La cuarta conseguiría mantener, después
de 1915 y cuando ya había comenzado hacía bastante el éxodo de las casas de
tolerancia hacia Pichincha, su condición de barrio de la prostitución
clandestina. En julio de 1917, por ejemplo, ante una denuncia sobre una casa
donde se ejercía el clandestinismo, se allana el domicilio sospechado, encontrándose
a dos menores de 16 y 17 años que denunciaron haber sido sacadas de un
correccional por una persona que luego las internó en dicha casa para ejercer
la prostitución en su beneficio.
Al
comentar el suceso, La Capital informa y comenta: Un sujeto, valiéndose de las influencias de un empleado deTribunales,
consiguió sacar del Buen Pastor a cinco menores, llevándolas a poder de mujeres
de vida airada, quienes las explotaban y obligaban a darles el dinero que
ganaban para entregárselo a dicho individuo. El caso que nos ocupa evidencia
claramente la despreocupación de uno de los defensores de menores para
conceder siempre a una misma persona y en breve plazo, la autorización
respectiva para sacar las víctimas del Buen Pastor. El poder de los rufianes y sus sociedades era, como se ve, sin duda,
fuerte, lo mismo que sus argumentos económicos, que les permitían obtener este
tipo de favores de la justicia rosarina, facilitándoles el reclutamiento de
nuevas víctimas, como en este caso.
Mientras los prostíbulos de la sección 4.a
se iban mudando poco I poco y sin apuro a la vecina zona de Pichincha, la
guerra continuaba nu curso en Europa, casi del mismo modo. En rigor de verdad,
ya desde iDtnienzos del siglo XX la zona aledaña ala estación Súnchales era
considerada como poco recomendable por muchos rosarinos. La Capital lo refleja en julio de 1906 al definir a
ese sector como asiento del vicio en todas sus manifestaciones: el garito,
el bodegón de aspecto tenebroso, el prostíbulo, todos los centros, en fin, de
la corrupción y del vicio existen y funcionan descaradamente en Súnchales,
donde hay escuelas y donde tienen su domicilio por exigencias de sus ocupaciones
infinidad de familias.
Entretanto, en medio de los festejos que alegraron los días y noches
de noviembre de 1918, año del armisticio, rufianes y tratantes seguían
preparando la consolidación de su nuevo reducto en la ciudad: el que se haría
famoso (incluso en el extranjero) con la sola mención de su nombre, unido a
una leyenda que algunos juzgan pecami nosa y a la que no alcanzaban a disimular
algunos costados pintorescos ni algunas anécdotas picantes de francesas y
polacas, que superaron el paso del tiempo y la disolución de la memoria, y
forman parte hoy del folklore de una ciudad de escaso folklore.
En 1917, las quejas seguían apareciendo, sin embargo, como en el mes
de febrero, cuando se denuncia una "inconcebible autorización' otorgada
con motivo de las fiestas de Carnaval, que ha permitido que M dueña de una casa pública establecida en la esquina de Bvard. Oroño y Jujuy hiciera determinadas instalaciones sobre
la acera y colocase mesas para el público A cualquiera se le ocurre que una casa de esa naturaleza debiera estar
cerrada
para evitar malos espectáculos al público, máxime
cuando hay una ordenanza que les prohibe tener puerta al boulevard...
Dos años después, el incremento del
clandestinismo mantenía,
la
misma vigencia en la ciudad. En octubre de 1919 La Capital denun-
cia que en distintos barrios se comprueba el funcionamiento
de casas clandestinas, particularmente en las calles Güemes y Rivadavia, desde
Bacarce hasta el Bvard. Oroño. Constituyen una verdadera plaga en
detrimento de la moral y un grave
peligro para la salud pública: la intendencia debería preocupárse con
preferencia del asunto.
