Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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miércoles, 30 de abril de 2014

CIRCUITO ROSARIO-PARAGUAY-BRASIL EN EL CABOTAJE



El puerto rosarino era el más activo del litoral argentino sería su gran “ época de oro”. Prestaba  servicios que incluía astilleros. Una muestra de ello lo constituyó la botadura del vapor brasileño "Río Macahuan", que había sido reparado en los talleres de la firma Alioto, Orengo y Cía, en Puerto Plaza, embarcadero del barrio Saladillo, y que era utilizado para unirá los puertos del sur deBrasil con Rosario.
Las casas exportadoras demandaban espacio para construir galpones simplemente apilar bolsas de cereales quedaban espacios libres entre los galpones para poder transitar. . El administrador local del puerto, Augusto Barbet, recién llegado de París, transmitió a los peticionan era el criterio imperante de los accionistas: no invertir en ampliaciones por considerar que el puerto contaba con la cantidad suficiente de muelles para que p operar vapores con la mayor comodidad, limitándose a reconstruir el muelle 3 para  inaugurarlo a finales de 1919.
Las casas particulares, por su cuenta, comenzaron a levantar galpones de almacenamiento en diversas partes de la zona portuaria.
Las casas exportadoras estaban instalando cintas portadoras movidas por electricidad para acelerar los embarques.
El comercio rosarino desde hacía años también intentaba mantener contacto comercial con Bolivia y confiaba que la construcción del ferrocarril a La Quiaca posibilitaría la interrelación con un nuevo mercado.
Capitalistas e inversores rosarinos en el Chaco Paraguayo que habían participado en la compra de tierras y establecido apostaderos para la extracción de materia prima se aprestaban para una nueva etapa de expansión de negocios a través de la actividad forestal y ganadera. La planta más importante fue la fábrica taninera que pertenecía a la firma Carlos Casado Limitada Compañía de Tierras S. A contaba tres mil trabajadores, su mayoría indígenas, y poseía bajo su propiedad un 14 % del territorio nacional paraguayos, adquirida entre 1886 y 1893. Casado había utilizado a diversos testaferros, mercaderes y comisionistas radicados en Rosario: Carlos Palacios Sastre, Eloy Palacios, Desiderio Marquardt, José y Juan Dam, que a su vez participaron en otros emprendimientos como el Ferrocarril Oeste Santafesino.

Fuente: Extraído Fragmento de el Libro De Marco, Miguel Angel  “Libro Ciudad Puerto – Universidad y Desarrollo Regional – Rosario 191-1968” de noviembre 2013.

martes, 29 de abril de 2014

UN "CAMINO DE UNIÓN" INTERPROVINCIAL



En mayo de 1919 los gobernadores de Córdoba y Santa Fe, Núñez y Lehman, coordinaron acciones conjuntas para invitar al gobierno nacional y al de la provincia de Buenos Aires.
Se hicieron dos estudios: uno sobre la unión directa Rosario-Córdoba, y otra Buenos Aires- Rosario- Santa Fe-Córdoba, vinculando manera a las tres capitales provinciales. El primero correría en paralelo a la vía del Ferrocarril Central Argentino.
el camino de unión de Rosario con Santa Fe era de gran urgencia porque el servicio de ferrocarril que prestaba l( francesa de Fives Lille estaba al borde del colapso en función del incremento tráfico, provocando asiduamente descarrilamientos que interrumpían  los regulares de transporte de pasajeros. A semejante situación se añadía la mala calidad de los vagones y la antigüedad de las locomotoras.1
Ganaderos, agricultores y comerciantes de las zonas linderas entre la provincia de Córdoba y Santa Fe, comenzaron a intensificar sus protestas " por la indiferencia con que los gobiernos venían dejando pasar los años" (a pesar de las demandas cíclicas de la movilización de los cereales en tiempo de cosechas) sin realizar las gestiones para empalmar los llamados caminos reales procedentes del interior cordobés en dirección a Santa Fe.1

El gobierno nacional concretó durante 1919 el dragado del río Paraná entre Rosario y Santa Fe,

Fuente: Extraído Fragmento de el Libro De Marco, Miguel Angel  “Libro Ciudad Puerto – Universidad y Desarrollo Regional – Rosario 191-1968” de noviembre 2013.

lunes, 28 de abril de 2014

UNA COLECCIÓN DE CELEBRIDADES

Por Rafael Ielpi


La Ópera consigue galvanizar a su público en octubre cuando una gran artista llena el escenario del antiguo teatro de Schiffner de taconeos y revuelos de batas de cola y vestidos gitanos: Antonia Mercé, a quien se conoce como "La Argentina" y se reconoce como una de las más grandes artistas del baile español y flamenco de todos los tiem­pos. La presencia de la Mercé tuvo el efecto de un detonante para una gran audiencia de andaluces y españoles en general, extrañados no sólo de sus paisajes sino de la profundidad y colorido de sus bailes y sus can­tes, por la distancia.
La artista, que bailaría acompañada por el pianista Luis Galvé, no necesitó comentarios elogiosos previos, ya que su solo nombre era ya entonces atracción suficiente. Las críticas, sin embargo, tuvieron pon­deraciones como éstas: Antonia Mercé baila, baila como ninguna bailarina lo ha hecho hasta ahora. Baila mejor que nadie, pero no se queda en el baile solamente; busca sus secretos motivos y nos los vierte también... Agota la plástica del baile ibérico y alcanza perfecciones técnicas que se nos antojaban antes inalcanzables y que realizados por ella, con la sublime facilidad de su modo, parecen cosa de ensueño. Nadie como ella sabe hacer leves sus pasos sobre el escenario.
La Mercé, que había nacido accidentalmente en Buenos Aires en 1890 y cuyos padres eran españoles maestros de baile, había estado cuatro año antes, en 1915, cuando, sin ser primera figura, se la reco­nocía ya como la expresión más perfecta del admirado en la Argentina. En Monovar, víctima de un accidente, ha muerto Emilio Sagi-Barba,figura de la escena española. El aplaudido barítono atraía la simparía del público rosarino, recordó La Capital entonces.Y era cierto. Tanto él como su mujer, la también cantante Luisa Vela, habían actuado en varias temporadas, cuando las romanzas y los dúos de las grandes zarzuelas eran cantados o silbados por miles de rosarinos, muchos de ellos españoles ya por entonces definitivamente integrados a la ciudad.
Fuera de toda confrontación con las grandes salas pero apelando al recuerdo de algunos y a la infancia de otros, el Pabellón Anglo-Argentino, de Avenida Pellegrini y Paraguay, daba cabida ese año al denominado "Circo Jockey Club", que no era otra cosa que el trashu­mante ámbito de un viejo maestro del circo criollo, el legendario Frank Brown, que regresaba (más cansado, mucho menos ágil pero no ven­cido) al picadero rosarino.
El celo periodístico por los horarios de los espectáculos no se había acallado en 1920, aunque ahora las razones eran más atendibles: Las funciones terminan a un horario muy avanzado, dando lugar a inconve­nientes a gran parte del público, ya que utiliza el servicio de tranvías, cuyo hora­rio regular termina después de las 24 horas. El público tiene parte de culpa por la costumbre de concurrir tarde a los espectáculos, se quejaba la prensa.
Ese año final de la década, el Olimpo, por su lado, daba cabida al teatro y a las compañías nacionales, privadas ya de la vieja pero entra­ñable amplitud del desaparecido Politeaina de la calle Progreso. Así, una serie de títulos que eran estrenos o poco menos: El patrón del agua, La casa donde no entró el amor, El último gaucho. El cacique blanco, permi­tió al binomio integrado por Enrique Muiño y Elias Alippi el logro de una temporada exitosa.
En La Comedia, y siguiendo los pasos de Antonia Mercé, otra gran bailarina ("bailaora" para algunos), recibía elogios y lisonjas: Encarnación López, "La Argentinita", nacida como la Mercé en Buenos Aires e hija también de padres españoles, que la llevarían a su tierra a los cinco años. Su hermana Pilar, que bailó con ella siendo una joven-cita en giras posteriores, fue una continuadora talentosa de su arte, for­mando con Antonio (el gran bailarín muerto en 1995) una de las pare­jas más admiradas en todo el mundo.
La presentación de Encarnación en Rosario sucedería a su debut porteño en el Empire Theatre en julio de 1920; allí, "La Argentinita" había coleccionado críticas elogiosas de este tenor: Reconocíase unáni­memente que se trataba de una artista personal y, en su género, única. La bai­larina, también pareja sentimental de Joselito, el famoso torero muerto en plena juventud, y luego, por muchos años, de otro matador célebre, Ignacio Sánchez Mejía, abandonaría el baile largo tiempo, para regre­sar a los escenarios como una real figura de la danza española, en 1935, saludada por críticos y escritores que, como Enrique Diez-Canedo o José Bergamín, elogiaban con entusiasmo su retorno y su arte.
Entonces volvería nuevamente a la Argentina, ya con un elenco de notables bailarines, con quienes encararía, en un esfuerzo plenamente logrado, un panorama más amplio y sugestivo de las expresiones flamencas. Aquellas estampas —"El Café de Chinitas", entre otras— tocadas ya por la inspiración de Ignacio Sánchez Mejía, ya por el genio de Federico García Lorca, fueron acaso, los que por imitación, dieron origen a los actuales espectáculos de folklore español, señala Sosa Cordero. Encarnación López murió en plena madurez humana y artística, como Antonia Mercé, el 24 de septiem­bre de 1945, en Nueva York.

