Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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martes, 5 de agosto de 2014

SUNCHALES



"Los primeros taximetristas eran mateos. ¿Sabes cómo se llevaban los bu­zones por delante?.
'Julio Schiavone

Características muy especiales ostenta desde antiguo, la franja lindera de viviendas y negocios que —calle por medio— separa los terrenos del fe­rrocarril donde se alza la estación Rosario Norte. El conocido barrio es llamado Súnchales por una histórica circunstancial, poseyendo, además, un rico y extenso anecdotario que define, con ribetes pintorescos, una singular personalidad amasada por gentes de todas las razas, credos y na­cionalidades. Por ello, no es de extrañar que la revista porteña Fray Mo­cho —desprendimiento de la famosa Caras y Caretas—, se ocupe del barrio de Súnchales en la edición correspondiente al número 110, del 5 de junio de 1914. La nota que transcribo, está firmada por el periodista y autor teatral Alejandro E. Berruti, uno de los rosarinos que mas se ocupa en di­vulgar el pintoresquismo local de entonces.
El Barrio de Súnchales

"Dentro de característica uniforme de ciudad eminentemente comer­cial y centro de trabajo, tiene el Rosario sus barrios excéntricos que si bien no presentan rasgos de costumbres típicas, dan una nota de color en la monotonía aplastante de las calles largas y rectas donde hay un alma­cén o un vigilante en cada esquina, extendidas en redor del centro urbano limitado a un radio relativamente reducido.
Uno de esos barrios está situado en la parte norte de la ciudad, conti­guo a la estación del ferrocarril Central Argentino "Rosario Norte", po­pularmente conocida por "Súnchales", nombre que ha recibido aquel por el bautismo sagrado e inconmovible de la costumbre.
El barrio de Súnchales condensa en sus pocas cuadras un centro de ac­tividad que tiene la característica inconfundible del "frente a la estación" de los pueblos de campaña con la aglomeración de los negocios heterogé­neos y reconcentrados; hay un ambiente cosmopolita de Paseo de Julio y hasta un ligero matiz de "La Boca" legendaria. Anexo a una estación de tránsito tan importante, alberga en sus numerosas fondas a los "lingeras" golondrinas que van y vienen de la cosecha, a esos infelices peregrinos del trabajo que en vano buscan la "América" que soñaron allá en sus lejanas tierras. Y apenas los vuelca el tren con sus bagajes al hombro, sin aventu­rarse a la confusión desconcertadora del centro, encuentran a pocos pasos del andén, la fonda hospitalaria que es a la vez agencia de colocaciones y punto de recreo, al son del piano eléctrico con que el progreso avasalla­dor ha sustituido al organito de manubrio que atracado junto al cordón de la vereda, solía amenizar con sus notas destempladas la nostálgica tristeza del emigrado errante.
Y esas figuras de miseria ofrecen, sin embargo, una nota pintoresca, confundidas  entre los vendedores ambulantes, o parados en las puertas de las "trattorias" que anuncian la hora del "pranzo" con un penetrante olor a ajos fritos que llega hasta la calle como si fuera el sonido de una campana que llamara a rancho, mientras los "lingeras" entretienen el ape­rnó haciendo comentarios infantiles sobre un idilio callejero, sostenido entre un motorman y "una chica muy guapa y amiga de hacer favores". Curo ellos no tienen tiempo para pensarlo en ese momento, porque el me­desfila al trote: " ¡Supa perruno!. Pochero per do e ina sarchicha, Marche!".
"¡A la mangia!", grita el obeso fondero, en cuyo poblado mostacho a la” Humberto" ha quedado empacado un "spaghettini" calavera, prueba terminante que la sopa está a punto, y los pasajeros asaltan las mesas, de riguroso hule color sucio, para tragar el menú ávidamente, como si al llenar ni estómago, trataran de llenarse sus almas toscas, pero sensibles, hambrientas de afectos ante el recuerdo de los que se quedaron muy lejos esperando el regreso de la conquista del oro.
Estas escenas se repiten en quince fondas distribuidas en tres cuadras avenida Sarmiento y calle Callao, intercaladas entre cambalaches de exposición colgante, almacenes con mercaditos complementarios, barberías, ferreterías, relojerías y hasta un negocio improvisado para la venta de castañas asadas, del brasero directamente al consumidor.
   La agradable quietud del mediodía le da un aspecto de descanso dominical, pero  apenas si se inicia la digestión cuando Súnchales bulle de actividad en el "concierto de vidrios rotos" que prodiga el rodar de coches y sonido de campanas, timbres y cornetas; gritos de los pregones y el silbato de las locomotoras.
