de Rosario Museo de la Ciudad Editorial Municipal de Rosario
Ciudad de Rosario / Agustina Prieto ... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de Rosario, 2010.  228 p. ; 23x18 cm.
Municipalidad de Rosario Secretaría de Cultura y Educación
Editorial Municipal de Rosario © Museo de la Ciudad
Bv. Oroño 2300 Rosario, Santa Fe, Argentina
info@museodelaciudad.org.ar
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© Editorial Municipal de Rosario
Aristóbulo del Valle y Callao
Rosario, Santa Fe, Argentina
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Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN 978-987-9267-73-8
CUIT 30-99900315-6
Impreso en la Argentina.

sábado, 21 de febrero de 2015

Venganza libertaria

por Rafael Ielpi

En otros aspectos de la realidad ciudadana, aquel año 1921 con­tinuaría alentando la "fiebre cultural" en la ciudad, no sólo con un aje-neo teatral de todo tipo sino también con algunas visitas de renom­bre, como para dar lustre a sus organizadores y una pátina de prestigio .1 quienes eran partícipes de esas actividades. Así, en septiembre coin­ciden en Rosario el poeta francés Paul Fort, que diserta en la Biblioteca Argentina, y el filósofo español Eugenio D'Ors, que lo hace en el mismo recinto, con el auspicio del Círculo de la Biblioteca




El director de esa última, Camilo Muniagurria, se ocupaba en forma simultánea también de cosas más prosaicas pero no menos esen­ciales para la vida de ese ámbito cultural, como el presupuesto: El 12 de abril envió una carta a las instituciones de la ciudad y a las personas que por su posición están en condiciones de prestar una ayuda que le permita solu­cionar la difícil situación económica por la cual atraviesa, que puede determinar su clausura a breve plazo, comunica La Capital a sus lectores.

Sensibles mejoras siguen sucediéndose a la vez en distintos aspec­tos que van desde los servicios municipales a la salud pública. En los primeros días del año se habilita un Mercado de Abasto en el predio de Avda. Pellegrini y Moreno, hoy ocupado por los Tribunales rosari­nos, según una concesión del intendente interino Schiesinger, que también se interesa por la falta de alumbrado en Alberdi, dotando al barrio de mejores luminarias. A comienzos de noviembre se anuncia la pronta inauguración de un nuevo hospital, el de la Sociedad Italiana "Unione & Benevolenza", para el que los Castagnino donan 300 pesos en memoria de uno de sus antecesores.

Un conflicto menor atrae sin embargo el interés ciudadano en febrero de 1921: una huelga de mozos que permite que las calles céntricas cobren animación como pocas veces se ha visto en nuestra ciu­dad: todos aquellos que se pasan horas dentro de los cafés se entretuvieron por costumbre en permanecer de plantón en las esquinas, lanzando lánguidas miradas a las cortinas metálicas que vedaban el acceso a las tentadoras mesitas, ironizaba el mismo diario.

También dentro del folklore cotidiano ingresan ciertas noticias que reflejan, a su modo, el humor de la década para encarar la crítica a las deficiencias de la Municipalidad en el resguardo de lo que hoy se llama "calidad de vida" de los ciudadanos: Los patos marruecos están abandonando las casas estrechas y húmedas para recrearse en las calles del municipio: encuentran las calles tan sucias y llenas de fango que se creen en el mejor de los mundos. Ayer fue detenido un pato por un agente de la comi­saría 4ta. Recomendamos en este caso al interesado pasar a retirarlo a la mayor brevedad. Los patos no son como las libretas de enrolamiento ni las llaves, que pueden quedar en depósito durante mucho tiempo sin correr nin­gún riesgo...

Si bien dentro del período 1922-1930 se produce un equilibrio que posibilita una cierta estabilización del salario, el descenso del costo de vida y niveles de desocupación menos graves en el país, algunos acontecimientos conmueven notoriamente, como los de la Patagonia, donde la crisis de la lana termina por llevar al estallido a los trabaja­dores de la región, ya de por sí condenados a tremendas condiciones de trabajo y a remuneraciones magras.