Fuente: Extraído de Libro Rosario del 900 a la “decada infame”  Tomo IV Editado 2005 por la Editorial Homo Sapiens Ediciones

viernes, 25 de abril de 2014

EL DOCTOR PEDRO GIRALDO (1853-1922)



Por Sebastián Alonso

Pedro Giraldi nació el 27 de febrero de 1853 en Curti, Giffoni, en la provincia de Salerno, Italia. Era hijo de Mateo Antonio Francisco Giraldi y Deodata Mancini. Estudió Ciencias Naturales, Medicina y Cirugía en la Universidad de Ñapóles.
Fue designado subteniente médico en la Real Marina Italiana por concurso en el año 1876. En enero de 1879 fue promovido a médico de 2° clase y se embarcó en una nave de guerra. Ese año fue nombrado médico de la nave cañonera a hélice "Scilla" destinada a América del Sur e hizo su primera visita a nuestro país en 1880. En uno de sus viajes conoció a la que sería su esposa, Catalina Muzzio, por lo cual, en 1883 pidió su baja en el grado de capitán para venir a casarse. Comenzó a ejercer su profesión en San Nicolás de los Arroyos donde se estableció hasta 1887. En ese año viajó a Europa a especializarse en varias universidades célebres y volvió al año siguiente ra dicándose definitivamente en Rosario. Fue médico de varias sociedades de so­corros mutuos, director del lazareto de cólera en 1885 y uno de los fundadores de la filial Rosario de la Cruz Roja Ar­gentina. En 1902 dio conferencias para la "Liga Argentina contra la Tubercu­losis". En 1903 publicó "Contribución a la protección de la primera infancia", obra producto de sus observaciones en distintos servicios de Pediatría y orfa­natos durante un viaje a Europa, comi­sionado por el intendente Luis Lamas. Dice en su escrito: "En Rosario, adon­de la mortalidad de niños en el primer año de vida es grandísima y adonde los males de la crianza mercenaria (1) son iguales a los de todas partes, conviene hacer algo provechoso para disminuir tal mortalidad". Preocupado por los aspectos de la nutrición infantil y la puericultura, propuso al intendente crear dos salas "créches" (guarderías y lactarios) como en algunas ciudades de Europa donde en ellas "las madres obreras podrían en las horas de su trabajo dejar a sus hijitos que encon­trarían allí una buena leche esteriliza­da, según los preceptos de la higiene, un alimento sano para sus niños y el cuidado correspondiente". También propuso crear en los barrios más ale­jados consultorios especializados e- la atención de niños de pecho e instalar aparatos para esteri­lizar la leche y recomendó los fabricados por la casa "Hignette y Cía." de París. Además, aconsejó modificar el sistema de alimentación de los niños del Hospicio de Huérfanos, de acuerdo al utilizado en orfana­tos europeos.(2)
 Fue el 11 ° presidente del Conse­jo de Administración del Hospi­tal Italiano Garibaldi en 1908 y su cuarto director médico, suce­diendo a los eminentes doctores Emilio Ghione, Juan Carcano y José Mangiante. Además, fue médico de la reserva naval ita­liana en 1897.
Fue también médico de la so­ciedad italiana "Unione e Be-nevolenza", inspector sanitario de la Asistencia Pública y mé­dico de la Sociedad "La Previ­sora" y del Hospicio de Huér­fanos. (3).
Pedro Giraldi se casó en Rosa­rio el 23 de abril de 1884 con Catalina Teresa del Corazón de Jesús Muzzio, nacida en Córdo­ba el 28 de abril de 1867 y fa­llecida en Rosario el 30 de julio de 1961, hija de Ángel Muzzio y Rosa Canepa. Catalina había nacido en Córdoba, porque la familia Muzzio se había tras­ladado a esa ciudad durante la epidemia de cólera en Rosario en el verano de 1867. Catalina fue miembro del Patronato de Damas del Hospital Italiano Ga­ribaldi. Pedro y Catalina fueron padres de Mario Pedro Marcelo, ingeniero mecánico industrial, graduado en Turín, Italia, que casó con María Cristina del Mármol Somoza, padres de Pe­dro y Mario José Giraldi; Elena Ausonia, casada con Guillermo Ortiz Grognet, sin hijos; Sara Rosa Margarita y Nélida Blanca Giraldi, solteras. Tuvo una casa en la aveni­da costanera de Ñapóles, Via Pertenope n°l, donde se aloja­ba con su familia durante sus frecuentes viajes a Europa. En Rosario, tuvo su residencia en San Martín al 1100 (4), frente a la "Casa Muzzio" y luego en Urquiza 979.
Pedro Giraldi falleció en Rosa­rio el 6 de agosto de 1922 y sus restos descansan en el panteón familiar de los Muzzio en el Cementerio El Salvador. Una placa de mármol con su rostro esculpido, colocada en su casa natal, dice en italiano: "Aquí nació Pedro Giraldi, mé­dico y científico ilustre, filán­tropo insigne, dio numerosos ejemplos de humanidad y de gentileza latina, enriqueció las tierras de ultramar para el ho­nor de la estirpe y la grandeza de Italia". (5)
NOTA
 (1)Amamantamiento con amas de leche o nodrizas.
(2)Giraldi, Pedro, "Contribución a la pro­tección de la primera infancia", Imp. Filipini, 1903, Rosario."Dizionario Biográfico degli Italiani al Plata", Barozzi, Baldissini y Cía., Buenos Aires, 1899.
(3)Censo Nacional, Rosario, 1895.
(4)El autor agradece a Mario J. Giraldi los datos y fotografías aportados.