   A continuación del barrio de Súnchales, hacia el centro, existía un  Montmartre tenebroso desalojado hace cinco meses por una ordenanza municipal, pero siempre se producen tentativas de infracción y al pasar, nos encontramos con un caso de rigurosa aplicación de la ley de residencia"
   Ilustra muy oportunamente la nota de Berruti, una fotografía donde  se ve cuatro agentes uniformados que, luciendo en sus cascos el famoso "pararrayos”, rodean a funcionarios en el momento que salen de una casa “non sancta". Debajo, campea el siguiente epígrafe: "El subinspector general de la Municipalidad y el comisario inspector, señor Zarate, aplicando la ley de residencia a una "casa de pensión". Otro grabado, muestra la vera efigie de la pupila de un clandestino en robe de chambre, apartando las cortinas de la puerta de calle en actitud de detectar, medio cuerpo afuera, la posible llegada de las autoridades. Dice el pie de esta foto: "Ojo al escuadrón"
    Otra media docena de fotografías informan sobre determinadas característica  del barrio.  Bajo la imagen de un súbdito israelita, cuya cabeza se encuentra encasquetada en  un "bombín", además de la clásica barba larga y aquellos inconfundibles anteojos con armazón de metal, se lee lo siguiente:"Un auténtico "Popoff" "quí áspera in Sonchiales la númaro di-sanoív/e pir andar la cientro. ¡Coánto qui astaba dimorando trinvías".
No falta el peluquero haciendo la barba a un parroquiano: "frente a la estación, a 0.20, con piedra y todo"; ni tampoco el interior de una fon­da: "La "rotisserie" "Piccolo Tormo" en plena "morfología". Por último puede apreciarse el frente de una tienda con ofertas colgando sobre la ve­reda; y luego, para justificar el epígrafe "No trabaja el que no quiere", la imagen de un viandante al pie de una pizarra donde, escritas con tiza, se han impreso numerosas solicitudes de mano de obra:
50 peones para cuadrillas, varias ciudades, especial a $ 2.50 por di'a. 50 peones para juntar maíz, a $ 0.50 la bolsa. 10 peones para desmonte por tanto, a $ 0.22 el m2. 12 peones para juntar maíz a $ 0.45 la bolsa. 1 cuadrilla de 30 peones a $ 2.90 por día, viaje salen con el mismo capataz.
Agencia de Colocaciones "La Nueva"
    Hacia la década del 20 y por muchos años después, bajo las arcadas que permiten el paso de entrada y salida de la estación ferroviaria, pasarán desde humildes peones hasta encumbrados "caballeros de industria desde prostitutas —engañadas o no—, judías, polacas y francesas que vienen en ordenados grupos a efectuar el "cambio de guardia" en los aledaños prostíbulos de Pichincha, hasta clérigos y ministros de todos lo» tos que se profesan en Rosario.
Por los años de nuestra historia, inmigrantes italianos, españoles, rusos, polacos, judíos, árabes, japoneses e hindúes, se mezclan en los fondines y hoteles de mala muerte, con peones de campo, obreros ferroviarios, estibadores, carreros, guapos, compadres, malevos, garabitos, ladrones, cuenteros, mafiosos y otros profesionales del delito. El cuadro» marcado musicalmente por los payadores que abundan y se renuevan, al igual que los cantores con o sin fama.
"—Frente a Súnchales había un restaurant que tuvo vida mientras lo tenía un dueño que se llamaba Eugenio Roba, junto con su hermano Juan. Había un palco con orquestas de señoritas. Ahí se reunía mucha gente del ambiente . . . Exactamente allí conocí a Agustín Magaldi, nunca me voy a olvidar... Tal vez esto no tenga importancia . ..
—Siga, nomás.
—Bueno, Agustín Magaldi era una persona muy querida acá,  porque era
un muchacho de pueblo, un muchacho sano. Me dio un beso tan grande             
Agustín ... Yo era un pibe que vendía cosas por la calle, y entonces le dije: "Cántame algo Agustín". Y el entonces entonó a media voz aquello de "No cantes, hermano, no cantes. . . ", me lo cantó para mi. Los Colonos era un lugar importante del barrio.
 — ¿Magaldi estaba de paso? ¿no actuaba allí?
—No, no, no, estaba de paso. Posiblemente estuviera esperando el tren.
   Yo me acerqué con mi cajoncito a venderle y . . . me dio un beso y unos mangos “2

Para los comerciantes de la zona "todo el año es carnaval", pero lo es más, aún cuando aparecen, terminada la cosecha, los laboriosos inmigrantes golondrinas, especialmente aquellos humildísimos y confiados santiagueños.
"—Frente a la estación Rosario Norte, existían muchas fondas. En una de ellas, llamada 25 de Mayo, cuando venía toda esta gente de la junta de maíz, como no alcanzaban las piezas los hacían dormir con su mismo equipaje arriba de la terraza ... Y entonces, a cierta hora de la noche, co­mo estaban rendidos, cansados y dormidos, el dueño que se llamaba don José, se ponía una gorra de cocinero y un saco blanco, iba y los limpiaba. Por ahí se despertaba alguno y, al verlo medio en la oscuridad, gritaba: "¡Me roban!. /Me roban/ ¡El cocinero me roba!". Y era don José el fon­dero, disfrazado".3

