Al interesarme por la vida de los ciudadanos
comunes que, de alguna forma, se han entroncado en la historia de las grandes
ciudades, me he encontrado, invariablemente, con la existencia de personajes
cuya extemporánea conducta, aún reprobable y digna de toda clase de
execraciones, es curiosamente pasible de rememoración permanente. Se trata, por
supuesto, de seres que nada digno de mención han realizado en pro de la humanidad
y el bienestar de los pueblos a los que pertenecieron. Por el contrario, se
han preocupado en primer lugar por constituirse en aquellos bichos grandes,
capaces de romper la tela de araña que es la ley —al decir figurativo de José
Hernández— y, en segundo término, por no mostrarse demasiado juiciosos como
para pasar a la posteridad en calidad de patriarcas. Tal vez, su secreto
anhelo haya sido la burla permanente, y el haber querido perpetuarse en la
memoria de sus congéneres como los burladores máximos. Es el caso de muchos,
pero particularmente en Rosario, de El Manco Mazza, El Cato
Casartelli, El Marqués del Ojo Caído y otros, de inferior
"categoría" que la ciudad ha debido sufrir con una sonrisa de fingida
ironía, ante el deleite del común de las gentes que en épocas pasadas vieran en
estos personajes la encarnación del absurdo y la locura.
Para comenzar con El Manco Mazza, pondré en el pórtico una frase que
gustan decir los franceses: le mauvais gout méne au crimen —el mal gusto
conduce al crimen—, porque este Mazza, era algo más que un simple patotero.
"—Yo conocí a El
Manco Mazza, El Gato Casartelli que le dieron un puesto de comisario para que
no se muriera de hambre . . . Chito Iturraspe, Chozzita . . ., esa gente
dominaba la ciudad de Rosario. Ellos entraban a un prostíbulo y desaparecía la
policía. Y también el comisario Ignacio Romeo Rota desaparecía de la comisaría.
Se divertían a los tiros, agujereando los pianos eléctricos y después
automáticamente sacaban su billetera y pagaban ... y aquí no pasó nada. —Eran prepotentes . . .
—Vea, en otras ocasiones
ocupaban un pobre taxi y El Manco Mazza lo obligaba con la pistola en la cabeza
a entrar en el río (sic) del parque In dependencia ... al laguito. Y había que meterse; después venían los bomberos
y lo sacaban del agua. Otras veces agarraban un pobre mateo, largaban los
caballos, le cortaban la guarnición y le quemaban el coche. Y pagaban. Esas
eran las andanzas de este hombre .. . — ¿Y, cómo quedó manco?
—Este Manco Mazza quedó
manco a raíz de que en un hotel, no se si en en Casilda, no recuerdo bien,
acostumbraba a manosear las mujeres. Entonces fue un día con el finado Bayoyo a
comer y Mazza empezó a manosear a la que lo servía. Cuando volvieron por
segunda vez, la señora no quiso atenderlos más. Entonces el dueño le dijo:
"No. Anda a atenderlos , te ordeno yo". La señora fue, y a la primera insinuación de
maldad hombre le metió y le rompió un brazo. A raíz de eso quedó manco, y I»
dijo: "No lo mato, pero acá no quiero
verlo más" —¿Le metió un tiro?
—Si, y le rompió el brazo. Quedó manco
para todo el viaje. Antes de morir, vivía en la calle Rioja, cerca del Banco
Hipotecario, y es* casa era heredada de los padres, no se que .. . Y, al I í
había un a sartenada de degenerados, fabricantes de camisas, y no se la pila
de años que no se pagaba alquiler, y el ya estaba demente y estaba haciendo un
aparato para ir al cielo ... para ir
a la luna. -¿Ah, sí?. ¿Y dónde lo hacía, en el patio?.
—. . . Y, tenía la casa hipotecada. Entonces, el
finado Pirani que fue diputado nacional en el gobierno peronista le compró . .
