Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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viernes, 26 de febrero de 2016

LAS REUNIONES BENÉFICAS



Por Rafael Ielpi
Otra de las modas de la primera década del siglo era el tradicional de las 5 de la tarde, herencia victoriana traída a la ciudad por la colectividad británica que se instalara en Rosario, en general l orno funcionarios o altos empleados de empresas de ese origen, y adoptada en los círculos rosarinos como "de muy buen tono". Se Usaba el para las reuniones de señoras dedicadas a la beneficencia, para agasajos o como despedida a quien entraba en el terreno de las casadas.
Una noticia de 1910, por ejemplo, destaca claramente esa moda social: Despidiéndose de su vida de soltera, la señorita María Elisa Queirolo, ofrecerá un five o'clock tea a un numeroso grupo de distinguidas señoritas. Dada la figuración de la familia Queirolo en nuestros más selectos círculos sociales, es de presumir que el acto asumirá proporciones lisonjeras. Otra de abril del mismo año comunica que en el Salón Rosa de la Confitería “La Perla" tendrá lugar un té ofrecido por sus amigas a la señorita Balbina  Casalegno con motivo de despedirse de la vida de soltera, mientras por la misma época el Club Atlético del Rosario, de fundamentos británicos si los hay, hacía una costumbre del té de las 5 de la tarde para las familias que concurrían los viernes a jugar al tenis.
Del mismo modo, otra permanente excusa para concretar vela­das sociales de todo tipo (bailes, tés, cenas y almuerzos, fiestas, pic-nics, soirées, etcétera) era la beneficencia, tradicionalmente ejercida por las damas de la alta sociedad en todo el mundo, por lo menos en todo el mundo "occidental y cristiano" de esa época. Aquel ejercicio de la cari­dad se llevaba a cabo a través de instituciones que, en muchos casos, como el de Sociedad de Beneficencia porteña, no eran, como señala Sebreli, sino bastiones de la reacción social, y tenía como objeto recau­dar fondos para una serie de entidades de las llamadas "de bien público". En Rosario, el Hogar del Huérfano era una de esas institu­ciones, y lo sería por décadas.
En 1903, Rafael Barret dejaba sentada, con la contundencia pro­verbial de la prosa anarquista, su lapidaria visión de la beneficencia ejercida por las clases altas de Buenos Aires, que no difería demasiado de la que auspiciaba la burguesía mercantil rosarina: Juzguese, pues, el alcance de la corriente de beneficencia porteña, pretexto de bailes y kermesses, cuyo vano júbilo empapa de insulto la limosna. Juzgúese a una caridad que, alimentándose de loterías, se prostituye al juego, divinidad menor cuya pagoda —el Jockey Club— es el segundo hogar de todo caballero distinguido. Salvo las erogaciones estrictamente eficaces en su carácter técnico, que se refieren al servicio de hospitales, no cabe duda que por el abaratamiento de la mano de obra o por el mecanismo del azar las sumas de la beneficencia estrepitosa regre­san en silencio a las arcas de donde salen, lo que no acontecería si no intervi­niese un clero que, entre otras cosas, se dedica a colocar especifico y a bendecir los perros de los "sportmen" millonarios...
En el Centenario, esa "fiebre de la beneficencia" alcanzó increí­bles niveles, sin omitirse incluso una fiesta de cuando en cuando en el mismo Hipódromo Independencia, más allá de las condenas que se ganaban, en algunos círculos, las carreras de caballos. Como un éxito halagüeño y lisonjero se califica una reunión benéfica de 1910 en ese recinto, congregando en el lugar a numerosas familias de nuestra haute: en tribunas y palcos vimos a las familias de García González, San Martín, Tiscornia, Pinasco, Brusaferri, Olivé, Le Bas, Larrechea, Leroy du Plessis, (Casas, Benegas y otras.