"—Ahora, los rusos por ahí tenían tiendas, había varios y algunos viven todavía. Cuando esta pobre gente venía a hacer sus compras, una vez ter­minada la cosecha . . . bueno, ¡para que le voy a contar.. .! Alguno com­praba un pantalón, otro un calzoncillo, otro una camisa ..., entonces los rusos tenían un paquete o dos ya hechos bajo el mostrador, y después que le vendían toda esta mercadería ... eeeeste .. ., hacían como que se los caía el paquete y agarraban el otro que tenía el mismo color y todo. -¿Y no se daban cuenta los compradores?
- ¡Que se iban a dar cuenta!. Esta gente hasta no llegar a sus pagos no abría . . ., y cuando llegaban allá se encontraban con alpargatas viejas y pantalones rotos. Cuando volvían acán, al año siguiente, le decían al ten­dero: "Pero che, amigo, me has vendido, me has.. ¡". "¡No! ¡Casa seria esta! ¡¡Te cambió un paisano el paquete!". Imagínese. No iban a venir de Santiago del Estero expresamente acá a reclamar en el acto. Y así otros les vendían sombreros agujereados ... Y al año siguiente venían otra vez, y ' i nítido reclamaban no faltaba el ruso que les dijera: " \Lo que pasa es que vos no estás acostumbrado a usar sombrero a la moda. ¿No ves que unos son agujeros para ventilación?"4
   Todo esto y mucho más da pie para el comentario de la prensa periódica. La Redacción, por ejemplo, dirá en su ejemplar No 2010, del 1º de mayo de 1927
TIPOS DEL AMBIENTE:
Vividores.
“En las Inmediaciones de las estaciones de nuestra ciudad, se hallan establecimientos algunos negocios que, con el rótulo exterior, cubren la mala mercancía de bars, donde moran y concurren individuos dados a la vida del vicio.
     Personajes de naipes y de timbas, están al acecho de pazguatos y de simples,
para desvalijarlos de la poca plata que les acompaña.
       Y lo curioso es que, cerca de tales casas y tales sujetos, se hallan parejas de
        empleados  de investigaciones que saben a ciencia cierta el juego de semejantes     
         pájaros de cuentas. Pero los vividores, amigos de cuanto hílala a uniforme de policía, se valen    
        de medios ingeniosos para acallar el soplo ti­los otros vividores como ellos".
Los armeros venden armas que si disparan un tiro se traban dos; los peluqueros refinan no solamente la nuca con la famosa maquinita, sino también las patillas para no perder tiempo y aprovechar la clientela go­londrina; los fonderos sisan la medida y rebajan con agua el vino. Paisanos falsificados se mezclan con los auténticos para tratar de hacerles ni cuento del billete premiado, mientras linyeras que no son tales, sino poli cías disfrazados, andan a la pesca de embaucadores y rateros quienes a veces terminan en componendas con la autoridad y otras a la sombra de los calabozos.
En Súnchales se puede adquirir sin mayor misterio por parte de los compradores, ni rubor en los vendedores: anillos de oro que a poco de usarlos resultan ser de bronce; guitarras que se rajan, casualmente, a la semana de haberlas comprado; relojes de oscura procedencia y resultado dudoso; ropa de primera, segunda y tercera mano, e infinidad de baratija inútiles. El afán de enriquecimiento fácil, lleva a la instalación de los "negocios" más insólitos.
"—En la calle Callao entre Güemes y Rivadavia, existía un Tiro al Blanco que era regenteado por Manuel Rodríguez, quien en la actualidad es dua-ño de la agencia 9 de Julio, frente a la estación Rosario Norte. Rodríguez fue operado varias veces de cataratas y se encuentra falto de la vista.
¿Qué características tenía aquel Tiro al Blanco?
—Bueno, funcionaba con entregadores —como se les decía—. Adentro ti­raban al blanco, y, de vez en cuando, pinchaban a un cuiz. Cuando el cuiz gritaba, los que estaban afuera de "palanqueadores" para hacer entrar • la gente, gritaban: "¡ganó/, ¡ganó!, ¡ganó!" . . . Entonces metían adentro esta pobre gente que venía de las cosechas. A ellos le llamaba la aten­ción el cuiz que gritaba, y cuando entraban quedaban secos . . .
¿Ahí trabajó Aragón, no es cierto?
—Aragón, que fue Rey del Corso de Rosario muchos años, trabajó en la última etapa de su existencia en la agencia, no ahí. Ahí trabajaban los vi­vos. Un caso extraño le ocurrió a uno de los hijos de este Rodríguez. Resulta que le vendieron una cantidad de cigarrillos de contrabando, sin el estampillado, pero era toda una cosa preparada. En cuanto le entregaron la cantidad de cajas que en ese tiempo costarían unos ciento cincuenta mil pesos viejos, cayeron otros que titulándose policías se llevaron las cajas en un autito. Le dijeron: "Cuando le puede cómodo, preséntese en la Jefatu­ra de Policía". Pero no eran policías ni cosa que se les pareciese, era una estratagema. Este hombre, se fue al campo a pasar unos días y murió. Al­gunos dijeron que se había caído de un arado, otros que se había pegado un tiro a raíz de este asunto porque el padre no había querido salvarlo, porque si bien había pagado los cigarrillos al contado, debía los que tenía en el negocio. Nunca se supo si el hombre se mató o si, en realidad, pasan­do unos días en el campo se cayó del arado".5

