Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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jueves, 7 de agosto de 2014

ARROYITO, ALBERDI Y PAGANINI



"Si es tarea difícil explorar lo anímico en el propio yo, mas arduo resulta percibirlo e Interpretarlo en una comunidad Inmensa".
Domingo F. Casadevall
Dando un salto desde el límite Sur al límite Norte de la ciudad de Ro­sario, el característico barrio de Arroyito, con sus bucólicas posibilidades, es, en 1920, un tranquilo remanso conocido por muchos personajes de la ciudad. Dejamos la pintura a cargo de un veterano periodista rosarino, Justo Palacios, lamentablemente fallecido el 21 de setiembre de 1978:
"—Yo me crié en medio de Arroyito, donde acudían los mas raros indivi­duos que tenía la ciudad entonces. ¡Claro!, ahora les decimos raros, pero antes no tenían nada de raro los payadores, los tahúres, los cuchilleros, los guapos y los caudillos que allí se mezclaban con los quinteros, chaca­reros, alhamíes, troperos y demás gente.
¿En que época empezás a tener memoria de esto?
—Desde comienzos de siglo. Mis padres tenían un negocio amplísimo que era panadería —"La Española", se llamaba—, salón de baile, lechuza, chocrón, billares. Esteee . .., también otras de las habitaciones servían para el juego del monte. Y yo, casualmente amigo Zinni, me encargaba —tenía mas o menos de siete a ocho años—, de cobrar veinte centavos cada vez que salía el rey, el rey . . . Entonces me crié con muchos de esos persona­jes, pero verdaderamente de extraordinaria capacidad en la rapidez men­tal. Entonces, había que estar con esos hombres para comprender que ese tiempo debe quedar muy grato en la memoria del pebete que vio todo aquello que, mas o menos, estaba separado de la vida normal de un chico común.
—Es el momento en que florece el uso de la razón, cuando el chico capta todo inmediatamente, ¿no es cierto?; y quedan recuerdos para toda la vi­da ...
—En verdad. Y más que a mi me gustaba ... Porque llegaban, entre ellos, personajes de la talla de don Ricardo Caballero, llegaban . . . que después fue Jefe de Policía, llegaban en coche y trayéndolos . . . gallos de riña a los que cuidaban con esmero, con una . . . que quizá no volcaban tanto afán en otras cosas de su diario vivir.
¿Dónde estaba ubicado el negocio?
—Estaba enclavado en Aguas Corrientes, se llamaba entonces, porque a dos cuadras estaba lo que hoy en día todavía se encuentra allí: las instala­ciones de Aguas Corrientes . . . Obras de Salubridad le llaman ahora, que están en bulevar' Avellaneda entre French, Aguas Corrientes y Juan José Paso.
-Desde esa arista empezaste a vivir todos aquellos años, y muchos suce­sos también.
—Y todos los sucesos que convergen, que convergen ahí porque mi casa estaba permanentemente llena de ruidos y de los comentarios mas diver­sos. Recuerdo también con preferencia, un copetín que yo servía siendo chico ... me daban a mi. Era el clásico suissé, clásico suissé que debía hacerse en el estilo francés, como era la fórmula. –
-  El chorrito de agua finillito…
- Eso, ir cayendo la gota. Cuando salían los obreros de las Aguas Corrientes, venían ya a las once de la mañana y se tomaban como cincuenta va­sos de suissé antes de irse a sus respectivos hogares para el almuerzo. Se tomaban el clásico suissé ... eso me encargaba yo de prepararlo; era la ta­rea ... "1
Siguiendo hacia el Norte, muy cerca del barrio Arroyito, existe un pin­toresco pueblo llamado Alberdi recién incorporado al municipio de Ro­sario. W.G. Wéyland en su libro El Chalet de las Ranas señala: "En Alberdi, donde vivían tantos extranjeros, en especial anglosajones, proliferaban las sectas protestantes. Una de las más numerosas era la de los bautistas. También la más popular, porque periódicamente celebraba sus bautismos a orillas del río, espectáculo éste que convocaba a divertidas muchedum­bres de curiosos. En la playa erigían una tienda de lona, para que en su interior los neófitos se pusiesen unas holgadas túnicas blancas. A estas ce­remonias asistía la congregación en pleno, con más los infaltables músi­cos. Se oía un largo sermón y se entonaban himnos, y seguidamente el sa­cerdote, de riguroso negro, se introducía en el río conduciendo de la ma­no a un neófito. No bien el agua les llegaba a la cintura, se detenían. Jun­tos oraban un instante y, a continuación, el sacerdote sumergía al neófito tres veces, de cabeza, y lentamente emprendían el regreso.