Un mes más tarde, con el título de "El vicio en la sección I '
Garitos y clandestinos", el mismo diario comenta: Ya no es posible transitar por aquella sección sin que a cada paso se
tropiece con una de esas casas que explotan el vicio públicamente. El comentario tiene otro destina! n i< adicional, sin embargo: la
política santafesina como soporte y beneficiaria de esos delitos: La sección 4.a, donde abunda ¡agente de vida no muy clara, asegura buena concurrencia a los
comités oficialistas. E¡ garito y las casas de prostitución clandestinas gozan
de privilegios que los favorecidos pagan en el registro del disidentísmo, cuyo
aumento de inscriptos propicia la tolerancia policial al vicio, que resulta
así un aliado del gobierno en las campañas electorales...
Más allá del estilo un tanto rebuscado y hasta algo elíptico de la
época, de lo que se estaba hablando era de la conocida connivencia de ese momento
entre el poder público, la policía y la justicia con el mundo prostibulario,
que se verificaba en ese tiempo de clandestinos y después, con mayores
beneficios para los involucrados en ese arreglo, en el barrio de Pichincha. Un
detalle: de las explotadas mujeres, mientras tanto, ni una sola línea...
Ya en 1911, con motivo de las razzias del coronel Broquen en la 4.a,
Monos y Monadas había puesto en boca de un personaje de la fauna prostibularia de
dicho sector de la 4.a palabras que recordaban ese acuerdo con
políticos y policías: ¡Cha
que son sinvergüenzas! No se acuerdan que uno se ha sacriftcao por ellos. A la
muchachada de estos laos deben el triunfo en las elesiones...
Pero las quejas de la "gente decente" no eran privativas de
Rosario únicamente. En realidad, siempre los vecinos de toda ciudad con zonas
prostibularias se han visto obligados alguna vez a dejar caer sus lamentos por
esa poco recomendable compañía. Casi contemporáneamente, en 1916, El Correo de Andalucía, en
Sevilla, publicaba una nota que bien podría haber sido escrita por cualquiera
de los habitantes del barrio prostibulario rosarino: Los vecinos de la calle Goyeneta se quejan de los cotidianos
escándalos y escenas de inmoralidad que cometen las vecinas de una casa de mal
vivir que existe en dicha calle las que, apenas dan las doce de la noche,
empiezan a escandalizar, ya adentro, ya afuera de la casa, con los visitantes
que recluían por fuera y el vecino no puede entregarse al reposo. Los agentes
de la autoridad no aparecen ni por milagro, así es que campean estas
desgraciadas, que dicen son protegidas por políticos y caciques de menor
cuantía... Cualquier similitud con la realidad
rosarina de esos años es, como se aclara en algunos libros y películas, pura
coincidencia.
En 1919, la sección 4.a mantenía ya muy pocos
"quilombos" de importancia, aun cuando siguieran funcionando a pleno
los clandestinos de lujo, frecuentados en forma habitual por los “ muchachos bien" de la sociedad rosarina, como ocurría contemporáneamente Buenos
Aires. La sección mantenía, sin embargo, su oscura tradición hasta muy entrada
la década del 30, y por mucho tiempo, entre 1920 y 1930, sus calles seguían
siendo escenario del ajetreo propio de ese tipo de barrios, dominados por
guapos como el ya citado Paisano Díaz, llamado en realidad Venancio Pascual
Salinas, que dominaría luego en Pichincha, o sus cofrades "El Cara de
Madera" o el "El Guaso Castor", y en los que seguían
escuchándose de noche los sones de la música proveniente de boliches y
bodegones, el pregón de algunos vendedores ambulantes nocturnos, el ruido de
los carruajes, los autos, los gritos y las carcajadas de las patotas que iban
de juerga o en busca de lo que llamaban "emociones fuertes".
