—¿Seguimos con el teatro Colón, amigo
Mantica?
—Seguimos. No me acuerdo bien en donde habíamos
quedado pero te puedo asegurar que aquello era un mundo auténtico, con todos
sus dolores, sus amores, sus quereres y sus cosas raras. Había casos en que se
recibía a una compañía de auténticos intérpretes que traían un espectáculo
pletórico de divos... y uno se encontraba con que eran los tipos más sencillos
del mundo y que por ahí estaban desesperados: "¿Habrá mucha gente en la sala?". . ."¿Y el periodista
que no llegó?". . ., bueno, los
periodistas eran unos criminales. Yo conocí a uno muy bueno, pero de los demás
prefiero no hablar. Una de las cosas que faltaron en Rosario fueron periodistas
teatrales: eran muy buenos muchachos periodistas, pero faltaba periodismo de
teatro. No estaban acostumbrados a la manera de llegar, ¿sabes por qué?,
porque eran sinceros ... No sabían dorar la píldora y daban leñazos a
diestra y siniestra. Y a puro garrotazo corrieron la gente, corrieron las
compañías. Faltó el término medio. Al final el post teatro lo hacíamos nosotros
con las compañías en vez de los periodistas; los artistas querían tenernos a
nosotros para que les dijéramos algo, querían tener a los peluqueros, a los
electricistas, a los hombres que estábamos detrás de la escena. Nosotros éramos
unos pichoncitos al lado de ellos . . . Por eso, cuando a mi me hablan de
bohemia, o del Rosario nocturno, yo digo: "Vea, amigo, en el Rosario nocturno hay una gente que todas las
madrugadas, a eso de las 4 se levanta para ir a trabajar. .. y si quiere puede
ver al último borracho que es un buen tipo tomándose una última copa de vino".
"Pero, ¿y el cabaret?" " ¡Uuuhh!l. ¡Hubo grandes quilombos,
grandes cabarets.../. Pero eso no fue el Rosario nocturno..." Había muchas otras cosas que hacía a Rosario de
noche: los que estudiaban, los que trabajaban, te los cuento por docenas. Nos
quisieron confundir acá con la vida nocturna de París ... esa nocturnal para los turistas en París.
Drama adentro
—¿Cómo fue el cambio en el teatro?
—Bueno, el teatro cayó dando lugar al otro
teatro, al de compromiso, al aventurero .. . Venían compañías formadas en Italia, o en
España o acá en Argentina con todos los elementos, y empezaron a formarse
otras, que tenían que rebuscárselas porque no tenían nada, y empezó el negocio
de los utileros y de los demás. El electricista, que lo único que había tenido
que hacer era leer el cartabón y empezar a poner las luces, ahora tenía que
inventar . . . Bueno, precisamente en eso de andar inventando anduve yo.
-¿Cambiaban los gustos también?
—Ya el cine tenía un valor nuevo. Ya estaban la
victrola, la radio. La situación económica de nuestro país era la caída total
de la economía. Se produjo el crack del año 30, no había dinero, y lo que antes
fuera cariño y amor por el teatro, ahora era sacrificio, desesperación para
poder montar las obras. Y allí hicieron labor de héroes, el peluquero, el
utilero, el electricista, el de la parrilla . . . todo era buscar el manguito
para mantener la estirpe ... y fueron quedando pocos. Ahora, hay otra cosa:
estas eran gentes humildes, de muy poco saber que siempre habían tenido quien
les dijera como tenían que desenvolverse. Pero ahora nadie les decía nada.
—Tenían que obrar por sí mismos . . .
—Buscaban desesperadamente quien les dijera las
cosas. Venían a preguntarme ... le preguntaban a mucha gente: "que
vestidos van acá ...", "para hacer la tormenta, ¿qué luz va?. .