., le dio unos pesos, y se hizo cargo de las hipotecas de la propiedad. Ah f fue cuando El Manco
Mazza se mudó a Echesortu mientras el finado Pirani agarró, bajó toda la casa,
dejó los terrenos limpios y después los loteó y los vendió a los precios que
más o menos podía. A todo esto, el Banco Hipotecario Nacional quería comprar
allí para agrandar el edificio, pero Pirani no quiso venderle nada.
—Es donde está el
edificio Arizona ahora, ¿no es cierto?. -Si, allí es.
—El Manco Mazza, vivió arriba del Mercado Modelo,
¿no es verdad? —En cierta época si, porque ese mercado fue de su finado padre,
don Agustín Mazza. El Manco vivía arriba con dos o tres negras y muchas veces
bajaba ahí y ¿usted vio que el mercado tiene una galería?. Bueno, el bajaba ahí
y junto con otros chupaba, todos gritaban y el se ponía desnudo y tiraba
también algún tiro. Los vigilantes que estaban en la esquina se las tomaban
porque no querían guerra". 1
Otro testigo de aquella época, enlaza al recuerdo de El Manco Mazza el de un humilde lustrador de zapatos que
había adquirido cierta distinción postiza a ojos vista, influido quizá por la
prosapia desbordante de los Mazza:
"—El Manco, o sea Guillermo Mazza, mas bien
andaba siempre por bulevar Oroño en los altos del Mercado que venía a ser
parte de el. Allí, don-da Mazza vivía, tenían refugio los cafiolos franceses y
andaba de lustrador Rodríguez Pardo Palacios. Un día le preguntaron a Rodríguez
Pardo: "¿Cómo es que ahora se llama
Palacios?", y contesta el: "Mi madre es Palacios . . . ¿que tiene?.
Soy Rodríguez Pardo Palacios ..." Entonces el ■ uro le vuelve a preguntar: "¿Y que tiene que ver con Pedro Palacios
'Al-iimtuerte', ese poeta de La
Plata?". "Es un tío segundo". "¿Y con
Alfredo Palacios, ese de los bigotes que es senador?". "Pero, i si
somos pri-mott". "¿Y con El Flaco Palacios, ese de la
cuarta...?". "No. ¡A ese no lo juno ".2
Mazza, como hemos visto, es una persona que no tiene reparos en exhibirse y cometer sus tropelías a la vista de todo el mundo. Cuanto más gente lo
circunda, mejor.
“ _- En Güemes entre Santiago y Alvear existía un
cine famoso que se llamaba el Pampero y cuyo dueño era Don Bartolo. En ese cine
El Manco Mazza en una oportunidad mató a un agente…
-¿Cómo fue?
-Frente al cine pasaba el tranvía número 2 y
venía un agente fuera de servicio en momentos en que al Manco no lo dejaban
entrar al biógrafo.
Estaba la hija de Don Bartolo presente. Bue .. .,
parece que al ver aproximarse al agente, la muchacha lo llamó y cuando el
agente se acercó, El Manco Mazza le pegó un tiro y lo mató. Otro de los casos
de este señor, fue el que protagonizó con un pobre turco de la esquina de
Alvear y Ju-juy, donde había un almacén que creo todavía está. El turco estaba
agachado contando unas frutas para un cliente, y al verlo El Manco le dijo a
sus amigotes: "Lo voy a hacer saltar al turco, le
voy a pegar un tiro en el traste". "No, le dijeron, déjate de
joder... " El Manco le pegó un tiro en el traste y
saltó el turco como una liebre. Esas herejías las cometían en esa época con
toda impunidad porque eran los que mandaban en la provincia de Santa Fe, como
le dije: El Manco Mazza, Chozzita, Iturraspe, Casartelli y todos ellos, los
ponderados de la ciudad".3
En cuanto a la casa de la calle Rioja,
lamentablemente convertida en conventillo por obra de su propietario, alguien
mas puede dar fe de un decadente esplendor pasado.
