Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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jueves, 24 de noviembre de 2011

El lago de los Botes ( Cuento)


por Edgardo Dobry


Una vez al año lo vaciaban
—pues de lo artificial se burla la Natura
tocando con su vara de hediondez y podredumbre.
Entonces se podía caminar
hasta la isla que había en medio
en un Éxodo apenas estorbado
por los abotargados vigilantes del parque.
Se iba allá a remar: era el lago de los botes.
Cuando de veras lo anegaban
la diversión entera consistía
en dar vueltas en torno de la isla,
en pellizcar los largos plumerillos
y agachar la cabeza justo a tiempo
de esquivar el puente o en tirarse
migas de sandwich entre una nave y otra.
Era un anillo oscuro entre los yuyos altos,
una agua tan opaca que parecía profunda,
tan quieta que el miedo alimentaba
a su fauna de larva y renacuajo.
Al lado del embarcadero, rodeado de columnas
con capiteles corintios que no sostienen nada,
 empedrado de losas
de moho maculadas y de charco verde,
un cisne rechoncho de cemento,
el cuello de alambre ya pelado
 y retorcido varias veces.
Era toda nuestra mitología
en una ciudad sin más historia
que una decrépita promesa de futuro.
Los botes de los besos primos
y en todas las casas siempre había
el rústico retrato de una boda,
el laguito en el fondo del paisaje.
Algodón de azúcar pringado en la memoria,
manzanas confitadas de un domingo,
se iba allá a remar, era el lago de los botes.

Fuente: Publicado en la Revista de “Rosario Ilustrda” Guía literaria de la ciudad Editorial Municipal de Rosario 2004.-

martes, 22 de noviembre de 2011

La Montañita ( Cuento)

por Barbijo*


Lejos del ruido esgunfiador al cohete
y con el berretín de vida pura,
a la orilla de un lago de juguete
se levanta tu cumbre en miniatura.

Montañita: Ya estás en decadencia
 y ya no tenes pinta de Recreo.
 Todos te olvidan pero ante esta ausencia
 yo te ensoco mi música de reo.

Te han espiantado ya de tu memoria?
Te amuraron, sin nada que te enmarque?
¡ A vos que fuiste de los niños gloria
Y monumento vegetal del Parque!

Resto de la ciudad, hay todavía
dos secretos que tu figura encierra:
un cono fiel a tu melancolía
y un círculo que es tumba de tu tierra

En el medio de un triángulo preciso
 —cancha, hipódromo, lago— sos el centro
del "carrousel" plateado del Hechizo
que juega con mi sangre, muy adentro.

Estampa antigua; tengo tu silueta
bien metida en mis ojos sin halagos
mezclada con la límpida viñeta
de Iguazú que era pingo de estos pagos.

Como toda montaña, tu costumbre
 fue contar las estrellas una a una
 y para la ciudad tuvo tu cumbre
 muy fijo el sol, pegada bien la luna.

Punta gastada hoy, no entras al cielo;
ni engrupís a la luz de la mañana;
arrinconada estás en tu recelo;
 nada junas de la milonga urbana.

En tu rincón de olvido no te queda
más que una pinta de caricatura,
aunque a veces los árboles de seda
adornan tu minúscula figura

 y los burreros del Independencia
y los del fútbol —en su inmensa gríta­
te quieren animar con su presencia.
. ¡pero no hay caso vieja Montañita!

Estás muerta—bien muerta—. No se alza
 ni se ve en tu favor ni un solo gesto.
Te resucito en verso que te ensalza
 pero lo mismo te darán el pesto.

* Barbijo fue el seudónimo con el que Fausto Hernández firmó sus únicos cuatro poemas dedicados a la ciudad. Al ocultar, su nombre, ocultó también su verdadera identidad poética, definida en sus libros “Pampa y Río” por la armonía y el léxico refinado, y tan distante del lunfardo como de los temas urbanos.