"En la playa el flamante hermano era recibido con un batir de palmas, ósculos y aleluya. La operación se repetía con cada uno de los neófitos, de ambos sexos y de todas las edades, y, al concluir, volvían a entonarse himnos. Estos fervorosos creyentes aguantaban con asombrosa impertur­babilidad -o cristiano estoicismo, según se prefiera- el chichoneo soca­rrón y las pullas de los mirones, y fingían admirablemente ignorarlos. Lo prodigioso era que de vez en cuando lograban conversiones entre este pú­blico irreverente"3
Pero, algo mas había cerca de allí:
". . . Al pie de la barranca, y en terraplenes levantados mediante el desmonte de la misma, para evitar los efectos de las periódicas crecientes del río, extendíase una multitud de ranchos de paja y tierra, habitados por criollos de ínfima y miserable laya, casi todos pescadores y nutrieras.
Formaban una población marginal, una especie de submundo que el pueblo rechazaba y en el que se veían mujeres harapientas y ociosas, gan­dules que tomaban mate todo el día y chicos desnutridos y semidesnudos.
"Era allí donde los que querían pagar poco reclutaban chinitas para el servicio doméstico, donde los delincuentes hallaban refugio, donde suce­dían los más sórdidos dramas pasionales y donde el adulterio y los amo­res promiscuos e incestuosos constituían hechos triviales, cotidianos. Allí las parejas, que casi nunca pasaban por el Registro Civil, tenían corta du­ración, rara vez más allá del segundo o tercer hijo. Comúnmente los hom­bres, a su regreso de las islas, después de pasarse meses trampeando nu­trias, se encontraban con un intruso en el rancho, el cual les discutía no sólo la posesión de éste y de la mujer, sino además de la prole.
"Cada tanto damas de obras parroquiales, corajudas y retempladas de fervor misionero, osaban en sus incursiones llegar al rancherío, a persua­dir a los que vivían en pecaminoso concubinato para que legitimasen su unión, hiciesen bautizar los hijos y los mandasen a la escuela. Fracasaban en todos sus intentos, y tenían que poner los pies en polvorosa, rápida­mente, ahuyentadas por la repulsa de esta ralea soez e incomprensiva. No­sotros conocíamos a varios ejemplares de esta fauna barranqueril, y no precisamente de los peores ... "4
. . ."En el rancherío de la barranca tenían su vivienda borrachos famosos de ambos sexos. Como siempre ocurre, eran más abundantes los hombres que no se caracterizaban por ninguna originalidad sobresaliente: todo en ellos se reducía a la sucia dejadez propia de su condición, al idio­tismo alcohólico y, en algunos casos, al ánimo cuchillero y provocador. No así las mujeres, pocas y de edad madura, que ofrecían singularidades más pintorescas. Una había, de la cual no recuerdo el nombre, de mal vi­no, que llevaba una daga en la liga, bajo la pollera, y que bebía en los boliches en un pie de igualdad con carreros, matones y tipos de avería, haciendo y  aceptando convites de "tomo y obligo". Otra que, terminada su ronda la por los mostradores de cinc, pasaba casi todas las tardes frente al chalet rumbo a su rancho, era una vieja muy alta y enjuta, que arrastraba el ruedo embarrado. Cuando la veía a mamá, hacía una breve parada, para saludar y jactarse, en medio de hipos, de cosas que ya he olvidado, mientras se palmeaba con satisfacción el pecho o la barriga. Invariablemente decía: "Yo soy la Palmeña Figueroa . . . ¡ hic!” y voy a verlo a mi …”  Adán se llamaban, según ella, todos y cada uno de sus cambiantes  maridos, cualesquiera fuesen sus nombres verdaderos. Tras unas palabras cariñosas a Carlitos, a quien mamá tenía en brazos, continuaba, tiesa y trastabillarte su arduo trayecto hacia la barranca. La Palmeña Figueroa había encontrado el modo de bajar en los días de lluvia por los  resbaladizos senderos sin arriesgarse a un golpe o una caída: se sentaba en el suelo fangoso y se dejaba deslizar suavemente hacia abajo, como en un  tobogán".5
