por Pablo Montini
Juan Bautista Castagnino (1884-1925) fue un
gran protagonista de esa primera conformación de un campo cultural y artístico
rosarino.
Comenzó a
adquirir obras de arte en 1907, con sólo 23 años, constituyendo a partir
de entonces un
caso paradigmático del coleccionismo rosarino. Fue un modelo para los miembros
de su clase, a los que descubrió una aspiración eminentemente moderna, que no
tenía antecedentes en la ciudad. Su profesionalismo se hace patente en el
detallado inventario de su colección, donde dejó constancia de los mecanismos
de inserción en el mercado de arte y el rol que jugaron los restauradores y
especialistas internacionales en la validación de las piezas, además de sus
conocimientos en materia de pintura e historia del arte.
La colección
de Castagnino se conformó en dos etapas. La primera (1907-1913)
muestra su
interés por el arte europeo, sobre todo por la pintura italiana del siglo XVII,
preferencia en la que acaso hayan influido el origen peninsular y la actividad
comercial de su familia, basada en el vínculo del puerto de Rosario con el de
Génova. A través de sucesivos viajes y haciendo uso de intermediarios,
Castagnino se proveyó en galerías, subastas o por compra directa de gran cantidad
de obras de notable valor estético y comercial, provenientes en su mayor parte
de antiguas colecciones nobiliarias.
La segunda
etapa (1914-1925) estuvo determinada por las incidencias de la Primera Guerra, que
obturó el mercado de arte internacional y le restó a Castagnino la posibilidad de
mantener el nivel de adquisiciones de arte europeo. Para compensar esa falta, recurrió al arte argentino y al rosarino, que
aún no habían alcanzado su legitimación.
Castagnino fue
el artífice de la cruzada emprendida por los coleccionistas de El Círculo y la Comisión Municipal
de Bellas Artes en pro de esta nueva causa.
Como tesorero
de la comisión y desempeñando otras funciones, parte de la tarea de Castagnino
durante esos años consistió en estimular entre las instituciones y los
particulares la donación de obras para acrecentar el patrimonio del museo,
encabezando él mismo la lista junto al Club Social y El Círculo con la entrega
en 1920 de la obra Shanti el Atalayero, del pintor vasco Ramón de Zubiaurre.
Tiempo antes, buscando motivar las adquisiciones de obras de arte, había donado
Retrato de niña, óleo de Alfredo Guido expuesto en el IV Salón de Otoño.
El crecimiento
de su prestigio dentro de la Comisión Municipal lo llevó a ocupar su
presidencia de
1923 a
1925, signada por las disputas internas y el escaso apoyo de
la Municipalidad. Castagnino puso el énfasis de su gestión en la evolución del salón, la legitimación
del arte producido en el país y en la ciudad, y la iniciación de los artistas y
el público en la historia del arte europeo y americano. Con el propósito de
“difundir el amor por la tradición y por lo bello, despertando la afición por
las concepciones superiores
del espíritu”,
organizó en 1923 la
Exposición de Arte Retrospectivo, en la que reveló su patrimonio
artístico y el de sus pares, tratando de demostrar cuán estaba Rosario de su señalado materialismo. En
los salones de otoño, ocupó un lugar privilegiado como jurado de admisión y de
premios. Dada la relevancia de los salones en la constitución del campo
artístico local, sus veredictos establecían el gusto dominante.
La
legitimación del arte argentino en los salones se trasladó a su colección
privada. Al haber “desechado el viejo criterio criollo que consideraba todo lo
nuestro como producción inferior”, Castagnino se convertía para la prensa en un
“argentino moderno”. Como dijo el poeta Emilio Ortiz Grognet al despedir sus
restos en el cementerio El Salvador, el 19 de julio de 1925, “el arte nuestro,
el arte nacional, constituía una esperanza radiante” para él. Castagnino “no omitió sacrificios
para su divulgación, le prestó siempre su generoso concurso y los artistas
argentinos saben bien que la tradición de Mecenas tuvo en él una cumplida
realidad”. No sólo asistió económicamente a muchos de ellos –Castagnino se
cuenta entre los primeros compradores de Berni–, sino que también les abrió las
puertas de su casa, mostrándoles su colección y manteniendo con ellos
conversaciones
estéticas.
La progresiva
profesionalización de Juan B. Castagnino como coleccionista le permitió
adquirir desde la segunda década del siglo XX una especial visibilidad en el
campo cultural rosarino. Su colección se transformó en modelo y su figura representó
al hombre moderno interesado en el arte. En su testamento asignó una importante
suma de dinero con la intención de solucionar el problema de la falta de una
sede para el museo, además de donar al mismo su colección de arte argentino. En
cuanto a la promoción del trabajo artístico, quien mejor interpretó sus deseos
fue su madre, proporcionando recursos económicos para los premios y
adquisiciones de obras en los salones y, años después, costeando la
construcción del edificio del Museo Municipal de Bellas Artes inaugurado en
1937, que desde ese momento lleva el nombre de Juan B. Castagnino. La donación
realizada por sus hermanos, en 1941, de la pintura antigua de su colección,
completó la transferencia a la esfera pública de la colección privada más importante
que existía en la ciudad
Fuente:Ciudad de Rosario Museo de la Ciudad Editorial
Municipal de Rosario
Ciudad de Rosario / Agustina Prieto
... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de Rosario, 2010. 228 p. ; 23x18 cm.
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