Los buhoneros, que no le van en zaga a quienes están establecido! formalmente, se pasean por la vereda frente a la estación ferroviaria cargados de mercancía en forma tan grotesca, que parecen fenómenos ambu­lantes o habitantes de otro planeta. Algunos, llevan un estandarte lleno de colgajos para mostrar lo que consideran más importante. Hay quienes exhiben en cajas, junto a valijas abiertas de cartón, una apreciable canti­dad de peines, espejitos, ballenitas, medias y horquillas para el cabello, así como jabones de tocador junto a paquetes de tabaco "para pito" y para armar cigarrillos. Firmemente decididos a competir con quioscos, tiendas, bazares, ferreterías, librerías, farmacias, relojerías y joyerías, es­tos vendedores ambulantes expenden, entre otras cosas, cigarrillos, fósfo­ros, agujas y alfileres por gruesas, carreteles de hilo negro y blanco, ovi­llos de hilo para zurcir medias, relojes despertadores, tijeras, cortaplumas, trabas para corbata, lápices comunes y de tinta, libretas de varios tama­ños, papel para cartas, sobres, centímetros de hule, corbatas, bicarbonatos , metros y lápices de carpintero, talco, medias y ligas para hombres y mujeres, botellitas con perfume barato, y los infaltables preservativos "Cabeza de Negro", en cuyo envase campean, con un aire de bajorrelieve egipcio, dos perfiles de negros africanos mirándose fijamente uno al otro.
Los cafés no difieren del resto del paisaje, en cuanto al ambiente que lo sustenta.
"—Frente a Rosario Norte existía un café que hoy se llama El Inca y cuyo dueño era don Ernesto Fuentes, un señor criollo, bigotudo, con un co­so ancho acá de plata, que siempre tuvo la ambición de ser jefe de policía intendente municipal, diputado nacional, cualquier cosa de esas, se co­mió toda la fortuna, entre paréntesis se comió una casa de altos que exis­te hoy en la actualidad en la calle Rodríguez y Rivadavia y que pertene­cía a la hija de él, casada con uno de los Angeleri Jacuzzi . . . Bueno, el asunto que al Inca venían todos los vivos . . ."¡Hola, don Ernesto/ ¿Ya está su candidatura?". . . Una noche estábamos todos sentados ahí y apa­rece una rata así, más grande que un gato: "¿Y?. . . Don Ernesto ¿Esto que es?. "No, no, no las ahuyenten —contestaba— que son criadas de la casa . . . ¡Vení, Periquita, ven/. . .", las llamaba, y las ratas dispara­ban. Nosotros, cuando trabajábamos de noche en Súnchales, poníamos diez centavos, veinte centavos para hacer una vaca y comer algo ligero Entonces, dice un día don Ernesto: "Muchachos, esta madrugada tengo una boga". "Muy bien, don Ernesto... como no". Efectivamente, la bo­ga iba a ser cocinada en una de aquellas cocinas económicas, que hacía ¡qué se yo el tiempo que no la usaba! . . .; eran de aquellas cocinase leña, ¿se acuerda?. Pone la boga ahí, la asa, la trae . . . "Pero, don Ernesto, ¿esto que es?". "No" —dice— "Esto es el mejunje que tiene la boga mu­chachos, que yo le he puesto". Y eran todas cucarachas que se habían asado arriba de la boga. Al calentar la cocina, empezaron a saltar las cuca­rachas . . . empezaron a saltar, estaban arriba, arriba, y se cocinaron junto con la boga . . . —Flor de mejunje, ¿no?.
-. . . Murió, pobrecito, don Ernesto, arriba de la plataforma de un tran­vía. Un cinco".6