Fuera de la  barranca,”…  para ir al almacén yo tenía que pasar delante de la comisaría. Esta quedaba sobre la avenida y ocupaba un viejo y ruinoso caserón de una sola planta, construido según los cánones uniformes que, regían en la época en que se fundó el pueblo: de ancho portal y dos ventanas con rejas a cada lado del mismo, retirado unos metros de la línea catastral, y con un trozo de tierra al frente -para jardín - invadidos de yuyos. En la acera, contra la parecita del cerco, había un barco en el que a cualquier hora holgazaneaban dos o tres milicos: unos chinazos de inquietante aspecto, morochos y bigotudos, enfundados en ajadas de color azul marino, de cascos redondos con una punta metálica en la parte superior, como los que usaban los soldados alemanes del Imperio . . .".6
A orillas del Paraná, cruzada por la calle Alvarez Thomas, se agrupa la "Ranchada de los Vélez" lugar obligado de cuantas reuniones de distintas características se realizan y cuyo curioso origen —en cuanto a sitio para fiestas, asados y pic nics- relata alguien que tuvo mucho que ver con ello.
"—Allá por el año 1919 al 1920, yo trabajaba como mecánico en una Im­portante compañía de venta de máquinas de escribir y además tenía una academia para la enseñanza de dactilografía. Recuerdo que el gerente de aquella compañía, clon Francisco Alarma, me pidió que tratara de conse­guir un lugar de esparcimiento, para poder realizar una fiesta de fin de curso con los alumnos de la academia. Con un compañero llamado Rafael Pepió, nos dirigimos a la tarea de encontrar el lugar que se me había en­cargado. Nos dirigimos entonces, hacia Alberdi, en cuya zona, sobre las mismas barrancas del Paraná, ubicamos unos ranchos y tuvimos la suerte de dar con su propietario, el señor Juan Vélez, quien nos facilitó el lugar, Ideal para la fiesta programada".7
Quien testimonia sobre el origen de la Ranchada de Vélez es don Este­ban Peyrano8 veterano actor y realizador en la cinematografía rosarina nacida al calor de un entusiasmo poco común al llegar el primer apogeo del cine nacional, cuando las películas eran éxito seguro en los carteles.
"—La reunión resultó brillante. Contó con la concurrencia de unas seten­ta personas, entre ellas la presencia de mi padre, don Serafín A. Peyrano, cuya memoria es para mí un ejemplo de caballerosidad. Era mi padre un gran apasionado de la historia argentina, de las costumbres criollas y se encanto del lugar. Como amigo personal del señor Vélez, le propuso deco­rar esos ranchos y se dio de inmediato a la tarea, concurriendo en mérito de ello todos los sábados y domingos, por la tarde, a pintar esas paredes de adobe".9
Así quedan estampados mas de doscientos rostros de proceres, pensa­dores, payadores, etc., entre ellos el de San Martín con su clásico lema: "Serás lo que debes ser o no serás nada" 10; el de Pueyrredón, que ha de­jado para la posteridad aquel de "No es para todos la bota de potro"; y también los de Rivadavia, Sarmiento, Mitre y muchos más. Los ranchos se componen de tres cuerpos. En el patio, una torre—mirador ostenta la siguiente leyenda pintada por Peyrano padre: "Aquí se enseña a amar a la Patria". El lugar se presta al descanso y a la diversión. Rodeado de euca­liptos, el patio principal posee hamacas, juegos de sapo, canchas de bo­chas y otras para juego de taba. Hacia la barranca continúa una especie de calle bautizada con el nombre de Pescador Esquivel, en homenaje a la ha­zaña cumplida en el salvamento de "tres figuras importantes de nuestra sociedad, entre ellas el doctor José Lo Valvo".