Estas instituciones actuaban desde finales del siglo XIX cuando . (instituyen varias de estas "sociedades pías", como se las deno­minaba. Hacia 1900, tenían activa tarea la Sociedad Damas de la Caridad, con sede en Córdoba 1323, presidida por Corina Rodríguez de Muñoz, y que incluía en su comisión directiva a señoras de apelli­dos como Sugasti, Arijón, Correa, Granados, de Larrechea, etcétera; la Sociedad Damas de Beneficencia de Rosario, en Libertad 681, cuya presidencia ejercía Manuela O. de Hertz, con colaboradoras de no menor prosapia (Le Bas, Lejarza, Caries, Andino. Aldao); la Sociedad Damas de la Misericordia, en Comercio 671, con Manuela Posse de Ledesma al frente de la institución o la Sociedad Hijas de María, en calle Comercio 390, conducida por Josefa Grandoli.
Formando parte de la mentalidad moralista de esos años inicia­les, la Sociedad de Damas de Beneficencia —otra de las instituciones benéficas rosarinas presididas en forma alternada por señoras de las familias "de pro" de la ciudad— otorgaba anualmente los llamados "Premios a la Virtud", cuyos actos de entrega se convertían en acon­tecimientos sociales en los primeros quince años del siglo, hasta que dejaron de concederse, seguramente por otras razones que no eran la desaparición de virtuosas mujeres... En 1911, por ejemplo, el acto tuvo las proporciones suficientes como para justificar a dos oradores importantes, aunque igualmente controvertidos: monseñor Gustavo Franceschi y el nacionalista Manuel Caries, calificado con justicia como apaleador de obreros y fundador de la reaccionaria Liga Patriótica Argentina.
En marzo de 1912, los diarios comentan la perduración en la ciudad del evento conocido como "Día del Kilo", que no era otra cosa que una colecta anual a beneficio de los asilos rosarinos, en la que se pedía a la población la donación de un kilogramo de algún comestible. Las damas rosarinas participantes provenían de familias de prestigio social y poderío económico, como ocurría por lo demás en Buenos Aires aunque variasen los apellidos. Aquí se reiteraban los de Castagnino, Maidagan, Colombres, Casas Olivera, Olivé, Infante, Brandt, Daneri, Marull y otros. También por esos años tenían lugar las llamadas "Fiestas de la alcancía", que eran, como su nombre lo indica, una invocación hecha alcancía en mano por señoras, señoritas e incluso niñas de la sociedad, a la caridad y solidaridad de los rosarinos, pero especialmente a los de su propio círculo social.
   Las colectividades extranjeras, que luego se irían integrando hasta mimetizarse casi con usos, costumbres y gentes de la ciudad, mantenían en los primeros años del siglo y hasta bastante avanzada la década del 20 y parte de la del 30, una activa vinculación con Rosario a través también de distintas actividades sociales, a veces benéficas, a veces simplemente de entretenimiento y diversión. En 1916, la Asociación de Damas Francesas solía tomar al Savoy Hotel como esce­nario de sus "té-conciertos", a beneficio de alguna entidad benéfica o para recaudar fondos para su mantenimiento, que incluían concier­tos de piano, canto y una tómbola como fin de fiesta.
Las damas de ascendencia británica, esposas en su mayor parte de altos empleados o funcionarios, también protagonizaban sus vela­das benéfico-sociales, que en algunos casos tenían destinatarios y escenarios lejanos, como ocurría en 1916 con los conciertos en el mismo hotel, organizados por dichas señoras, y cuyo producido era destinado a regalos que para Navidad se enviarán a los soldados en guerra. La noticia, decía la prensa, ha despertado gran expectativa en las colecti­vidades inglesas, belga e italiana.