Fuente: extraído de la revista “Rosario,  su Historia y Región  Fascículo Nº 123  de Octubre de 2013

jueves, 24 de abril de 2014

EL DOCTOR JOAQUIN B. BUSTOS (1864) 1941) Médicos Rosarino



Por Sebastián Alonso
Joaquín Buenaventura Bustos nació en Rosario el 14 de julio de 1864 y fue bautizado en la iglesia Matriz el 10 de marzo del año siguiente (1). Era hijo de Joaquín Bustos, rosarino y de Florinda Funes, natural de Ballesteros, provin­cia de Córdoba, casados en Rosario el 7 de mayo de 1859. Era nieto de Joaquín Bustos (2) y Bernardina Ascensión Gó­mez y de Pablo Funes y Rosario Juárez. Tuvo dos hermanas mayores: Joaquina Margarita y Bernardina Irene y cinco hermanos menores: María del Rosa­rio, Lucia Florinda, Juan José, Regina Eladia y Do­lores. Su padre tenía un buen pasar pues era ren­tista, según los censos. Joaquín B. Bustos se graduó de médico ciruja­no en la Universidad de Buenos Aires en 1888. Durante su estadía en la capital, ocupó los cargos de practicante por opo­sición del Hospital de Niños de Buenos Aires y practicante mayor interno por oposición de la Casa de Expósitos, y se especiali­zó en Pediatría. Durante la epidemia de cólera en Rosario en el año 1886 vino a colaborar como practicante jefe de la Sección 8o.
Graduado y de regreso a nuestra ciu­dad, fue médico de la Asistencia Pú­blica durante la siguiente epidemia de cólera. Fue médico fundador y director del Hospital de Crónicos de Rosario, médico jefe de sala del Hospital de Ca­ridad (hoy Hospital Provincial), médi­co de la Policía y de los Tribunales en 1893 y secretario general fundador del Subcomité Rosario de la Cruz Roja Ar­gentina, ese mismo año. Además ocu­pó el cargo de médico del Tribunal de Apelaciones del Consejo de Higiene de Rosario y fue presidente de este último.
Por decreto del Io de enero 1898 del intendente de San Lorenzo Manuel Andrada, Bustos fue nombrado médi­co de esa Municipalidad, localidad a donde pasó a residir por varios años. Su nombramiento fue importantísimo porque de esta manera las personas de escasos recursos podían obtener gratis los certificados de defunción para poder enterrar a sus deudos, además de recibir atención sanitaria.
(3). En 1903 fue uno de los fundadores del Club Social de San Lorenzo. Fue médico de la Socie­dad de Beneficencia de San Lorenzo y médico director del antiguo y, a partir de 1913, nuevo Hospital de Granaderos a Caballo. Bregó por la higiene y salubridad del Cementerio Municipal reglamentando decretos referentes a inhumacio­nes y procedimientos re­lacionados al cementerio de esa ciudad. En 1913 fue protesorero del Comité Provincial Pro Centenario de San Lorenzo, encar­gado de los festejos del Centenario del Combate.
En 1916 para prevenir epidemias, el presidente comunal Enrique Castelnuo-vo le requirió un informe sobre el esta­do sanitario de la ciudad de San Loren­zo. Expresó entonces "que la higiene es la base de la represión del mal, y creía oportuno que la Comisión de Fomen­to nombrara al efecto comisiones de vecinos, encargadas de vigilar el cum­plimiento de las ordenanzas y normas elegidas". Aconsejó a las autoridades ordenar el blanqueo general externo e interno de las habitaciones y facilitar a los vecinos de cal y creolina, para evitar las enfermedades infecciosas.(4) En Rosario fue también médico direc­tor y fundador del Hospital Alberdi, de la Asistencia Pública y del Hospita Carrasco, donde fue jefe de sala; mé­dico del Consejo de Higiene del Distri­to Alberdi, de la Sociedad Argentina de Socorros Mutuos, de la "Sociedad Unione e Benevolenza", de la "Socie­dad Tutelar Alemana", de los consulto­rios de Empleados Nacionales, médico jefe del Reformatorio de Menores y de la "Sociedad Tutelar".
 Militó activamente en las filas de la Unión Cívica Radical y actuó en los episodios revolucionarios en San Lo­renzo en febrero de 1905, sufriendo por ello la cárcel. Actuó junto a otros radicales sanlorencinos como Eliseo Fraire y José Bacigalupo y otros llega­dos de Rosario. (5)
Joaquín B. Bustos casó en Rosario con Enriqueta Eusebia Grünning Rosas, hija de Hugo Adolfo Grünning, comer­ciante de origen alemán, y Bernardina del Rosario Rosas, ésta, hija del gober­nador Pascual Rosas y de su esposa Eusebia Rodríguez, una de las damas fundadoras del Hospital de Caridad de Rosario. (6) Joaquín y Enriqueta fue­ron padres de Joaquín Tiburcio, Isaac Ambrosio, David Víctor, Horacio Da­niel, Raúl, Alberto y Virgilio Bustos, los cuales le dieron numerosos nietos. Falleció el 10 de octubre de 1941 en Rosario en su residencia de Salta 2608. Sus restos descansan en el Cementerio El Salvador.
Nota:
1- Catedral, Libro de Bautismos 15, f. 354. Ps.: José Machado y Honorio Juárez.
2-Natural de Ciudad Real, Castilla La Nueva.
3- Biraghi, Roberto 1 "Historia de San Lorenzo", Ed.
Almafuerte, San Lorenzo, 1980, pág. 271.
4-Biraghi. op. cit, 437.
5- Biraghi, op. cit.. pág. 395.
6- Miranda, Ricardo. "Rodríguez. Aproximaciones al entronque de algunos linajes de la provincia de Santa fe ''. en Boletín n" S del Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de Rosario, 2012.

Fuente: extraído de la revista “Rosario,  su Historia y Región  Fascículo Nº 122  de Setiembre de 2013

miércoles, 23 de abril de 2014

Agustín Magaldi La voz sentimental del tango



Por Fernando L. Venier

A LOS 75 AÑOS DE SU FALLECIMIENTO RECORDAMOS A UN PERSONAJE QUE VIVIÓ EN ROSARIO.

Nació el 1o de diciembre de 1898. Fue bautizado el 27 de febrero de 1899 en la iglesia Santa Rosa de Rosario, según consta en el acta n° 342 del Libro Parroquial de Bautismos. Sus padres legítimos son Carlos Magaldi y Carmela Covie11o, italianos ambos, de veinticinco y veinte años de edad respectivamente; "con domicilio en esta parroquia": es decir en la ciudad de Rosario.
He consultado otras fuentes, comprobando que hay distintas versiones que se contraponen y difieren en cuanto al lugar y la fecha que ocurrió el nacimiento.
OPINIONES DIVERGENTES
a- Martha Merlo, estudiosa del tema, asegura que Agus­tín Magaldi nació en Casilda el Io de diciembre de 1898, en la casa ubicada en la intersección de las calles Saavedra y Dante Alighieri. Afirma que en la li­breta de casamiento del artista no figura el lugar de nacimiento; omisión que se repite en el Sa­natorio Otamendi donde falleció Magaldi.
En el Cementerio de la Chacari­ta, en la Capital Federal, donde descansan SUS restos, en el acta de defunción tampoco se hace mención. La misma investigadora casildense, obtuvo del Registro Nacional de las Personas una renovación de docu­mento con fecha de nacimiento en agosto de 1900.

 b- En la cubierta del disco de larga duración de la serie "El Buen " del archivo de grabaciones de RCA Víctor de la "Epoca de Oro" del tango (RCA CAL- 2990) se dan a conocer aspectos de la vida de Magaldi, afirmándose que "este ídolo nació en la localidad de Casilda, provincia de Santa Fe, el 3 de diciembre de 1903..."
c- A fines del siglo XIX, era costumbre visitar a parientes y paisanos los fines de semana, y no sería extraño que los Magaldi llegaran de paseo el domingo 27 de febrero del899 y concretaran un deseo conjunto con Roque Donnola y Ra-quela Covielo, todos paisanos italianos y parientes, bauti­zando a sus hijos, convirtiéndose además, en compadres... declarando ante el párroco que todos eran vecinos de la pa­rroquia. El Acta n° 343 del mismo libro registra la ceremo­nia por la cual se bautizó a Pascual, hijo de Roque Donnola y Raquela Coviello. Los padres de Agustín fueron padrinos.

d- Por Roberto Sarraude, miem­bro del Círculo Numismático de Rosario, oriundo de Casilda, me enteré que su padre, inmigrante vasco francés, fue dependien­te de panadería y también tuvo reparto de leche a principios del siglo XX en ese lugar; figurando entre sus clientes, la familia Ma­galdi. El Sr. Sarraude fue fun­cionario del Banco Provincial de Santa Fe, en la cuidad de Casilda y tiene familia radicada en la re­gión actualmente.