  A cambio de esto, hay lugares cuya buena reputación llega hasta nuestros días  actuales, como La Buseca —café y bar Fu—Fu en el momento de escribir este libro y Telaraña's Show al editarlo-, en la esquina de avenida del Valle y Ovidio Lagos; el Almacén de Rojas, ya desaparecido, en la esquina de Ovidio Lagos y Güemes, y el Almacén El Ferrocarril, que aún existe en la esquina de las calles av., del Valle y Callao.
"-La antigua Buseca era de don Leandro, y el que hoy en la actualidad tiene el hotel que está frente a lo que fuera aquella casa de comidas, dan­do la esquina por Ovidio Lagos y la subida del pasaje Celedonio Escalada, es de don Rodríguez, quien antes de tener el hotel hacía churros ... y después se dedicó al hospedaje al que venían ordeñadores de afuera .  ordeñadores de vacas y todas esas cosas. Don Rodríguez, ha ido varias veces a España para cambiar de clima, porque es un hombre que tiene qua cuidarse. Su esposa es santiagueña, muy buena mujer. —¿Iba mucha gente a La Buseca? -Si, y se comía bastante bien. -¿Que otro boliche mentado recuerda?
-En la esquina de Güemes y Ovidio Lagos, frente al dancing ese que hay, existía un almacén grande donde se hacía pescado frito, milanesas y lechón. Los dueños eran de apellido Rojas, españoles, buena gente. Uno da los hijos se encuentra actualmente en las sierras de Córdoba, otro murió y el otro fabrica tijeras.
-Pero, donde está el dancing que se llama Premier, ¿no había antes u fonda?.
-Si, se la conocía como El Pescado Frito, aunque no tenía ningún nombre pintado. Era de un polaco grande que se había casado con una polaca  joven y muy buena moza ... No parecía polaca, parecía piamontesa. pues, en la esquina de Avenida del Valle y Callao está el Almacén y pacho de Bebidas El Ferrocarril que era de los Tuero y que ya no e mas. Estos Tuero, antes de venir ahí, donde hoy está el Bar Los Colonos  de don Pió Lombardi, que tenía orquesta de señoritas y todo, hicieron guita y se fueron a la esquina donde todavía funciona El Ferrocarril. —¿Y antes de que estuviera Lombardi?
—Antes de que estuviera don Pió en Los Colonos estaba el ruso qua compró a los Tuero. Este ruso puso no me acuerdo dónde una casa de tas, para pernoctar. Después se descubrió que robaba alhajas y que tenía un hijo ingeniero . . .
—De la familia Tuero, ¿qué recuerdo tiene?
—Los Tuero fallecieron todos, eran gente muy buena. Uno de los Tuero Enrique, es el único que tiene tres hijos médicos: Pedro, que está en al Sanatorio Británico; el otro, médico dentista y el otro en el Ejército qua se por donde anda. Yo recuerdo que una vez, este muchacho Pedrito, era un muchacho muy bueno, venía con un cochecito y en Güemes y  Pueyrredón dio un topetazo de la madona". . .7
   Como no puede ser menos, algunos sucesos aún se comentan en la de viejos vecinos y habitúes de los cafés de Rosario Norte.
"-En el Hotel 25de Mayo, actual Los Rosarinos, al lado de Los Col paraba Luis Acosta García; allí le robaron una guitarra que valía mil sos en ese entonces. ¡Pobre Luis!. Murió en el Hospital Centenario, 14, cama 8. Me acuerdo, porque una vez me fui a operar en el Centén y me dijo el enfermero: "¿Sabe en que cama está?". "No se, en un» fierro", dije yo. "Usted está en la misma cama donde murió Luis A García", me contestó.
           — Le dio un ánimo bárbaro . . .
           —Aunque le parezca mentira, si. "Entonces me va a dar suerte", le dije. Y así fue. Me  
          operaron y salí bien".8

"—Sobre la misma estación Rosario Norte hubo varias muertes. El finado Bochinche, que era recibidor de diarios y quería llevarse por delante a los demás, fue muerto por La Chancha Cuteiral, también conocido por El Zurdo. Bochinche cayó justo en el portón de Rosario Norte. Yo tenía taxi y andaba mucho, además yo soy muy amigo de su padre, Zinni.
¿Recuerda algo más?
-Bueno . . . Una vez en el depósito de la estación había un canasto que echaba mal olor, lo abrieron y encontraron una mujer descuartizada. Los pedazos estaban envueltos en papel de diario . . .
—En ese caso supo andar un policía de Investigaciones que cuando se ju­biló entró a trabajar de custodio en el Banco Provincial de Santa Fe en Rosario. Se llamaba Mariano Serio y contaba a quien quería escucharlo como había capturado al asesino . . .
¿Serio? ¿No era un tipo de pinta que andaba siempre de sombrero y traje blanco en verano . . .?
—Si, era parecido a Leo Carrillo, pero con mas pinta. El asunto es que don Mariano contaba que cuando fueron a abrir el canasto, se encontra­ron con los restos de la mujer envueltos en papel de diario. El se llevó los papeles para estudiarlos y se encontró con un montón de números telefó­nicos anotados ahí. . . -¿Y?
-Bueno, cada vez que contaba el asunto, terminaba diciendo: "¿Sabes hi­jo?, llamando, llamando, encontré al asesino".
-Flor de cana, ¿eh?. Buen ... le sigo contando, Zinni, lo de los muertos on Rosario Norte . . . Otra vez los que traían el diario Critica atropellaron a un pobre vigilante con el que habían tenido un lío. Lo levantaron me­dio moribundo y lo metieron adentro para llevarlo a la Asistencia Pública. Cuando lo llevaban, se sentaron arriba de él a propósito, y lo mataron del lodo. Un poco más y los mandan a Ushuaia . . ."9