Las veladas sociales siempre encontraban motivo para concre­tarse, como en 1912, cuando la llegada del crucero británico "Glasgow" provocó una verdadera ola de interés en los círculos sociales por aga­sajar a los oficiales del buque. Este queda anclado unas semanas en el puerto, y oficiales y tripulantes se ven envueltos en un mar de brin­dis, comilonas y funciones teatrales: velada en el Colón, un simulacro en el Cuartel de Bomberos, donde participan los marineros ingleses; una reunión deportiva en Plaza Jewell; un almuerzo en la inevitable confitería de Ramón Cifré, ofrecido por el intendente de turno, por entonces el coronel Broquen, y otra función especial en el Colón, donde se representó The oíd bad and the beutiful babies, cuyo autor, H. C. Collins, era uno de los oficiales de a bordo del crucero de Su Majestad y seguramente ningún Shakespeare.
El río, por su parte, convocaba regularmente a otra actividad que mezclaba por partes iguales lo deportivo con lo social, aun cuando con preeminencia de lo segundo. Eran las regatas, en espe­cial las realizadas en Alberdi, que comenzaron a llevarse a cabo en los primeros años del siglo y alcanzarían mayor relevancia con la con­solidación de los clubes náuticos sobre la costa.
    En 1910, Caras y Caretas dedica un espacio al tema: Lucidísima resultó la fiesta náutica efectuada en el río Paraná, frente a la playa de Alberdi.  Sólo hubo que lamentar que, debido a la falta de tiempo, no se efectuaran las indicadas para señoritas, números esperados con el más puro interés. La playa, llena de espectadores, presentaba un aspecto bellísimo. Las familias de la mejor sociedad rosarina se habían congregado en palcos dispuestos especialmente, donde daban la nota social del día. La vieja publicación de José Sixto Álvarez pasa revista a algunos de los apellidos visibles: Las señoritas Rouillón, Sugasti y Puedo y los señores Ciro Echesortu (que al parecer era un diligente promotor de todo este tipo de eventos sociales), Alfredo J. Rouillón, Larrechea, del Solar, etc. Bastante después, en enero de 1925, la misma revista vuelve a ocuparse de Rosario al comentar una reu­nión social en el Club Remeros Alberdi, que congregara a señoritas y caballeros de la mejor sociedad rosarina.
La afición de las damas de la sociedad a este tipo de actividades deportivas como las regatas, las carreras de caballos e incluso algunos deportes que iban tomando poco a poco una popularidad que luego sería incontenible, tenía sin embargo sus inconvenientes en los años del Centenario. Una interesante nota de Monos y Monadas de ese año (la columna fija "Del Bulevar", firmada por Emma Reounardt) con­tiene una admonición a aquellas señoras y señoritas afectas a concu­rrir a esos espectáculos: Es corriente, ahora, entre las damas del boulevard, prodigar aplausos a los "sportman". Nos ha causado tristeza la comprobación de tal novedad. Acuden a ciertos circos y pistas de juego niñas de la sociedad que tributan a los jugadores del club de sus simpatías aplausos entusiastas, des­medidos pero muy gratos, porque son manos femeninas las que baten ¡taimas. Los jugadores, en lugar de hacerse acreedores a esos aplausos que la benevo­lencia de las mujeres les concede, se hacen pedantes, se pavonean en los fields...
    Por eso, porque se vuelven engreídos o incultos muchos de ellos —señala la cronista—, es que creemos contraproducente el aplauso femenino que a cualquier espíritu noble y elevado debiera llenar de sana alegría: querernos decir que se aplaude a quien no se debe... En las clásicas fiestas, en noviem­bre y marzo, millares de niñas tributan sus aplausos gentiles a los remeros y ellos los reciben como corresponde a la educación. Por eso lamentamos la prsencia de la mujer en las pruebas de sport :pero muy poco caso se ha hecho a estas protestas... Porque una cosa era aplaudir a jóvenes de su mismo abolengo social y otra muy distinta a los morochos futbolistas que Empezaban a mezclar sus gambetas junto a los descendientes de aquellos ingleses que introdujeron el juego en la ciudad...

Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame”  tomo III  editado 2005 por la Editorial homo Sapiens Edicion

viernes, 19 de febrero de 2016

DIA DEL KILO



Por Adrián Yodice
El 17 de abril de 1928 se llevó a cabo el "Dia del Kilo". Se trataba de una jornada anual organizada por el Hos­picio de Huérfanos de Rosario en la cual vecinos, familias y comerciantes de la ciudad colaboraba donando un kilogramo de alimentos.
Los donativos eran retira­dos en los domicilios por integrantes de la Institución acompañados por uno de los niños del Hospicio. Dicha Entidad fue fundada en 1879 por la Asociación Damas de Caridad que reci­bían a los niños abandona­dos por diversos motivos. Pero cabe referenciar que durante muchos años el tér­mino fue utilizado como ca­lificativo de algo imposible. Así era muy común escuchar a nuestros padres decirnos "vas a salir el día del kilo" al ponernos en penitencia mientras que por otro lado, los picaros hacían gala de sus acciones expresando "me van a descubrir el día del kilo".
Cabe consignar que en la actualidad la colecta del "Dia del Kilo" continúa vigente en muchas ciudades del país y nuestra región a cargo de diferentes ONGs que trabajan en favor de secto­res carenciados.
40o Aniversario de la Vecinal Echesortu Oeste
El 6 de abril de 1972 se fundó la Asocia­ción Vecinal Echesortu Oeste de Rosario en calle Valparaíso 825, siendo su primer presidente el señor Pedro Palagonía. Tiempo después su sede se trasladó a Marcos Paz 4430 donde funciona en la actualidad.
Desde sus inicios esta Asociación se fijó como prioridad el mejoramiento edificio, social y cultural del vecinda­rio. Trabajar en forma mancomunada con los poderes municipales para dotar al barrio de los objetivos principales para una mejor convivencia, defendiendo los derechos de los vecinos y estableciendo vínculos estrechos con veci­nales similares. Desde octubre de 2010 su nueva Comisión Directiva ha revitalizado este espacio brindando a los asociados un sinnúmero de activida­des culturales, sociales y la atención de necesidades ba­rriales.
Su radio de acción com­prende un vasto sector del Distrito Centro delimitado por las siguientes arterias: Santa Fe, Paraná, Mendo­za y Boulevard Avellaneda. Como medio de comunicación cuenta en internet con su blog
Diario La Acción Rosario - Abril de 1928.
Hemeroteca Biblioteca Argentina de Rosario
Nicolás de Vita Rosario.”Echesortu apuntes para su historia”. Osario 1928
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región”, Fascículo N • 106 de Abril de 2012

miércoles, 17 de febrero de 2016

LA YERBATERA QUE DIO NOMBRE AL BARRIO



Por Miguel Ángel De Marco (h)


Aquella manzana había pertenecido al mariscal Simón de Santa Cruz. Al demolerse la residencia el terreno quedó despoblado y allí luego se levantó la yerbatera. Toda aquella zona ribereña, alejada del centro de la ciudad y aún poco poblada, era destinada principalmente a tareas relacionadas con la actividad portuaria, al punto que se encontraba equidistante del embarcadero y estación Ferrocarril Oeste Santafesino ( actual Parque Urquiza) y el nudo central del puerto concesionado. Las vías y ramales internos hacían de aquel ámbito un patio de maniobras.
El Monumento a la Bandera era aún un proyecto en concreción, y en vez de sus parques circundantes se alzaban barracas, galpones y el edificio de la usina de gas.
El edificio de la Yerbatera Martin fue demolido en la década del 80, cuando el molino se radicó en Misiones pero el medio de su existencia fue suficiente para que el barrio circundante fuera asociado a su nombre. La ciudad se trnsformó velozmente a partir de la segunda mitad del siglo XX y la existencia de este tipo de establecimientos y mercados públicos en el actual macrocentro fue interpretado como un obstáculo para la vida cotidiana ( recuérdese la demolición  del Mercado Central y el Mercado de Abasto). El barrio Martin devino su residencial dotado de edificios de gran altura con privilegiada vista a las barrancas, el predio de la ex yerbatera el destino de una mega  proyecto edificio.

A Julio Ulises, siguió en la presidencia del directorio de Martin & y Cía, su hijo Marcelo Enrique  y sus nietos, Marcelo Julio, Carlos Alberto y Alberto Jorge.
Los integrantes de la familia siguieron la tradición de sus fundadores de cómo la Bolsa de Comercio  de Rosario, la Federación Gremial, la Asociación Amigos del Museo Histórico y el Club Huracán , entre otras.

Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región”, Fascículo N • 97 de Junio de 2011

lunes, 8 de febrero de 2016

El Asilo Francisco Javier Correa



Por Lorena Ratner*
La idea de escribir este artículo surge a partir de una donación anónima realizada al Archivo de Fotografía de la Escuela Superior de Museologia. Entre las más de trecientas piezas fotográficas donadas, en diferen­tes soportes (vidrio, papel, y negativos flexibles), se encontraron muchas per­tenecientes a la construcción del asilo Francisco Javier Correa, hoy Colegio Santísimo Rosario, ubicado en la zona sur de nuestra ciudad.

Para la década de 1910, época de la crea­ción de esta institución, nuestro país se encontraba transitando una etapa de reorganización nacional, que había co­menzado varias décadas atrás, marca­da por el flujo migratorio y todos los cambios aparejados a nivel económico, laboral y sobretodo social. En este mar­co, uno de los tantos fenómenos socia­les que se produce es el asociacionismo, caracterizado por la generación de la­zos de solidaridad tanto entre pares como para garantizar el cuidado y la contención de aquellos sectores más desprotegidos por el Estado.