.", para hacer esto, cómo se hace . .. Porque, eso sí, en la rueda de las
cosas bien armadas ellos funcionaban muy bien. Pero ahora a la rueda le
faltaban tantos dientes que ellos no sabían que hacer. Esa es un poco la
historia del final de los Banquero y tantos otros muchachos: tenían los
materiales en la mano y no los sabían utilizar, era un drama detrás del telón.
—En el teatro Colón, ¿quien era el capo de este
asunto?
—Schiavone; el sabía todo y ayudaba mucho a los
Banquero. Vos sabes que a los muebles, por ejemplo, hay que repararlos, hay que
tapizarlos, hay que pintarlos. Estos muchachos se pusieron en carpinteros, en
tapiceros, en pintores, hacían de todo, eran los verdaderos héroes para salvar
una situación que se venía abajo. —¿En que año se incorporó usted al teatro
como electricista y utilero? —Por 1934. En ese año empecé a olfatear algo de
las cosas del teatro porque todo eso tenía mucha afinidad con lo que me
gustaba, a mi me gustaba el arte, estaba estudiando pintura . . . canto,
también música, estaba relacionado . . .
El coloso herido
—Vea Mantica, yo recuerdo perfectamente el bar del
teatro Colón, que tenía sillas de Viena y conservaba un mobiliario antiguo y
bien cuidado. Cuando el teatro estaba ya cerrado, allá por 1950, entré una vez
a tomar algo y un señor bajito y de mucha edad que atendía allí, a una
pregunta mía me dijo: "Usted no sabe lo
que era este bar cuando los bailes de Carnaval del teatro . . . Se abrían esas
puertas intermedias de par en par y entraban aquí las mascaritas en montón . .
. era algo inolvidable".
—Eso fue en el segundo párate del teatro. El
primer párate del teatro vino, como te dije, alrededor del año 30, cuando se
tuvo que dar lugar en un sitio donde no se permitía, a las compañías pobres,
no a las compañías vetustas, aunque las compañías pobres hacían las cosas muy
bien también ... El asunto es que no se podían montar obras como
antes y no se que pasaba pero los divos no andaban. Entonces venían gentes de
segunda y en el teatro pasaban por ser de primera. De pronto se descolgaba una
compañía de primera, pero ya no se hacía, por ejemplo, una temporada con todo
de primera ... Y ya no importó si el teatro se prestaba a
alguna escuela para que los chicos fueran a cantar a la mañana, ¿te das
cuenta?. —Eso es.
—Antes, cuando había una compañía promocionándose
por ahí, fuera de temporada se le daba un margencito mayor. Después, ya venían
todos al margen y lo que antes fuera excepción ahora era la regla. Eso fue lo
que pasó alrededor del 30 y dio como resultado el primer párate. Yo llegué en
los finales de ese párate. Cuando no tenían a nadie más que llamar, me
llamaron a mí. Ya estaba todo bajo, todo caído. Tal es así que yo más entré
como hombre de radio que como hombre de teatro. —¿Usted hacía radio?
—Claro. Estaba en la LT2 en aquella época
escribiendo lacrimógenas y otras macanas. Entonces me engancharon en los
programas de la yerba Safac que se hacían en el Teatro Colón a la media mañana
y yo iba a poner las luces. Trabajaba la orquesta Bisio y un poco de todo se
hacía.
—¿No era un programa que hacía el animador
porteño Carlitos Ginés? —Exacto, habremos trabajado prácticamente un año todas
las mañanas. Claro, como yo era conocido porque me había vinculado al teatro
anteriormente, cuando venía una compañía me decían: "Che, ¿me haces el
favor, de ir a colocar las cosas que hacen falta . . .?", más era el
favor que yo hacía que lo que ganaba y yo más era el gusto que me daba que lo
que iba a ganar. -Ese era un programa auspiciado por la Cadena Splendid .
. .
-Se iban contratando los teatros para hacer la
cosa más atractiva. El Teatro Colón Iba entrando ya en su tercera caída a todo
esto ...
Los pies en el barro
-¿Y la segunda?, ¿Cual fue?.