"—El conventillo de El Manco Mazza
era una casa bárbara que la había dejado venir abajo, ¿vos sabes las mayólicas
que tenía?. Para que te voy a contar los jarrones y los mosaicos que había
adentro ... Me acuerdo que vivía allí
una mujer que le llamaban La Cata porque siempre estaba
sentada en la misma silla . . . Demetrio, el mozo, le había puesto el sobrenombre"4
El segundo de los personajes en cuestión,
nombrado al principio de este capítulo, es otra turbia personalidad que
conjuga sus excentricidades con el cargo de comisario. Conocido por Gato
Casartelli, amigo de toda la grey política de los años
veinte y aún de los treinta, el "pintoresquismo" que exterioriza
desluce, evidentemente, no solo la reputación de la policía entroncándola con
la venalidad y la corrupción, sino que arroja un baldón a las buenas
costumbres:
"—El Gato Casartelli, siendo comisario, se
sacaba la chaqueta del uniforme y se la ponía dada vuelta. La gorra también se
la daba vuelta para atrás y dirigía la orquesta del Franz y Fritz por la calle, ¡era loco!. Mira si un comisario
hace eso ahora . . . ¿Sabes lo que hizo una noche?. Nos metió en cana a
nosotros, que éramos los músicos del Franz y Fritz, nos llevó a la comisaría
segunda y mandó buscar dos bolsas de bebidas, y mientras nosotros tocábamos el
bailaba en pelota con las mujeres. ¿Sabes que hacía en el Cifré, cuando estaba en
Córdoba y San Martín?. Tiraba a la calle las macetas con plantas y todo, esas
macetas grandes, ¡mirá si mataba a alguno! . . .
-¿El Cifré
estaba allí?
—El primer Cifré, si, donde era Gath y Chaves, siempre estaba pintado de verde. Eran otros
tiempos, cuando la Tienda La Favorita tenía la orquesta de Emilio
Güell y Gath y Chaves, la de León Draiser. . . ¡Que músicos!. — ¿Tocaban en el
salón de te?
—Claro, como en Harrod's,
de Buenos Aires. Era muy lindo".5
Entre las numerosas anécdotas que pintan de
cuerpo entero a este personaje, la bondad de un importante colaborador de este
libro, el señor Osvaldo Berrini, permite dar a conocer el siguiente sucedido
que da la tónica bastante aproximada de los días que corrían a favor de
Casartelli.
"-Una vez en el bar de La Comedia andaba el doctor
Casas Duchesnois, alias El Marqués del Ojo
Caído porque tenía un ojo medio en orsai, a
este Duchesnois lo acompañaba su secretario llamado Saturnino Mendoza, Mendocita. Duchesnois era muy amigo de El Gato Casartelli,
de Chito Iturraspe y de otros no menos nombrados que se reunían de madrugada en
el Restaurant y Bar La Comedia
. . . Estaba también Pepe Grasso que en ese entonces era presidente del Club
Social donde se acababa de realizar un baile. Pepe Grasso era todo un
señorazo, aparte de buen mozo. El asunto es que ese día habían hecho una mesa
larga para recibir a gentes de Buenos Aires que habían participado del baile,
todas de suaré las mujeres .. . En
una de esas entró El Gato Casartelli, que era comisario de la segunda, se fue
al mostrador y pidió medio whisky. Un milico que le manejaba el auto estaba
haciéndole guardia allí, pero Casartelli no estaba tomado, ni nada. Por ahí
uno de los porteños que estaba en esa rueda habló fuerte unas palabras contra
el gobierno. —¿Que gobierno estaba?
—Me parece que era uno medio de facto, creo que
Uriburu ... El caso es que el tipo
que estaba en pedo gritaba fuerte. Casartelli fue hasta la mesa y dijo: "Señor, usted siga en esta rueda hasta que
terminen y después viene detenido . . . yo soy fulano de tal", y se instaló en el mostrador otra vez. Empezaron
a hablarlo al Gato Casartelli, y que de aquí y de allá, ¿no?. Nada, estaba
inflexible, tuvo que ir en cana el porteño nomás. El Marqués del Ojo Caído y
otros se comunicaron con Frontini que era comisarlo en la tercera y le pasaron
el santo de que Casartelli había hecho ese procedimiento en La Comedia porque habían
hablado mal del presidente de la
Nación, pero que la gente tenía que volverse a Buenos Aires.