SU NIÑEZ
Agustín tuvo otros hermanos. Los primeros años de su infan­cia transcurrieron en Casilda (Santa Fe). Comenzó a trabajar con unos tíos maternos que fa-bncaban artículos de pirotecnia, y luego con un hermano mayor. Vivió en Casilda hasta los 11 años. A temprana edad comenzó su inclinación por el canto lírico.
 Cuando actuó en Rosario el tenor Enrico Caruso en el Teatro La Opera (hoy el Círculo) logró que lo incluyeran en el espectáculo del célebre cantante, como "comparsa" y así poder seguir todas las funciones desde el escenario y escu­charlo a corta distancia.
En un principio se había dedicado al canto lírico de la mano del maestro concertador de Caruso, Nicolás Mignona, que había decidido quedarse en Rosario. Aún adolescente formó con otros jóvenes un conjunto vocal, que interpretaban un repertorio de ópera y canciones populares, con la contribu­ción de los parroquianos mediante la pasada del platito.

SU ETAPA EN BUENOS AIRES
En 1922 se mudó a Buenos Aires a los 23 años, "cuando Gardel ya era Gardel - escribe Miguel Jubani (La Capital -8 sept. 1998) - y cuando Ignacio Corsini ya se había consa­grado como cantor y actor. Ellos formaron una trilogía que se repartió el gusto de un público ferviente de repertorios populares, amplios y variados".
Magaldi en su carrera formó dúo con Héctor Palacios (san-tafesino), con Yubone, luego con Juan C. Espinosa, con Ni­colás Rossi y Rosita Quiroga, que lo apadrina para su ingre­so en el sello Víctor.
EL DUO MAGALDI - NODA.
El dúo Quiroga-Magaldi graba pocos discos, hasta que forma, en 1925, el dúo Magaldi-Noda, iniciando un ciclo madurez interpretativa. Pedro Noda, cantor de Mataderos era la segunda voz ideal p la tonalidad de Magaldi y dio lugar a consolidar el desempeño de uno de los mejores dúos de todos los tiempos.
Se casó con Facunda Miseraldino y en 1932 nació su único hijo llevando su mismo nombre. Al poco tiempo el matrimonio se separó.
A fines de 1935 Magaldi comienza a actuar como solista exclusivamente y Noda se une en un dúo con Carlos Dante.
En ese entonces, se lo comenzó a presentar como "La voz sentimental de Buenos Aires".
Su despegue cinematográfico nunca se produjo (excepto dice I. Amuchástegui - una intervención estelar en la pelicula argentina "Monte criollo").
EL DUO MAGALDI-NODA CON CARLOS GARDEL
Su muerte
El 17 de agosto de 1938 Magaldi se presenta entre el mediodía y el anochecer, en Radio Belgrano, Radio Mitre (dos, veces) y Radio Porteña. A su regreso se siente enfermo. Su) médico dispone su internación para consultas de profesionales, el diagnóstico es una gran afección hepática, se orde­na una operación que se practica dos días después. El ciru­jano encuentra una grave complicación: un derrame bilia ha provocado una pancreatitis. Veinte días después, el 8 d septiembre a la mañana se produce el desenlace. Su velatorio, efectuado en el Luna Park da lugar a una ma­nifestación multitudinaria de pesar. Sus restos son llevados a la Chacarita. Agustín Magaldi se ha convertido en mito.
Carlos Gardel había nacido en Francia (o Uruguay, según algunos), Ignacio Corsini era italiano; y Agustín Magaldi en la provincia de Santa Fe (rosarino o casildense...) ¡El único argentino nativo!...
LA MEDALLA




El crítico musical Julio Jorge Nelson de Buenos Aires, a quien apodaron "la viuda de Gardel" por una audición que durante años tuvo en Radio Rivadavia: "El bronce que son­ríe" - haciendo alusión a Carlos Gardel - contando anécdo­tas reales y otras no tanto, con la difusión de las grabaciones del ídolo popular.
Nelson sabía que Magaldi tenía como Gardel muchos segui­dores, creó otra audición en Radio Callao: "Del ciclo cayó una estrella", dedicada íntegramente a Agustín Magaldi, que duró cuatro temporadas; auspiciada por la firma comer­cial "Pineral". Como recuerdo se ofrecía a los oyentes que los solicitaran, una medalla y una fotografía del intérprete, como homenaje a su memoria (1940). La respuesta del público fue increíble, siendo miles los pe­didos recibidos. El mismo crítico radial producía otro pro­grama, por Rivadavia, titulado "El éxito de cada orquesta" en base a grabaciones; en las que ocupaban un sitial preferencial las interpretaciones de Gardel, Magaldi y Corsini, exponentes máximos del cancionero ciudadano de la pri­mera época.
La medalla tiene como finalidad recordar al cantante a dos años de su fallecimiento.

Anverso: en el centro del campo el busto del cantor, son­riente de semi perfil derecho sobre fondo perlado irregular. En su base una cartela con resalto y letras en relieve: AGUSTIN MAGALDI (rematando con volutas simétricas). Con laterales rectos en sus lados y formando un arco en su parte superior, con resalto. Contorno troquelado con porta aro y aro.

Reverso: la leyenda HOMENAJE / DE / Pineral (logotipo de la empresa comercial)/ dos líneas paralelas / 1838-8-IX-1940 (la primera y la última en arco). En la parte superior dos hojas simétricas en arco.

Medidas: 22 x 33 mm. Metal: plata / metal blanco. Formato: triángulo irreg. Troquelado vértice hacia arriba. Grabador: no figura.

Bibliografía
Zinni, Héctor Nicolás, "Barrios de Tango y otras Yerbas",
Ediciones del Viejo Almacén, Rosario, 1997.
Zinni, Héctor Nicolás, "Rosario era un Espectáculo",
Ediciones del Viejo Almacén, Rosario, 1997.
Marcovich, Mauricio, Entrevista a Martha Merlo,
Diario "El Ciudadano", 21/12/98.
Amuchástegui, Irene, "Diario Clarín", 1/12/98
Fuente: extraído de la revista “Rosario,  su Historia y Región  Fascículo Nº 122  de Setiembre de 2013

