Por Rafael Ielpi
Pese a la
discreción y el pudor con que se hablaba de sexo y de enfermedades del sexo, y
también de los inconvenientes femeninos derivados de la menstruación o de
algunos de los problemas relacionados con sus órganos reproductores, se
publicitaban y utilizaban toda otra gama de medicinas para aliviar los dolores
mensuales de las damas, para contener flujos y hemorragias y, en definitiva,
paliar los desánimos y la incomodidad en esos días
en que todo perturba y molesta
Ya
entre 1900 y 1908 aproximadamente, se hablaba de la eficacia del "Sanatal
Midy", del que casi crípticamente se afirmaba que suprime la
cupáiba, la cubeba y las inyecciones; de la
"Apiolina Chapoteaut", proveniente de la RueVivienne parisina,
apta para suprimir dolores y cólicos que suelen
coincidir con las "épocas"; las
"Pildoras Doradas del Dr. Williams" neoyorquinas, cuyos avisos
rezaban: Hijas de Eva, doncellas y matronas: la función mensual es de suma
importancia. El menor desarreglo trae palidez al rostro, agitación al corazón,
violentos dolores de cabeza, hinchazón en las piernas. La niña que pasa a ser
mujer, la matrona que espera un hijo, todo el sexo bello tiene una medicina
inmejorable en estas pastillas. Es claro que no podemos publicar testimonios de
esta.clase de enfermedades, pero en todas partes hay testigos de lo que queda
dicho.
Entre
1910 y 1925, las señoras podían apelar al "Apiol Jorey" y al
"Homolle", para los dolores periódicos o al "Neuralgine
Merici" del que se consignaba: No contiene antipirina, no ataca al
corazón ni estraga el estómago, del mismo modo que se les prometía
cura a dolencias, pérdidas o irregularidades de las funciones uterinas con las
"Pildoras Heleniennes de Naud", el "Depurativo Munt", el
"Elixir de Virginia Nyrdal", las "Sales Iodo-Brómicas de
Castrocaro" o el "Scheid's Ovarin".
De larga permanencia en el uso popular sería, en cambio, el
"Lysoform", que hacia 1928 publicitaba sus bondades de esta manera: Madre: este
ojo la vigila. "Lysoform", el antiséptico moderno, lo hace constantemente
y si descuida usted la higiene de sus hijas, representa una acusación, pues
debido a esa negligencia suya pueden adquirir alguna grave enfermedad
naturalmente femenina.
La gota, las
hemorroides, el reumatismo, el lumbago, eran enfermedades que, en las tres
primeras décadas del siglo, constituían dolo-rosas experiencias para muchos
habitantes de la ciudad. A ellas estaba destinado otro grupo de remedios y
medicinas importados y nacionales de todo tipo y procedencia geográfica, igualmente
publicitados como infalibles y cuyo uso entraría en un inmediato olvido a
medida que la ciencia y la investigación avanzaran.
Las
"almorranas" encontraban entre 1900 y 1910 su específico en la
"Cura Pagliano", de la que el distinguido Dr. Bareggi de Milán
dice: Me es sumamente grato declarar que la Cura Pagliano es de
indiscutible utilidad; es tan eficaz que un cliente mío, enfermo de años, sanó
completamente con una sola caja; la "Hemorroidina
Salvatore", vendida en la Farmacia Labor, de Mendoza y Dorrego, o el
"606 Francés", que garantizaba la curación sin operación, mediante
una inyección aplicada por el Dr. Virgilio Magnani, diplomado como especialista
en enfermedades secretas en la
Universidad de París, con consultorio en San Juan 1224.
La gota, que
era enfermedad difundida y directamente relacionada con una alimentación que
propiciaba el aumento del ácido úrico, su principal causa, era atacada desde
varios flancos por una farmacopea también diversa, como la "Tintura de
Cocheux", de Lyon (Francia), el "Linimento Lippold" y el
"Licor del Dr. Laville", el "Específico Bejean", el
"Traitement du Chartreaux", el "Antagra Bisleri" italiano, remedio
soberano y sin rival, introducido en el país, como la
mayor parte de estas medicinas, por José Peretti desde Buenos Aires. Productos
para la disminución del ácido úrico eran, hacia 1920/25, el
"Salvitae" y el "Atophan", cuya publicidad informaba: Sólo los
dioses conocen el origen de la gota: así decían los antiguos. Hoy se sabe que
el causante de esta enfermedad tan dolorosa, es el ácido úrico. Atophan lo
disminuye...