El diario La Nota señalaba a mediados de 1919 que el ambiente prostibulario atraía por
igual tanto a tratantes y matones como a muchos hombres jóvenes provenientes de
la clase media e incluso de la adinerada, para quienes la aventura de
Pichincha constituía un atractivo que incluía la posibilidad, seguramente
remota en la mayoría de los casos, de "levantarse" una francesa y
pasar, ellos también, a la categoría de mantenidos por una prostituta.
El que desee observar
lo dicho, a ojo propio, no tiene más que darse una vueltecita a eso de las 3 de
la mañana por el bar El Noy, la Lechería
Mimí, el
café La
Chiquita y el
Palacio de Cristal, todos ellos situados en
el barrio de las horizontales, y allí
verá a infinidad de muchachos del centro, alternando con el malevaje de peor
estofa y hablando el argot suburbano... Se trata de pobres muchachos que con
muy poco sentido común y menos vergüenza, creen que el hecho de tener una mujer
en las casas adyacentes y explotar su profesión, la de ellas, es un acto de
hombría que los coloca a un nivel superior que los demás mortales. En cuanto a
vosotros, pobres chicos, buscad empleo y dejaos de pavadas, no sea que el compadrismo
se os entre de tal forma en la cabeza, y os
convierta en personajes como Cara de Madera, el
Paisano Díaz y otros que por ser tan
ridículos en ¡a vida real, dan la impresión de un compadrón de saínete, de esos
que hacen reír a todo el mundo y que sólo son malos con sus mujeres...
(Calderón
del Bote: "Compadritos" en diario La Nota,
15
de julio de 1919)
La presencia de este tipo de personajes
garantizaba, por cierto, más de una instancia dramática, como los duelos
criollos a cuchillo, o el intercambio de balazos, que no eran tampoco
infrecuentes. El Paisano Díaz no iba a escapar indemne, sin embargo, a tanta
fama y a tantos desplantes y desprecios como los que él solía propinar a más de
uno, y la historia de su agresión a manos de uno de sus tantos ofendidos
entraría a formar parte de la vasta saga prostibularia rosarina.
Reflejos,
un pasquín sensacionalista de la noche, traía un título en grandes
letras a cabeza de página: "Balean al Paisano". Leímos la noticia
acercándonos al farol de la esquina: "En momentos de cerrar esta edición..."
La noticia era escueta, algo apresurada pero clara. Esa misma tarde, al
anochecer, cuando Pichincha despertaba a su vida nocturna, el Paisano, según su
costumbre, entraba en un almacén de la esquina de Pichincha y Jujuy a tomar su
ginebra. Dos de sus hombres estaban en una mesa y él solo como siempre, de pie
ante el mostrador de estaño, cuando un taxi se detuvo entonces ante la puerta
del despacho de bebidas. El conductor del taxi gritó: "¡PaisanoV. El
Paisano, de espaldas a la calle, volvió la cabeza, pero el taxista tenía un
revólver y disparó. Los hombres de la mesa corrieron a la calle revólver en
mano pero sólo pudieron dispararle al coche que huía. Cuando volvieron junto al
Paisano, caído en el suelo, comprobaron que una bala le había penetrado en el
ojo izquierdo. Lo llevaron
rápidamente al Hospital Centenario, no lejos de allí, en el primer auto que
pasó por el sitio... Antes de salir de casa, eché un vistazo a "La Capital", que
acababan de pasar por debajo de la puerta; reproducía brevemente la misma
historia de "Rejlejos" sólo que mejor redactada y en una página
interior, a dos columnas, como corresponde a un diario serio...
(Roger Plá: Los
atributos, Editorial Abril, 1986)
El Paisano Díaz saldría sin embargo con vida de aquella emboscada y
sobreviviría hasta la década del 60, cuando su figura alicaída, con un ojo
velado y trajeada pobremente, en las cercanías de la Jefatura de Policía,
despertaba más conmiseración que temor y su única ocupación era, según algunos
testimonios, la de un humilde levantador de quiniela, magro recurso al que
sumaba una jubilación también escasa, obtenida por el favor de alguno de los
caudillos políticos a los que sirviera.
