Por Osvaldo Aguirre / Lisy Smiles
El
barrio no es el mismo de antes. El interés inmobiliario acecha a los antiguos
edificios y el pasado prostibulario está en proceso de revisión. Recorrido por
un territorio mítico en tiempos de cambio
La entrada es por calle Jujuy, a través
de un portón. Aquí hubo un teatro, y también un cine. Se llamaba Casino.
Cuentan que Alberto Olmedo estaba con frecuencia entre el público. Pero hace
casi cincuenta años que cerró sus puertas, y después vino el olvido. Quedan algunos vestigios:
molduras, restos del escenario, la antigua división del espacio. El lugar es
uno de los símbolos de Pichincha, donde se encuentra, y también de la situación
particular del barrio y su mítico pasado prostibulario: una historia en
proceso de reconstrucción.
Desde hace unos años, Pichincha experimenta un acelerado cambio.
Mauro Machado, que llegó al barrio en 2002 y abrió el centro cultural El
Levante en lo que era una pensión en ruinas, sitúa lo que puede ser un punto de
referencia: "entre la calle Salta, hacia el río, y Pichincha, hacia el
río, se abría un rincón aislado de la circulación de la ciudad; había
inquilinatos, talleres mecánicos y garages, un ambiente de tristeza, depresión
económica y marginalidad; la situación empezó a cambiar cuando se abrió el paso
de avenida Francia, y empezaron a llegar los bares y a construirse casas
nuevas y edificios".
La transformación de Rehincha recupera el pasado del barrio, una
historia más o menos oculta que desde la publicación del libro Prostitución y
rufianismo (1974), de Héctor Zinni y Rafael Ielpi, se incorporó a la memoria
de la ciudad. Pero en medio del boom inmobiliario —"hoy los terrenos y
las casas, aunque estén viejas y derruidas, son -carísimas", dice Machado—
y de las nuevas investigaciones, esa recuperación plantea un conjunto de problemas
y desafíos, ante la preservación de los edificios emblemáticos y el relato
mismo de la historia, en la que todavía quedan numerosos interrogantes, dudas
y aspectos para abrir nuevos estudios.
En 2008 la historiadora María Luisa Mugica reveló que el verdadero
nombre del Madame Safó, como se conocía al burdel de Pichincha 68 Bis ( uno de
los edificios históricos que se mantienen en pie), era El Paraíso, y aportó
desconocida sobre sus madamas y propietarios. Más allá de importancia puntual, el descubrimiento puso de relieve algo
que se proyecta . hasta hoy: la
Pichincha está historia está abierta a la investigación.
PLAN A
En 2006 la Secretaria Planiamiento
de Rosario presentó el Concejo Deliberante el Plan Especial Pichincha, con el objeto
de proteger el patrimonio arquitectónico y encauzar la renovación edilicia del
área. El barrio se delimitó considerando la historia --el pasado
prostibulario—. características físicas urbanas edificios significativos, el
trazado vial y ferroviario— y aquello q el imaginario del presente entiende por
Pichincha, más allá área delimitada a principios siglo XX y constituida por el
se de ocho manzanas destinado el Municipio a la prostitución reglamentada.
Pichincha no es lo que el principios del
siglo XX cuando prostíbulos la convirtieron en célebre zona roja. Los mitos y interés inmobiliario ampliaron
sus fronteras.
El área histórica tiene ahora su núcleo de partida en el sector de la Cervecería Schlau,
el túnel Celedonio Escalada y la Estación
Súnchales,
con límites en las avenidas Del Valle y Rivadavia, Oroño, Tucumán (la vivienda
natal de Olmedo devino en hito demarcatorio) y Vera Mujica.
El
Plan Especial Pichincha tuvo un fundamento un minucioso informe en que María
Luisa Mugica hizo un relevamiento de espacios característicos del barrio un
listado de casi medio centenar de prostíbulos, bares, y fondas y su
localización en el área , con datos sobre propietarios y encargados, tomados de
fuentes documentales nunca antes consultadas, como los prontuarios de la vieja
División de Investigaciones de la policía rosarina, pedidos de habilitación y
de clausuras , ordenanzas y mapas de época.
“Muchos
de los inmuebles catalogados contienen en sí mismos una historia , un
acontecer, un nombre, un hecho. Y muchos otros son el resultado de una sumatoria
de seres anónimos que fueron constituyendo a nuestra Ciudad", explica María Laura Fernández, directora del Programa
de Preservación y Rehabilitación del Patrimonio municipal.
Hoy
esa protección invita, justamente, a recorrer en detalle sus calles, aunque el
itinerario (tanto histórico como arquitectónico) no figura
dentro de ningún circuito.
Muchos de los inmuebles catalogados por su
valor histórico están identificados sólo con una
placa y carecen de la información respectiva.