-En la segunda caída se
empezó a hacer cualquier cosa para mantener el teatro, viniera quien viniera.
De pronto se hacía un programa con un buen pianista, van tal los magos .. .
como Fu—Man— Chu.
Me acuerdo haberlo visto en el Colón, cuando yo
era pibe.
— Fue cuando el teatro Colón se convirtió un
poquitito para la diversión. Ya no pudo volver a presentar obras con la
categoría que tenía antes del año treinta y ni siquiera podía mantener las de
segunda que vinieron después. "Vamos a divertir a la gente para que el
teatro se llene", decían. Y venían los magos, los circos, las tonadilleras,
los operísticos de Italia, de acá y de allá . . . todos venían. Lo que nunca se
había permitido; que el tenorino, el tenor, la tenorina y todo eso formaran
compañía, ahora era una realidad. Pero . . . ¿qué compañía . . .?: se juntaban
para una ópera y después se volvían a desparramar porque eso no tenía
consistencia duradera, —¿Entonces, fue cuando vinieron los bailes de Carnaval
...?
—Para salvar al teatro Colón, que lo que debió
ser siempre era un templo, aparecieron los bailes de Carnaval. Al principio
fueron extraordinarios aquellos bailes con comparsas enteras, máscaras y que se
yo. Poco a poco aquello se fue degenerando hasta convertirse en un baile mal
visto ... en un baile de sirvientas. Ya no eran murgas,
sino murgotes, ya no eran de comparsas, ya eran de cualquier cosa y comenzó la
decadencia final. Porque todo eso, mas las malas compañías, mas las malas administraciones
terminaron por sepultar al teatro Colón en la ruina . . . Hubo un muchacho que
estaba de administrador y que sufría mucho .. . ¡cómo sufría!. . . se le venía
abajo el teatro, se liquidaba el teatro, no se pintaba el teatro . .. Las
pulgas, las ratas y los murciélagos eran los únicos dueños del teatro. —¿Quién
era el dueño del teatro Colón?
—Astengo, a quien se le llegaron a reclamar
tantos millones de pesos en impuestos que el tipo dijo: "Bueno, ¡fundo el teatro, aunque fo lo quemo . . .1". Y se fue a unas tierras que tenía en el Canadá. Y
quedó Schiavone de administrador. La cosa no daba para mas. Entonces empezaron
a venderlo al teatro Colón . .. para el que quería hacer compañía . . . para el
que quería alquilarlo con el fin de hacer lo que se le ocurriera. Y detrás de
todo eso estaba el utilero a ver si vendía alguna cosa que no valía un pito
para el, pero como yo tenía guita trataba de hacer aunque fuera un mal negocio
y, sobre todo, medrar, medrar, medrar, porque como allí había un tesoro no lo
podía tirar a la calle. Todo eso se hacía con una altura tremenda ... pero la
verdad fundamental era que había una miseria rayana en el desastre ... Yo volví para la radio con los asuntos
lacrimógenos ... ya estaba por venir la televisión. —Entonces le
dieron el trancazo final al teatro.
\ La revancha de La Opera
—El trancazo final fue que se alquiló para
cualquier cosa, aunque fuera para la yerba Safac. El espectáculo que para
repartir los premios de una firma comercial promovía una función ... y venía la gente gratis, total, pagaba la firma.
Era para hacer el gran espectáculo de la firma. La radio ya se convertía en un
monstruo devorador. Raramente caía alguna compañía que, con mucha hidalguía,
trataba de defender el antiguo teatro, con muchos deseos de verlo renacer, pero
pocos elementos para poner una obra en escena. Bueno, esto también desapareció
y fue a parar a una asociación —El Círculo— que administraba el teatro La Opera. Lo curioso del
caso es que el teatro' Colón jugó una carrera, que casi se podría llamar una
carrera cuadrera, con el teatro La
Opera. —¿Cómo fue el asunto?