Es así que hacia fines del siglo XIX fue­ron surgiendo distintas instituciones en las cuales se plasmaban estas nuevas expresiones de unión y fraternidad, en pos de un objetivo común. Abarcaban distintos fines, asociaciones mutualis-tas, clubes sociales, deportivos, logias, grupos de inmigrantes y sociedades de beneficencia, entre otras. Estas últi­mas, en particular, tenían como misión primera, la asistencia a los enfermos, desprotegidos y marginados de la so­ciedad. Quienes se encargaban de liderar estas asociaciones benéficas, eran en general las mujeres. Por un lado, las damas pertenecientes a los secto­res sociales más acomodados, y por el otro, las hermanas que conformaban las congregaciones religiosas. De este modo, estas mujeres no sólo cumplían una función de ayuda social y de cari­dad, sino que al mismo tiempo se ha­cían partícipes activas en una sociedad típicamente masculina. Dentro de este contexto se enmarcan los comienzos de la construcción del asilo.

Creado en el año 1909, se genera en primer lugar a partir de una congre­gación religiosa, la Congregación de Dominicas de Tucumán, logrando más tarde, el apoyo económico del Es­tado y de la comunidad. La principal benefactora de la institución fue Clara Alberdi, viuda de Correa.

Bien podemos decir entonces, que la concresión de la obra del asilo-escuela, se produce gracias a un esfuerzo tri partito. Aunque el impulso inicial par la creación de la institución, parte d la congregación religiosa, para pode llegar a efectivizarse, se vale asimismo del apoyo económico del Estado, más  el aporte de las damas benefactoras de la ciudad de Rosario.

La Congregación de Dominicas de Tucumán surgió en 1887 como iniciativa de un grupo de mujeres que se solida­rizaron con las víctimas de la epidemia de cólera de 1886, creando el primer asilo de Huérfanos de la provincia. A partir de allí, se comenzaron a estable­cer filiales en otras ciudades. En Rosa­rio, en 1909 se crea el Asilo-Escuela Santísimo Rosario que a partir de 1924 pasará a denominarse Francisco Javier Correa, debido a la donación del nuevo edificio de la Av. Arijón 423, que Clara Alberdi de Correa realizara en memoria de su esposo.



El proyectista del colegio fue el Ing. Juan de la C. Puig y el constructor original fue Segundo Taina en el año 1909. Luego se le hicieron modificaciones  de gran envergadura en el año 1922 por José Grondona, parte de ese trabajo es el que retratan las imágenes donadas. En este edificio se alojaban las hermanas de la congregación y las niñas huérfanas, y luego se incorporó la condición de pupilas y medio pupi­las para las alumnas del colegio. En un principio la escuela funcionó con tan solo siete aulas, pero desde el origen contó con comedor para el alumnado. Años más tarde, los dormitorios co­rrespondientes al asilo se transforma­ron en aulas.

Parte del conjunto de fotografías do­nadas son retratos de diferentes épo­cas de la familia Grondona-Marelli, de trayectoria destacada en la historia de la arquitectura rosarina, y siempre rela­cionados, sobretodo Valentín y Andrés Grondona, a las obras de carácter reli­gioso. Los Grondona han participado en la Del conjunto de documentación gráfi­ca, destacan los detalles y la minuciosidad con la que se registró cada etapa constructiva del edificio entre los años 1922 y 1924. Asimismo muchas de las tomas se centran más en el trabajo de los obreros, que en las cuestiones téc­nicas, logrando plasmar la cotidianeidad de ese sector social a principios del siglo XX. ■
* Lic. en Antropología. Archivo de Fotografía. E.S.M. Secretaría de Cultura y Educación. Municipali­dad de Rosario.



Bibliografía

Dalla Corte. Gabriela y Piacenza, Paola. A l puertas del hogar. Madres, niños, y damas caridad en el Hogar de Huérfanos de Rosar (1870-1920). Prohistoria. Rosario, 2006.

Fernández, Sandra .Cap.  I. Las formas sociabilidad en Santa Fe. En: Sandra R. Fernández. Nueva Historia de Santa Fe. Tomo 7  Sociabilidad, corporaciones, institución (1860-1930). Prohistoria. Rosario. 2006.