"—Es Interesante destacar que en otros interiores había dibujos de carao ter humorístico. Recuerdo que en una de las paredes había una pareja de enamorados con una leyenda que decía: "Un día de vida es vida". Mi padre pintó toda la ranchada durante siete años, sin cobrar absolutamente nada. Lo estimulaba el entusiasmo por las cosas nuestras y, como historiador, reprodujo grandes batallas de nuestra independencia que eran apre­ciadas por la concurrencia, cada vez más numerosa. Además, mi padre bautizó esos ranchos con el nombre de Villa Mangoré, en homenaje al cacique que vivió allí, según la leyenda. También en ese lugar se gestó la fórmula Menchaca—Caballero. Eso dio lugar a una gran reunión, durante la cual se sirvió asado a la criolla". 11
La Ranchada de Vélez, célebre en toda la ciudad, es un rincón de la barranca muy popular. Lugar preferido para reuniones y fiestas, no sólo da instituciones, sociedades y escuelas de Rosario, sino también de otros puntos. También se celebran allí pie—nics organizados por políticos, entre los  que se cuentan Clorindo Mendieta, Víctor Vuela, Calixto Lassaga, Ricardo  Caballero, Benjamín Abalos y otros, quienes se deleitan con las recitaciones que hace el doctor Alberto J. Mazza a quien llaman El Pico de Oro..
"—Allí nacieron noviazgos y se bendijeron casamientos. Para estas fiestas se alquilaba un tranvía por $ 50., de manera que pudiera traer y llevar de vuelta a los Invitados" 12
    La expansión de la ciudad, que acaba de incorporar el 
distrito Alberdi,poco
después y siempre hacia el Norte, hará lo mismo con Nuevo Alberdi y  La Florida. Con ser estos distritos centros tranquilos y alejados del aje-propio de zonas mas densamente pobladas, no faltan, de vez en cuando, sucesos que agitan el paisaje y exaltan los espíritus:

". . . El sosiego pueblerino de la zona céntrica de Alberdi, se interrumpió de pronto por acontecimientos que me llenaron de estupor y excitada cu­riosidad. Las paredes se cubrieron, con antagónica profusión, de canelo­nes de papel en los que se leía, en unos "Vote Alvear—González" y en otros "Vote Ibarguren—Correa". Un cartel había, muy de mi gusto, que presentaba a un hombre de boina blanca, enérgicamente proyectado hacia  delante, en actitud de ofrecer a los transeúntes una boleta con las entonces para mí enigmáticas siglas "U.C.R."
Los tapiales, las baldosas de las aceras y los troncos de los árboles fueron inscriptos con leyendas parecidas, de alquitrán, pintura roja y cal. Dos casas sobre la avenida, a las que poco les faltaba para convertirse en taperas, lucieron encima del dintel escudos de latón, ovalados, que decían respectivamente "Unión Cívica Radical" y "Partido Demócrata Progresista". Sus revoques leprosos desaparecieron bajo capas de policromos afiches de
propaganda. En estos locales se reunía multitud de individuos que se pasaban
las horas charlando en voz alta y riendo estrepitosamente. Entre
ellos predominaban
los de tipo criollo y de apariencia humilde, mal entrazados y
de alpargatas . . .". Luego de haber sucedido un Incidente que dirimieran a tiros  grupos políticos, "le pregunté a mi padre qué significaba aquello, y me explicó que el primer domingo de abril se elegiría un nuevo presidente de la República, en reemplazo de lrigoyen".13
    Los recuerdos de Weyland van más allá del barrio de Alberdi. Siguiendo
hacía el Norte “un 1• de noviembre, día de difuntos, de sol rajante y muy caluroso, fuimos después de almorzar, en su bregue de Farina, por entierrados caminos, al cementerio de Paganini, población vecina situada en una zona de chacras de agricultores italiano 14 . Este paseo tenía como finalidad ver las insólitas costumbres que en esa fecha practicaban estos colonos inmigrantes, de las que tanto se oía hablar en Alberdi y cuyo fondo pagano, subsistente bajo una mera cascara de cristianismo, ahora advierto.