—Esto pertenece a la historia del teatro en
Rosario. Allá por el año 1900, los dos teatros empezaron a construirse a la par
financiados por dos grupos de gentes amantes de la opera. Pareciera que el
teatro La Opera
estuvo un poquitito retrasado en su construcción, y por alguna razón el teatro
Colón tenía un poquitito menos de retraso. Pero como los del teatro La Opera lo iban a terminar con
todo, estos otros en el temor de verse aventajados metieron la muía y con
algunas partes no muy bien terminadas y decoradas para disimular, dieron el
teatro por finalizado y lo inauguraron primero. Con el andar de los años, sin
que nadie se lo propusiera, vino la revancha del teatro La Opera ... ya que todavía supervive en Rosario como teatro El Círculo.
-¿Cómo explica usted la supervivencia del teatro La Comedia?
—Porque dentro de los monstruos sagrados que eran
aquellos dos teatros, este era un teatrito de bolsillo y, claro, los problemas
fueron menores. Ahí no se hacían óperas; ahí se hacían comedias, tragedias,
saínetes y los gastos eran menores... era un teatro mamoncito, era chiquito. Tenía
categoría también, ¿eh?, ¡ojo!. Pero en aquellos tiempos era uno de los mal
llamados teatros de segunda. Para mi eran de primera, unos en el orden
operístico y el otro en el orden del drama, el vodevil, el saínete, la comedia.
"—Hacía cada cosa
yo con la batería ... En una obra que se llamaba "La otra noche
en los corrales", había un coso que sacaba el cuchillo y nunca lo sacaba
del todo porque tenía un pedacito así de hoja ... y, cada vez que amagaba, yo daba un golpe de
tambor . ,. Por ahí otro sacó un cuchillo grandote y yo pegué un golpe que se
sintió hasta en el café de enfrente. Fue una risa. Me dijeron: "Estuviste bien, valió más todo eso que todo
lo que hicimos nosotros". Otra vez, en el teatro
Colón durante una obra tenía que sonar un tiro, un solo tiro sonaba en
toda la obra. Cuando llega el momento en que yo tenía que hacer el ruido, no se
quien de los artistas, o de los utileros que tenía el libreto metió un balazo de verdad para
el lado del techo del escenario y salieron volando todas las palomas para donde
estaba el público. ¿Sabes el lío que se armó?. Era la parte más dramática y
todos se reían . . . ¡se armó una!"1
¡Hagan el hundimiento, muchachos!
-Yo calculo que en sus comienzos había cincuenta
hombres trabajando en el teatro Colón. De esos cincuenta quedaron tres para
mover todo el escenario. Por ahí las contrapesas caían, los laterales andaban
mal, pero había que seguir adelante.
-¿Fue justificado el hecho de que lo hayan demolido?
-Bueno, eso fue otro asunto. Fue un problema que
involucró e involucra las tantas inepcias rosarinas, como demoler tantas cosas
antiguas que hacen a la historia, a nuestro pasado. No vamos a hablar de la
vieja Aduana; no vamos a hablar como se vino abajo La Montañita; no vamos a
hablar cómo se perdieron pera las generaciones presentes tantas obras de arte
arquitectónico que eran verdaderas joyas . .. Así también se perdió el teatro
Colón. El capitalista, también se portó mal, aunque se arrepintió. Las
asociaciones de Rosario decían: "Entréguennos el teatro Colón...¡ se lo
compramos! . . .". Y el tipo dijo "No". Claro que tenía una auténtica bronca «n ese momento: la financiación
le iba mal. Que me disculpe el finado Astengo, pero era así. Cuando después le
sobró hizo la Fundación
que lleva su nombre y compró otro teatro ...
-Pero … ¿no lo demolieron por problemas de
seguridad?
Mira, a los señores malditos que dijeron que el teatro se iba a venir abajo
porque lanía una columna rota, yo los hubiera colgado vos sabes por donde en
esa columna y todavía se estarían secando.