"-  Pablito Reina, el hermano de Juan, que tenía una parrilla en Weelwright y Oroño, poseía también un negocio igual al del hermano aquí en Avenida del Valle . . . donde está la pizzería ahora. Bueno, el asunto es qua ahí fue donde El Tuerto Roque mató al Cafishio Laprida.--   
- ¿cómo fue la cosa?
-Ellos ya habían tenido una pelea por Oroño y Jujuy, en el café Victoria .Laprida se vino
 para Súnchales y entró a la parrilla, y, en eso que estaba adentro,  uno le dijo: "Ojo, che . . . ahí viene El Tuerto. . .". Entonces  El cafishio Laprida se escondió detrás de la máquina de hacer café. Le vuelta a decir: "Ahí viene". Entonces Laprida preguntó: "¿Dónde viene?",
y se asomó. Fue lo último que dijo: sonó un tiro desde la puerta, ¡pim!. No m donde le entró la bala, si por acá o por la boca. Lo dejó mosca". 10

La fama que irá ganado el barrio de Súnchales a través de los años, habrá de

inspirar  a Salvador Ballistreri 11 su milonga Soy de Súnchales, de cuya letra he podido recoger este fragmento, gracias a la buena disposición del señor Juan De Ninno: "Sov del barrio de Súnchales / me creo un hombre derecho / no me asustan los repechos / ni me detienen zanjones / soy varón entre varones / y tengo pelo en el pecho. Ya no me convence hechos / y menos conversaciones / no hago amistad en dos tirones / yo soy del noventa y tantos / a la mala me la aguanto / la buena no me ma­rea /y si me buscan pelea /no he de recular un tranco. Le arrimo el hombro al caído / no le pregunto a que viene / se que algún problema tiene / porque su pago ha dejao / y me siento incomodao / cuando veo a los era-tinos / tirar piedras al camino / de aquel que viene cansao. Al amor y su embeleso / escasa fue mi fortuna / no quiero idilio con luna / ni cocina con moñitos / soy varón y necesito / pa mi rancho una mujer / pero I quiero más fiel / que gallina con pollitos . .."
Ya en 1910, el barrio de Súnchales había motivado la siguiente viñeta aparecida en Monos y Monadas