martes, 22 de abril de 2014

AGUSTÍN MAGALDI



Vigente aún después de muchos años de su desaparición, es Agustín Magaldi uno de los auténticos ídolos de la canción popular por los años veinte. Poco difundida está la historia de sus comienzos, incluidos en el que quizá fuera el más completo trabajo biográfico que, sobre el cantor, fuera publicado por la revista Cantando, ya desa­parecida, y cuyos ejemplares son hoy inencontrables. No obstante, con la ayuda para esta ocasión de un resumen publicado por Roberto Cassinelli en la presentación del RCA Stereo Camden CAS-6035-Coleccionista, titulado La Historia de Agustín Magaldi, así como con la colabo­ración de algunos valiosos testimonios proporcionados por varios entrevistados para la confección de este libro, acometo el intento de ofrecer al lector una imagen ajus­tada del cantor rosarino en su tremenda lucha por el éxito.
«Agustín Magaldi -dice Cassinelli- nació en la ciudad de Rosario (Santa Fe), el día Io de diciembre de 1898, según consta en el acta de bautismo de la parroquia Santa Rosa, de Rosario, registrada en el libro 13 (folio 342) fir­mada por el cura rector el 7 de agosto de 1967. El docu­mento afirma que el 27 de febrero de 1899 el sacerdote José Colángelo bautizó solemnemente a Agustín, hijo legítimo de don Carlos Magaldi, natural de Italia, de veinticinco años de edad, y de doña Carmen Coviello, natural de Italia, de veinte años de edad, domiciliados «en esta parroquia». Fueron sus padrinos don Emilio Magaldi, italiano de treinta y cinco años de edad, y doña Raquela Coviello, italiana, de veintiséis años.
«Posteriormente, la familia Magaldi abandonó duran­te cinco o seis años la ciudad de Rosario y se radicó en Casilda, en el sur de la provincia de Santa Fe. Allí surge la confusión posterior que se popularizó con el correr del tiempo, a medida que el cantor de Casilda (como le decí­an) iba creciendo artísticamente y consolidando una fama que llegaría a ser continental. Incluso, algunas bio­grafías antiguas consignan distintas fechas de nacimiento, tales como el 15 de agosto de 1901, 1904 y 1906. En otra aparece el 3 de diciembre de 1903. Sin embargo, en todos los documentos, figura como nacido en la ciudad de Rosario y no en Casilda.
«Con Agustín Magaldi ocurre algo similar que con sus famosos colegas Carlos Gardel e Ignacio Corsini. Se ignora realmente la fecha exacta del nacimiento de Gar­del en Toulouse (Francia) y se ocultó durante muchos años que Corsini era nativo de Catania (Italia), para ubi­car su nacimiento en el barrio de Boedo o en Carlos Teje­dor, provincia de Buenos Aires. Pero todas estas circuns­tancias contribuyen a determinar que, pese a su innega­ble sangre calabresa, Agustín Magaldi es el único cantor famoso genuinamente argentino, ya que Gardel y Corsi­ni lo fueron por adopción» (1).
«-¿Sabes dónde íbamos a tomar sopa de fideos municiones con Magaldi? En la calle San Martin y Deán Funes, donde había una pieza y después un campo donde Coviello hacía los fuegos artificiales y llevaba las yeguas de la Cochería Rossi y Simonetti a parir. Bueno, ahí íbamos nosotros con Baldizzone v mi primo Juan Cazón. Poníamos cinco o diez guitas cada uno y hacíamos un puchero de fideos municio­nes. En aquel entonces vivía un gringo, que era cloaquero, con su mujer que se llamaba Vitalia... el lugar es el mismo donde ahora hacen viguetas para el techo, en aquellos tiem­pos se llamaba La Quinta del Gallo. -¿Había muchas quintas por ahí?
-Sí que había. La madre de los padres de Vicente de la Mata, o sea la abuela del que fuera famoso jugador de fútbol, tenía una quinta que le llamábamos La Quinta de Juan Mentira. Por acá, cerca de casa, vive una mujer de 80 años, la madre de una rubia grandota, que todavía se acuerda de cuando íbamos a robar sandías a la quinta esa.
-¿Dónde estaba ubicada?
-Atrás de la cancha de Central Córdoba. En una ocasión nos bajaron de un escopetazo con sal. Yo solía ir con mi gran amigo El Rey de los Huesos, Jesús Pérez» (2).

Aprendiz en el taller de pirotecnia de sus tíos maternos Miguel, Antonio y Carmelo Coviello, Agustín Magaldi, que ha vuelto de Casilda con su familia, va también a la escuela primaria en Rosario. Sus largas permanencias al lado del fonógrafo del abuelo escuchando y aun cantan­do «con una rara facilidad para reproducir con su voz las partituras que surgían de los discos», hacen que pronto abandone esa ocupación. Mas tarde, lubrica las maquina­rias de la fábrica de botones y horquillas para el cabello que tiene su hermano mayor Blas. Pero Agustín desea más el canto que otra cosa.
Con el correr del tiempo integra la Troupe Volpi-Galdi que, partiendo de Rosario, realiza giras por los pueblos vecinos de Firmat, Casilda y Carcarañá, entre otros. Alguien más pasa a integrar luego el conjunto: se trata de don Manuel Pedro Eguía, virtuoso guitarrista, y su hijo Eloy Eguía Palacios quien, años más tarde, será Héctor Palacios «El cantor de Buenos Aires». ¿Qué canta Magaldi por ese entonces? Nada menos que un vas­tísimo repertorio de canzonetas clásicas que hacen evo­car con nostalgia la tierra lejana a los chacareros de las zonas que visitan.
Su amor por el «bel canto» lo lleva a integrar como comparsa el elenco con que Enrico Caruso hace su pre­sentación en Rosario. No obstante haber aprendido el manejo de la guitarra con don Manuel Eguía y de haber­se acercado a las canciones del folclore argentino, Agus­tín sigue soñando con ser cantante operístico. Estudia canto en el conservatorio del maestro Nicola Mignona -quien había abandonado su puesto de maestro sustituto en la compañía de Enrico Caruso para formar un hogar rosarino- y debuta, el 21 de septiembre de 1919, en un festival benéfico realizado en el teatro San Martin, ubica­do en la esquina de San Martín y San Luis.
Completados sus estudios comienza una odisea que terminará abruptamente. A instancias del maestro Mig­nona busca un padrino para que le consiga una beca con el fin de perfeccionarse en la Scala de Milán y cuando después de no pocos trabajos lo consigue, el benefactor fallece trágicamente camino a Buenos Aires.
Magaldi se vuelca al canto criollo. Nace así el dúo Yuvone-Caldi y consigue un contrato en el cine Modo no, para actuar después de la última película. En el coqueto cine, ubicado en las calles San Martín y Córdoba, pleno centro de Rosario, «el canto criollo no interesaba y el público se retiraba de la sala haciendo un ruido atronador».
«-Te voy a contar una anécdota de Magaldi, que viví Roussy todavía para atestiguarla. Resulta que levantaron un cine, muy lindo, que se llamaba Cine Moderno en calle San Martín, entre Córdoba y Santa Fe, donde hoy está la sucursal del Banco de la Nación Argentina, y... después de una gran película de George Walsh, me acuerdo hasta el nombre del artista, venía Magaldi con dos guitarreros muy buenos, Centeno y Ortiz, un muchacho de ojos azules que era de Arroyito y ya murió, muy lindo muchacho, muy buen amigo... también estaba Roussy. Magaldi, había estado \ i en lo de Alegrecchi...
—¿La célebre casa de compra v venta de ropas?
—Sí, la que estaba en Maipú y Rioja. El fue para alquilarse un smoking, que en ese entonces por diez pesos te lo vendían. Lo alquiló por dos pesos junto con unos zapatos de charol que eran 43 y fósforos... grandotes.
—¿Y se los puso?
—Agustín les metió como tres hojas de La Capital y... los calzó bien. Estábamos yo y Juan De Simone, me acuerdo, en el cine y, claro, la obligación de nosotros era aplaudirlo
cuando salía. Salió él y nosotros nos rompimos todos aplau­diendo, para arrancar, ¿te das cuenta? Y en eso que él cami­na y llega casi a la mitad del escenario, frente a los guitarre­ros, se le sale un zapato... ¡Pobrecito! -¿Y entonces...?
-...Se volvió para atrás, se metió el zapato en el pie y saludó... A mise me cayeron las lágrimas... Es que corríamos la liebre... no es que no... ¡Eran tiempos malos!» (3).

«Cantan antes de la última película y así consiguen inte­resar al auditorio, pero sin pena ni gloria. El intento duró una semana apenas y el dúo Yuvone-Galdi se disolvió. El esfuerzo había sido inútil porque el público no demostró ningún interés por el canto nativo. Agustín Magaldi se quedo solo y decepcionado. Pero ese no sería su último fracaso».
En 1921 es alentado por Gardel -quien ha venido a cantar al teatro La Bolsa, de la esquina de Santa Fe y San Martín-. Forma entonces un dúo con Juan Carlos Espi­nosa, se largan para Buenos Aires y... fracasan. De vuelta a Rosario, Magaldi, que ha participado en un billete, erra por un número al premio mayor de la lotería. Otra vez emprende viaje a Buenos Aires con Espinosa, la plata se acaba, Espinosa retorna y Agustín no... ¡Le faltaba cora­je para mostrarse vencido nuevamente! .

«-La primera vez que Magaldi se fue a Buenos Aires lo hizo conmigo, fuimos a parar a un conventillo donde yo alquilé una pieza. Con nosotros venía otro tenor que se llamaba Llovera y que era hijo de un panadero, y también venía otro que vivió un tiempito con nosotros, Agustín Ferrari, que fir­maba con el seudónimo Martin Pescador, ese era también de acá, era anarquista, amigo de la familia de Libertad Lamarque. Ibamos a una peña de la calle Carlos Calvo, donde había unos rusos y unos catalanes... gente extranjera, y yo los sentía hablar y me decía «Estos tiran una bomba cada tres minutos', medio rebelde era esa gente. Un catalán vino un día ahí y pidió la palabra: dijo, «¡Nu habrá tranquilidad en el munde, hasta que no se ahorque el último burgués con la tripa del último fraile!». ¡Me cago en diez! ¡Querían ama-sijar a todos estos locos!» (4).