Se desencadena de ese modo una trágica sucesión de grandes huelgas, represiones tan sangrientas como indiscriminadas y una ulte­rior cadena de atentados, entre los que se contaría el de Kurt Wilkins, en 1923, contra el coronel Benigno Várela. Éste había sido, como se sabe, el triste protagonista de las jornadas más tremendas de la epo­peya de la Patagonia rebelde, una gesta (la de los peones y esquilado­res de las estancias del latifundio lanero) a la que primero José María Borrero en La Patagonia trágica pero sobre todo Osvaldo Bayer en Los vengadores de la Patagonia trágica darían la dimensión histórica que merece.

Los sucesos de la Patagonia volvieron a poner en duro trance, como ocurriera con los sucesos de enero de 1919, al gobierno de Yrigoyen, indeciso entre la adopción de medidas represivas contra los obreros y una política conciliatoria que les garantizara algunas reivindicaciones que los sectores patronales rechazaban en forma sistemática. El fervor inclaudicable del anarquismo, que hegemo-nizó la conducción de las grandes huelgas en el Sur (1920-1921), chocaría contra la estrategia de los terratenientes patagónicos, que aprovecharon la proximidad de la esquila anual, la existencia de gran­des stocks de lana acumulados en sus galpones y la caída del precio internacional del producto en los mercados, para interrumpir el pago de salarios.



 Los estancieros y sus representantes, abogados de prestigio, jugaban vez sus cartas presionando sobre la indecisión del gobierno radical. Señala Oscar Troncoso: El análisis de las causas más profundas permite sacar otras conclusiones. De acuerdo con lo dicho por David Viñas a través mi personaje de su novela Los dueños de la tierra, la oligarquía dio mi golpe maestro en esa ocasión contra el gobierno de Yrigoyen al colocarlo en mi. i alternativa irreductible: "Si no manda el ejército lo acusan de maximalista cualquier otra cosa por el estilo y si el ejército mete bala, pierde los votos J. los obreros y su apoyo..."

La participación de Várela, más allá de la responsabilidad oficial en la decisión de concretar una sangrienta represión, fue la más notoria, desataría, en consecuencia, los mayores y perdurables enconos, ¡obre este punto, Alain Rouquié ofrece en Poder militar y sociedad política en la Argentina, una interpretación atendible sobre la actuación del oficial (de antigua militancia radical por lo demás, y que en 1920 había sido enviado ya al sur para una mediación que lograría un incorporar algunas mejoras en las condiciones inhumanas de trabajo di los peones y esquiladores, luego rechazadas por los patrones), al ifirmai que, en 1921,Várela parece prisionero de los asustados propietarios Se extralimita en sus atribuciones. Aplica la ley marcial sin que haya ido declarado el estado de sitio, olvidándose de la Constitución y de la ley, de la Justicia civil y militar. Los rebeldes son fusilados en masa. Los medios anarquistas hablan de 1500 muertos: la cantidad de 300 a 400 parece un número verosímil...

En La Unión Cívica Radical llega al poder Ribas y San Román se preguntan: ¿Había recibido órdenes verbales para actuar duramente? ¿Lo hizo por propia iniciativa? Los fusilamientos de dirigentes y de cientos de huel­guistas aplastaron el movimiento ante el beneplácito del sector patronal y los res conservadores como la Liga Patriótica Argentina... Várela esperó inútil­mente un reconocimiento oficial por acciones que creía meritorias y patrióticos Su actuación en las jornadas de la Patagonia merecería luego algo muy distinto...istinto...
El 27 de enero de 1923, a las 8 de la mañana, Várela salió de su casa de calle Fitz Roy entre Santa Fe y Paraguay, para dirigirse a sus obligaciones. Caminaba precedido a pocos pasos por una chica, cuando imprevistamente apareció un hombre rubio que desplazó a la criatura y cubriéndola, arrojó entre el militar y su propio cuerpo una bomba que al estallar los derribó. Várela intentó incorporarse tomándose de un árbol y entonces el agresor extrajo un revólver y le disparó cinco balazos que terminaron con su vida. El autor del atentado era un anarquista ale­mán, Kurt Gustav Wilckens, expulsado de Estados Unidos como "el rojo más peligroso del Oeste". Cuando el juez lo interrogó en la comi­saría 31" sobre los motivos de su acción, respondió: Lo maté para que no mate más a nadie. He vengado a mis hermanos...

(Troncoso: Los fusilamientos de la Patagonia, Op. cit.)


