por Agustina
Prieto
“Perezosamente
se estira la mañana en el barrio. Cimbronazo fuerte el despertar. Somnolienta
actividad tempranera precedió a la calma de las calles y a la crepitación de
los engranajes de las fábricas.
Hora en que
únicamente las mujeres se hallan en las casas y los desocupados en las esquinas
la elegida por nosotros para visitar el populoso barrio obrero.
Refinería
suena como a pueblo distante. Cuando la época de las grandes huelgas tuvo celebridad,
y cuando el malevaje hacía estragos en los suburbios no se borró de la crónica
de policía.
Fuerte del
moreirismo madrugador, su conventillo El Atrevido, tan grande como mugriento,
fue lugar de duelos trágicos. En sus inmediaciones el alma diabólica del gaucho
ciudadanizado, guió más de un brazo diestro en las parábolas de muerte trazadas
por el puñal, a la luz de la luna o al reflejo fosforescente del alcohol.
Mentada pero
no descripta, la vida pintoresca de Refinería llegó a todos los oídos. Y casi
como leyenda se conserva. Sábese que hay un barrio que trabaja, se divierte y,
cuando está borracho pelea, y, cuando está en reclamaciones hace sentir sus
fuerzas. (…)
No turban la
quietud habitual más que las pitadas de las fábricas y las procesiones de obreros
a la salida y entrada de los talleres.
El movimiento
que se podría llamar central o urgente aminora a mediodía, cuando los ranchitos
y los conventillos se animan con la presencia del obrero, y los muchachos se
recogen alrededor del almuerzo.
Con las horas
cambia el aspecto del lugar.
Si la mañana
es silenciosa no lo es la tarde, que empieza con nervioso carreteo, se paraliza
durante breves momentos de siesta
y se agita
alegremente a la oración, cuando por las calles pasean su gracia las más
coquetas obreritas y los galanes piropean con despreocupado orgullo, y las
madres esperan a los suyos para la cena y en las casas se preparan el naipe
para la tertulia nocturna, y los despachos de bebidas hacen su negocio con el
aperitivo.
No hablamos de
la noche, que con la mañana y la tarde, tiene su especial y única entonación.
Quisimos dejar
al barrio en la tonalidad uniforme y modorra reconfortante del mediodía.”
Monos y monadas, Rosario, n° 52, 11 de
junio de 1911.
Fuente: Ciudad de Rosario Museo de la Ciudad Editorial
Municipal de Rosario
Ciudad de Rosario / Agustina Prieto
... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de Rosario, 2010. 228 p. ; 23x18 cm.
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