"En las calles próximas al humilde cementerio rural —un campito cir­cundado de alambre, casi sin árboles, en el que las cruces de hierro y ma­dera y las lápidas desaparecían ocultas por los yuyos— habían estaciona­do toda una suerte de vehículos de tracción a sangre: sulkys, volantas, jardineras, chatitas e imponentes carros para transporte de cereal. Tam­bién se veía alguno que otro automóvil precursor.
"El aire era de verbena. Pandillas de chicos rubios jugaban a la pelota, levantando polvo, y juveniles parejas de enamorados, de figura campesi­na, se paseaban de bracete, al rayo del sol. Dentro del fúnebre recinto un aluvión de familias que rodeaban las tumbas de sus muertos se habían ins­talado como para un pic-nic. Permanecían' allí desde la mañana, en la que llegaron con hijos y perros, cargados de flores, cestas de víveres y da­majuanas de vino. Su primera ocupación había sido desbrozar el sepulcro del nono, del padre o de la hija, luego adornarlo con las flores, encender las velas en su memoria y aliviar sus almas con interminables rezos.
"Al mediodía almorzaron con copiosas libaciones, y a nuestra llegada, en el rigor bochornoso de la siesta, congestionados y somnolientos, aguar­daban estoicamente el atardecer, en que, tras una nueva serie de rezos, montarían en sus carruajes para regresar a sus chacras. Entre tanto las mujeres conversaban de asuntos domésticos; una madre daba de mamar a su crío; los más jóvenes reían y bromeaban; alguno que abusó de la bote­lla dormía á la sombra de una pilastra, y varios abuelos, que en la embria­guez tendían a la tristeza, cantaban a coro, en un murmullo lúgubre y uniforme: La mia Sepoltura; La Partenza del Vapore y Questa Notte Vorrei Moriré".15
¡Quién iría á pensar que en aquel cementerio del pueblo de Paganini, hoy Granadero Baigorria, los rufianes judíos' habían comprado en aque­llos años el sitio para enterrar a sus muertos ...!



NOTAS
1    Testimonio de Justo Palacios tomado por el autor el 15.2.1976.
2    Alberdi. Distrito. Hist. Parte del antiguo distrito Arroyo de Ludueña y los pue­blos Alberdi y Sorrento, todos del departamento Rosario que pasaron a inte­grar el departamento San Lorenzo cuando se formó este por desmembración del primero en octubre de 1883. Hasta entonces la región había limitado al N. con el distrito San Lorenzo, al E. con el río Paraná, al S. con el municipio de Rosario y al O. con el distrito Bernstadt.
El distrito Alberdi fue creado en 1887 y el censo provincial levantado ese año le asignó 1.714 habitantes. Por ley del 31 de diciembre de 1890 y con motivo de la creación de nuevos departamentos y los correlativos cambios de límites, el distrito Alberdi fue incluido en el departamento Rosario. En 1895 se esti­maba que vivían n el distrito 5.200 almas, de ellas 1.200 en el pueblo. En las quintas y chacras, entonces en explotación, se cultivaba preferentemen­te maíz, trigo, mostaza, lino y papas. A fines de 1905 un grupo de vecinos del pueblo Alberdi, partidarios de anexarlo al municipio de Rosario, convocaron a la población para decidir sobre el asunto, pero en la asamblea realizada con ese objeto, el 3 de diciembre, la mayoría de los asistentes decidió que se mantuvie­ra su autonomía. Finalmente, en 1919, desapareció el pueblo al ser anexada su superficie al municipio de Rosario.
3   .  W.G  Weyland. El Chalet de las Ranas. Pág. 109. Edit. Losada SA. Bs. Aires. 1968.