Cosa de Aurigas
"—Che, cochero, vení.
—Non posso, signore, Ii caballo están stanco. —Vení, hombre, es un viaje directo. —Domani, si.
Y    don Próspero, desesperado, deposita nuevamente sus valijas sobre la acera y dirige miradas para todos lados en busca de otro vehículo.
Chista a un cochero criollo, sentado sobre el pescante en actitud de to« car la guitarra: piernas cruzadas, chambergo gris, tirando a negro, melena la Don Juan. —Che, vení.
El cochero cantando: Che, che, como te vá.
Con La Prensa y La Nación
Ya sé que se vende mucho
Gritando revolución. —Pero vení, hombre, viaje directo, a la estación doy dos pesos. —Ni por diez mangangases. A esta hora estoy de huelga. Va a pasar rfw peor es nada, y la china no aguanta ausencias. Cosas del querer.
Y   riéndose se alejó al paso cantando una vidalita.
Don Próspero, sudando en pleno invierno consultó el reloj; doce minutos sólo le quedaban para llegar a la estación.
Aparece un nuevo auriga, un gringo nuevito, elevado a la categoría de cochero por los dos pesos diarios.
Su saber se concreta en conocer la calle Córdoba, pero ni noción  de los números.
 -Andiamo, signore.
—Vamos, a Súnchales, volando buena propina.
Y   el viajero, satisfecho, se sienta cómodamente, mientras que el gringo lo mira extrañado. Luego con toda filosofía, se digna descender del pescante, simula que arregla las riendas; vuelve a subir sobre su trono, prende un cigarrillo, piensa un rato, y, dirigiéndose al viajero, pregunta con distraído:
- ¿Sunchales dové?.
- ¡ Si habrás sido gringo!. Seguí derecho hasta el boulevard y luego dobla n tu derecha.
   El  cochero, alentado por las esperanzas de una buena propina, no escasea el látigo y aviva con la voz al pobre mancarrón que parte al trote.
  Don  Próspero se engolfa en la lectura de Monos y Monadas, hasta que '" fiiorte barquinazo lo arranca del asiento.
 - ¡ Pero, animal! ¿Dónde vas?
- Ma, á  Súnchales, signore.
-¿ No ves ves que estás en camino deja Refinería, y que te has metido en un
barrial?
- Non é niente. I coche é del patrone.
 - Sí; pero no alcanzaré el tren de las 11 y 20.
- Tanto meglio. Cosi  trovo un altro viaggio per il retorno.
- Tuvo razón . Don Próspero no llegó a tiempo y tuvo que ocupar nuevamente el
 coche para regresar a su casa".12
    El problema de los "Don Prósperos" urbanos cuando están apurados para tomar  el tren es, como a menudo sucede cuando se tiene urgencia, conseguir de medios de movilidad. En la viñeta ciudadana que he transcripto no se aclara que, llegado Don Próspero a Súnchales, encuentra allí muchos Mateos,  para volver. Después de la peripecia sufrida junto al conductos de mateo, perdona a éste, olvida el retraso y, como hombre práctico, vuelve mi el mismo coche de punto.
   Ocho años después, aparece un nuevo ingrediente para trasladar pasajeros de un un lugar a otro de la ciudad: el taxi. Como es lógico, comienza por instalarse  junto a los mateos, en Súnchales.
" En 1918, yo entré a trabajar de taxista, y automáticamente, fui fundador de las líneas de taxímetros. Eran todos Ford T a bigotes, y cuando se ■ «Miaba al pasajero, uno abría y prendía el farito que funcionaba con me-clin, querosén y aceite. La luz grande, de adelante, iba de acuerdo con la velocidad del coche: usted aceleraba, le daba luz, no es como ahora .. . -¿Y los mateos?
- Los mateos, la única luz que tenían la llevaban al costado. Era un farol a vela.
  - Había  algún tipo de competencia entre mateos y taxis?
 - No, no. Porque el que quería un coche, tomaba un coche, y el que querían un auto,. En Rosario Norte había un mateo que le decían Poca Leche, otro Pone Pone y así por lo general, cada uno tenía su respectivo  apodo. Como en el gremio de los taximetreros.
- ¿Habían viajes fuera de la ciudad, como ahora?
- Sí, pero  era como irse a Arabia en sulky. Recuerdo que Fuentes comprado un auto marca De Dion Boutton. A este señor le salió un viaje a la ciudad  de Santa Fe; el chofer de él —un hombre ya finado— era conocido con el apodo de El Cívico y era ronco, además. Bueno, El Cívico salió Santa Fe, por aquellos caminos de Dios, porque en aquel tiempo el pavimento no era el de ahora, y de cada pueblo que llegaba mandaba un telegrama. El finado don Ernesto Fuentes ponía el telegrama en la vidriera de su negocio, porque también tenía negocio, como una gran cosa. Decía a todo el mundo: "¡Mire como va mi coche, ya llegó a San Lorenzo” . Y así con cada telegrama. La cuestión es que echó como diez días en ir y venir a Santa Fe. Para el hombre, claro, en ese tiempo era una
cosa grande.
-¿Que otros hechos recuerda con relación a los taxis de aquel entonces?       
-Le voy a contar. Cuando llegaban los periódicos al centro, vendía mas el que había primereado. Un hijo de El Cívico andaba con un Ford  T, tal De Mattías manejaba otro Ford T, y entonces cargaban lo» de diarios en los autos y el que llegaba primero al centro era el que en forma. Como había competencia, saltó la pica con el otro y un esas noches se tirotearon y le dieron al hijo de este pobre muchacho. El  Cívico, que fue a parar con el auto en marcha al principio de la calle Corrientees, donde se mató". 13
Sobrevivirán pocos a la época heroica del gremio de los taxistas. El testimonio del quizá más antiguo vecino de Rosario Norte, sirve para rescatar del olvido los nombres y hasta las anécdotas de quienes protagonizaron un pasado cada vez más lejano.
"—Sobre los taximetristas de Rosario Norte, puedo decirle que ti hombres viven y otros han muerto. Estaba José Donari, alias El Ñato Merengue, que era bastante . . . como le diría . . . pintoresco.
¿Merengui?
—Merengue, que murió no hace mucho. Este . . . Sibaolo, que vive te otro hombre que también vive . . .; esteee, El Rengo Lorenzo, que falleció: el hermano del Rengo Lorenzo, que también falleció; el Chileno que falleció; El Tula, que falleció; El Manco, que trabajaba con uno de los coches de Cocchi, faltándole una mano, y que también murió . .. —Yo me acuerdo que había un taxi muy antiguo que tenía la parada en el centro, en la calle Sarmiento y Rioja, por Sarmiento, ahí donde ni sastrería Abella y también el profesor Capolongo con su academia  taxi tenía capota de hule . .. ¿Sabe usted de quién podría ser?. —Ahí, en Sarmiento, donde dice usted, estuvo la famosa "batea", un que le decían así porque era grande y todo blanco que parecía un b| Hubo varios ahí de parada estaba El Loco Juan que hizo una muerte i que le pinchaban las gomas . . . todas estas cosas. —¿Y que pasó con El Ñato Merengue?
—Bueno, este José Donari, o sea Merengue, era muy ridículo. En aquella  época existían los Ford T, como le dije anteriormente, y cuando llovía y subía un pasajero, éste tenía que abrir el paraguas adentro porque eran más los agujeros que había en la capota que un queso. Un día, El Ñato Merengue perdió la carrocería de atrás en bulevar Oroño. —¿Se accidentó?
¡Qué se va a accidentar ¡l ¡Ni cuenta se dio1. No se si usted recuerda que los Ford T venían en dos partes: la carrocería y el asiento delantero. Y  como este Merengue era un hombre que no cuidaba los detalles  - si perdía  un tornillo, metía un pedazo de alambre en el lugar—, en una de esas perdió los pasajeros que quedaron sentados con la mitad del cocho mi medio del bulevar Oroño. Y él seguía y le avisaron: "Eeeehh! ¡eeeehhh! . . . ¡Para un momento que te falta la mitad del  auto!".14
    