Vino el subcomisarlo de la seccional tercera. No pudo arreglar tampoco. Cuando
El Gato se enteró de que Frontini estaba interesado dijo, después de haberse
tomado unos vinos, "Vean, a este tipo
le tengo desconfianza porque es un coimero de los cabarets", y dijo una punta de cosas. El asunto es que
después, con la intervención de Pepe Grasso y otros consiguieron la libertad
del fulano.
—¿Y ahí terminó la cosa?.
-No. Al otro día tenía la captura yo y Raúl
Cuminetti de parte de Frontini. Lo fui a ver a Cantatore, alias Fosforito, que era presidente del comité de la sección tercera
del cepedismo: "¿Que quiere ese?". "No
se, me ha mandado llamar". "Bueno vamos, te acompaño". Frontini había mandado hasta una consigna en la
puerta de la casa de mi madre en la calle Corrientes. Tuve que hablar a
Cornelias, presidente del comité de la sección quinta, y enseguida la hizo
levantar. Así, a los dos días, de tardecita, me fui a verlo a Frontini, con
Cantatore, Cuminetti y la finada Elvira en un autito.
—¿Ellos lo acompañaron adentro?
—Se quedaron en la esquina, yo fui solo. Por fin
llego y me doy a conocer: "Osvaldo
Berrini...", digo, "¿está el comisario Frontini?".
"IPasel". Entro al despacho y me
ilumina con una luz giratoria en la cara, ¿no?, y el sentado. Le digo "Buenas tardes", ni me contestó. Entonces me dijo: "Usted me va a decir que es lo que sintió
decir a un funcionario policial en un bar que se llama La Comedia, las otras
madrugadas. ¿Que sintió usted referente a mi persona?". Yo, lo que menos me imaginé era que me iba a^
preguntar de ese asunto. Después de un ratito, me vuelve a preguntar: "Dígame, ¿eh?. . ." "Vea,
comisario, -le digo- ¿usted se refiere a su colega Angel Casartelli?,
de el si sentí algunas cosas", "iAhí, bueno: ¿que dijo?".
"Dijo que usted era un hijo: de puta, un coimero, que achaca todo lo que
puede por ahí, que tiene acomodo con los cabarets y afana en las
agencias..."
—¿Y que le contestó Frontini?
—Bueno, vea, abrió los brazos . . . "Ese Gato siempre ¡odón . . . ¡No se puede
con este Casartelli. . .1". Si llego a decir que no
había oído nada me mete en el calabozo; me vino eso de decir la verdad perdido
por perdido. Este dijo: "¿Ah, sí?, ¡ya va
a ver cuando me toque a mil". No lo llamaron más
tampoco . . . Con esa declaración no quisieron más".6
Como dijéramos, el cúmulo de anécdotas es
abundante. A través de ellas y de las descripciones escuchadas, cobra forma más
concreta El Marqués del Ojo Caído.
"—Casas Duchesnois, El Marqués del Ojo
Caído, le tenía bronca a un gringo y mandó a hacer una corona en una florería.
Pagó con un cheque de esos voladores que tenían una autonomía de vuelo que iban
hasta Norteamérica y volvían. Bueno, la corona era de treinta o cuarenta pesos
y el cheque era de ciento y pico: tenían que darle el vuelto. El gringo, que tenía
una salud de un toro, estaba amasando tallarines cuando recibió la corona. El
Marqués del Ojo Caído hacía todas esas jodas y lo mandaba a Mendocita . . .
Hasta que las florerías no quisieron saber más nada.
—¿En que época sucedía esto? —Alrededor del año
35.
—Y, ¿cómo me arreglo yo para meter esto en los
años 20?. —Haga la salvedad y después vuelva atrás. Esto fue en el 35, cuando
la intervención aquella a los demócratas progresistas que hicieron enviar los
dos senadores santafesinos, el doctor Ricardo Caballero y don Juan Cepeda.