Fernández. Sandra y Galassi, Gisela. Cap. En unión y fraternidad. En: Sandra R. Fernández. Nueva Historia de Santa Fe. Tomo 7 Sociabilidad, corporaciones, instituciones (186 1930). Prohistoria. Rosario. 2006.

Fernández, Sandra y Folquer, Cynthia. Sociabilidad y política en Rosario. El surgimiento asilo Francisco Javier Correa. Rosario, 19

En: Caretta, Gabriela y Zacea, Isabel. Derrot ros en la construcción de religiosidades. Sujetos, instituciones y poder en Sudamérica, siglos XVII al XX.

Ulloque, Marcelo. Asilar a las niñas. La cor1 trucción de un espacio de género (Rosario 1935-1955). Prohistoria. Rosario, 2011.

Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, su Historia y Región”, Fascículo N • 144 de Setiembre de 2015

miércoles, 3 de febrero de 2016

El concurso de 1928. Monumento a la Bandera



En 1927 todo parecía indicar que Rosario, tras cincuenta años de gestiones, contaría finalmente con un Monumento a la Bandera. La Comisión
Popular conformada en 1923 se había propuesto “no cometer los errores del pasado”, en directa alusión a la contratación de Lola Mora. Teniendo en cuenta los episodios precedentes, se elaboraron las bases de un concurso internacional para la contratación del “mayor monumento existente hasta el momento en el país”. Si bien el concurso era abierto, los organizadores designaron a seis invitados especiales: los escultores Rogelio Yrurtia, Alberto Lagos y Víctor M. Garino y los arquitectos de origen europeo René Villeminot, Gaetano Moretti y F. T. Gianotti. En consecuencia, la Sociedad de Artistas Argentinos de Buenos Aires y la Comisión Nacional de Bellas Artes de Rosario formularon constantes reclamos e hicieron algunos intentos de anulación del concurso, que de todos modos se puso en marcha a principios de 1928. El jurado estuvo presidido por Ramón Araya e integrado por Juan Álvarez, Luís B. Laporte y Alejandro M. Carrasco,  todos en representación de la Comisión Popular; por Alfredo Guido (hermano de Ángel)
y José Fioravantti, de la Comisión Nacional de Bellas Artes, y por el ingeniero Sebastián Ghigliazza, del Ministerio de Obras Públicas de la Nación.
Cuando la tramitación se hallaba en las últimas instancias, los insistentes pedidos de la Sociedad de Artistas y la Comisión de Bellas Artes convencieron al presidente de la Nación, Marcelo T. de Alvear, de intervenir el concurso. Los peticionantes invocaban supuestas promesas de “ayudas” económicas formuladas a los artistas nacionales, además de argumentar que una obra fundamental para el país no podía quedar en manos de un artista extranjero, en caso de que el premio recayera en alguno de ellos. Como resultado de estas presiones, el presidente amplió mediante un decreto el número de integrantes del jurado, incorporándose al mismo el arquitecto Raúl A. Fitte y el artista plástico Pío Collivadino. Este jurado ampliado logró imponer su voluntad y declaró desierto el concurso.
Un nuevo decreto presidencial retiró el reconocimiento oficial a la Comisión Popular pro Monumento a la Bandera. A casi cuarenta años del primitivo decreto del Concejo Deliberante, lo más concreto seguía siendo la piedra fundamental colocada en la Plaza Belgrano el 9 de julio de 1898.

Ciudad de Rosario  Museo de la Ciudad
Editorial Municipal de Rosario
Ciudad de Rosario / Agustina Prieto ... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de Rosario, 2010.
228 p. ; 23x18 cm.

Municipalidad de Rosario   Secretaría de Cultura y Educación
Editorial Municipal de Rosario
© Museo de la Ciudad
Bv. Oroño 2300  Rosario, Santa Fe, Argentina
info@museodelaciudad.org.ar
www.museodelaciudad.org.ar
© Editorial Municipal de Rosario
Aristóbulo del Valle y Callao
Rosario, Santa Fe, Argentina
emr@rosario.gov.ar
www.rosario.gob.ar/emr
Queda hecho el depósito
que marca la ley 11.723
ISBN 978-987-9267-73-8
CUIT 30-99900315-6
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