Fuente: Publicado en la Revista de “Rosario Ilustrda” Guía literaria de la ciudad Editorial Municipal de Rosario 2004.-

viernes, 18 de noviembre de 2011

La montaña del Parque Independencia ( Cuento)


por Luciano Stein *

Adolfo. — ¿Quién ganó? ¿Quién ganó? Lola. —¿Quién si no Ernesto?
Pancho. —¡Te felicito, hermano! Con razón en Inglaterra le dan whisky a los caballos.
Pérez. —Si parecías Singrosi. ¡Qué virajes, hermanito! Consuelo. —Di mejor qué visajes. ¡Mírenlo cómo ha quedado!...
Ernesto. —Es que me siento medio mareado.
Adolfo. —Claro, las alturas marean. (Tomándole la botella.) ¡Y el co­ñac! (Bebe un tragoyle ofrece a Ernesto, que bebe y le vuelve la botella.) Eso te compondrá. A la salud del Zar de Rusia y de las damas presentes. (Bebe.) Toma tú, Consuelo...
Consuelo. —¡Y de los ausentes! (Bebe también.)
Adolfo. —Non tócate a la Regina, que si nos vieran algunas ausen­tes... Qué te parece, Ernesto, si te viera tu mujer, por ejemplo... La pobre Luisa (burlón), la pobre Luisa que a estas horas estará desve­lada esperando la vuelta del bueno de su maridito... ¡Ja, ja, ja! Lola. —¿Y tu novia?
Adolfo. —¡Ah!... En cuanto a Adela, la pochocha mía, estará roncan­do como un ángel y soñando con la felicidad que le espera. (Risas.) ¡Y si supieran!... (A Ernesto.) Si nos vieran, hermanito... ¡La verdad es que somos unos bárbaros! Vamos a ver, Ernesto; tú tienes una mujer que es un ángel... una excepción entre las mujeres casadas, que nunca ha tenido la buena idea de darte celos. ¿Por qué la engañas?
 Pancho. —¡Por eso mismo, tal vez!...
Adolfo. —¡Cállate tú! Que responda Ernesto... Dinos. ¿Por qué en­gañas así a tu mujercita?... (Ernesto hace un gesto de desagrado.) ¡Jesús, no pongas esa cara de marcha fúnebre!... ¡Estás muy viejo para hacer papelones!...
Consuelo.—Déjalo. (Irónica, abrazando a Ernesto por el cuello.) Di, Ernesto. ¡Si estás arrepentido te llevaremos a tu casita!... ¡Ja, ja, ja!
Adolfo. —¡Qué vergüenza! ¡Que no se diga!
Ernesto. (Reaccionando.) —¡Qué borrachos insoportables!...¡Lindo
momento para filosofías!...
Pérez. —¡Que hable! ¡Que dé su opinión!
Ernesto. —Pues bien. Dame un trago, Adolfo. ¿Ha habido algún hom­bre en el mundo que no engañara a su mujer? Adolfo. —¡Sí, señor!... ¡Uno! ¡Adán!... Que no le engañó porque no te­nía con quién... Pero ése no es el caso. ¿Por qué engañas tú a Luisa?
Ernesto. —Porque es una santa, porque no me da celos, porque me tolera sin protestar todas mis calaveradas... Por eso la engaño.
 Adolfo. —De modo que si fuera una arpía le guardarías fidelidad.
 Ernesto. —No, entonces la engañaría por insoportable, por fastidio­sa, por mala... ¡El mundo es así!...
Consuelo. —Palo porque bogas y porque no bogas palo. De modo que...
Adolfo. —De modo que el matrimonio es un pretexto para burlar a las mujeres. ¡Pobres mujeres!... Consuelo. —Y para burlar a las queridas. Ernesto. —¿Cómo?
Consuelo. —Claro. ¡Con el pretexto de que son casados nos enga­ñan ustedes con sus mujeres! ¡Pérfidos!...
Adolfo. —¡Bien! ¡Bien! Ese argumento vale un trago. ¡Che, Ernes­to!... ¡Por el amor libre!... (Bebe.)
Ernesto. (Tomando la botella.) —Por los hombres libres.
Consuelo. (Id.) —¡Por las mujeres libres!... Y basta de brindis. ¡Al lago! ¡A remar! Adolfo. —¡Eso es! ¡A remar!... (Cantando.) ¡A beber, a beber y a remar!... ¡Eh, botero! (Vanse izquierda.)

