Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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miércoles, 23 de diciembre de 2015

La leyenda del guerrillero



Por Walter Palena

Es el más famoso de los nativos de la ciudad, aunque su nacimiento aquí se deba al azar. Pero el mito crece y su origen está en Rosario


El llanto primero del jueves 14 de junio de 1928 en el hospi­tal. El acta de nacimiento fe­chada ese mismo día en el registro. La magnificada profesión de amor hacia Rosario Central. No es mucho, pero al rosarino le basta para levantar el dedo que amonesta, inflar el pecho y asegu­rar con orgullo que el Che es de acá. Los que lo aman o lo odian comparten ese sentimiento localista con variada exaltación. Porque se trata, al fin, de un símbolo potente de la historia que ubica a la ciudad como el sitio que alumbró el principio de la épica.



Hay dos versiones sobre cómo operó el azar para que Ernesto Rafael Guevara de la Serna naciera en Rosario. No son opues­tas; sólo varían las circunstancias.

Una sostiene que el arquitecto Ernes­to Guevara Lynch y Ce­lia de la Serna quisieron brindar toda la seguri­dad al hijo por nacer y partieron desde Puerto Caraguatay (Misiones), donde residían, hacia la ciudad de Buenos Aires.

El barco que los traía por el Paraná tuvo que hacer una escala obligada en  Rosario, el parto se ade­lantó y     mismo día del amarre, el 14 de junio, "Teté" nació en el hospi­tal Centenario.

La otra propone una situación un poco más ventajosa para el ego ro­sarino. Celia de la Serna había heredado de sus padres unas hectáreas en Misiones y con su esposo deciden instalar una yerbatera. Ya con el embarazo avanzado, el matrimonio Guevara opta por trasladarse a Buenos Aires, pero antes pasan por Rosario para buscar el asesoramiento en el nuevo em-prendimiento de Julio Ulises Martin, un pionero del negocio de la yerba mate. Por esa inquietud comercial, la pareja se demo­ró y el Che nació en el lugar que no habían previsto sus padres.

Esta referencia biográfica, necesaria, es a la vez baladí. El carácter revolucionario, marxista y guerrillero leí Che se forjó marxista y guerrillero del Che se forjó fuera le las fronteras argen­tinas. Y cuando quiso traer estos atributos, ya provisto de fama, lo mataron antes de enterar, en Bolivia.

La rosarinidad del Che es, pues, otro apor­te al mito perenne. En sus cuadernos de viaje, en sus memorias, ensayos, discursos o proclamas no existe registro alguno de que Guevara se haya interesado por su ciudad natal. Salvo, claro está, por la cita futbolera que hizo Hugo Gambini en su libro biográfi­co. Esta "identificación" canalla sirvió para que un grupo de centralistas colocara una camiseta auriazul en el museo que el Che tiene en La Habana.

     Museo que Rosario aún le debe. La ca­sona de Entre Ríos 480 (22 D), el departa­mento que ocuparon los Guevara Lynch los visitantes. Hay, sí en la placa enfrente en la plaza de la Cooperación, en acompaña un mural pintando por Carpani en esa clásica estampa que inmortalizó el  fotógrafo  Alberto Korda.

  A falta de museo, la ciudad empieza a pagar deudas con su hijo famoso. Al menos  existe una cátedra con su nombre en la Universidad y se prepara de actividades para 2008 una serie de actividades para memorar los 40 años de su muerte. Allí se recordaran su historia, la niñez, el asma, el viaje en moto con Alberto Granados por Latinoamérica con Fidel en México. El viaje en el “ Granma”,   la carga de su fusil en la Sierra Maestra, la  batalla de Santa Clara, su intervención en la ONU. Serán todas hazañas contadas incluso la valentía de -La Higuera frente a  la ráfaga de la metralleta, la imagen crística en la camilla  que comenzó a encender la leyenda


Fuente: Extraído de la Revista de capital de los 140 años del año 1987.