Francisco Sicardi, en su olvidado Libro extraño, de
1904, describe con la implacable mirada del hombre de ciencia y escritor que
era, a los exponentes de esa fauna prostibularia: Se les ve en los comités políticos adular a los plebeyos, acariciar
borrachos y mantener ladronzuelos. Son hermanos cuando los necesitan para
llevarlos a los atrios, salen del brazo con ellos y los acompañan en sus
libaciones. Para eso han llegado hasta allí, después de haber pasado por todos
los partidos, medrando en cada uno, desleales siempre, reducidos, resbalando de
peldaño en peldaño a la miseria moral. Para ellos, el trabajo no tiene
noblezas, ni encantos y virtud de estudio, ni ideales. Son los buhos noctámbulos, sin más horizontes que las
cuatro paredes de un garito o el revoque descascarado y el piso sucio de puchos
de los comités políticos.
Miguel Pinazo, un comisario porteño que tras su retiro resumió en Delitos y delincuentes sus
experiencias en el mundo delictivo y prostibulario, incluye en su libro a
estos personajes peculiares (matones devenidos en cafishios de una o varias
mujeres) entre los protagonistas de esa mecánica de la explotación femenina en
los burdeles: En Buenos Aires y Rosario, para no citar
más que dos de las grandes ciudades, los que viven de la prostitución pueden
clasificarse en tres categorías: í °) Los dueños de prostíbulos, que hacen profesión del vil comercio;
2°) Los que, contando con una mujer o varias, utilizan el trabajo de éstas para
vivir sin hacer lo más mínimo; 3°) Los que teniendo mujer, trabajan disimulando
su deplorable condición de caftens. En los dos primeros casos, se trata de
elementos vagos, y por lo tanto peligrosos...
La 4.a alegre, pese a todo, también
sobreviviría después de 1919, es decir en el esplendor del negocio
prostibulario en la
Argentina, que llegaría hasta poco después de 1930, agregando
un interés adicional a su repertorio de ofertas al parroquiano masculino: la
posibilidad siempre atractiva, para esos años, de los "salones de
baile" o de los bailes en recreos, hoteles y cafés autorizados por
ordenanza municipal de aquel mismo año.
En abril de 1925 un informe municipal enumera en
forma minuciosa los procedimientos de inspección en una serie de prostíbulos
clandestinos, que permiten verificar la supervivencia de los "quilombos" en la sección. La
nómina incluye a los propietarios, encargados o madamas de los mismos: Paulina
González (Dorrcgo 225), Mauricio Belman (Rivadavia 1675), María Belman (Güemes
2158),Aída Blanc (Wheelwright 1571),Anita Magnani (Wheelwri^ln 1585)),
ClaraTisurno (Rivadavia y Santiago), Adelina Molina (Jujuy 1710), Ana Groisman (Balcarce 181 bis), Ana Spiro y María Grin
(Rivadavia 2159), Dina Farnesi (Güemes 2144), Generoso Ramírei (Balcarce 46
bis), C. Socolovski (Rivadavia 2112), Berta Gnu (Rivadavia 2115),D.Blas
(Rivadavia 2187),Domingo Díaz (Rivad.n 11 2187), Pedro Avaro (Rivadavia 2129),Vicenta de Fontenla (Wheelwright 2157),Juan López
(Wheelwright 2145), Carmen Rodríguez (Wheelwright 2181), Mauricio Srihasman
(Rivadavia 1675), Amalia Fernández (Güemes 1964).