Fuente: Publicado en la Revista de “Rosario Ilustrda” Guía literaria de la ciudad Editorial Municipal de Rosario 2004.-

* En 1902 el dramaturgo Florencio Sánchez trabajaba como periodista en Rosario y firmó con el seudónimo Luciano Stein la obra “La Gente honesta”, que satirizaba a ciertos políticos y periodistas  de la ciudad. Alertado de su contenido, el Concejo Deliberante prohibió una golpiza que no logró amedrentarlo. Ese mismo en Rosario, su célebre pieza Canillita.

miércoles, 16 de noviembre de 2011

CARTELERA DE TEATRO EN 1910-2011


1910  Durante este arto pocas son las compañías de importancia que actúan en el Colón. Sin embargo merece mencionarse la gran compañía italiana de operetas y óperas cómicas del célebre actor Julio Marchetti, tal vez la más completa que haya venido hasta ahora. Figuran en su elenco: Silvia Gordini Marchetti, Anita Yolanda, Ciña de Waldis, Tina de Arco, Margarita Dorini, Italia del Lago, Julio Marchetti, Dante Pinelli, Amadeo Granieri, Ernesto Cappa, Amaldo Fontana, Gino Tessario y el maestro Nicolás Ricci. Esta compañía dio veintinueve funciones en el mes de septiembre con veintinueve llenos completos, haciendo conocer, por primer vez en italiano La vedova allegre (La viuda alegre), II pipistrello (El murciélago), La Princesa del dólar y Sueño de un vals, en octubre realiza una provechosa temporada la compañía alemana de operetas de Augusto Papke, y en diciembre da un buen número de funciones una excelente compañía de vaudevilles.

1910: Notable es este año por las conferencias dadas por el eminente político francés Jorge Clemenceau; el eminente literato y senador español Cavestany; el ilustre sociólogo y criminalista, diputado italiano Enrique Ferri y los conciertos dados por el célebre violinista Kubeíick, constituidos en un verdadero acontecimiento artístico.
En abril abre la temporada la compañía dramática italiana de la eximia Clara Della Guar­dia con el primer actor Luigi Zoncada. Luego actúa la lírica italiana Schiaffino - Tufanelli, dirigida porel maestro Frattini, con las sopranos Dina Tofani; tenor Pietro Navia; baríto­nos Ardito y De Franceschi y bajo Lombardi.
En mayo realiza una magnífica temporada la compañía Gran Guic-nol de Alfred Sainati y Bella atarace. En julio se registra un nuevo éxito con la compañía lírica italiana dirigida por los maestros José Barone y Arturo Padovani, que entre otras, realiza el estreno de Salomé, la famosa ópera de Strauss con los siguientes cantantes: sopranos: Gerónima Bellicincioni, Cecilia Gagliardi, Medea Santarelli y Felina Dereyne; soprano ligero: Josefina Bevignani; medio soprano: Virginia Guerrini y María Mazzi; tenores: Constantino De Tura, Mariani y Schiavazzi; barítonos: Galeffi y Anceschi; bajos: Walter, Rossi - Serra y Fiori. En agosto, actúan la compañía dramática italiana de Giovanni Grasso, con la Bragaglia y Musco, y la dramática española de la Guerrero - Díaz de Mendoza, con la Barcena, San­tiago y otros. Esta última compañía estrena En Flandes se ha puesto el sol.

1910: Abre la temporada en abril la compañía española de operetas y zarzuelas de Sagi Barba, mientras que, en el mes de mayo realiza una magnífica temporada una gran compañía lírica italiana, traída expresamente de Europa para las fiestas del Centenario. Forman parte de esa compañía, las cantantes Paula Koralec, Felisa Orduña, Olga Simzis, José Armanini, Antonio Saludas, Arturo Bomboli y Arturo Falcone en calidad de director. _ Hacia los meses de junio, julio y parte de agosto, trabajan en la Opera las compañías: dramática española del eminente actor José Tallaví; la del no menos eminente Enrique Borras y la española de comedias de Juan Balaguer y Concha Cátala. A fines de agosto debuta una compañía de operetas alemana de Arturo Peiskery en septiembre la gran compañía italiana de operetas Cittá di Milano, realiza una larga y provechosa tempora­da, tntre los principales artistas, figuran: Ida Abril, Emma Veda, Gino Vannutelli y Peri-cles Palombi.
Llega a su fin esta temporada con dos conciertos que ofrecen la violinista Miss Eva Anthony y la cantante Miss Margareth Vereker.