Había una cantidad de anomalías . . . Una de ellas era que le pagaban a los
empleados públicos con bonos. Cuando cayó la intervención se abrieron todos los
comités cepedistas. En la tercera, que estaba en Mitre y 9 de Julio, hicimos
una urna con una lata de bizcochos Canale y salió presidente Fosforito. Estaba
El Ñato Isidro, Castañeira, Miguel Ceriani .. . —¿Así que El
Marqués del Ojo Caído no pagaba nunca? —Ese era peor que Naranjita . . ., te pedía un peso y no 10 devolvía nunca.
Era un abogado de nota. Cuando ganaba alguna plata suspendía todo hasta que se
le acabara. Hasta tres mujeres le iban a buscar a Pichincha. El que quería
meter la cuchara era Saturnino Mendoza, Mendocita, el secretarlo. "Usted se queda allá en aquella mesa . . . —le decía Casas Duchesnois—, usted es secretario mío, pero es secretario en
asuntos del trabajo, en estos otros asuntos no, usted quédese allá . .. póngase
en orsai". Un» yez vino el comisario Frontini a
hacer un procedimiento en el bar La
Comedia, y lo agarró a Mendocita que estaba en pedo: "¿Que sintió decir usted. . .?", y que de aquí y de allá. "Mire, en estos casos comisario, yo soy un
cofre, soy una tumba, ¡soy un sarcófago!". Y Frontini lo mandé en cana.
—¿Lo metió preso?
—Si. Le contestó: "Por cofre y sarcófago, ¡tumba!", lo mandó al cal abo zo".7
De Saturnino Mendoza, alias Mendocita, o sea el
valet de El Marqués del Ojo Caído, hacia abajo, entramos ya, decididamente, en
la categoría no solamente de
"vivillos", sino de "otras yerbas", como dice por ahí ti I
tango Dandy del que fuera famoso
cantor rosarino Agustín Irusta. La muestra podrían constituirla tres personajes
más: Naranjita, Pildorita y Guesalaga. De Pildorita es poco lo que sabemos casi nada, ¡pero de los otros
dos!
"—Yo he conocido
también a muchos atorrantes. Porque hay que diferenciar la gente de la
gentuza. Había tipos malísimos, malandras como Banano y otros más. Otros eran vivillos como Naranjita, que se llamaba Rivera. Naranjita iba a los
velorios, dejaba el sombrero viejo y se llevaba uno nuevo. Entraba al boliche
trajeado y con los puños duros asomándole de las mangas y caminaba quebrado,
como haciendo traca—traca—traca. Decía "¡Dame un café!". "No, si no pones
los diez", contestaban los mozos. El se iba a los
velorios y después a los entierros en los coches aquellos de las pompas
fúnebres. Venía después de las cinco y media, antes no porque la milonga de los
velorios lo mantenía ocupado. —¿Y, de que zona era?
-De Mendoza y San Martín. De allí también
era Farruggia que una vez vendió un tranvía. Otra vez Naranjita subió al
tranvía 1, y le dijo al guarda que era gallego, para no Fiyai soleto: "¡Pase noventa!". "Señor miu, aquí
no hay nejún noventa, que yo sepa tenemos pases hasta el número sesenta". Y Naranjita, rápido, le retruco: "Pero no seas gil, toma el sope y pásame
noventa de vuelto!". Otra vez estábamos
comiendo en La Cantábrica, ahí en el Mercado
Central .. . -¿Por la calle San Martín?
—Por San Martín . ..
uno de los hijos Sáenz se llama, es dueño de La Querencia ahora y está casado con
una de las hijas de Sala que era patrón del Franz y Fritz . . . Bueno, Naranjita pidió una costeleta a caballo,
que en ese entonces por un peso te daban ahí la costeleta con huevos, una
fruta, café, un pedazo de queso y dulce de membrillo, ¿no?, y por ahí apareció
el tranvía 4 . .. . Este muchacho pidió cigarrillos y se hicieron un, peso veinte o uno
treinta que tenía que poner. Pasó el tranvía y justo lo corrió . . . iaaaahhl,
subió. Desde La Cantábrica
le gritaba el mozo, el patrón y los demás: "¡Eeeehhl . . . ¡¿Yel peso
veinte?!". "Déjalos de propina, otario! .... contestó Naranjita, y volviéndose al guarda:
". . . Psch. ¡Todavía gritan!". ¡Era terrible!. Una vez le dieron unas chirolas a
unos pibes para que le tiraran con globos llenos de agua, el andaba siempre de
cuello duro y quedó a la miseria. Fue para carnaval. Otra vez un gringo
lustrador le sacó un zapato y lo mandó caminando en medias . . . por caradura.