domingo, 20 de diciembre de 2015

Barcelona en Rosario - Visitas de grandes equipos extranjeros



Por Leonardo Volpe (i), Cristian Volpe (2) y Soccorso Volpe (3)*
En la nota anterior le bridamos una reseña de la visita de Real Madrid a Rosario en 1927, un año después su clásico rival, el otro equipo grande de España arribó a nuestra ciudad, donde también recibió una lección de fútbol por parte de los rosarinos.
Otros resultados del Barga en la gira
Cabe remarcar que antes de arribar a Rosario, Barcelona, que era el campeón de la liga de Catalunya y vencedor de la
Copa del Rey, se midió ante la selección de la Asociación Amateurs, con quien cayó primero por 3 a 1. Al día siguien­te empató en cero ante el mismo rival y luego jugó frente a Independiente, que lo goleó por 4 a 1. Posteriormente volvió a enfrentar al combinado de la Asociación Amateurs Argentina, en la cancha de River, con el cual perdió por 1 a 0. Asimismo el 17 de agosto batió a Boca Juniors por 2 a 1.
Su presentación en Rosario
El domingo 19 de agosto de 1928 el po­deroso F. C. Barcelona, en el marco de una gira internacional se desempeñó en la mencionada ciudad, donde enfrentó al combinado de la Liga Rosarina de Football en la cancha de Newell's Oíd Boys. La selección de la Liga Rosari­na formó esa tarde con Carlos Guida; Roberto Cochrane y Julio Capitanelli; Arturo Podestá, Carlos Vila y Silves­tre Conti; Agustín Peruch, Humberto Libonatti, Gabino Sosa, Luis Indaco y Celestino López, en tanto que el once catalán salió al campo de juego con Ra­món Llorens; Emilio Walter Burkardt y Más; Guzmán, Raci y Ángel Aro-cha; Piera, José Sastre, Juan Errasquín, Arnaud y Parera. El arbitro del partido fue Lorenzo Martínez, perteneciente a la Asociación Amateurs Argentina de Football.
Una intensa neblina cubrió el estadio del Parque de la Independencia, que albergó a un buen número de aficiona­dos rosarinos ansiosos de presenciar un gran choque internacional, que dio co­mienzo a las 15 horas. Enseguida el desarrollo del partido se hizo favorable a los locales, que demos­traron una notable supremacía en el jue­go. A los catorce minutos Luis Indaco, que recibió un pase de Gabino Sosa, abrió el tanteador con un remate corto que venció la resistencia del arquero catalán. Luego a los 20' nuevamente se repitió la fórmula, el negro Gabino Sosa le cedió la pelota a Indaco, que anotó el segundo, esta vez con un tiro alto y cruzado, que se clavó en el ángulo iz­quierdo del arco español, defendido por Ramón Llorens. Dos minutos después Indaco facturó el tercero de su cuenta propia y estiró la ventaja de su equipo, que al finalizar el primer tiempo se im­ponía por 3 a 0, con tres tantos suyos. A los 12' de iniciado el complemen­to nuevamente Luis Indaco decoró el marcador con su cuarta conquista per­sonal. Aplastante victoria del cuadro de la Liga Rosarina por 4 a 0. Al término del encuentro los simpatizantes se fue­ron del estadio festejando un categórico triunfo logrado frente a un rival de fus­te, ya que se trató del campeón de Es­paña. Dicha goleada ponía en evidencia el nivel superlativo del fútbol rosarino.
Declaraciones de Luis Indaco tras el partido
Años más tarde en una entrevista publi­cada por la revista Cincuentenario de R. Central, Luis Indaco declaró lo siguien­te sobre los cuatro goles que anotó en el recordado partido ante el elenco blaugrana: "Los marqué yo como los pudo señalar cualquier otro compañero. Tuve la suerte que todo me saliera bien y de que Llorens, arquero del once catalán, no ofreciera resistencia a mis shots. Fue ese uno de esos días en que las cosas presentan a pedir de boca..." posterior­mente añadió que "el triunfo conseguido por la selección rosarina, fue inobjetable y de no haber sido yo quien convirtiera los goles, con toda seguridad que otros de los integrantes de la misma lo habrían hecho, ya que se presentaron ocasiones propicias para hacerlo".
El capitán catalán presenció la goleada en la platea

El conjunto de F. C. Barcelona era capi­taneado por José Samitier, que esa tarde no jugó ante la selección de la Liga Rosarina, pero estuvo presente en la platea, desde donde presenció la ce te victoria de los rosarinos. compromiso tras quedar pai­la demostración futbolística de los locales, declaró sobre Luis Indaco que “llevaba la pelota como montado en una bicicleta". Ese día Luis Indaco; a los barceloneses con una curiosa jugada, en la cual amagaba una sobre el balón, y dejaba desacomodado a los rivales, a quienes garbeaba. A esta maniobra la apodó chilena. el jugador señaló que se la re­hacer a un jugador trasandino. Cuentan que el maestro, como era apodado Samitier quedó estupefacto con el movimiento de Indaco, que a eficaz, puesto que desacomodad rivales y los dejaba en el camina, noche los dirigentes de la Liga Rosarina agasajaron a los jugadores españoles una cena que se llevó a cabo en a Italia, donde también concurrieron los  integrantes del seleccionado de Rosario. Allí Samitier tuvo la oportunidad de pedirle a Indaco que le enseñara la  jugada. Al terminar la cena el futbolista rosarino accedió a la en el mismo hotel utilizando una salivadera, ya que no había ninguna pelota, le enseñó la chilena a Samitier y otros jugadores de Barcelona, que se encontraban en el lugar, como por el úngaro Platko.