Desde
Preservación advierten que el vandalismo impide profundizar el proyecto en cuanto a acercar
información a través de cartelería. Hay un relato propuesto desde el municipio respecto
de Pichincha pero su encala actúa en lo técnico (los grados e protección
de los inmuebles) y muestra debilidad en lo
simbólico por la imposibilidad de narrar la historia).
Tampoco
aparece como muy sencillo la construcción de ese relato por fuera de lo
arquitectónico. La historia prostibularia define una cuestión identitaria en el
barrio, e incluso en la ciudad, pero no es un tema sencillo de abordar.
"Nosotros estamos fundamentalmente ponderando aquellos valores identitarios
de la arquitectura que conformó este sector de la ciudad y no estamos
reivindicando el uso que se hacía de estos sitios: lo que hacemos es reconocer
la conformación de un ámbito urbano cuyos orígenes tuvieron que ver con la
actividad prostibularia", advierte Fernández.
"De todas maneras
— agrega la directora de Preservación— se fue comprobando una inversión
inmobiliaria, y dentro de ella lo gastronómico, en dónde el barrio también
posibilitó que esas tipologías se modificaran en positivo. Un ejemplo es El Levante,
con su actividad cultural. O sea, lo edi-licio dio posibilidad de cambiar el
uso y generar estos espacios de encuentros que ya no son los mismos encuentros de entere» peto« generando otro tipo de actividad cultural".
En ese sentido puede incluirse el Mapa de las
artes en Pichincha, una iniciativa del Centro de Apertura Multicultural que
apunta a relevar los espacios culturales, de recreación y gastronómicos des
barrio para potenciar su actividad y la afluencia de público, y posibilitar nuevas iniciativas.
EL BARRIO DIBUJADO
Luis Leonhart es ilustrador y arquitecto.
"Dibujar, todo el mundo dibujó desde el primer año de vida. yo seguí
un poco más. Y la arquitectura... bueno, es la madre de todas las artes",
dice. Ambos confluyen en Pichincha, ei escenario sobre el cual
desplegó El
Pollo Palacios, tira diaria que publicó
La Capital, y que también
contiene algunos de sus proyectos como el de construir un hotel en lo que fue
el Teatro Casino. Leonhart. además, puso en valor algunos inmuebles de la zona
y eso lo convirtió en un testigo privilegiado de un cambio de época.
El edificio con ingreso
en Pichincha 61 y Pichincha 73 fue uno de sus ámbitos de trabajo. "Cuando
entramos, aún se respiraba el clima de un prostíbulo. Había un lucernario de unos
25 metros
de largo, c conserva. Era corredizo, esta buenas condiciones. Se desplazaba y
dejaba ver el patio adonde c las habitaciones. Esa propiedad mantiene casi la
estructura original, con un pasillo lateral que embocaba al fondo, donde e: las
pupilas. Las mayólicas, el calcáreo del patio, las puertas con los números de las
habitaciones estaban
intactas, vos entrabas a un prostíbulo, cambiabas de época” cuenta Leonhart.
Según María Luisa
Múgica. En Pichincha 61 y 73 funcionaron
en prostíbulos La Mascota
y La Mina de
Oro, este último "famoso por sus regentas". Entre las madamas estuvo
Anita Barán, cuyos restos hoy descansan en el viejo Cementerio Hebreo de
Granadero Baigorria con los de otras colegas, rufianes y prostitutas.
El Teatro Casino
funcionó en Pichincha y Jujuy entre el 17 de marzo de 1914 y el 31 de mayo de
1964. El lugar pasó a ser utilizad: por un taller mecánico y cayó en e.
abandono hasta que fue comprad: por un grupo de inversores integrado por dos
empresarios rosarinos; un francés. "Tenía un pullman que intentamos
recuperar pero estaba destruido; logramos conservar la baranda —dice Leonhart—.
Hubo que levantar la parte de plateas pero se conservó la cubierta de todo el
teatro. En el escenario estaba las fosas del taller, pero aún podían verse las bambalinas, que tenían entre quince y dieciocho metros. Su mayor
atractivo es la fachada que permanece tal cual".
Allí
el proyecto es construir hotel con un lobby de uso semipúblico. La parte de
hotelería se más bien pequeña, con no más 40 habitaciones, alo que se sumará un espacio que servirá como punto de
información sobre el barrio que podría albergar diversas actividades
culturales.
"La idea —detalla
Leohnart^-conservar la fachada y liberar la planta baja, dejarla como un „ piso
entero, para que sea el lobby del hotel. Su característica es sea como un hall
donde la gente se pueda informar sobre el barrio y que eso te permita moverte de ahí al resto de
Pichincha. A la ve tener mucha superficie se puede establecer simultaneidad de acotecimientos
y usos dentro del mi espacio". Una historia que, con del barrio, se está
edificando
Agradecemos: María Luisa/ Rubén Serri
Fuente:
Artículo Publicado en el Diario La
Capital en la Sección Señales del domingo 7
de agosto de 2011