La venganza del sistema llegaría pronto de la mano de un ex policía que había prestado servicios en la gobernación de Santa Cruz, integrante asimismo de la xenófoba Liga Patriótica y perte­neciente a una familia de cierto peso social en Buenos Aires: Jorge Ernesto Pérez Millán Temperley, un joven de 24 años que ya en el entierro de Várela había sido protagonista de un escándalo por su condena desaforada al hecho. Vestido de guardiacárcel, y con la com­plicidad de las autoridades, Temperley consigue penetrar poco después en la Cárcel de Encausados y luego en la celda de Wilckens, al que mata a balazos.





Aquella seguidilla no terminaría allí. Si bien fue condenado por su delito, el matador del anarquista obtuvo, por influencia de su familia y su círculo social, ser sacado de la cárcel e internado en el Hospicio de las Mercedes, en espera de una pronta libertad. Al llegar las noticias de la muerte de Wilckens al penal de Ushuaia, en el que se recluía a los anarquistas más notorios o "peligrosos", se produjo en el mismo una conmoción por lo que se consideraba, con razón, un real ajusticiamiento. Uno de los dos reclusos más conocidos era Boris Wladimirovich, un intelectual ruso de larga y reconocida militancia a favor de la violencia y la "expropiación" revolucionaria, condenado a 25 años. El otro era Simón Radowitzky, que cumplía pena de reclu­sión perpetua por la muerte de Ramón Falcón.
Wladimirovich, afectado de una enfermedad que le impedía el movimiento, simuló serios trastornos mentales y obtuvo de ese modo su traslado a Buenos Aires, a pedido del propio director del célebre penal, y su internación en uno de los pabellones del Hospicio de las Mercedes. Desde allí, pese a sus problemas para desplazarse, comenzó un hábil trabajo de persuasión sobre uno de los alienados confinados en el lugar, el yugoslavo Esteban Lucich. al que se consideraba inofen-sivo . El odio hacia Pérez Millán (la limpieza de cuya celda estaba a cargo Luci- ch) inculcado paciente y regularmente por el ruso en la mente desequilibrada de este último, culminaría de modo previsible la noche del 9 de noviembre de 1925.



Casi como un autómata y al grito de ¡Esto te lo manda Wilckens! aquel inesperado vengador mató de un balazo en el pecho al ex miem­bro de la Liga Patriótica Argentina, que paradójicamente redactaba en ese momento en su celda una carta a Manuel Caries, fundador de aquella legión de exacerbados nacionalistas, cerrando el círculo ini-, lado por la sanguinaria represión de Várela contra los peones de la Patagonia.



Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo II  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones

viernes, 20 de febrero de 2015

El coleccionismo profesional- Juan Bautista Castagnino


por Pablo Montini

 Juan Bautista Castagnino (1884-1925) fue un gran protagonista de esa primera conformación de un campo cultural y artístico rosarino.
Comenzó a adquirir obras de arte en 1907, con sólo 23 años, constituyendo a partir
de entonces un caso paradigmático del coleccionismo rosarino. Fue un modelo para los miembros de su clase, a los que descubrió una aspiración eminentemente moderna, que no tenía antecedentes en la ciudad. Su profesionalismo se hace patente en el detallado inventario de su colección, donde dejó constancia de los mecanismos de inserción en el mercado de arte y el rol que jugaron los restauradores y especialistas internacionales en la validación de las piezas, además de sus conocimientos en materia de pintura e historia del arte.
La colección de Castagnino se conformó en dos etapas. La primera (1907-1913)
muestra su interés por el arte europeo, sobre todo por la pintura italiana del siglo XVII, preferencia en la que acaso hayan influido el origen peninsular y la actividad comercial de su familia, basada en el vínculo del puerto de Rosario con el de Génova. A través de sucesivos viajes y haciendo uso de intermediarios, Castagnino se proveyó en galerías,  subastas o por compra directa de gran cantidad de obras de notable valor estético y comercial, provenientes en su mayor parte de antiguas colecciones nobiliarias.
La segunda etapa (1914-1925) estuvo determinada por las incidencias de la Primera Guerra, que obturó el mercado de arte internacional y le restó a Castagnino la posibilidad de mantener el nivel de adquisiciones de arte europeo. Para compensar esa falta,  recurrió al arte argentino y al rosarino, que aún no habían alcanzado su legitimación.
Castagnino fue el artífice de la cruzada emprendida por los coleccionistas de El Círculo y la Comisión Municipal de Bellas Artes en pro de esta nueva causa.
Como tesorero de la comisión y desempeñando otras funciones, parte de la tarea de Castagnino durante esos años consistió en estimular entre las instituciones y los particulares la donación de obras para acrecentar el patrimonio del museo, encabezando él mismo la lista junto al Club Social y El Círculo con la entrega en 1920 de la obra Shanti el Atalayero, del pintor vasco Ramón de Zubiaurre. Tiempo antes, buscando motivar las adquisiciones de obras de arte, había donado Retrato de niña, óleo de Alfredo Guido expuesto en el IV Salón de Otoño.
El crecimiento de su prestigio dentro de la Comisión Municipal lo llevó a ocupar su
presidencia de 1923 a 1925, signada por las disputas internas y el escaso apoyo de
la Municipalidad. Castagnino puso el énfasis de su gestión en la evolución del salón, la legitimación del arte producido en el país y en la ciudad, y la iniciación de los artistas y el público en la historia del arte europeo y americano. Con el propósito de “difundir el amor por la tradición y por lo bello, despertando la afición por las concepciones superiores
del espíritu”, organizó en 1923 la Exposición de Arte Retrospectivo, en la que reveló su patrimonio artístico y el de sus pares, tratando de demostrar cuán  estaba Rosario de su señalado materialismo. En los salones de otoño, ocupó un lugar privilegiado como jurado de admisión y de premios. Dada la relevancia de los salones en la constitución del campo artístico local, sus veredictos establecían el gusto dominante.
La legitimación del arte argentino en los salones se trasladó a su colección privada. Al haber “desechado el viejo criterio criollo que consideraba todo lo nuestro como producción inferior”, Castagnino se convertía para la prensa en un “argentino moderno”. Como dijo el poeta Emilio Ortiz Grognet al despedir sus restos en el cementerio El Salvador, el 19 de julio de 1925, “el arte nuestro, el arte nacional, constituía una esperanza radiante”  para él. Castagnino “no omitió sacrificios para su divulgación, le prestó siempre su generoso concurso y los artistas argentinos saben bien que la tradición de Mecenas tuvo en él una cumplida realidad”. No sólo asistió económicamente a muchos de ellos –Castagnino se cuenta entre los primeros compradores de Berni–, sino que también les abrió las puertas de su casa, mostrándoles su colección y manteniendo con ellos conversaciones
estéticas.
La progresiva profesionalización de Juan B. Castagnino como coleccionista le permitió adquirir desde la segunda década del siglo XX una especial visibilidad en el campo cultural rosarino. Su colección se transformó en modelo y su figura representó al hombre moderno interesado en el arte. En su testamento asignó una importante suma de dinero con la intención de solucionar el problema de la falta de una sede para el museo, además de donar al mismo su colección de arte argentino. En cuanto a la promoción del trabajo artístico, quien mejor interpretó sus deseos fue su madre, proporcionando recursos económicos para los premios y adquisiciones de obras en los salones y, años después, costeando la construcción del edificio del Museo Municipal de Bellas Artes inaugurado en 1937, que desde ese momento lleva el nombre de Juan B. Castagnino. La donación realizada por sus hermanos, en 1941, de la pintura antigua de su colección, completó la transferencia a la esfera pública de la colección privada más importante que existía en la ciudad

Fuente:Ciudad de Rosario Museo de la Ciudad Editorial Municipal de Rosario
Ciudad de Rosario / Agustina Prieto ... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de Rosario, 2010.  228 p. ; 23x18 cm.
Municipalidad de Rosario Secretaría de Cultura y Educación
Editorial Municipal de Rosario © Museo de la Ciudad
Bv. Oroño 2300 Rosario, Santa Fe, Argentina
info@museodelaciudad.org.ar
www.museodelaciudad.org.ar
© Editorial Municipal de Rosario
Aristóbulo del Valle y Callao
Rosario, Santa Fe, Argentina
emr@rosario.gov.ar
www.rosario.gob.ar/emr
Queda hecho el depósito que marca la ley 11.723
ISBN 978-987-9267-73-8
CUIT 30-99900315-6
Impreso en la Argentina

miércoles, 18 de febrero de 2015

COLECCIONISTA JUAN BAUTISTA CASTAGNINO ( 1884-1925)