Referencia
La chilena que se hace mención fue una jugada que inventó Luis Indaco que no tiene nada que ver con la maniobra de idéntico nombre, que consiste en patear  el esférico bien alto, elevando las piernas  hacia adelante y empujando el balón sobre el cuerpo mientras se están suspendido  de espalda en el aire, sin apoye suelo. Asimismo es importante añadir que  José Samitier tenía una fuerte amistad Carlos Gardel.
(1)  Periodista deportivo. Investigación
(2)  Diseñador gráfico. Gráfica
(3)  Licenciado en antropología, Asesoramiento.
Consultas en Internet:
leovolpe81 @yahoo.com.ar
Espacio dedicado a la Historia de Futbol Rosarino:
http://histofutbolrosarino.blogspot.com

Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región “. Fasciculo N• 109 de Julio 2012.-

viernes, 18 de diciembre de 2015

PALACIO MINETTI



Dirección : Córdoba 1452


Sede de la empresa Minetti Compañía  y fiel exponente del art. déco, fue un encargo de Domingo Minetti, un empresario agropecuario del comienzos del siglo XX Los arquitectos Juan B. Durand y José Gerbino y Luis Schwarz terminaron la obra  entre 1938 y 1930, En ella se destacan  importantes elementos simbólicos, como por ejemplo las dos estatuas  del techo, que aluden  a la agricultura. Realizadas en chapas de bronce y cobre, simbolizan las prosperidad. Una fachada simétrica, pilares verticales y un pórtico, con cuatro columnas, continúan en líneas ascendentes y terminan en  una pirámide escalonada. El lujo domina en algunos detalles de la terminación granito rojo en el exterior, motivos romboidal es en el frente, pisos de mármol con juegos de colores que se repiten en las paredes formando un plano único, ventanales cerrados con vitroux y detalles de bronce en el interior.




Fuente: Bibliografía  Guías Visuales de la Argentina N• 13 Colección de Clarín

jueves, 17 de diciembre de 2015

MERCADO DE VALORES DE ROSARIO S.A



El mercado de valores más antiguo del país

¡Constituido como SA desde 1927

El Mercado de Valores de Rosario S.A, entidad adherida a la Bolsa de Comercio de Rosario, fue fundado el 22 de noviembre de 1927, siendo la primera institución en su rubro del país constituida como sociedad anónima, hecho que le ha brindado mayor solvencia en sus Tinciones y los más altos estándares de control interno y externo.

Con más de cuarenta operadores activos, Agentes y Sociedades de Bolsa, radi­cados en los principales centros económicos del país, el Mercado de Valores de Bario S.A. se ubica entre los más importantes de Argentina.

Al lo largo del tiempo ha desarrollado productos de inversión y financiamiento empresario, como ser el Cheque de Pago Diferido Directo (único Mercado del país  en implementarlo) y el Garantizado con Warrants; también ha consolidado otros, como la securitización de activos a través de su sociedad controlada: Ro­sario Administradora Sociedad Fiduciaria (ROSFID); de esta manera el Mercado x Valores de Rosario se posiciona como el referente de la región en el rubro. E Mercado de Valores de Rosario brinda el espacio para que sus operadores puedan realizar todo tipo de transacciones disponibles y autorizadas formalmente con títulos valores, registrando, liquidando y garantizando las operaciones realizadas en su ámbito.

Su principal función radica en ser el nexo entre la oferta y demanda de fondos, movimiento canalizado a través de la circulación de títulos negociables en bolsa. sin ser un intermediario, con la eficiencia que este último factor representa rara la actividad productiva.

Los valores negociables comercializados en el Mercado son instrumentos de ata liquidez y sencilla transmisibilidad que permiten representar el capital so­sal de una sociedad anónima (Acciones), o bien una determinada porción de un pasivo o de una deuda ya sea privada (Obligaciones Negociables) o bien  pública (Bonos emitidos por el Estado), una determinada parte alícuota de una cartera (Certificados de Participación o Valores de Deuda Fiduciaria de Fideicomisos Financieros), o simplemente un Cheque de Pago Diferido, entre los más salientes.

Inversores, a través de sus Agentes o Sociedades de Bolsa, podrán adquirir cada uno de los instrumentos referidos, e incluso realizar operaciones que los tengan como subyacentes, como la Caución Bursátil, el Pase y Opciones. Por el otro lado empresas, e incluso Estado (en cada uno de sus estamentos), podrá utilizarlos para obtener fondos.

El Mercado de Valores de Rosario S.A., entidad El Mercado de Valores S.A. es sociedad controlante en el presente de Rosario Valores Sociedad de Bolsa, accionista del Mercado de Valores de Buenos Aires, y de Rosario Fiduciaria, la principal entidad fiduciaria del interior del país y referente en el financiamiento agropecuario.


Historia

El Mercado de Valores de Rosario S.A. es una entidad adhe­rida a la Bolsa de Comercio de Rosario con más de ochenta años de historia en la cuidad.

