En aquella pintoresca aunque no menos
censurable Babel pecaminosa y de juerga corrida, la vida nocturna adquiría
contornos de verdadera romería, con parroquianos que entraban y salían de los
distintos locales, marineros provenientes de los barcos anclados en el puerto
rosarino, carreros, estibadores y señores de pro que no trepidaban en sumarse
a esos verdaderos "tours" a la cuarta de los quilombos.
De esa mezcolanza de sexo, alcohol, naipes y diversión que incluía
asimismo una gastronomía variada, quedan -casi siete décadas después - sólo
nostalgiosos testimonios de los sobrevivientes, y datos registrados por la
documentación policial, los informes y digestos municipales y algunas noticias
en el periodismo de la época, fuentes donde se consignan nombres de boliches,
fondas, comedores y lugares de encuentro exclusivamente etílico. Entre ellos,
de la larga lista, pueden mencionarse El Guaraní (Bv Oroño entre Jujuy y
Brown), el Victoria (en el mismo boulevard y Jujuy; éste subsiste todavía aunque sin
demasiada lozanía); el de La Blanca Rosa (y su cónyuge apoda do Juan, el Sucio), en Bv. Oroño y Salta; La Madrugada, en Pueyrredón y Salta; Los Genoveses, en Guemes y Balcarce; Los Chivos, en Weelwrighty Balcarce, que resistiría el paso del tiempo hasta
entrada la década del 60; El Charrúa, en Pueyrredón y Guemes; El Baturro, en Brown, y Balcarce; El Ebro, en Santiago esquina Brown; el bar de Cuento, en Bv. Oroño entre
Brown y Jujuy, y su vecino, el del RusoMoishe, en Jujuy entre Alvear y Bv. Oroño; La Carmelita o Gianduia, en Weelwright al 1500,
luego trasladada a Guemes y Bv. Oroño, antes de su instalación y fama
posteriores en el barrio de Pichincha, y muchos otros.
La sección cuarta no agotaba allí sus
atractivos para el público masculino: el centro del interés de esa
concurrencia que pululaba por sus calles estaba en los prostíbulos de todo
tipo, que habían convertido a la zona en un indiscutido ghetto pecaminoso. Los había de real lujo en su
ornamentación y "servicios" a los clientes de toda edad, condición y
procedencia, como el de Madame Trance, en Balcarce 42 o la pensión de Mongardin, en Jujuy entre Balcarce
y Moreno, con una tarifa de 5 pesos, muy alta para la época.
Ambos locales ejemplifican la preeminencia
que los franceses tenían, por entonces, en la sección cuarta, donde dominaban
el negocio prostibulario, algo que seguirían
haciendo sin problemas hasta su desplazamiento por las corporaciones de
polacos y judíos, como ocurriría en el resto del país y especialmente en la
Capital Federal, donde aquella real guerra de rufianes alcanzó proporciones
mayores que en Rosario.
Los franceses, calificados por la jerga
rosarina como panzoñes, denominación genérica que se endilgaba a los rufianes, proxenetas
macrós o como quiera llamárselos tenían incluso su lugar de cita en la sección:
un café, de ignoto nombre ya, instalado en la esquina de Brown y Moreno, en el
que se reunían pa ra tratar los asuntos de pupilas y arreglar cuentas del negocio.
Está preeminencia de los "franchutes duraría desde 1905 a 1920
aproximadamente, para apagarse luego aunque la fama de las francesas los sobreviviría
luengamente. . .
Fuente: extraído de la revista “Rosario, Historia de aquí a la vuelta Fascículo Nº 8. De Diciembre 1990. Autor: Rafael Ielpi