1911:  Se inicia el año teatral con la compañía lírica italiana Schiaffino - Tufanelli, integrada por Rotoli, Biloro y otros. Sigue en julio la compañía italiana de operetas Maresca Caracciolo, con la primera tiple Elodia Maresca y el tenor Polisseni.
En agosto hay cuatro recitales con un éxito de concurrencia superior a toda expectativa, que lleva a cabo el trío compuesto por Felia Utvinc (canto), Lucier Würmser (piano) y Joseph Holmann (violoncelo).
A principios de septiembre ofrece tres espectáculos la compañía lírica italiana proveniente del Colón de Buenos Aires, dirigida por el maestro Eduardo Vitale, con las sopranos María Barrientos, Elvira Gonzaga; medio soprano Flora Perini; tenores Bonci y Pintucci; •barítono Titta Ruffo y bajos Ladikar y Paterna. Estrénase Hamleto, con Titta Ruffo de protagonista. Bonci, a pesar de los cuidados que se le prodigan no puede cantar por estar afectado de una inflamación bronquial rebelde a todo tratamiento. La compañía dramática italiana Mariani - Calahresi, una de las más completas del teatro italiano, clausura la temporada. Haciendo conocer la obra Les Marionettes, actúan Teresa Mariani, Giannina Chiantoni, la Rizzone, Sabbatini, Calabresi y otros.

1911: Este año señala para el Teatro La Opera un excepcional movimiento artístico, con la presencia del ilustre maestro Mascagni, y de artistas de mucho valor como habrá de verse por los elencos de las compañías. Comienza la temporada en el mes de abril con la compañía española de operetas de Manuel Casas, figurando en ella ventajosamente -como primera tiple y soubrette, respectivamente, - las hermanas Suárez. Sigue en mayo la compañía italiana de operetas bajo la dirección de Vitale.

Pasada la euforia de los festejos del Centenario en 1910 y escuchada la propuesta del senador nacional Estanislao Zeballos en 1912 de crear cuatro facultades en Rosa­rio, la norma de sufragio único, secreto y universal tiene su primera experiencia en la provincia de Santa Fe el 31 de marzo de 1912 cuando se consagra la fórmula radical Manuel Menchaca - Ricardo Caballero.


Fuente: Fragmento extraído de Libro Rosario era un espectáculo “¡ Arriba el Telón”! de Héctor Nicolás Zinni . Ediciones Del Viejo Almacén . Año 1997

lunes, 14 de noviembre de 2011

EL REY DE LAS FUGAS ( cuento)