La institución ha logrado a lo largo del tiempo posicionarse como una de las principales empresas del interior del país en el desarrollo de productos de inversión y financiamiento empresario, brindando las mayores seguridades a inversores como así también ofreciendo una amplia gama de alternati­vas de financiación a empresas de la región. Con el desarrollo de nuevos productos y el perfeccionamiento de los tradicionales, sumado al profesionalismo de sus ope­radores, el Mercado de Valores de Rosario S.A. se constituye a futuro como un eslabón imprescindible en el crecimiento productivo de Rosario y la región.



CONTACTO

Paraguay 777- Piso 8

S2000CVO

Rosario- Argentina

Telefax. ( 0341) 4210125 – 427879


Fuente: Extraído de la Revista de La Capital Bicentenario 2010

jueves, 10 de diciembre de 2015

Folletines de aquí (y de allá)

por Rafael Ielpi

    Aquellos folletines que se incluían en diarios y revistas como Monos y Monadas, Leoplán, Caras y Caretas y otras, fueron pronto publi­caciones independientes que los desgajaron de aquéllos, en los que se habían publicado desde un comienzo, entre 1880 y 1900, aun cuando en muchos casos una que otra de esas novelas subsistiría en sus páginas. Estos libros "folletinescos" llegaban desde España, sobre todo, conteniendo obras de autores absolutamente desconocidos o muy poco conocidos entre los que se mezclaban, a veces, otros nombres mucho menos oscuros como los de Martínez Sierra, Benavente o el propio Pérez Galdós, cuya Fortunata y Jacinta, por ejemplo, podría haber enca­jado perfectamente en una de esas colecciones de novelas por entre­gas, levantando de paso la calidad literaria del género.
De aquellos autores menores pero populares, ninguno alcanza­ría la fama de la florentina Carolina Invernizzio, la "folletinera" más renombrada. En febrero de 1914, La Capital publica un aviso de la "Imprenta Inglesa", de Santa Fe 1176, en el que junto a la promoción de una oferta de librería y papelería y venta de figurines europeos, se ofrecen como novedades Amores trágicos, Maridos infieles, Las esclavas blancas y La resurrección del ángel, entre otras, algunas de ellas en dos tomos, añadiendo: Está de más que recomendemos a esta insigne escritora pues ya se sabe que cada obra de ella es un éxito resonante. Lo que era, por lo demás, rigurosamente cierto.
Entre 1910 y 1915, la librería "Cantaclaro", de la porteña Avenida Corrientes al 1200, aún angosta, servía de puntual proveedora de los seguidores de la Invernizzio cuando sus nuevos libros no llegaban prestamente a Rosario. En esas estanterías de Buenos Aires se acu­mulaban folletines del tipo de El calvario de una madre, La hija de la portera, La mujer fatal, El tren de la muerte, Los 60 millones de la condesa Delga o La amante del ladrón, todos ellos con la habitual cuota de sacri­ficios, amores castos, traiciones, infamias y redenciones propias del género en especial y de la autora italiana en particular.

¿Las novelas por entregas? Había gente que vendía eso por semana. En mi casa éramos seis personas: cinco leíamos. Menos mi mamá, los demás leíamos todos, mi papa leía. Había revistas que compraba mi papá que no
sólo traían ilustraciones, sino también cuentos, novelas: eso leíamos. Los cuatro hermanos éramos muy de leer. Yo fui hasta cuarto grado nomás. Si no hubiera leído, no podría estar hablándole como le hablo...
(Smaldone: Testimonio citado)