El mismo año, La Reacción, otro de los diarios rosarinos reconocido
por sus campañas entre combativas e insidiosas contra todo, en especial los
funcionarios municipales y provinciales, se hace eco de las quejas presuntas de
los vecinos de la cuarta prostibularia y pintoresca: Los prostíbulos dan la nota discordante y desvergonzada de la urbe
rosarina. Urge su traslado a cualquier barriada apartada y solicitada. Con
sobrada razón los vecinos honestos y progresistas del rico barrio castigado con
el presente griego de los lenocinios, se aprestan a hacer valer sus fueros y
privilegios hasta librarse de esa calamidad pública que los coloca en irritable
situación despectiva comparativamente con los demás barrios.
El diario de Duchein apuntaba sus dardos
esta vez contra los concejales rosarinos, llevados al Concejo Deliberante con el "voto calificado" de
esa gente maleante y bravia de los prostíbulos, rufianes, tahúres y demás
malevaje, que los usa para todos los desaguisados. El artículo omitía consignar que el Concejo estaba integrado, como
había ocurrido desde principios del siglo XX, por muchos de los apellidos de
pro, profesionales y comerciantes de la burguesía comercial a los que, de ese
modo, se acusaba sin más ni más de estar al servicio de los intereses
prostibularios.
Los años que van de 1927
a 1930 fueron asimismo de continuo machacar de la prensa
acerca de la prostitución y de la necesidad de su abolición en la ciudad. En
esas campañas se unirían diarios y periódicos como Relámpagos, dirigido
por Benigno Esperón, La Nota, La Opinión,
el ya mencionado La Reacción y los diarios tradicionales.
En octubre de 1927, La Opinión se indigna por la férrea subsistencia de
la zona prostibularia de la cuarta, al aludir al sector de la misma invadido
por bares y cafés de nombre inglés, ya consignados: En la calle Rivadavia, entre Boulevard Oroño y Balcarce, existen
apretujados unos cuantos comercios ilícitos con denominaciones en inglés de lo
más ridículo por su presuntuosidad para anunciar un bar, chopería, restaurant o
fonda, desmantelados y desaseados en grado sumo, donde la única mercadería
resultan ser las mujerzuelas, en deplorable aspecto enfermizo y miseria
física, que ofician de dueñas y encargadas de esos inmundos cuchitriles Agrega el artículo, que no escatima adjetivos: Cotidianamente merodea por allí una banda de gandules corrompidos y
viciosos, caftens que, a la Jija,
andan tras esas esclavas para arrebatarles el producto de su vil comercio de
prostitución clandestina... Como es muy intenso el tráfico de placeros, taxis,
ómnibus, tranvías y peatones en el sitio mencionado, las damiselas no se cansan
de hacer señas y chistar a cuanto ser viviente se les pone a tiro, exigiéndole
hacerse cliente. No ha de extrañarse, desde luego, que la astucia de las mismas
se extreme hasta el punto de asaltar y secuestrar a los transeúntes y viajeros,
con mayúsculo alegrón para los propietarios de las clínicas anti-venéreas, que
podrán contar así con mayor clientela...
Mientras su colega se encarga de atacar a
la cuarta de los clandestinos, La Reacción sigue empeñada en su cruzada contra los
"quilombos" de Pichincha, que siguen instalados en ese barrio: El plazo que la
Municipalidad otorgara para sacar los lenocinios de Pichincha
se ha cumplido ya y el público no se explica por qué no se procede por la
autoridad comunal en forma enérgica, al desalojo de esos antros donde se
alberga la prostitución patentada. Es pues por esto, que muchas personas dudan
y vacilan, al contemplar esa actitud pasiva sin llegar a penetrar el móvil que
pueda inducir a la autoridad a ser tolerante hasta lo increíble en asunto cuya
solución se impone de inmediato.
En mayo de 1928, el semanario Rosario arremetía todavía contra la 4.a
prostibularia dando cuenta de la perduración de sus características originales
pero yendo incluso un poco más allá, al señalar la connivencia oficial; la sola
mención de los titulares ilustra el tenor de la nota periodística: El infame comercio de la carne humana en ¡a sección cuarta. Más de
cincuenta focos infecciosos donde existen secuestradas menores que son
obligadas a vender caricias, gracias a las autoridades criminales, encubridoras
y miserables. Un sujeto en nombre de un importante diario local, recibe
mensualmente una elevada suma por parte de los traficantes. El 70 por ciento de
la juventud de ese barrio está enferma de los terribles males venéreos.