No pagaba nunca.
—¿Que otro personaje andaba por el centro?.
—Bueno, también estaba Pildorita, que lo llevé a mi casa porque lo quería mucho.
Andaban todos por El Ancla, el Rossini ... Me acuerdo de Pom-bo . . . el gallego Madrid que
murió de viejo ... el finado
Bertolotti. También estaba Guesalaga, el hermano mayor del Mono Guesalaga. ¡Este era
otro personaje que te la voglio diré!. Tenía una mina que la hacía yirar por el
Mercado Central y el tenía unos lentes con un vidrio verde y el otro azul;
vidrios recochados, bah . . . Iba con una botellita chiquitita así y en la
zurda "La Razón"; entonces se paraba a la entrada del mercado, por
ahí. Pasaba la mina con un punto . . . ¿La mina? . . . ipor favor!, un I >ni filete sin cola era más lindo .... y el hacía que leía el diario y cuando
le pasaban al lado daba las órdenes haciéndose el burro y torciendo la boca de
atrás del diario: "Largue, que ese
punto no pone. . .". La mina pasaba . . .
por ahí volvía con otro: "Agarre, agarre,
agarre . . . ¡agarres! ". Y entonces se iba corriendo a lo
de Don Manuel en La
Cantábrica y le decía "¡Marche una doble, a caballo!", porque sabía que la mina venía con guita. Esto
que te cuento es por mi madre, yo lo ví, lo veía porque siempre estaba allí.
Bueno, esa zona estuvo siempre minada por tipos de toda clase".8
Y así nomás es, a juzgar, además, por un
suelto publicado por La
Reacción
Tipos del Ambiente —Repulsivos—
En nuestra ciudad, como en ninguna otra de la
república pueden catalogarse tipos especiales dedicados enteramente al
"mangazo" profesional con el solo fin de embriagarse de la mañana a
la noche. Por los alrededores del Mercado Central y las esquinas mas
transitadas de la calle San Martín se apostan los borrachos cotidianos que
atajan a todo transeúnte para limosnear unas monedas de níquel.
Estos tipos repulsivos de nuestro ambiente
diario, no merecen la más pequeña reprensión de las autoridades policiales,
siendo en realidad una plaga de espectáculos poco reconfortabas.
Es una vergüenza común, que a todas horas del
día, tipos de tal catadura molesten la atención del público y den margen a
escenas completamente asqueantes. Un poco más de cuidado por parte de la
policía y estas cosas quedarían subsanadas".9
"—Otro tipo tan alegre como Manolo Ruiz, era
Pachón, claro que de otra categoría. Es el que tiene la casa de pergaminos ... En esa barra estaba también Zuasnábar,
Lotilchen, Menchaca y otros que no me acuerdo. Eran bacanes, pero adonde iban
dejaban el desastre. Claro que no de las proporciones del Manco Mazza ni
ninguno de esos otros locos grandes. Estos eran alegres, juguetones. A los
cocheros que se quedaban dormidos, ¿sabes que les hacían?. Les desataban los
caballos ... si, y después les decían:
"Lo llaman", como ellos se ataban las riendas en las manos se
cagaban de un golpe. No sé como no se mataban . . ."10
NOTAS
1 Calixto
Gallo, id.id.
2 Osvaldo
Berrini, id.id.
3 Calixto Gallo, id.id.
4/5 Julio Schiavone,
id.id.
6/7 Osvaldo Berrini, id.id.
8 Julio Schiavone, id.id.
9 La Reacción. Año V. No
2010. Rosario. 1.5.1927.
10 Julio Schiavone, id.id.
Fuente: Extraído del Libro “El Rosario de Satanás del Autor Héctor
Nicolás Zinni, el Capitulo 2, del Tomo II . Editorial Fundación Ross. Año 2000