El hecho cierto es que doña Carmen, la madre de Magal­di, logrará rescatarlo con la ayuda de Blas -el hermano mayor de Agustín- y traerlo nuevamente a Rosario.
«-Agustín, aparte de haber sido un buen cantor, tenía un poco de esa tartamudez cuando se enojaba algo en una con­versación, o estaba medio contrariado. Entonces se trababa un poco, pero en el escenario no. Porque no solamente can­tando, sino hablando, decía todo muy bien. Una vez hici­mos una gira de casi siete meses. Fue en 1922. Salimos de acá Tito Lapuente, una mujer que yo tenía llamada Josefina, Agustín y una rusita que bailaba clásico y se había enamora­do de él. También iba un tal Marianito, que era un mendoci-no que tocaba el armonio, porque en los pueblitos donde no había piano teníamos que defendernos así. Lo fuerte de Agustín en aquel tiempo eran Indiano, Amargura, algunos valses y canzonetas napolitanas. Un tango que se lo hacían bisar siempre era Buenos Aires.
-¿Y para dónde fueron en la gira?
-Bueno, estuvimos en Esperanza, Pilar, Rafaela, San Francisco, Santa Fe. En Pilar me pasó un caso a mí donde me jugué toda la plata al billar. Resulta que nos había aga­rrado un temporal que duró como veinte días, y quedamos apretados en la fonda donde había un billar... yo jugaba bien al billar. Empecé a jugar con un farmacéutico... pero ese coso... ¡después yo me di cuenta! Comenzamos con diez pesos, veinte pesos de aquel tiempo, y después me dije: «Pero, ¿dónde te viniste a meter vos?». ...Jugábamos a la carambola, y de la bronca que tenía seguí y me peló. Magal­di lloraba. «¿ Y ahora, que hacemos?», me decía. Mi mujer, que marcaba, había ratereado de cuatro a cinco carambolas, pero no había caso... el farmacéutico era capaz de hacerlas todas de un saque.
-Debe de haber perdido hasta la elegancia usted.
-Al otro día me dice el hombre: «Acuérdese que ha per­dido también unos pollos a la portuguesa», como para pollos estaba yo. ¿Pollos a la portuguesa? Vea, me daban ganas de sacar un cuchillo y hacer un destripe ahí nomás. Como el
Marianito este tenía unos mangos, me dije: «Ahora le voy a pedir el desquite al siete y medio u otro juego donde yo pueda meter la uña». -¿Y se lo dio?
-Nos tuvo sufriendo y nos devolvió todo. Eran sete­cientos ochenta pesos, toda la guita que teníamos en la com­pañía.
-¿Así que les devolvió todo el farmacéutico?
- ¡Claro!, y trajo un diploma de La Plata: era campeón de la provincia de Buenos Aires... con medalla de oro y todo. Estuvo bien el hombre. Nos dijo: «Esta es una broma que les hemos hecho con el fondero». Porque resulta que yo al fondero le había ganado no se cuántas botellas de vermut jugando al billar. Al fondero me lo pasaba al cuarto, ¡pero a este coso, Dios me libre! ¡Y la pinta de otario que tenía!»(5).

De estos áridos comienzos, de estos principios que pron­to pasan al olvido cuando llega la fama, se nutren a menu­do las biografías poco conocidas de muchos artistas que fueron y son famosos. Magaldi no es la excepción.
«-Durante aquella gira, en un pueblo había una kermes*, como a una legua, y Agustín me dice: «¿ Vamos a hacer una rascada, a ver qué pasa?».
-¿Usted qué hacía entonces?
-Yo tenía que decir dos o tres versos, nomás para darle soga a que el se acomodara... -¿Cantaba solo Magaldi?
-Sí, solo. En ese tiempo cantaba solo. Ya había hecho dúo acá con Espinosa, con Yuvone y con algún otro... Hací­amos unos sketches también, donde él componía a un taño... Más o menos nos defendíamos con la ayuda de Tito Lapuen­te; la rusita que andaba con Magaldi hacía unos bailecitos clásicos medio regulares, la mujer que andaba conmigo can­taba algo... y después se tiraba la manga. ¿Entrada? ¡Qué entrada iba a haber en ese tiempo, si todavía estaban las radios a galena!
-¿Y cómo fueron a la kermese?
-Fuimos en un sulky con un hombre que estaba en pedo. Averiguamos en la fonda, y un tipo con un sulky nos dijo: «/ Yo los llevo!». El coso tenía un pedo... que no se podía comparar al frío que hacía. Con el cuello levantado de los sobretodos subimos al sulky: Agustín con la viola ade­lante y yo atrás... y mientras íbamos, Agustín dele hablar en italiano con el del sulky, porque Magaldi era un taño cuan­do hablaba el italiano. Por ahí yo preguntaba «¿Cuándo lle­gamos?». «Y... falta poco», contestaba el gringo. ¿Ve aquella ¡omita...? Bué..., cuando lleguemos a la lomita, ¡allá nomás es!». Dale... dale... llegamos a la lomita... ¡Dios me libre!... ¡el frío que hacía!, ¡un ragú bárbaro teníamos...! -¿En qué edad andaría usted?
-Yo tenía veintitrés años, un año más que Agustín. El era de 1900 (sic). Cuando llegamos allá, la función esa no se había realizado... no había nada. Solamente una carpa con las luces apagadas y enfrente un boliche viejo, de esos que exis­ten en los cruces de caminos. De ahí salían las voces de un coro: «¿Y esto?», dijimos nosotros. Bajamos y entramos al boliche. El coro era de chacareros italianos.... nosotros tomamos una copa y ellos estaban cantando por allá, en una mesa larga. Había un viejo que tenía una voz de bajo tre­menda... era un trueno para entonar. «¡Qué voz de bajo tiene ese viejo!», decía Agustín. Entonces, él no pudo resis­tir... ycomo cantaban esas canciones conocidas... piamonte-sas, Agustín se levantó y cantó una canzoneta. «Vengan, vengan», nos llamaron y fuimos a la mesa esa. Moríamos... porque andábamos muertos de hambre..., unos salames esos de chacra, ¿sabe? El dueño del boliche nos hizo una catrera porque eran como las doce de la noche y había como tres leguas para volver. Agustín hacía cantar al viejo ese de la voz gruesa y él lo seguía... ¡se había enamorado de la voz de ese chacarero italiano, un hombre viejo que cantaba como los dioses! Al final, nos quedamos como hasta las dos de la mañana. Este sucedido, por la santa madre mía..., fue en un pueblito cerca de Esperanza, donde había una colonia italia­na. Después nos dijeron que dentro de tres días se iba a hacer la kermese, pero nosotros nos volvimos al otro día.
-A Magaldi se le llamaba el cantor de Casilda... pero había nacido en Rosario.
-¡Claro! El padre tenía un taller de armería, arreglaba máquinas de coser y todas esas cosas. Allí, en Casilda, falle­ció el padre. Unos hermanos nacieron allá, pero Blas, el mayor, todavía vive, el otro que era fotógrafo y Agustín, nacieron acá... Una hermana y Emilio creo que nacieron en
Casilda. Entonces, doña Carmen quedó viuda y se casó con un tal Tello en Rosario. Y al tiempo se vinieron a vivir a San Juan y Paraguay. Pero Agustín no vivió nunca ahí, aunque la iba a visitar todos los días. Él vivía acá, en la calle 9 de Julio entre San Martin y Sarmiento, en una casa vieja de este lado, con los Coviello, que son parientes.
-¿Usted sabe en qué lugar de Rosario nació Magaldi?
-En una casa de la calle San Martín, entre 9 de Julio y Estanislao Zeballos.
-¿Así que vive el hermano mayor?
-Sí, Blas vive en Buenos Aires. Agustín de grandecito solía ir a Casilda cuando estaba de intendente un tal Agustín Medina, que era escribano, nacido en Entre Ríos» (6).

