Cada grupo humano produce
sus propios sectores marginales, y la colectividad judía se vio involucrada en
ciertos escándalos producidos por la actividad de judíos dedicados al negocio
de la prostitución. Este "negocio" hoy pertenecería al sector
"servicios" de la economía y según modernos analistas, formaría parte
del mecanismo de la oferta y la demanda del "consumo" de las capas
populares de la época: inmigrantes jóvenes, hombres solos que formaban la
mayoría de la población inmigrada y que "consumían" prostitutas.
En su momento generaba angustia y vergüenza a la sociedad,
que rechazaba dichas prácticas. El silencio y el misterio que rodeó a la
"mala vida" prostibularla, avivó la fantasía y el mito y fue tejiendo
una trama compleja de historias, muchas veces falsas o exageradas, donde nunca
faltaba el ingrediente romántico.
La colectividad judía no tenía contacto con el
mundo rufianesco; los "impuros" (así se llamaban a sus integrantes),
eran excluidos de las instituciones judías, tenían prohibida la entrada a los
templos religiosos y hasta en la muerte se los radiaba: no se permitía el
entierro de sus muertos en el Cementerio Israelita.
La religiosidad de estos sectores marginales es un
dato no ajeno al de otros sectores pertenecientes a los bajos fondos de la sociedad. Sus actividades
religiosas las realizaban en una casa de la calle Quemes al 2900, en el barrio
"Pichincha" y tuvieron su propio cementerio en Paganini {actualmente
Granadero Baigorria).
En 1933 se clausuraron
las "casas públicas" en Rosario y los judíos
"impuros" fueron entrando en el olvido.
Fuente:
extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo
Nº 24. De noviembre 1993. Autor: Luis Gerovitch.