Pero ¿cómo llegaban a Rosario aquellas mujeres para ser condenadas a
una vida aberrante de la que difícilmente podían liberarse? 0 Los tratantes de
blancas establecían, a través de este tipo de organizaciones, un verdadero
puente marítimo entre Europa y la Argentina, conformando lo que el periodista
Albert Londres llamara el camino de Buenos Aires. A través de él,
experimentados "especialistas" viajaban sobre todo a Polonia, en
busca de lo que ellos llamaban "mercadería joven", la que ingresaría
después a los cientos de prostíbulos manejados por la Sociedad Varsovia
primero y por la poderosa Zwi Migdal después.
Eran los pequeños
poblados habitados mayoritariamente por judíos en los alrededores de Varsovia;
de Lodz, en Cracovia; Bieltz. etc.. los que contribuían mejor al reclutamiento
de jóvenes muchachas, empujadas a ello por la miseria y la marginación a que
estaba condenada la colectividad. Un riguroso contrato entre los padres (para
los que el casamiento de una hija, en una familia generalmente numerosa, era
una solución y un alivio) y el emisario de los rufianes -acuerdo que por lo
demás era discutido arduamente-concluía por sellar el destino de la
infortunada.
El puerto de Montevideo -que tenía también su zona prostibularia en
el Bajo, con una calle tan emblemática como la Pichincha -la calle Yerbal-, era
el punto de arribo elegido porque permitía eludir posibles problemas con las
autoridades argentinas de inmigración, y las mujeres eran ingresadas al país
por la provincia de Entre Ríos, previo cruce del río Uruguay, en operaciones
perfectamente organizadas y coordinadas por las organizaciones de tratantes.
Aquellas muchachas que venían con la ilusión de un viaje de bodas (el anzuelo
del casamiento era exhibido como argumento decisivo por el agente de los rufianes
para convencer a los familiares y a la propia víctima, con la que tenía
absolutamente prohibido, por cierto, intimar sexualmente durante la larga
travesía oceánica) continuaban su triste periplo hasta llegar a la Capital Federal.
Una vez en Buenos Aires, la odisea de las pobres
mujeres tenía una conclusión aún más degradante: su remate ante la cofradía de
rufianes. Estas ceremonias, dignas de una página de Roberto Arlt, se llevaban
a cabo en el llamado Teatro Alcázar de la calle Suipacha
porteña, o en el Café Parisién, de Billinghurst y Avda.
Alvear, al que algunos suponen también de propiedad de la Varsovia.
El Hospital de Caridad primero, y la Asistencia Pública luego serían los
lugares en los que las llamadas mujeres de la mala vida eran obligadas a realizar la revisación médica de rigor, inicialmente
efectuada en el llamado Sifilicomio Municipal, habilitado en 1888 para esos saludables fines. Los años que corren
entre 1910 y 1915 son testigos del florecimiento de un área prostibularia por
excelencia: la sección 4ta.de la ciudad, a mitad de camino entre el estricto
radio céntrico y la estación Súnchales, después conocida como Rosario Norte. Los quilombos comienzan entonces a poblar ese barrio comprendido entre
las calles Alvear y Presidente Roca y desde Urquiza hasta el extenso y sombrío
paredón del Ferrocarril Central Argentino, en Avda. Wheelwright. donde hacían
su agosto las prostitutas no registradas, de menor tarifa y mayor peligrosidad
para la salud de sus arriesgados clientes y frecuentadores, y donde el Mercado Modelo sería una presencia importante para la actividad cotidiana de la zona.
Aquella sección, la cuarta a secas, era considerada un real paraíso
prostibulario por los rosarinos de principios de siglo, clientes de esos
lugares donde su impunidad y privacidad estaban garantizadas por la presencia
de muchos otros ciudadanos expectables (comerciantes, profesionales, políticos,
bolsistas) que iban también, aun eventualmente, en busca de un turno de placer
pago. Allí se sucedían, como luego en Pichincha, los quilombos munidos de
farolito rojo, los bodegones, los comederos, peringundines y timbas varias, que
abrían sin zozobra ante la impasibilidad de la policía.
Algunas campañas moralizadoras, como la que
emprendiera en 1913 el intendente Oscar Meyer, en procura de la implementación
de mayores controles en el tema de la prostitución, encontraron apoyo en algunos
sectores pero también se ganaban una que otra rima humorística como la que le
dedicara Monos y Monadas ese año: "Una
campaña moral/ llena el ambiente local/ a instancias del Intendente:/ hoy la va
contra la gente que hace comercio carnal./ Combatir las clandestinas, deportar
al Celestino,/ es obra del Intendente,/ y esperamos francamente/ que proceda
con buen tino..."
Los prostíbulos de la 4ta. tenían sus diferencias: los había de real
lujo por su ornamentación y "servicios" a los clientes, que eran de
todas las edades, condición social y procedencia, como los de Madame France, en Balcarce 42; el prostíbulo de Cora, en Bvard.Oroño 187; el de la francesa María Luisa, en Bn al 1800; la pensión de Monjardín, en Jujuy al 2000, con una tarifa de 5 pesos, que era prohibitiva para un gran
sector del público masculino, o el llamado París y Londres, en Brown Pero la sección también ofrecía posibilidades accesibles con
algunos quilombos más o menos legales que podían satisfacer a usuarios no
demasiado refinados, como los clandestinos de Sandalio Alegría, el de u propietario cuyo nombre real quedó eclipsado para siempre por
su famas tico alias de El Gaucho Pobre y por su desplazamiento por las calles dd barrio montado airosamente
en...una bicicleta, o el prostíbulo conocido como Stud El Piojo, que pese a su denominación atraía su abundante clientela cotidiana. En
la zona de Avda. Wheelwright y su continuación como calle Rivadavia, una serie de bares y
cafetines con nombres ingleses- * sucedían a la altura del 1900 al 2300 y en
ellos también era posible enlabiar algún rápido negocio sexual con las decenas
de prostitutas clandestinas que hacían guardia en paciente espera de sus
clientes.
Cuando la zona prostibularia se traslada al
barrio lindero de Pichincha alrededor de 1915, la 4ta. perdió muchos de sus
visitantes asiduos, aun cuando siguieran funcionando a pleno los clandestinos
de lujo. : dos en forma habitual por los muchachos bien de la sociedad r -como ocurría contemporáneamente en Buenos Aires. La
sección ma: dría sin embargo su oscura tradición hasta muy entrada la década del 30 y por mucho tiempo, entre 1920 y 1930, sus calle seguirían siendo escenario del ajetreo propio de ese tipo de
barrios, dominados por guapos como el Paisano Díaz, llamado en realidad
Venancio Pascual Salinas y que se impondría también en Pichincha, o su cofrade
el Cara
de Madera.
Fuente: Extraído de la Colección
“Vida Cotidiana de 1900-1930 del Autor Rafael Ielpi del fascículo N• 12