La mayor parte de estas marcas estaba
recomendada asimismo contra el reumatismo, aun cuando éste contaba con sus
específicos: La "Untura Mahometana", el "Rheumasan", el
"Ester Dermasan", el "Cumbia", que en 1922 aseguraba haber
curado a 5000 pacientes, o el "Omagil", capaz de convertir (como lo
insinuaba el dibujo de sus avisos) a un individuo encorvado y con muletas en un
sonriente caminante... Para la ciática o lumbago,además de algunos remedios
caseros, las farmacias podían ofrecer otro remedio patentado: "Thermosine
Larochette", que en realidad no era otra cosa que una" hoja de
algodón que, aplicada a la parte afectada, daba calor a la misma, aliviando
siquiera en forma momentánea el dolor.
Los males y
enfermedades estomacales, de los intestinos, el hígado y los riñones
encontraban cura, seguramente (cuando no eran incurables, por supuesto), con
una visita al médico; de todos modos, también para esas afecciones se
producían en el mundo productos que, como era usual, se promocionaban sin
control ni medida. En 1901, se podían hallar avisos del "Elixir Digestivo
de Trouette-Perret" para enfermedades estomacales, que se aliviaban con una copita
al terminar de comer. Con un halo religioso que no
garantizaba su infalibilidad, se vendían asimismo el "Sufficit", esencias
vegetales del Reverendo Padre Sauveur, que honra a la religión y a la ciencia, que servían
para males de estómago, hígado, ríñones, etcétera y se vendían en la Droguería Nacional,
de Laprida y 9 de Julio: las "Satis", gotas de San
Francisco del Reverendo Padre Aquiles Blois, capellán del Pilar, en la Recoleta porteña, y el
"Agua de Melisa de las Carmelitas Boyer", contra digestiones pesadas
y calambres estomacales, que se adquirían en la Farmacia del Mercado, de
San Martín 1031 y que si no curaban seguramente extenderían bendiciones sobre
sus esperanzados consumidores.
Raíces
menos celestiales (en todo caso telúricas) tenía en cambio el
"Tecobe", para cura radical de la colitis y todas
las enfermedades del estómago e intestinos. Los avisos
del remedio indicaban que el mismo es un invento del cacique y médico
toba Damián Meléndez o Aba Marangatú, con extracto
concentrado de plantas medicinales del Gran Chaco. Otras
medicinas para iguales dolencias eran el "Elixir Japonés Elster", el
"Elixir Giol", el "Alcohol de Menta de Ricqles", el
"Jarabe de la Madre
Seigel"y el "Stomalix Saiz de Carlos", a los
que se podrían agregar el "Carbón de Belloc", para digestión,
eructos, pesadez, migraña, etcétera, y las "Sales Montecatini". Ya
cerca de 1930, aparecen el "Lactopeptine", en polvo y tabletas, y la
"Peptolysina".
Como un antídoto contra los males del alcoholismo, funcionaba una
serie más reducida de productos, encabezada, en el mismo inicio del siglo, por
la "Preparación Antialcohólica del Dr. Pismar", que en un solo
día hace aborrecer la bebida y está comprobado científicamente que es un tesoro
medicinal, porque evita la congestión cerebral y el envenenamiento de la sangre
a causa de beber demasiado alcohol. Para justifica] la eficacia del
remedio se encuentran a disposición del público 500 comprobantes de particulares
y 24 de soldados de un batallón que han conseguido aborrecer la bebida con sólo
una caja del específico...
La Droguería del Aguila,
hacia 1905, anunciaba que las borracheras se curan con el
poderoso 'Licor del Dr. Fluck", de procedencia londinense, de componentes
puramente vegetales; poco después, el "Revertitis" anunciaba el final
de la embriaguez con un solo frasco, que lo cura de ese vicio fatal. Hacia 1920,
los fabricantes del "Polvo Colza" afirmaban que el bebedor
podía ingerirlo sin saberlo en una taza de café, leche, té o en un vaso de
licor o cerveza. Produce el efecto maravilloso de disgustar al borracho con el
alcohol. Obra tan silenciosamente y con tanta seguridad que la mujer, la hija o
la hermana del bebedor pueden administrárselo sin saberlo él...
Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década
infame” tomo III editado 2005 por la Editorial homo Sapiens
Ediciones.