En cuanto al gremio de los guapos, a veces los hay de verdad. Otro viejo vecino de Súnchales relata un suceso del que fue protagonista hace sesenta años atrás.

"— ¿Había muchos guapos en la zona?
—Cuando yo era joven, si. Me acuerdo de que había un señor muy malo que le dijo a la policía que le habían robado una manta y que yo la había comprado. Me llamaron a la comisaría 9a., que en ese entonces estaba en la calle Salta. Me dicen: "Usted robó una manta . . .". "¿Yo? ¿Por que voy a robar?". "El señor fulano de tal dice que usted la compró robada". "Traiga la persona". Lo trajeron y me acusó, pero no pudieron compro­bar el asunto. Al día siguiente, me fui a esperarlo a la calle Rivadavia, frente a Rosario Norte. El venía de trabajar en el puerto, con otros dos o tres. Yo tenía un cuchillo, y le dije: "Decime, guapo, ¿así que vos me acusaste de ladrón?". "Y que hay con eso", contestó. El tenía en la mano un fierro envuelto en un pedazo de papel blanco, me lo tiró y yo lo esqui­vé . . .
 -Tuvo suerte . ..
—. . . Cuando el corrió a levantar el pedazo de fierro, yo también corrí y le hice frente con el cuchillo, entonces el lo agarró por el filo y yo no lo soltaba. Peleando por el cuchillo nos caímos, corrió la gente y la bolilla también, porque aquí me conocían mucho. El hombre se lastimó lama-no, vino el escuadrón a caballo y nos llevaron presos. El Ñato Musolino me hizo salir en libertad. Cuando estuve afuera, después de un tiempo lo volví a encontrar y le dije: "Por esta cuadra no pasas más... aquí no hay lugar para dos. O vos o yo". El hombre se fue a Buenos Aires. Un día voy yo a Buenos Aires y lo encuentro comiendo con un árabe paisano mío. Lo digo: "Ahí, como te aprovechas comiendo el kippe ..." y el dice: "Bueno, si gusta ..." Entonces yo fui y le dije: "De aquel asunto, no pa­lo nada", y comimos todos juntos esa comida árabe. Después, no lo vi más". 15

NOTAS
1 La Estación Rosario Norte del Ferrocarril General Mitre, más conocida por Sunchales, debe este segundo nombre a causa de que en su primera época, des­lía purt ía una vía que terminaba en la localidad de Súnchales, en el deparmentos Castellanos, provincia de Santa Fe. El gobierno nacional, aprobó la construcción  de esa línea por ley del 31 de octubre de 1884 y los trabajos fueron iniciados de inmediato por el Ferrocarril del Rosario a Campana, empresa a la que fue otorgado el permiso. Wladimir C. Mikielievich. Estampas del pasado. En Revista  Historia de Rosario. Año 1. No 4. Pág. 74; octubre—diciembre, 1963  
2  Jorge Ross id.id.
3/7 Calixto Gallo id.id.
8 Alfredo Franchi,  id.id.
9 Calixto Gallo id.id
10 Alfredo Franchi id id
 11 Salvvador Ballistreri. Personaje vinculado con Pichincha. V. Prostitución y Rufianismo. Pág. 210 . Fue asesor del Sindicato de Conductores de Taxis, así como presiente de  Taxis Unidos Cooperativa de Seguros Limitada y de la Cooperativa de Taxímetros Rosario, entidades que lo contaron entre sus miembros más capaces progresistas. Falleció en Rosario el 24 de febrero de 1977.
12 Monos y Monadas. Año 1 N 3. Rosario, 26 de junio 1910
13/14 Calixto Gallo, id,id.
15 Pablo Miguel, id.id.

Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el Capitulo 7, del Tomo II . Editorial Fundación Ross. Año 2000