4 W.G. Wéyland, op.dt Pags. 60/61.
5 W.G. Wéyland, op.dt. Págs. 62/63.
6   W.G. Wéyland, op.dt. Pág. 81.
7 Cómo nació La Ranchada de Vélez, p/Esteban Peyrano. "Crónica". Rosario. 30.11.1969. Pág. 3.
8 Esteban Peyrano. Actor rosarino. Intervino en las producciones cinematográfi­cas locales "Pugilismo a conciencia o mil trompadas por minuto"; dir. y fot.: Antonio Defranza; prod. dr.: Martínez Carballo; int.: Elda Moreno (Adelina Falcó), Bill Edward, Esteban Peyrano, Manuel J. Rodríguez, Sorbani y ots. "El suplido del friego" (Internacional Film). 1923; dir. y arg.: James Devesa; prod.: Domingo Falcó y otr.; fot.: Pió Cuadro; int.: James Devesa, Elda More­no (Adelina Falcó), Esteban Peyrano, Antonio Cabo y Angel Zeffiro. "La epo­peya del gaucho Juan Moreira" ó "El último centauro" (Lautaro). 1924; dir. y arg.: Enrique Queirolo; fot.: Scaglione hnos.; prod.: Jaime Sust y Emilio Wilde; int.: Carlos Perelli, Angela Tesada, Pedro Costanzó, Esteban Peyrano, Apa­ricio Orsi, Milagros de la Vega y otr. "Una mujer moderna". 1925; dir. y prod.: Esteban Peyrano; int.: Esteban Peyrano, Carmelo Salemo y otrs.
9   Como nació... "Crónica", id.id.
10 "Serás lo que debes ser o no serás nada", aforismo del general José de San Martín  que también suele  como "Serás lo que debas ser o si no no serás nada”, en forma correcta: "Serás lo que debes ser o serás nada".
11   Como nació . .. "Crónica", id.id. // "Lamentablemente d progreso ha ido carcomiendo esos ranchos históricos, de los cuales dos han desapareado y, el que todavía se conserva, pone en evidencia la acción del tiempo, demostrando que de mi momento a otro correrá la suerte de sus "colegas". Formulemos, pues, mi llamado a los más diversos representantes de la colectividad rosarina para resucitar la famosa Ranchada de Vélez". Crónica. Rosario. 25 de febrero de 1976. // Lamentablemente, los diversos representantes de la colectividad rosarina, se  hicieron los sordos (N. del A.)
13  W . G .Wéyland, op.ch. Pág. 83.
14  Paganini. Hist, Pueblo fundado por Lisandro Paganini en 1884, en jurisdicción de departamento de San Lorenzo. Fue delineado en 1886; en 1890pasó a pertenecer al departamento Rosario, en cumplimiento de la ley del 31 de diciembre de ese año que modificó los límites departamentales. Abarcaba una superficie de 104  hectáreas y en 1895 se estimó en 120 el número de sus habitantes. Por ley provincial del 28 de enero de 1950 se le dio el nuevo nombre de Granadero Baigorria . Esa ley también cambió los nombres de los pueblos Juan Ortiz y Puerto Borghi, del departamento San Lorenzo, por los de Capitán Bermúdez y Fray Luis Beltrán, respectivamente. Wladimir C. Mikielievich. Diccionario de Rosario (en preparación).
15  W.G. Wéyland. El Chalet de las Ranas. Edit, Losada SA. Bs. Aires. 1968. El au­tor de este libro nació en Rosario en 1914 y vivió largamente en el noroeste. Su primera novela, "Aspero intermedio" (1941), lo impuso como uno de los autores mas personales y aislados de su generación, posición de privilegio que confirmaron los "Cuentos de Belgrano R" y su novela mas importante: "El fuego sombrío ". "El Chalet de las Ranas", aunque sustentada por el recuerdo, no pertenece solamente a la vena memorialista, anecdótica, sino que tiene, ade­más, un sostenido aliento poético. Wladimir C. Mikielievich. Diccionario de Rosario (en preparación).

Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el Capitulo 6, del Tomo I . Editorial Fundación Ross. Año 2000
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