Clínicas especializadas abarrotadas de pacientes...
Entre las razzias policiales que sólo buscaban
guardar las apariencias moralizando un poco el ambiente con la eliminación de
las timbas clandestinas pero buscando a la vez con ello la necesaria coima para
engrosar los bolsillos de los comisarios seccionales, la vida en esa zona
rosarina transcurría sin demasiados sobresaltos, acuñando historias difíciles
cuando no imposibles de verificar, como la que ubica a Aristóteles Onassis entre los parroquianos de un café y
comedor de propiedad de inmigrantes griegos en Wheelwright y Güemes, por la
segunda mitad de la década del 20.
La versión de una supuesta estadía de Onassis en Rosario y tal vez
también en la zona prostibularia o en el barrio de Saladillo, como indican
otras historias, no es para nada imposible, sin embargo, si se piensa que el
después famoso y multimillonario armador griego había llegado a Buenos Aires en
el buque de inmigrantes "Tommaso di Savoia" el 27 de agosto de 1923 y
que vivió en la capital argentina hasta 1931, año en que fue designado cónsul
suplente por el gobierno de su país, desempeñando diversos trabajos que fueron
desde lavaplatos a empleado de una lavandería y luego en la British United
River Píate Co., central Avellaneda.
Onassis se radicó primero en el portuario
barrio de la Boca,
alquilando un cuarto sobre un salón de baile, para pasar luego a una pensión
de calle Corrientes y después a otra de calle Esmeralda. Frecuentó al zar de
las empresas navieras, el aristocrático Alberto Dodero, y conoció entonces los
entretelones del negocio de los barcos de transporte, que lo enriquecería
luego, hasta convertirlo en uno de los armadores navieros más poderosos del
mundo.
La atracción de la vida prostibularia sobre este griego casi de
leyenda mundana, le venía de su adolescencia en Esmirna, donde frecuentara
asiduamente los prostíbulos del barrio Demiri Yolu, con sus camas de latón, y
luego, de su vida en París en el burdel de "Madame Claude". En
Rosario, por su parte, sobre todo en la zona de Saladillo, muchos griegos se
radicaron para dedicarse al comercio honesto y hasta no hace muchos años,
apellidos de clara ascendencia helénica como Pilafis, Psarianos y otros, eran
rastreables en ese barrio rosarino.
En 1928, una muerte ocurrida en Buenos
Aires pasa casi inadvertida para la mayoría de los rosarinos: la del general
de división Eduardo Broquen, el 25 de abril de dicho año. Se trataba del mismo
que, poco después del Centenario intentara en Rosario, con el grado de coronel
y sin demasiada suerte en el intento, extirpar el mal prostibulario en la
ciudad, asustando con sus procedimientos policiales imprevistos y sus razzias,
a guapos, prostitutas y rufianes.
Cerca
ya del final de la década del 20, La Reacción prosigue su
camino de denuncias contra la anomia municipal respecto de los prostíbulos
clandestinos: La
funesta plaga de clandestinismo, de la que se ha ocupado muchas veces esta
hoja, recrudece en esta ciudad en forma alarmante... No obstante ¡as
disposiciones en vigencia, en la sección 4.a de policía, teniendo en
cuenta las denuncias del vecindario, existen algunas casas que pasan como
negocios y no son otra cosa que lugares de vicio y corrupción, sin que estén
sometidas a control oficial y con la particularidad de que uno de ellos está
ubicado frente a una casa religiosa
Fuente: extraído de libro rosario del
900 a la “década infame” tomo IV editado
2005 por la editorial homo sapiens ediciones