En el mes de enero de 1924 se forma el dúo Rossi-Magal-di en Buenos Aires. «¡Pero no hay dos sin tres!...», dice Cassinelli, y agrega: «Nicolás Rossi -después de un tiem­po de actuación junto a Agustín- debe viajar a Europa siguiendo su destino de actor (Rossi era el hermano del malogrado Enrique De Rosas y padre de la cancionista Margarita Silvestre)». No obstante, el velo de oscuridad va descorriéndose poco a poco y en julio de ese año, más exactamente el 9 de julio de 1924, Agustín Magaldi cono­ce a Rosita Quiroga en los estudios LOY (Luego LR3 Radio Nacional y más tarde Belgrano) (7). Cinco meses después, el 9 de diciembre de aquel 1924, el dúo Quiroga-Magaldi graba su primer disco en RCA Víctor: El amor de los amores, de Juan M. Velich y Francisco Álvarez -79518 A-, y en el acople La jacballera, de Luis Conde -79518 B-. El 6 de enero de 1925, el dúo registra su segundo y último disco: Chilena ingrata -79518 A-, de Urruspurú y Rosita Quiroga, con el acople de Virgencita de Lujan -79537 B- de Francisco Álvarez v Juan M. Velich.
Rosita Quiroga sigue cantando sola, pero es por su gestión que a Magaldi se le han abierto todas las puertas, ahorrándole más frustraciones y amarguras al cantor rosarino. Por ese entonces, los directivos de RCA Víctor -Mr. León y el señor Bonaseña- le piden a Magaldi que busque una voz masculina para formar un nuevo dúo. Entre Francisco Brancatti y el guitarrista de color Enri­que Maciel encuentran al hombre: se trata de Pedro Noda, notable cantor y guitarrista del barrio Mataderos de Buenos Aires. Para Agustín Magaldi ha sonado la hora del triunfo. Diez años junto a Noda -hasta 1935- y tres años como solista terminan por consagrarlo rotun­damente.

«Vayanse de Buenos Aires, que se van a morir de hambre».
«Usted lo conoció a Magaldi, no es cierto?
-De vista. En el cine Rex iba a actuar Magaldi y la entra­da costaba setenta centavos, pero no tenía los setenta centa­vos en ese tiempo. Estábamos en la puerta, yo y otro mucha­cho. Magaldi actuaba con Noda todavía. Había un montón de gente afuera, y para un auto negro. «¡Ahí viene Magaldi!» dice la gente. Se baja un tipo de frac, todo de negro... y por ahí uno dice «No, ese no es Magaldi. Es Noda». Era Noda. Bueno...
-Era gordito Noda.
-SI, un gordito, morocho... y nos acercamos a un lustra­dor que estaba en el quiosco del gringo don Nicola ahí, del Rex veinte metros para allá. El lustrador era un morocho que estaba con el cajón... Y dice «che..., en el intervalo vamos a ver si nos colamos», y qué sé yo. En eso que está­bamos hablando de que el que había bajado del auto era Noda y no era Noda, para el tranvía, ¿vio? Para el tranvía y... veo que se baja un tipo por delante y el motorman le hacía así, saludándolo al tipo. Mira el lustrador y dice: «Ese es Magaldi».
-Bajaba del tranvía.
- ¡Del tranvía!... Yo lo miraba al tipo y, claro, por las fotos era Magaldi. Venía de traje marrón, me acuerdo. Yo siempre tengo un traje marrón igual que cuando se rompe me compro otro igual, porque yo soy hincha de Magaldi... Entonces pasa el tipo, y yo lo miraba y claro, era él. Venía de traje marrón, sin sombrero y sin corbata, con una camisa azulina.
-¿Y la gente lo vio?
-No había nadie, porque todos se habían corrido para el lado donde había entrado Noda. Y entonces el negro lustra­dor le dice «Adiós Agustín». El tipo se da vuelta y lo mira: «Hola, negro...» y lo abraza al lustrador. «¿Todavía andas de lustrín?». «Si», dice el otro y que patapín y que patapán. «Espérame a la salida, negro». La gente se apioló y se armó un revuelo bárbaro. Lo agarraron a Magaldi en el hall y nos metimos todos adentro... y había señoras, ¡un lío se armó! Claro, protestaban porque los que entraban de prepo eran todos vagos.
-¿Y después?
-Terminó la función y el lustrador se cruzó al café de enfrente. Me dice el otro «Vamonos...».Y yo, «esperemos, lo saludamos de nuevo y nos vamos». Entonces también nos cruzamos, pero el café valía diez guitas y teníamos cinco guitas cada uno. Le iba a pedir al gringo del quiosco que me conocía porque yo le vendía pelotas de golf, pero le pedí al negro. Y nos sentamos. Pedimos los cafés y empezó a pasar la hora. «Negro, no viene», decía yo; me dice, «sí, viene». Bueno, después de una hora y media cayó Magaldi con un guitarrista, Ortiz, que era de Arroyito, Centeno y otro que no sé quién era. Y resulta que tenían preparada comida ahí, había pollo y qué sé yo. Por ahí aparece el mozo, nos pone un mantel con los platos y yo me quería morir porque tenía un hambre bárbaro. Comieron ellos en una mesa y nosotros en la otra. Después fuimos a saludarlos y a darles las gracias. Nos fuimos. Nunca jamás volví a ver al negro lustrador. Cuando pasaba por el quiosco, le preguntaba al gringo: «Nicola, ¿y el negro?». «Ahí está el cajón...». No vino más.
-Y a Magaldi, ¿lo volvió a ver?
-Sí, en Buenos Aires. Fui con otro porque andábamos tirados y queríamos ver si Magaldi nos ayudaba: nos dio diez pesos a mí y diez pesos al otro, y nos dijo: «Vayanse de Buenos Aires que se van a morir de hambre. ¿Qué? ¿En Rosario no hay trabajo?». «Y... no hay». «¿Y qué van a hacer acá, tirar la manga? Vayanse a Rosario, que ustedes tienen familia...».
-¿Ustedes fueron a la propia casa de Magaldi?
-Estuvimos en la casa donde él vivía... Solís o Lamas 851, no me acuerdo bien. Tenía un gallego de sirviente que no nos quería dejar pasar. Magaldi ya estaba solo, se había sepa­rado. Claro, el tipo no se acordaba. Dice... «¿Quién me conoce de ustedes?». Digo «Yo». «¿Y de dónde me cono­ces?». Le digo «Del cine Rex, una noche con el negro lus­trador...». Me dice, «Aahh, sí, sí...», dice «Aaaahhh, ahora me acuerdo». Y yo le iba a preguntar por el negro lustrador, pero no me animaba. No me animaba porque iba a pensar que era un curioso, un entremetido... Bueno, nos dio un billete de diez verde, ¿vio? -¿De esos grandotes?
-De esos grandotes. Cuando llegamos a Rosario Norte nos compramos camisas y pantalones, y cuando caímos al barrio... ¡cómo nos cargaron los muchachos! Valía $ 3,50 un pantalón de fantasía...» (8).