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por GuillernoZinni


Lunes seis de julio de 1925. Hoy Juan Bautista -o simplemente "Juancito", como llaman
sus conocidos- tiene pensado asistir a una muestra de alfombras orientales. Por eso se levanta temprano en su cuarto del Gran Hotel, ubicado en la calle Florida 25, en Buenos Aires. Pero lo que no sabe es que el destino ha barajado las cartas. Así que cuando al afeitarse se hace un pequeño rasguño en el cuello con su navaja, no le da importancia. Tampoco duda cuando, poco después, acaricia con sus dedos los tejidos del Oriente sin reparar que en su composición solía utilizarse estiércol de animales para su mejor conservación, ni cuando, abstraído, se rasca suavemente la leve herida matinal. Pero todo esto le viene de golpe a la mente a las pocas horas, cuando una infección acompa-
ñada de alta fiebre lo lleva a la cama y, pocos días más tarde, le hace formular sus últimos deseos para irse en paz de este mundo.


Nacido en Rosario el 23 de abril de 1884, Juancito, el mayor de once hermanos, descendía de una familia de ligures que había venido a este Pago de los Arroyos comienzos de la década de 1840. Asociados con los Pinasco, los Castagnino sentaron las bases de una sólida fortuna a través de una de las más prestigiosas empresas importadoras y exportadoras de la época, y luego realizaron inversiones urbanas y rurales en la región de Rosario. Sin embargo, Juan sentía predilección por las obras de arte, sobre todo por las pinturas de autores argentinos, las renacentistas y las flamencas.
En los primeros años del siglo XX, cuando en Rosario la educación universitaria era
todavía una deuda pendiente, Juan B. logró irse formando en el profundo conocimiento
de las obras de arte, para lo cual se armó una biblioteca de más de mil volúmenes-una de las más completas de la época-, viajó por varios países de Europa, Egipto y Asia, y tuvo correspondencia con lo más granado del arte mundial. Así, llegó a ser el máximo experto en arte de Sudamérica y entre sus hazañas más célebres se cuentan el haber adquirido en un remate en Buenos Aires por 80 pesos la obra de Francisco de Goya y Lucientes "Bandidos asesinando a hombres y mujeres" –a la que hasta entonces nadie había descubierto como tal-, y en la galería de arte Drouot, de París, un autorretrato del pintor holandés Martin van Heemskerk, uno de los principales retratistas del siglo XVI, y que por no saber existencia fue vendido simplemente bajo el nombre de "Hombre vestido de negro”.
Su amor por la pintura y por Rosario, lo llevó a formar parte de la primera Comisión
de Bellas Artes de la ciudad, fundadas en 1916, a la que llegó a presidir pocos años
después y hasta su fallecimiento, cuando pasó a la órbita municipal. El mayor de sus anhelos fue dotar a los rosarinos de un museo donde se pudieran apreciar con dignidad las bellezas de las obras de arte y así lo expresó en los últimos momentos de su vida. Luego su madre, Rosa Lucrecia Tiscornia de Castagnino, hizo realidad el deseo de su hijo y donó, llave en mano, el edificio del Museo de Bellas Artes que se encuentra en el parque Independencia –inaugurado en 1937- y la colección de pinturas argentinas que pertenecía a Juan B.
No conformes con esto, en 1942, y ya fallecida Rosa Tiscornia, sus hermanos volvieron a rendir honor a su querido Juancito entregando también a ese museo su varias
veces millonaria colección de pinturas de arte antiguo para la contemplación de todos los rosarinos, lo que constituyó una de las donaciones más grandes, generosas e importantes de 1a historia del país.

Fuente: Extraído de la Revista del diario "La Capital" de los 140 años editada en 1987.-

martes, 10 de febrero de 2015

LOS QUE LLEGARON EN EL SIGLO XX



En 1901 el uruguayo Caye­tano Silva compone en Rosario su famosa marcha de "San Lo­renzo", con letra de Carlos Javier Benielli; en ese año, María Barrientos, la notable soprano espa­ñola, con 17 años de edad, enlo­queció a los rosarinos con su voz maravillosa. En junio de 1902, Florencio Sánchez estrenó en el "Nuevo Politeama" "La gente ho­nesta" y en ese mismo año se produce en "La Comedia" el es­treno de la famosa obra "Canilli­ta". Por entonces dos aconteci­mientos extraordinarios arraigan en la memoria de los ilustres visi­tantes de Rosario: Isadora Duncan, revolucionaria en el decir y en el hacer y Ana Pawlova, una mujer de ensueño, de una suavi­dad irreal.