Por Héctor Sebastinelli

Por las ventanillas desfilan esquinas, semáforos y postes, que parecieran desaparecer detrás del ómnibus. De pronto me pasa por la cabeza la absurda historia de Panchito Villarino, "El rey de las fugas", que vivió toda su vida entre rejas. Aquel pobrecito que no fue un delincuente, ni siquiera "scruchante" o "descuidista", intentando hacer la diaria en algún ómnibus repleto; un ómnibus como éste que cada mañana me descarga en el trabajo y amontona personas cansadas que marcarán el reloj antes de las ocho de la mañana.
No sé por qué, pienso en él. Pobre Panchito al que desjerarquizaron negándole hasta el prontuario. Esa pequeña historia de los condenados a desangrarse espiritualmente, lentamente, día tras día, detrás de las rejas. A Panchito lo condenó la crueldad de una sociedad que lo creyó muy divertido y ocurrente.
El ómnibus corre por la calle-intestino de Rosario en busca del centro. Y precisamente esta ciudad de prontuarios y cloacas politiqueras, no vaciló en robarle su sagrada libertad a Panchito Villarino encaprichado en gritar que era un payaso. Esta ciudad que, además de sus méritos, muestra vergüenzas que no puede borrar y sobrelleva re-signadamente, porque son cicatrices. Y entresacamos, de entre sus prontuarios, de la década del veinte, a los rufia­nes que organizaron sociedades mutuales como la Zwi Migdal, con sede en una lujosa mansión de Córdoba al 3200, en Rosario, que llegó a coordinar la explotación de 2.000 prostíbulos en todo el país, enriqueciendo a sus 500 socios. Y lo dejamos ahí. Tiramos del cordel y aparece la "maffia", cuyo jefe "Chicho Grande", don Juan Galiffi, era rumboso propietario de bodegas en Mendoza y San Juan, de un aserradero en Buenos Aires, de caballos de carrera y de la concesión del juego en el Club del Progreso. Pegadito aparece "Chicho Chico", don Alí ben Amar, atildado y elegante, al que mandó a asesinar, vinculado a la mejor sociedad de Santa Fe y Rosario. Estos jefes de la maffia rosarina, la "Onerovole Societa", fun­cionaron a plena máquina hasta 1932, siendo respetados y respaldados por ciertos jueces y políticos en onda. No en vano don "Chico Grande" presumía de su poder en­tre los paisanos mafiosos que casi todas las tardes lo acompañaban en el Mercado Modelo a comer salchichas napolitanas regadas con abundante y grueso vino de barrica. Y estos cosos andaban sueltos y con prontuarios. A Panchito ni papeleta. Qué barbaridad. Ya sé, no me lo diga. Lo encerraban porque divertía a la gente. Una y otra vez lo encerraron sin misericordia. Porque Panchito alcanzó a fugarse treinta y seis veces en sus veinte años de vida. La friolera de treinta y seis veces nada menos. Una de esas veces se fugó con treinta compinches y mezclados con los disfrazados y murgas que atronaron la última noche de aquel famoso "Corso Internacional de Carballo", allá por el cincuenta y nueve o el sesenta. Una proeza, casi imposible. Pero al final los encanaron a todos. Y tampoco entonces creye­ron a Panchito Villarino digno de un sumario con su correspondiente prontuario.
El ómnibus carga más gente. Arranca rechinando. Dobla por el intestino grueso de Corrientes hacia el nor­te. A mi lado bosteza una mujer joven. Exhala mal aliento y olor a pelo sucio. Seguro que debe tener un flor de cuerpito. Un viejo me tose en la nuca. Lo pienso viejo por la fragancia a toscano de hoja. ¿Y por qué se me ocurre pensar en Panchito veinticuatro años después, en el pasillo de un ómnibus mugriento, rodeado de ojos legañosos y gente desagradable? Es que yo lo quise mucho. Solía ir a verlo, los domingos por la mañana, acompañado por mis hijos muy pequeños. Ellos llevaban masitas y caramelos. Panchito nos reconocía desde lejos y saludaba cariñoso. Jamás lo olvidaron. En casa siempre admiramos su indomable y alucinado amor por la libertad.