Realmente fue un
pretexto …
Pienso que un mal pretexto. Instituciones
populares rosarinas quisieron comprarlo para poner un teatro, para tener una
escuela . ..hasta la gente de las radios querían comprarlo... Yo asistí, como quien
va al entierro de un pariente, al primer golpe de piqueta y al ultimo. Y aunque
en aquel tiempo yo estaba más pobre que las ratas tenía el teatro, junté los
pocos dineros que tenía y fui comprando todo lo que pude, por lo menos la parte
de iluminación que después se la di a Thiany cuando actuó-en la cueva, en el
baldío que quedó cuando demolieron el teatro Colón. ¿A Thiany le vendió los
elementos que había comprado?
-Informo seriamente que el negocio que hice fue en
contra mío porque amaba al teatro, amaba
a la gente de la farándula y le fui dando todo aquello. A un circo, al mismo Thiany ... a cualquier teatro independiente de los que se formaban en Rosario
en la década del 50, fueron a parar los padelones, reflectores, resistencias.
Todo aquello lo compré con lo que me faltaba y lo regalé de todo corazón. Otra
gente se llevó arañas, apliques fabulosos, máscaras .. . todo lo que no pudo
comprar el pobre utilero.
—Yo estuve hace poco en la casa de Julio Schiavone
"Mantequita", y me mostró un patiecito muy chico que hizo con
baldosas del teatro ...
—Bueno, eso es lo de menos ... es lo de menos. Pero las resistencias con que Florencio Parrevicini
hizo Pañete
Marinero . . . esos sí eran elementos. Parravicini se mandó en
escena, me acuerdo porque yo intervine, el hundimiento de un barco con tormenta
y todo que vos no te podes imaginar. —¿Estaba en el libro así?
—No. Se le ocurrió cuando vio los
elementos que teníamos. "¡Ah!. ¿Tienen todo esto?. /Hagan el hundimiento muchacho!2
Pero el último acto tuvo otras alternativas antes
de la piqueta. Derruí-dos los esplendores de aquel famoso teatro; descascarada
la pintura por dentro y por fuera, no solamente su interior fue nido de
alimañas e insectos de todas clases. A la sombra de las tertulias vacías,
entre el moho de las paredes y el podrido tapizado de las butacas, el glorioso
teatro convirtióse finalmente en receptáculo de amores clandestinos, en lugar
de citas, en un inmenso prostíbulo regenteado por dos meretrices, madre e hija
(la Pelada Rodríguez),
a quienes se les dio cobijo como "caseras" y que utilizaron los
pabellones fríos de un teatro muerto para menesteres cuya formalidad no cuenta
estando la paga de por medio. Alguna fama había cobrado ya el teatro durante su
apertura a los famosos bailes de Carnaval
donde las actividades del sexo se habían entronizado en el bajo piso, en torno
a las columnas hidráulicas que servían para hacer descender la platea; en la
complicidad de palcos, pasillos y tertulias; en la tenebrosa oscuridad de los
baños y de los camarines.
Aquellas boleterías, por donde pasaran las manos
enguantadas de tantos señores y señoras de pro su dinero para recibir las
entradas que les permitieran el acceso a espectáculos de alto nivel, habían
sido habilitadas al final, en el amparo sombrío de la decadencia, para la
concuspicencia y el refocilo de necesidades sexuales. Fue la primera
demolición. La segunda, la de la piqueta, estaba en camino.
Un suelto publicado en el diario La Capital años después,
serviría do mortaja al recuerdo del teatro Colón: "Un mejor destino
mereció este soberbio coliseo, notable esfuerzo de una sociedad anónima con
capitales y hombres rosarinos. Su interior -decía el diario de los Lagos—, tenía semejanza con la Opera de París, y el áureo y
rojo de su ornamentación confería, con otros detalles, suntuosidad a la
acogedora sala. Por ella desfilaron artistas de la fama de Carusd3, Gigli, Lily
Pons, Adelina Patti, la
Tetrazzini, Tita Ruffo, Sagi Barba, en lo lírico, para no
prolongar la nómina, como al igual los más calificados representantes de la
zarzuela, la opereta, el drama y la comedia.