"Isadora Duncan, paseando por las barrancas del Paraná, quiso avecinarse al río. Magnífico -exclamó- vendré una noche des­nuda a bailar la Bacanal de Tan-hauser. Aquí no me mandarán a la correccional como cuando bailé en el Chatelet (La Capital, 15 de noviembre de 1967). Sabrán imaginar el revuelo que el atrevi­miento de la diva causó en la ciu­dad.

En 1910 llegó a Rosario aquel pintoresco, tierno e inolvidable personaje que varias generacio­nes conocieron como el "Poeta Aragón". Habla nacido en Zarago­za, cuna de Francisco de Goya y Lucientes, en 1891. Por muchos años representó al Rey Momo en los carnavales rosarinos. Fue de los que se quedaron. Falleció en Rosario el 22 de noviembre de 1974.

El doctor Francisco Netri, ita­liano, fundó la Federación Agra­ria Argentina el 31 de agosto de 1912, al liderar la huelga agraria llamada "El grito de Alcorta". En setiembre de ese año fundó el pe­riódico "La Tierra", escrito por chacareros. Fue asesinado en Ro­sario el 5 de octubre de 1916.

En el segundo decenio del si­glo nos visitaron tres notables representantes de la cultura eu­ropea: Ramón del Valle Inclán, Enrique Ferri, socialista italiano que polemiza con Juan B. Justo y el batallador George Ciernenceau; en 1916, José Ortega y Ga-set, para dictar conferencias. En 1922 nos visitó Jacinto Benavente, el aviador Santos Dumont, el poeta francés Le Gofrid y Raniero Nicolai. En 1924 -el 11 de agosto- Rosario vivió un aconteci­miento que la conmovió al arribar el príncipe Humberto de Saboya, heredero de la corona de Italia, quien fue muy agasajado por la colectividad radicada en la ciu­dad.

En marzo de 1926 llegó Ra­món Franco piloteando el "Plus Ultra", siendo agasajado en el Club Español por toda la colecti­vidad. En 1915, con la visita del gran Enrico Caruso, ganamos al maestro italiano Nicola Mignone, integrante de su elenco y que se radicaría definitivamente en Ro­sario dedicado a la enseñanza. Fue maestro de canto de Agustín Magaldi.

El 10 de setiembre de 1930 el obrero catalán Joaquín Penina, que vivía en la calle Salta 1581 fue fusilado en las Quebradas del Saladillo. Hecho increíble y dolo­roso. Un baldón para la ciudad. Fuimos los rosarinos los prime­ros en fusilar a un obrero.

En 1939, nos visitó el gran es­critor Stephan Zweig que poco tiempo después se quitaría la vi­da en Brasil. En junio de 1942 brinda una serie de conferencias el escritor Waldo Frank y en julio, de ese año, el dramaturgo Alejan­dro Casona diserta sobre "Las mujeres de Lope de Vega". Los universitarios vivieron una jorna­da inolvidable el 18 de julio de 1946, con la conferencia ofrecida por el profesor Sir Howard Florey, co-descubridor de la penicilina y premio Nobel de Medicina.

En octubre de 1950 el legado papal Cardenal Ruffini, presidió en el Parque de la Independencia, las memorables jornadas del V Congreso  Eucarístico Nacional.

El 15 de abril de 1961 nos visitó el presidente de Italia Giovanni Gronchi, en medio del cariño y la emoción de la colectividad.

Todos recordamos la visita de los reyes de España, Juan Carlos I y su esposa Sofía, el 17 de abril de 1985, como una jornada jubi­losa e inolvidable, especialmente en el lugar en donde en octubre de 1992 será inaugurado el Complejo Cultural Parque de Es­paña, símbolo de hermandad y festejo por el quinientos aniversa­rio del descubrimiento de Améri­ca, quizás el hecho histórico más trascendente de la humanidad, y que nos conduce a reflexionar que nuestra Argentina se convir­tió en un "crisol de razas", en tie­rra de promisión y esperanza pa­ra los miles de inmigrantes que pisaron nuestra tierra generosa, ésta Patria nueva que cubrieron de mieses, hijos y obras impere­cederas.
Fuente. Extraído de revista “ Rosario aquí a la vuelta” Fascículo Nº 21. Autor: Héctor Sebastianelli . De Junio 1992