Las librerías rosarinas se poblaban semanalmente con toda una serie de colecciones de novelas por entrega, cuando ya la moda del género se había impuesto definitivamente entre nosotros. Series diver­sas como La novela semanal, iniciada en 1917; El cuento ilustrado, La novela de hoy, La novela para todos y La novela del día, las cuatro de 1918; La novela de la juventud y La novela nacional, ambas de 1920; La novela argentina y La novela universitaria, las dos de 1921; La novela porteña, de 1922 o El cuento semanal, entre otras, albergaban gran cantidad de (ítulos que tenían suspensas a sus lectoras (y lectores) durante sema­nas enteras, como Fueros de la carne, La maldita culpa o Cómo delinquen los viejos, al lado de los cuales, de cuando en cuando, se colaban algu­nas firmas notorias, con mayor nivel literario.
La inclusión simultánea de muestras de este género como "sepa­rata" de alguno de los grandes diarios de distribución nacional de entonces, daría lugar a la instauración del "magazine" como un pro­ducto de consumo masivo, lo que se facilitaba por el hecho de que su adquisición no demandaba la frecuentación de las librerías, ámbi­tos no habituales para vastos sectores de la sociedad rosarina entre 1910 y 1930.
Estos magazines contenían, junto a una información heterogé­nea que iba desde notas sociales referidas tanto a la nobleza europea como a la "high life" argentina, relatos de corte gauchesco, viñetas de "color local", fotografías y avisos de publicidad, etc., junto a algunos de los folletines que entre 1910 y 1930 gozarían de su momento de esplendor y popularidad.
Beatriz Sarlo apunta en El imperio de los sentimientos, publicado en 1970: El circuito del magazine puede prescindir del aparato intimidatorio de la librería tradicional. El nuevo lector podía, cobijado en la necesidad que da el anonimato o la familiaridad con el vendedor, adquirir su material de lectura semanal en el kiosco, junto con el diario. El sistema misceláneo del magazine, por su variedad retórica y temática, podía combinarse de manera múltiple con las necesidades de consumidores medios y populares. Su precio, por otra parte, era entre diez y quince veces inferior al del libro (considerados los precios de catálogo de una editorial tan masiva como Tor); en consecuencia, por el número de páginas y la variedad de la oferta, significaban una opción tan atractiva que el magazine, de "Caras y Caretas" a "Leoplán", diseña uno de los perfiles literario-periodísticos de la primera mitad del siglo XX.
El folletín posibilitó, de todas maneras, una enorme populari­dad a un puñado de escritores argentinos, algunos de los cuales son recordados hoy con valoraciones dispares por la crítica literaria, desde César Duayen a Hugo Wast, dos seudónimos famosos de la literatura nacional, pasando por Héctor Pedro Blomberg, Eduardo Zamacois o Juan José de Soiza Reilly, este último un periodista que alcanzaría insospechada popularidad con sus crónicas en Caras y Caretas y tam­bién con novelas como La muerte blanca sobre la droga en Buenos Aires entre la "gente bien". Sarlo recuerda que en las listas de auto­res se mezclan escritores que pertenecen al registro de la literatura alta con profesionales de estas ficciones. En este último grupo, pue­den señalarse un conjunto de firmas de individuos relativamente exi­tosos, a juzgar por el número de reediciones de sus relatos. Los prín­cipes de esta cofradía son Josué Quesada, Alejo Peyret y el triunfal Hugo Wast.
Tampoco, como se ha dicho, se libraban del folletín de consumo semanal las revistas masivas de las décadas iniciales del siglo como Caras y Caretas, Fray Mocho e incluso la rosarina Monos y Monadas, El Hogar y Para Ti, en todas las cuales el género ingresó para radicarse largo tiempo. Por los años del Centenario, personajes folletinescos como Raffles,"el rey de los ladrones", iban a alcanzar asimismo altos picos de popularidad y de lectores.
En agosto de ese año, por ejemplo, la librería de Hoyos, en Santa Fe al 1100, ofrecía cuadernos con los emocionantes episodios de Raffles, enu­merando una larga serie de títulos de la serie como Los cuatro padres, El presidente de las colonias, Raffles y el jefe de la policía china, Entre los apaches de París, El misterio de los niños mutilados, etcétera. El negocio, establecido como "The English Book Exchangue", tenía además una importante clientela, atraída tanto por las publicaciones en lengua inglesa como por las novedades en materia de revistas de modas.
Otro de los grandes personajes de ese género por entregas iba a tener su cuarto de hora en los mismos años. En 1911, "El siglo ilustrado", la librería de SerapioVidaurreta, en Córdoba 1272, publi­citaba las aventuras de Sherlock Holmes, en una revista semanal de literatura policial del mismo nombre, cuya suscripción trimestral era ofertada a $3.50 el ejemplar. Antecesores en el tiempo de Holmes, también Arsenio Lupin y Fantomas se convertirían en grandes prota­gonistas de verdaderas sagas folletinescas que se leían en Rosario a comienzos del siglo pasado.
El folletín iba a tener también (como no podía ser de otro modo tratándose de una moda) sus cultores locales, como Carlota Garrido de la Peña, una mendocina que viviría en Rosario a partir de la década del 20 y que había publicado ya sus primeros libros del género en los últimos años del siglo XIX, en La Unión Provincial, de Santa Fe, y La Capital, de Rosario. Aquellos títulos: Mar sin riberas, Entre dos amores, Un momento de locura y otros, se matizaban de cuando en cuando con títulos como Corazón argentino, un libro de lectura muy ameno y muy nacional, infaltable en las escuelas de la República, según aseguraba un aviso de 1918, que agregaba: La autora atiende los pedidos de la obra en Coronda, Santa Fe. De la Peña, que era docente, vivía efectivamente en esa ciudad, desde la que se trasladaría a Rosario en 1920.