Esta ciudad, este lugar de mercenarios, no quiso escuchar su grito ancestral de libertad. Lo soterró a un paisaje de rejas. Pero no fue la ciudad, fueron miedosos de la historia. ¿Pero acaso la historia no es la forma desfigurada de prontuarios y lugares? Por ejemplo el prontuario número 26.981, que en la Jefatura de Policía corresponde al
ciudadano Roberto Gordillo, nacido el 9 de junio de 1910, (a) "El pibe cabeza", famoso pistolero acusado de violación, lesiones, rapto, asaltos reiterados, homicidios e incendio, que se constituyó en el enemigo público N° 1 del país, junto a Antonio Caprioli (a) "El vivo" y Felipe Cherrubia (a) "La chancha", que pasaban las tardes despuntado naipes y ginebras en el Bar Victoria, "El último boliche", de Jujuy y Bulevar Oroño, que da título a uno de los cuentos de este libro. Los tres criminales con sus respectivos y voluminosos prontuarios. Al "Pibe Cabeza" lo mataron el 9 de febrero de 1937, en la esquina de Juan B. Alberdi y Guardia Nacional, en la Capital Fe­deral, en feroz duelo de artillería con la policía. Murió en su ley. Y a este rosarino lo recordamos con una pelí­cula protagonizada por Alfredo Alcón, en 1975, bajo el fantasioso guión de Beatriz Guido y Torre Nilson. ¿Qué les parece? La Biblia pegada al calefón. Deduzco la importancia que puede depararnos en el momento más inesperado el contar con un buen prontuario.
Un gusto agrio llena mi boca. No recuerdo haberme cepillado los dientes antes de salir. En algún bolsillo tengo pastillas de menta. No puedo moverme. El ómnibus se detiene en 9 de Julio. Baja gente. Y aprovecho para correrme a las puertas de atrás. Ordenadamente, domesticado. ¡Qué hondamente triste es saberse parte del rebaño! Decir cada mañana, sí señor; está bien, como usted diga, señor. Panchito Villarino, jamás hubiese sido rebaño. Qué esperanza. Pienso en el hato de cobardes, asalariados, en 46 tregadas y sometidos, que todos los días nos apretujamos en este ómnibus al infierno. Y recuerdo que Panchito Villarino prefirió morir tuberculoso tras las rejas antes que renegar su libertad. ¿Cómo podremos, entonces, en­tender el descabellado sueño del loco trepador de muros, árboles y cabriolas que todos aplaudíamos? ¡Qué tipazo Panchito Villarino!
El ómnibus va quedando vacío. En Urquiza me bajo. El viejo del toscano lo lleva en la boca, apagado. La cajita de fósforos, en la mano derecha. Hoy tengo que entregar terminado el informe. Qué feo es saberse rebaño, incapaz de intentar una sola de las treinta y seis fugas de Panchito Villarino, que murió de rebeldía bacilar en 1964, entre las rejas de su jaula en el jardín zoológico del Parque Independencia de Rosario. Porque Panchito fue alegría de dos o tres generaciones de chicos y grandes de Rosario, que  perdíamos horas frente a los barrotes atrapados por sus morisquetas y travesuras inocentes. Este fue el temible delincuente al que los guardianes no se animaron a fabricarle un prontuario, pero sí un epitafio. Llegué a destino. Me apuro en descender. ¿Por qué tuve que evocar esta mañana al inefable Panchito Villarino? Camino despacio. Mañana mismo presentaré la renuncia. Estoy saturado de escleróticos y perversos. Sólo entre­garé mi renuncia al viejo carcelero. Callaré palabras. Ahora, hoy, sé porqué en mi corazón despertó una, gracias a Dios, de las treinta y seis fugas de Panchito Villarino, mi hermano o tal vez el tuyo. ¿Qué tipazo Panchito! Af entrar al zoológico del Parque de la Independencia en fosar inmediatamente a la izquierda, junto a la fuente y sobre, un cantero, puede apreciarse una pequeña lápida, ¿que reza textualmente: "PANCHITO VILLARINO - EÍ- REY DE LAS FUGAS " Monito que durante muchos años alegró con sus travesuras a los visitantes de este zoológico. Quienes tuvimos el deber de cuidarlo recordamos con una sonrisa sus 36 fugas. Nuestro deseo fue que al  permaneciera aquí entre nosotros".
Tengo la seguridad de que Panchito está en otra parte En el  reservado a los dignos, a los libres.
Mañana les tiraré mi renuncia.