"Inaugurado el 19 de mayo de 1904, la
temporada lírica tuvo poca suerte y se disolvió. Más ello no amilanó a su
empresario y los espectáculos los variados prosiguieron. Allá por agosto de
1907 hubo una temporada lírica que se prolongó para finalizar con una
apoteótica despedida. Desde el Colón, ubicado en Urquiza y Corrientes, los
artistas proyectaban dirigirse por esta última, un trayecto de cinco cuadras,
en carruaje, hasta la estación Rosario Central, donde un tren especial los
esperaba. El público, en número elevado los obligó a ir a pie y en un momento la Tetrazzini fue
arrebatada y llevada en hombros. En la estación, desde la plataforma del tren,
respondiendo al clamor de los admiradores, cantaron varias "arias" la Carelli, el tenor
Zanatello y el barítono Amato. La
Tetrazzini hizo lo propio, añadiendo una canción popular que
se fue desgranando a lo largo del andén mientras el tren se alejaba, dejando
uno de los más bellos recuerdos de la emoción popular.
"La
Opera, como otros géneros teatrales, decayó. El Colón fue
ofrecido en venta y el Concejo Deliberante resolvió adquirirlo en poco más de
un millón de pesos. Era la época en que se coqueteaba con los sindicatos, y el
intendente vetó la ordenanza.
"El local cedióse a determinado sindicato
que había proyectado obras sociales suntuosas que jamás realizó. Finalmente,
pasó a una entidad de ferroviarios, para levantar un edificio de pisos en
propiedad horizontal. Hasta ahora lo único hecho es la demolición de esa
verdadera reliquia del pasado y la consiguiente excavación de un profundo pozo,
del que emergen ocho esqueletos de hierro sobre los cimientos. El abandono que
afea a la ciudad enjuicia a los funcionarios que no supieron legar a la posteridad
la belleza de una hermosa obra, que otras generaciones de rosarinos no dejaron
como ejemplo por seguir".
NOTAS
1
Julio Schiavone, id.id.
2 Alberto Mantica, id.id.
3
"-Yo era maquinista del teatro La Opera. Cuando vino
Caruso yo trabajaba allí, y cuando se fue Caruso me retiré. -¿En que año habrá
sido?
-Alrededor de 1910 ... yo tenía 18 años, porque fue antes de que
hiciera el
servicio militar.
-¿En que fecha nació usted?
El 30 de este mes voy a cumplir 84 años ... Yo nací el 30 de setiembre de
1892.
1892... como la marca del vino. —Si...
como el nombre de ese vino . .. -¿Usted se vinculó accidentalmente al teatro?
Yo tenia que ganarme la vida, y entonces
entré como ayudante de maquinis-i.i rn los teatros y después
fui maquinista. Me acuerdo de haber trabajado en el Nuevo Politeama, en el
Colón y en La Opera.
El Nuevo Politeama estaba donde hoy se
encuentra la
Fundación Astengo... —. .. Sí, al Colón lo demolieron que fue
imperdonable eso, y La Opera
cambió di mimbre por El Círculo.
I Isted se acuerda del viejo teatro Olimpo?
¡Cómo no me voy a acordar!. Allí estuve
cuando vino el circo de Frank Irown. Me acuerdo que Frank Brown presentaba un
desfile de presidentes de todas las repúblicas. Cada presidente iba en un cochecito
tirado por un caballo, y ¿no va y se descompone el que hacia de presidente del
Uruguay? .. . se desmayó, no se, y lo tuvieron que cambiar en pleno desfile ...
—¿Y de que otros personajes se acuerda?
—Bueno, a los cantantes de opera los
conocí a todos, la
Tetrazzini, Galli—Curci.. . todos. Tengo las fotos de ellos
autografiadas, menos la de Caruso. Esa no. —¿Por que?