Otro de aquellos escritores incursos en esa popular "literatura del folletín" es Dermidio T. González, ensayista sobre temas históri­cos, poeta y periodista que dirigiera la revista Rosario Ilustrado en 1913, nacido en Corrientes y que vivió en Rosario hasta su prematura muerte en 1919. Aunque siguiendo las inevitables huellas naturalis­tas del género, la mayor parte de sus novelas no tenían sin embargo por escenario al Rosario de entonces sino a otras ciudades argenti­nas como Mar del Plata, Córdoba o las sierras, que eran por otra parte, como se ha visto, lugares predilectos para los veraneos de las clases acomodadas de la ciudad.
El peso de los criterios morales de la burguesía local, que se su­maba al decisivo peso de su poderío económico, provocó en Der­midio González lo que Eduardo D'Anna en su valiosa Historia de la literatura de Rosario llama acertadamente la degradación obligatoria del modelo. Que se vuelve más notoria —afirma— cuando Rosario aparece como referente. En Iris, de 1908, subtitulada "novela de costumbres rosarinas", la acción nos pasea por el Parque Independencia, los salones particulares y el Jockey Club, sin dar señal de ninguna particularidad especial.
Aunque las escabrosas relaciones sentimentales de los persona­jes de González suelen tener un final feliz, aquí en Iris, por acaecer en Rosario, exigen uno trágico: el autOl comprende que las nuevas cla­ses medias no se resignarán a ver tenidas de inmoralidad las trincheras tan recientemente ocupadas, señala D'Anna: a diferencia entonces de los natura­listas porteños, González debe desincriminar a la sociedad que describe y por ello las causas del adulterio de Iris (una mujer casada con un hombre mucho mayor que ella) con el aristocrático y joven abogado Fuentes Olmos, no cons­tituyen ninguna imputación a las costumbres locales...
Dermidio no era solamente un urdidor de historias folletinescas. También la poesía lo tentaría muchas veces y publicaría poemas muy al gusto modernista de esos años augúrales del siglo XX, como aquel "A la luna", que Monos y Monadas incluyera en sus páginas: Blanca luna, cuando asciendes triunfadora por la esfera, / en tu barca plateada de divina mensajera, / saludando a las estrellas con tu luz crepuscular, / los espíritus, las hadas, los misterios de la noche, / los encantos de las flores que a esa hora abren su broche, / con los ángeles se unen, tus bellezas a cantar.
Los folletines constituirían una real costumbre para un vasto número de lectores de los sectores populares y de clase media. Eran efectivamente, como lo señala Beatriz Sarlo, literatura de barrio y también literatura predominantemente para mujeres o adolescentes y jóvenes de secto­res medios y populares. La prestigiosa crítica e investigadora argentina destaca en el folletín y la novela por entregas su economía discursiva y narrativa ajustada a la trama sentimental; claras y económicas, demandaban muy poco de su lector y le dieron en cambio bastante: el placer de la repetición, del reconocimiento, del trabajo sobre matrices conocidas.
Aquellas historias centradas casi exclusivamente en los senti­mientos, con predominio del amor, el deseo y la pasión, que presen­taban a un ideal femenino grato a miles de mujeres que vivían una existencia diametralmente opuesta, cercada por los parámetros del trabajo, la familia, la rutina, iban a constituirse en infaltables en los modestos hogares populares o de la clase media de Rosario (como ocurría en Buenos Aires, Córdoba, Mendoza, Santa Fe,Tucumán, Bahía Blanca, Paraná, La Plata o Salta, ciudades donde se distribuía, por ejemplo, La novela semanal), en los que amas de casa, costureras, empleadas de tiendas y comercios, madres e hijas, compartían la periódica llegada de aquellas publicaciones que reiteraban una trama
que iba desde el flechazo a la consumación del amor o su frustración, señala Sarlo: fueron textos de la felicidad (aunque narraran la desdicha) y les dieron felicidad a sus lectores.
Esa literatura "folletinesca" iba a merecer sin embargo el juicio despiadado cuando no el desprecio de la crítica de su tiempo y de los representantes de la literatura "culta" de Buenos Aires. La recordada revista Martin Fierro, expresión del grupo de Florida, la llamaría lite­ratura de barrio, de pizzería y de milonguitas y un columnista del diario La Razón sostendría ácidamente: Bastante sentimentalismo mórbido, bas­tante dramón y truculencia y adulterio y escatología nos ha venido de Europa como para desear ahora que también aquí progrese y se desarrolle la explota­ción sistemática del gusto plebeyo...
En la misma década del 20, algunas publicaciones rosarinas "cul­tas", como la Revista de El Círculo, dirigida por Lemmerich Muñoz y Guido, se sumaban también al coro de los detractores de esas his­torias semanales, con una contundente comparación: El género se está explotando de manera escandalosa para indigesto alimento de modistillas, esco­lares, adolescentes ávidos de escenas filmadas en papel de imprenta por 0.10. Pequeña literatura, ironiza la publicación, con un poder análogo al de las diastasas, que produce morbosas fermentaciones en los espíritus despreveni­dos, vírgenes de cultura, intoxicando en sus fuentes el alma colectiva...
Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones

domingo, 6 de diciembre de 2015

El almacenero de la esquina



Por Rafael Ielpi
Aquella gastronomía familiar, ejercida tanto en las pensiones como en las casas de familia que no ostentaban aquella condición, deman­daba una serie de Aquellos almacenes y "baratillos", con su surtido a veces impre­sionante de mercaderías de todo tipo, desde bebidas a comestibles, conservas, frutas desecadas, implementos de limpieza, etcétera, no eran sino versiones menores de los grandes almacenes mayoristas, con los que muchos inmigrantes hicieron enormes fortunas en la ciudad. Pero las familias de la zona céntrica o casi céntrica de entonces, a pesar de contar con muchas de esas grandes casas mayoristas, como la de "Campodónico Hermanos", también podían surtirse en muchos almacenes, algunos instalados en pleno corazón de la ciudad.
Era el caso, por ejemplo, del "Almacén de la Luna", fundado por Benito Castagnino, un inmigrante nacido en Liguria en 1848 y muerto en Rosario en 1903. Llegado a la ciudad a los 12 años, se asociaría más tarde con su paisano Mosto para habilitar el aludido comercio en la esquina suroeste de Córdoba y Mitre, en el mismo solar que ocupara anteriormente la cajonería funeraria de Loreto Correas; era considerada una casa de prestigio por la calidad de los productos que poblaban sus estanterías y sus avisos en los programas iniciales del Teatro Colón en 1904 prueban su popularidad e inser­ción en la clase pudiente rosarina.
Muy antiguos eran asimismo otros dos, con reparto a domicilio: "El Peninsular", con anexo de bar, en la esquina de Sarmiento y Santa Fe, en 1902, y "El Pingo", de Cortés y Fernández, en San Lorenzo y Mitre, que garantizaban en sus envíos esmero y prontitud. El primero, instalado en 1891 por Francisco García y Juan Gayol en Urquiza y Corrientes, se trasladaría en 1898, a la muerte de García, a su esquina definitiva y sería uno de los almacenes importantes del centro rosa-rino, con especialidades como las conservas españolas "La Amistad", los cigarros de Manuel López, traídos de La Habana, el aceite de oliva "J.G.", la sidra "El Pastor Asturiano", vinos de La Rioja, etcétera. Una publicidad de los primeros años del siglo decía de su despacho de bebidas: Posee un amplio y ventilado patio, adornado con profusión de plan­tas, dedicado al servicio de bar, que nada tiene que envidiar al de las mejores casas del ramo...
De los años finales del siglo XIX, subsistiendo en los primeros del siglo XX, eran el "Almacén del Politeama", en Entre Ríos y Urquiza;"Al Buen Mosto", de Maipú y Mendoza, cuyo remate anun­ciaba La Capital en 1914; el "Almacén de la Bolsa", de 1869, de Antonio Escalona, en Santa Fe esquina Maipú, y "Los Dos Amigos", en Mendoza y 1o de Mayo, frente al Mercado Urquiza, donde funcio­naba hacia 1902.
Una nómina arbitraria y seguramente incompleta podría incluir asimismo, en los años entre 1900 y 1920, a "El Económico", de Brun Hermanos, en San Juan y Io de Mayo; "El Perú", de Rioja y Entre Ríos;"La Estrella", de Paraguay y Mendoza;"Blanco y Negro", de Andrés Agulló, en San Martín 1174;"El Diluvio", en San Martín 1055; "Santa Rosa", en Mendoza y Entre Ríos; "El Tevere", en San Juan 1025;"E1 Movimiento Continuo", de Independencia y 9 de Julio;"La Economía" en 9 de Julio al 1600; el "Florentia", en Balcarce y Rioja; el "Independencia", en Rioja y Pte. Roca; el "Guipúzcoa", de San Lorenzo y Moreno; el "Gulín", de Santa Fe esquina Alvear; el "Saturno", de Güemes y Alvear; el almacén de Leo Ullman, que hacia el Centenario publicitaba los oister eier (huevos de Pascua) de mazapán y azúcar, importados, o el "Almacén de Sarasate", en Mitre y Rioja, que en 1911 publicitaba su mercadería en la prensa local.
En 1925 se podían señalar muchos almacenes céntricos cuya acti­vidad se prolongaría en algunos casos hasta la década del 80, como en el caso del "Almacén Pompeo" de Arturo Ballocco, instalado ese año en San Juan 1201 y luego en la esquina noreste de Rioja y Paraguay, hasta su clausura, aun cuando sobrevive su nombre en el hermoso edificio que lo albergara. Pueden agregarse a él otros como el "Al­macén del Cabotaje", de Pedro Díaz, en Avenida Belgrano al 400 esquina Laprida;"La Aurora" (Córdoba 599); el"Victoria" (Mitre 296); el "Roma", de Antonio Curto (Rioja 799); el "Europeo", de Díaz y Cía. (San Luis 1099), y "El Pampa", de Fernández Hermanos, en la esquina noreste de Córdoba y Paraguay, que luego se convertiría en bar hacia los inicios de la década del 50 y se haría legendario por sus picadas servidas sobre papel en las mesas de madera.
Pueden sumarse a los anteriores el almacén "El Favorito", de José Fernández, en Laprida esquina 3 de Febrero; "El Fénix", de José G. Del Río, en Rioja y Sarmiento; "España", de José Llabrés, en Maipú y 3 de Febrero; "La Primavera", de J. Fernández, en Rioja 1401 esquina Corrientes; el "Almacén del Correo", de A. Bustinza, ubicado en 1925 en la esquina de Santa Fe y Mitre, y "El Ibérico", fundado por José María Avalle y de propiedad en 1925, de López y García, en la esquina sureste de San Lorenzo y Sarmiento, también luego famoso por los ingredientes del cotidiano vermouth.
Para los amantes de los platos de pescado, que desconfiaban de los ambulantes vendedores callejeros del producto, portadores de pesa­dos canastos, la "Bacaladería Catalana" ofrecía siempre la posibilidad de mercadería más segura. Instalada en la ciudad en 1885, sus avisos se publicaban ya en los diarios de la ciudad en los primeros años del siglo; en 1917 era propiedad de Camilo Domingo, mientras que en febrero de 1930 anunciaba que por terminación de contrato en el local de San Luís y Pje. Colón, se instalaría en la cercana esquina de San Martín casi San Luis, uno de los locales del abigarrado Mercado Central. Por enton­ces contaba con otros dos, en Ovidio Lagos casi esquina 27 de Febrero y en 25 de Diciembre 1926, que era su local propio. En 1925, se publi­citaba como especialista semillas, frutas secas, legumbres y cereales.
Otra salida para ciertos gustos, sobre todo hispánicos, la ofrecía la casa de Pedro Feu, en Santa Fe 1320, proveedor de conservas espa­ñolas de pescado de todo tipo y procedencia regional, a lo que sumaba, para acompañarlas seguramente, vinos finos de Jerez y manzanilla de Sanlúcar.Todo con fondo de peteneras, sevillanas y bulerías


Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Ediciones
 

viernes, 6 de noviembre de 2015

SI, SI SEÑORES... YO SOY CANALLA!..



¿Y Por qué "canalla': Imposible develar la razón del mote con el que se ufana la parcialidad centralista. Vanas son 'as versiones sobre e! particular. Las más sólidas vincu­lan su nacimiento al de "leprosos", atribuida a los hinchas de Newell's Old Boys. Veamos.
Según aIgunos, la cosa empezó liare muchos años, en ocasión de un cotejo que debían disputar a beneficio del Patronato de Leprosos. Central no quería jugar aquel par­tido y sus rivales pretendieron estigmatizar aquella nega­tiva con ese terrible insulto: ¡Canallas! Los centralistas se mofaron y 'es endilgaron a los ñulistas el calificativo de "leprosos''.
Otros atribuyen el mutuo calificativo a un lío desco­munal registrado en un partido jugado alrededor de 1925. cuando ambas hinchadas se trenzaron en una lucha feroz.
Héctor N. Zinni, escritor rosar i no. dice en su libro: "El Rosario de Satanás", que el apodo de “canallas” nació en un bar de la avenida Alberdi cuando un parroquiano se refirió en esos términos a los hinchas centralistas que habían generado un incidente jugando el equipo contra el desaparecido Aprendices Rosarinos. La versión del escritor fue tomada de su propio padre, Nicolás Zinni. también poeta.
Algunos memoriosos aseguran que la calidad de "ca­nallas'' fue ganada en buena ley por la hinchada auriazul Cuando, tras un discutido gol de Belgrano en la vieja can­cha de Rueda e Italia, éstos casi incendian el estadio.
Per último, una versión recogida el descendiente de una antigua y acreditada familia rosarina, ñulista, ase­gura que la cosa viene de mucho más lejos. Cuando existía el viejo colegio Newell, cuna de la institución que tomó el nombre de su fundador, en la calle Entre Ríos al 100. Se­gún este testimonio, los baldíos que circundaban la actual estación Rosario Central eran escenario de picados en los que tomaban parte la muchachada del barrio, la mayoría hijos de obreros ferroviarios. Antes y después de cada pi­cado, debían pasar por el Colegio Newell, cubierto por al­tos muros. La gritería del alumnado decía que también allí florecía la pasión por el fútbol. Los que pasaban por la calle comenzaron un día a trepar los altos muros que resguardaban el ámbito del colegio. Vaya a saber en la imaginación de quién nació la idea de que aquel recinto parecía un leprosario. Y la "cargada" no tardó en llegar ¡Leprosos!, gritaban desde afuera. Y los de adentro res­pondían: ¡Canallas!
Como todo lo que nace espontáneamente, producto de una pasión popular, difícil calificar la verosimilitud de ta­les versiones. Quizás una aproximación a la "real realidad” imponga la necesidad de enhebrar cada una de las versiones narradas. Que tal vez no se contraponen, sino que por el contrario, bien podrían complementarse. Lo real es que algo que nació como un terrible insulto es hoy canto de orgullo en las enfervorizadas gargantas de "canallas” y”  leprosos'' . . .
Fuente: Bibliografía de Historia de Rosario Central de autor Andrés Bossio