Fuente: Publicado en el libro “Cuentos Imposibles” – Autor Héctor Sebastianelli  de publicado Abril 1990 Editorial UNR.

lunes, 7 de noviembre de 2011

Rosario y la Mafia - 2° Parte


Por Javier Etcheverry

El secuestro extorsivo puede dividirse en diferentes aspectos o etapas. Primero, se realizaba la labor de inteligencia para conocer el medio en el cual se movía la víctima. En esta fase se contactaba al entregador, alguien cercano a la víctima y que también solía estar ligado a la organización mafiosa. Este tipo de sujetos nos recuerdan a los "vichadores" (blancos renegados o comerciantes compradores del ganado y otros productos robados) que servían de informante y entregadores a los malones indígenas en el siglo XIX en el ámbito de la llanura pampeana. Luego, se procedía a la captura de la persona elegida a través de la menor violencia posible. Seguidamente se le trasladaba al lugar de ocultamiento, generalmente casas de particulares, donde permanecería hasta el pago del rescato. Una cuarta etapa era el pedido del dicho rescate a los familiares de la víctima. Solían enviarse cartas escritas por las mismas víctimas rogando por el pago del rescate y expresando que se hallaban bien. Una vez que los parientes accedían a tal requerimiento, se les daban una serie de complejas instrucciones para evitar cualquier trampa que se les quisiera tender a quienes iban a recoger el dinero. Por último venía la liberación del cautivo y el reparto de la plata entre los miembros de la banda.
       La mafia local utilizaba para sus operaciones (reuniones, ocultamiento de los cautivos) domicilios particulares o lugares de trabajo pertenecientes a sus miembros. Como decíamos anteriormente, parece que la mafia no invertía en calidad de grupo, debiendo así recurrir a medios particulares para efectuar sus tareas.
       La organización mafiosa local se fue diferenciando internamente con el tiempo. Al principio los mafiosos eran todos personas humildes, recordemos por ejemplo que Juan Galiffi se instala en el país como simple agricultor. Luego, la mayor habilidad de algunos para las actividades delictivas y económicas en general hizo que se convirtieran en capos destacados, mientras que el resto de los mafiosos eran meros subordinados que acataban las órdenes de aquellos por temor, interés económico o respondiendo a deudas contraídas. Entre los capos y sus subordinados se establecían lazos clientelares que hacían de la mafia una "gran familia". Las disputas internas o las confesiones de mafiosos presos que quebraban el código de la organización (la omertà) atentaban contra la unidad de esta familia extensa.
       Los primitivos lazos que unían a los mafiosos locales eran la procedencia de un mismo lugar (el "paisanaje") --a veces hasta de una misma aldea-- y los vínculos familiares. Así, en las crónicas policiales suelen aparecer implicados varios hermanos (por ejemplo, los Vinti o los Curaba), las esposas, cuñados u otros familiares.
      El relato del verdulero Luis Buttice acerca del secuestro de los menores Nannini y Gironacci de Arroyo Seco nos da una idea de cómo se organizaban este tipo de operaciones. Buttice, como el lechero Gallo en el caso Martin, no era un mafioso activo. En su declaración a la policía cuenta que poco antes del secuestro de los menores había sido apalabrado por un amigo y paisano, Felipe o Juan D'Angelo, cuando se hallaba en el barrio de los prostíbulos (Pichincha). D'Angelo iba acompañado de otra persona, "Chicho Marrone" (es decir, "Chicho Chico"). Ambos le propusieron una "changa": albergar a dos menores secuestrados. Buttice afirma que en primera instancia no aceptó y que una vez concluido el reparto de verdura se dirigió con su carro al hogar, Ituzaingó 4020. Delante del portón de su casa estaba estacionado un automóvil, con Marrone en su interior y D'Angelo junto al portón. Cuando ingresó a su domicilio se topó con Romeo Capuani y Santos Gerardo y con los dos menores secuestrados.
      El primer secuestro conocido efectuado por la mafia local fue el del joven cochero José Sabater o Zapater, de origen catalán.
Fuente: http://www.abarcusrosario.com.ar/hist_ros.htm

jueves, 3 de noviembre de 2011

Rosario y la Mafia - 1° Parte


Por Javier Etcheverry

     A fines de 1910 llegan a la Argentina siete sicilianos que declaran ser cultivadores de olivo. En sus documentos no se registran antecedentes delictivos. Años después los apellidos de estos inmigrantes aparecerán en la crónica policial como mafiosos. Estos siete italianos que el 12 de diciembre de 1910 se registran en el Hotel de Inmigrantes de Buenos Aires son: José Albarracín, Giuseppe Ambrosetti, Pepe Anchoristi, Luisiano Garccio, Benito Ferrarotti, Felipo Dainotto y Juan Galiffi. Este último llegó a ser el capo máximo de la mafia en Argentina, siendo apodado "Chicho Grande", y fue el padre de la célebre Agata Galiffi.
      La mafia local inició sus actividades aparentemente en la década de 1910, dedicándose al cobro de "colaboraciones" entre los comerciantes de origen siciliano, primero, y luego a otros de diversa procedencia. Al poco tiempo se agregó la práctica del secuestro extorsivo y el control del tráfico de verduras.
      Es difícil saber cuantas personas se vieron afectadas por el accionar mafioso debido al temor de las víctimas en denunciar a quienes les amenazaban. Además, la policia no contaba con una buena imagen entre la población, que solía considerarla ineficaz y corrupta. Justamente, una de las causas que explicarían la importancia de la mafia en Rosario sería la mala calidad de la policía local.
      A partir de 1916 comienzan a aparecer en la prensa rosarina referencias al accionar mafioso. Por ejemplo, se informa del atentado sufrido por el almacenero Félix Rioja en la puerta de su negocio, ubicado en la esquina de 9 de Julio y Rodriguez. Esta zona ser un escenario repetido en la crónica mafiosa local. En la misma, por ejemplo, caerá abatido el periodista Alzogaray y será secuestrado el áuriga Sabater o Zapater. Volviendo al caso del Sr. Rioja, éste habíase negado a pagar una contribución de $5000, que se le exigía en un anónimo, a pesar de las amenazas contra su persona en caso de no abonar aquella suma. En represalia un mafioso en bicicleta le disparó dos tiros de revólver que no dieron en el blanco. Era común que los mafiosos amenazaran también a la familia del potencial contribuyente. Las intimaciones por escrito solían venir acompañadas por puñales, calaveras u otros signos macabros. También era común que aparecieran firmadas por la Mano Negra, sello creado por cualquier mafioso o grupo de ellos para atemorizar a la víctima.
      La mafia en sus inicios elegía víctimas de recursos bajos o medios, pero con el correr de los años apuntaría al secuestro de personas de gran fortuna, como Marcelo Martín o Abel Ayerza. En general, los secuestrados recibían buen trato.  Los mafiosos no querían dañar a la víctima, puesto que el negocio radicaba en devolverla sana y salva a cambio del rescate exigido. Si la víctima recibía algún daño o era asesinada se perjudicaba la credibilidad mafiosa y la familia del potencial secuestrado no tendría la certeza de volverlo a ver vivo aunque pagase el rescate. La muerte de Abel Ayerza, por ese motivo, perjudicó mucho la imagen de la maffia en tanto organización respetuosa de un cierto trato.
      El dinero obtenido por los secuestros se repartía de manera desigual. La mayor parte correspondía al capo de la banda y el resto se repartía entre quienes secuestraban y albergaban a la víctima. Parece que la mafia local no invertía en calidad de organización el dinero obtenido por sus actividades, sino que cada mafioso disponía particularmente de los beneficios.
      Era común que se organizaran en el ámbito mafioso "listas de suscripción" para ayudar a algún compañero detenido o perseguido por la policía. Cabe recordar que tales listas de suscripción eran comunes entre los grupos anarquistas o sindicalistas, y solían publicarse en los periódicos obreros. Cada contribuyente aportaba de acuerdo a sus posibilidades. Así, tanto la mafia como las organizaciones proletarias apelaban a la solidaridad. En el caso de la mafia se trataba de una solidaridad entre paisanos mientras que en el de las organizaciones revolucionarias era una solidaridad basada en la clase social o la simpatía ideológica.
Fuente: http://www.abarcusrosario.com.ar/hist_ros.htm