—Porque cuando se la fuimos a pedir, el
secretario que tenía nos dijo que la foto de Caruso valía . .. veinte
centavos. —¿Veinte centavos?
— 1 Claro! ¿Y de dónde íbamos a sacar nosotros
veinte centavos para comprar una foto?
—¿Así que Caruso tenía secretario?
—Si. Me acuerdo que este hombre le pesaba a
Caruso el agua para tomar en una balancita como esa que tiene la estatua de la
justicia. Con las comidas .. . bueno, primero el secretario probaba el plato y
después se lo pasaba a Caruso. Vea, el famoso tenor era . . . ¿cómo le podría
decir?, como un perro que uno lo tiene ahí en un rincón. No hablaba con nadie y
ninguno podía acercársele si antes no hablaba con el secretario. Caruso tenía
un saco .. . como de pana, de corte italiano y estaba sentado en un sillón de
esos que tenía el teatro ... el secretario se paraba más adelante y no dejaba
arrimar a nadie. —La temporada de Caruso, ¿cuánto duró?
—Hizo dos funciones. En el mismo día cantó
"Carmen" e "II Pagliacci". Después se fue. Rosario no le
gustó. Aunque dijo que La Opera
era el teatro que tenía mejor acústica en Sud América. —¿Cómo es eso de que
Rosario no le gustó?
—. . . Usted sabe que cuando venía una
personalidad grande como la de Caruso, iban otras personalidades a escucharlo:
el gobernador, los ministros, la gente de la sociedad, los personajes
importantes . . . No podía ser menos en este caso en que se cobró 32 pesos la
platea y 7 pesos el paraíso. Bueno, el asunto es que cuando Causo terminó las
dos funciones, mucha gente de esa que le hablé fue a saludarlo ... —¿Y .. .?
—No recibió a nadie.
—El divo era más grande que el ser humano ...
—Cuando vino aquí ya había bajado su popularidad
en los Estados Unidos. Costó mucha plata traerlo. Por eso se pusieron precios
altos. Fíjese que el cabo comparsa, ¡el cabo comparsa! por dejarlo ver a Caruso
por unos agujeros cuando cantaba, cobraba 7 pesos el agujero. Y además lo de
las fotos . .. Yo tenía un compañero que hablaba el napolitano a la perfección,
cuando el secretario le dijo que las fotos costaban veinte centavos cada una,
el otro le dijo de todo en dialecto ... ¡Hay que ver como lo puso! —Como
cantante, ¿que le pareció Enrico Caruso?
—Cuando lo escuchamos allá arriba cantar
"Carmen", dijimos "¿Y este es el famoso Caruso .. .?"
Porque el que la cantaba mejor, para nosotros, era un tenor italiano flaquito
como un palo que no me acuerdo ahora el nombre. Cuando vino la segunda función
con "II Paglacci", nosotros ya habíamos preparado la parrilla y
entonces dijimos: "Ahora vamos a bajar para escucharlo de cerca, a ver que
pasa". Y ahí nos convencimos de que nunca íbamos a escuchar otro más
grande que éL -¿Ah, sí?
—Vea, en cuanto vino la parte de la romanza el
director de la orquesta levantó la batuta y dio la nota. Caruso agarró la nota
y ... En el decorado había tren puertas, ¿no?, una a
la izquierda, otra en el centro y otra a la derecha. ¿Sabe lo que hizo?. Con la
nota sostenida entró por la puerta izquierda, salió por la del centro, volvió a
entrar por la del centro, salió por la derecha, llegó otra vez al medio del
escenario y, cuando estuvo allí el director cortó con la batuta. Entonces recién
Caruso paró el sostenido de la romanza”. Andrés Omet. Testimonio obtenido
durante su internación en el Hospital Regional Ferroviario de Rosario, piso 3º,
habitación 304, cama 2, el 17 de diciembre de 1976.
Fuente:
Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor Nicolás Zinni, el
Capitulo 7, del Tomo I . Editorial Fundación Ross. Año 2000