De intento he dejado para el final de este capítulo el rechazo de una desafortunada apreciación valorativa que sobre el cantor volcó Blas Matamoro en el ejemplar N° 16 de La Historia Popular -Vida y Milagros de Nuestro Pueblo-, titulado Historia del Tango. Dice el autor en la página 75 de su trabajo: «A pesar de haber sido por pocos años (Magaldi), el cantor de tangos más exitoso y a pesar, también, de haberse especulado con su prematura muer­te para crear un culto melancólico similar al gardeliano, hoy Magaldi, con sus amaneramientos de falso senti­miento y sus arbitrariedades de cantor, aparece sólo como un documento de época, pintoresco y un tanto ridículo».
En ocasión de un aniversario de la muerte de Magaldi escribí con el seudónimo de Adrián Castro una nota acerca del cantor que publicó el diario La Tribuna, de Rosario. Era un trabajo breve, apenas una síntesis del incalculable valor que encierra la personalidad de Magal­di y que, de alguna manera, voy a tratar de reconstruir. Magaldi no es culpable -como tampoco lo fueron Carlos Gardel, Julio Sosa o Susy Leiva- de las especulaciones comerciales que se hicieron después de su muerte. Es más, en el caso de Magaldi no es válido lo afirmado por Matamoro ya que por más de dos décadas el sello RCA se vio restringido en la reproducción de placas impresas por el cantor rosarino debido a diferencias entre los here­deros de los derechos de Magaldi.
Subjetiva y audaz es la afirmación al voleo por la que se pretende dejar sentados «amaneramientos de falso sentimiento» en Magaldi y aun «arbitrariedades de can­tor» (?). Cuando me entero de que, para Matamoro, «Corsini, comparado con Gardel a nivel musical, resulta notoriamente inferior» y una sarta de disparates por el estilo, no puedo menos que lamentar la deficiente infor­mación, la falta de ecuanimidad, la calculada ética incisi­va y el rapto de suficiencia de este autor que desde la rosada esquina de «La ciudad del tango», otro trabajo que le pertenece, aspira a constituirse en un mentor de la «cultura de masas», en un intérprete de la «conducta de masas» y, hasta se lamente, de que «en la actualidad (1969), no haya empresa masiva para nadie». De todas formas, el señor Matamoro no pudo prosperar con su último trabajo, que le fue prohibido. Es que cuando las tendencias políticas entran a filtrar la materia historio -gráfica no siempre se arriba a resultados halagüeños.
Si el señor Matamoro hubiera hilado más fino, tal vez me hubiera ahorrado la necesidad de rellenar el agujero que dejó abierto. Porque si bien la filosofía que animaba ciertas letras interpretadas por Magaldi pueden parecer para el oyente actual y desprevenido, de factura derrotis­ta, no cabe la menor duda de que dichas canciones refle­jaban como ningunas el sufrimiento interior de muchos hombres y mujeres marginados anímica y socialmente de las posibilidades de una redención espiritual y material. Ellas eran el crudo reflejo de una realidad que la vía emo­cional del cantor ponía en evidencia, no para conmisera­ción del poderoso, no para el enciclopedismo social, ni para el regusto de ciertos espíritus sensacionalistas, impresionables e ingenuos. Magaldi fue, en este aspecto y con la sinceridad de los recursos que le proveyeron sus estudios de «bel canto» (Gardel también los hizo junto a Bonessi y de ahí salió más afiatado, si bien cambiando las >
Solamente él logró imantar e iluminar los intrincados senderos de las almas de una muchedumbre traspasada d e angustia, con un soplo de comprensión y de humani­dad. Fue su logro mayor desnudar lo que todavía estaba en labios de muchos payadores: las heridas de una parte de la sociedad y el desdén de los incrédulos de todas las tendencias. A Gardel no se le creyó sincero en este senti­do, a Magaldi sí. Porque, además, Magaldi supo tañer su lira romancesca con las vibraciones sentidas de sencillas canciones de amor que hicieron soñar a una generación que necesitaba imperiosamente elevarse por encima de la cruda realidad imperante.
Agustín Magaldi fue levantado en vilo por los hom­bres y mujeres de aquella realidad, que testimonian hoy sus canciones aparentemente inexplicables para el que desconoce los hitos fundamentales de nuestra historia ciudadana. Su voz es el vivo exponente de una queja que supo reproducir como nadie. Su estilo inconfundible nos vuelve por los caminos del ayer y nos emociona, porque proviene de las profundidades de un pasado, lejano para las nuevas generaciones, pero cargado de emotividad y sugerencias sinceras. Como el corazón de los hombres buenos. Como el espíritu de los hombres sufridos. Que al fin y al cabo eran el alma y el corazón de aquel jilgue­ro que enmudeció para siempre un 8 de septiembre de 1938.
Cuando el señor Matamoro dice que Magaldi «apare­ce como un documento de época, pintoresco y ridículo», no hace más que demostrar su falta de profundidad y su ligereza para valorar los testimonios del pasado. Magaldi, a pesar de haber estado enrolado en la corriente liberta­ria, como muchos artistas de su época, trasciende y alcan­za, por la virtud de su arte incomparable, otras alturas que son incomprensibles para quienes resuelven la espi­ritualidad como una ecuación matemática.

«-En 1925 o 1926 fue a visitarlo Abel Bedrune en el cine Belgrano y le dijo: «Tengo un baterista que te conoce». Yo estaba en el bar. «Siembre te nombra...», le dice. «¿Bateris­ta?», contestó Magaldi. «Sí, un pibe que descubrí yo...». «No sé». «Mantequita». «¡Ahí, ¡pero ese no es baterista, es un pobre muchacho, buen amigo, pero es un pobre muchachito... Sí, sí lo conozco. Buen pibe». Entonces viene Bedrune y me dice: «Ahí te quiere saludar un amigo», y yo voy y me encuentro que era él: «¡Cómo te va», le digo, «¡cómo te va hermano!». Y me dice: «Cómo me gusta que estés acá, bien...». Le digo: «Este hombre (por Abel) me trajo acá sin que yo sepa nada de música». «No te aflijas, ya vas a salir adelante», contestó. Y fue la última vez que lo vi.
¿No lo encontraste nunca más?
-Una vez hicimos una zamba, se la dedicamos, y cuando yo fui a verlo a Buenos Aires supe que estaba en el sur... Por­que le gustaba irse al sur. De allá la trajo a Eva Duarte, que le dio muchos dolores de cabeza porque era medio testaru­da... La zamba se llama Díganle que yo la quiero, que es mía y yo lo hice figurar al hermano de Cuffaro. Fuimos con Cuffaro al poco tiempo y resulta que él había ido de una planchadora a llevar una camisa de frac... de esas de plancha. Y no lo pude ver. En el año 38, yo estaba en Montevideo y me dijeron: «Alunó Magaldi». Yo no lo quise creer... y des­pués lo vi en los diarios y en las revistas» (9).

NOTAS
(1)  Consérvase una libreta de enrolamiento argentina N; 236.001, donde se verifica que Carlos Gardel nació el 11 de diciembre de 1887 en Tacua­rembó, R. O. del Uruguay (V. fotografía en Apéndice Carlos Gardel, Li verdad de una vida. Armando Defino. Fabril F.dit. S.A. Bs. Aires, 1968). El periodista Erasmo Silva Cabrera «Avlis», afirma con pruebas de importan­cia surgidas a raíz de una encuesta personal, que Gardel era uruguayo (V. Erasmo Silva Cablera. Carlos Gardel, el gran desconocido. Edic. Ciudadela. Montevideo, 1967). Por otra parte, sus legatarios sostuvieron, mediante pruebas documentales, que el gran cantor había nacido en Francia. En cuan­to a Ignacio Corsini, se sabe que «nació en Italia el 13 de febrero de 1891. No conoció a su padre, y su madre inscribió su nacimiento en el pueblo de Troina, provincia de Catania, Sicilia, pero se suponen su origen o su ascen­dencia de la Alta Italia, dados su figura muy rubia, ojos celestes y espigada estatura. Su nombre completo era Andrés Ignacio Corsini» (Historiando a Ignacio Corsini, caja Odeón N° 5234/6. Vol. 1. Bs. Aires, 1974).
(2) Julio Schiavone, id.id.
(3) Julio Schiavone, id.id
(4)Osvaldo Berrini, id.id.
(5)Osvaldo Berrini, id.id.
(6)Osvaldo Berrini, id.id.
(7)No se sabe si Magaldi tuvo influencia en ello, pero lo cierto es que el 12 de septiembre de 1924, Rosita Quiroga grabó en Víctor el tango de un autor rosarino, Eduardo Pereyra (El Chon) con letra de Celedonio Este­ban Flores: Nunca es tarde.
(8)Alfredo Franchi, id.id.
(9)Julio Schiavone, id.id.

Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el Capitulo 4, del Tomo 6 . Editorial Diario La Capital del año 2009, es la primera edición.