martes, 1 de noviembre de 2011

LA MAFIA


Relacionada con la colectividad italiana por el origen de algunos de sus miembros más notorios, como el tristemente famoso Juan Galiffi, conocido como Chicho Grande, la mafia argentina fue, sin embargo, repudiada por la mayor parte de la enorme masa de inmigrantes que había llegado a la Argentina en búsqueda de un bienestar logrado merced al trabajo honesto y sacrificado.
Sin embargo, los orígenes mismos de la organización delictiva en el país -y espe­cialmente en Rosario, donde se instalaron sucesivamente los dos grandes capos, Galiffi y Ben Amar del Sharpe, Chicho Chico- deben rastrearse en Italia misma, donde los códigos de la maffia siciliana y de la camorra napolitana pusieron en funcionamiento una maquinaria delictiva y criminal vigente hasta nuestros días.
Los protagonistas de los secuestros y crímenes que ocuparon las primeras planas de la prensa argentina entre 1925 y 1938eran mayoritariamente italianos -e incluso lo fueron algunas de sus víctimas-, tratándose de una verdadera cofradía integrada por choferes de autos de alquiler, coheras, artesanos de oficios diversos e inmigrantes deseosos de obtener -por cualquier vía, aún la del delito-un rápido ascenso económico. El secuestro de Abel Ayerza, sobre todo -por la destacada figuración social del mismo y por sus vinculaciones con el poder político nacional-puso en marcha un efectivo operativo policial y judicial que permitió él desmantelamiento de la organización, que había podido subsistir, en gran medida, por la complicidad de jueces y policías, ganados por la mafia a través de prebendas económicas.
La triste celebridad alcanzada por los mañosos no pasó sin embargo de ser sólo un episodio sórdido en la historia de una colectividad laboriosa y dinámica como la italiana, que -como lo hiciera la judía con aquellos de sus miembros involucrados en el negocio de la prostitución y la trata de blanca- repudió a esos indeseables y trató de aislarlos de su seno. La mitología ciudadana, empero, dejó los nombres de Chicho Grande, Chicho Chico y de Agata Galiffi, "La flor de la mafia", incorporados para siempre a la historia de Rosario.
Fuente: Artículo publicado en la Revista “Rosario Historias de aquí a la vuelta” La colectividad italiana. Autor Alicia Megías Fascículo Nº 22 de agosto 1992