Por Jorge Tomasini Freyre
La ribera occidental del Paraná desde
la desembocadura del Carcarañá hacia el sur, es un sector de la cuenca del
Plata donde corren múltiples arroyos grandes y pequeños.
Sus tierras forman parte del sur de la
provincia de Santa Fe y el norte de la de Buenos Aires, región tempranamente
denominada "Pago de los Arroyos", y recordado hasta hoy por la ciudad
de San Nicolás de los Arroyos, como lo fuera alguna vez nuestra ciudad:
Capilla de Nuestra Señora del Rosario de los Arroyos. Los conquistadores
introdujeron en la fauna de la región los yeguarizos y los vacunos que
procreándose en libertad dieron lugar a riquezas antes inexistentes.
A fines del siglo XVII erraban los ganados
sin dueño conocido, dispersos al sur del Carcarañá en el extenso pago de los
arroyos, donde muchos años después se levantarían poblaciones y ciudades, hoy
importantes centros industriales y agroexportadores del país.
Durante aquel siglo la demanda europea
de cueros y ganado vacuno en pie con destino a los mercados altoperuanos,
igualmente de mulares, determinó a los hacendados santafesinos a concentrar
sus principales actividades en la cacería del ganado cimarrón con fines
comerciales.
Al igual que en muchas sociedades
coloniales americanas, en Santa Fe se conformó un grupo de poder cuyo objetivo
común fue el control de los recursos y el manejo de la política local. Las
familias de Fernández Montiel, Santuchos, Aguilera, López Pintado, Gayoso,
Jiménez Navarro, Ramírez Gaete, Márquez Montiel, Gómez Recio, Romero de Pineda,
entre otras, fueron al mismo tiempo cabildantes, estancieros, criadores de
muías, accioneros de vaquerías y comerciantes. El arroyito vertía sus aguas en
el Paraná en tierras que por entonces pertenecían a Antonio de Vera Mujica,
tierras que, en 1719, fueron adquiridas por los Jesuitas de Santa Fe que
fundaron la célebre estancia de San Miguel del Carcarañá.
Desde una frustrada y discutida merced
real otorgada en 1656, Vera Mujica fue adquiriendo tierras que se extendieron
de la desembocadura del río Carcarañá al norte, hasta el "Sanjón de
Salinas" o el "Paraje de Salinas" al sur con una profundidad
aproximada y variable de seis a diez leguas hacia el oeste. El arroyito
denominado en los documentos como "de Salinas", fue el límite de
dichas propiedades que las separaron a partir de 1689 de la merced real
concedida a Luis Romero de Pineda, que se extendía desde ese punto hasta la Matanza, entre lo que hoy
es arroyo Frías y Arroyo Seco. Según los historiadores Ricardo Orta Nadal y
Bernardo Alemán, el arroyito fue así nominado, en virtud de haber establecido
en ese sitio su campamento Bartolomé de Salinas que adquirió derechos de
acción sobre el ganado cimarrón en el pago o bajada de "Don Lorenzo"
hasta el arroyo que tomó su nombre.
Según Cervera, en 1681, Romero de
Pineda había otorgado a Salinas su derecho de acción a los ganados en dicha
región, en garantía de un préstamo en dinero. Pocos datos hemos obtenido acerca
de la personalidad y actividades de Bartolomé de Salinas, pero lo cierto es
que la región del Valle Cal-chaqui y el Pago de los Arroyos eran objeto de
indiscriminadas cacerías de ganado cimarrón, muchas de ellas clandestinas,
practicadas por vaqueros provenientes de Santiago del Estero, Córdoba y San
Luis.
En noviembre de 1673 el Cabildo de
Santa Fe prohibió vaquear y hacer faenas de sebo y cueros en la otra banda del
río Carcarañá hacia el sur, a solicitud de los vecinos de Santa Fe y Buenos
Aires, accioneros de ganado cima rrón de la zona. A los infractores se les
daría por perdidos los animales recogidos, cabalgaduras, carretas y bueyes,
pena que se aplicaría por mitades a la Cámara de su Majestad y construcción de la Iglesia y Convento de San
Francisco.
A los indios, negros, mestizos y mulatos
que intervinieran les serían aplicados 200 azotes. Hernandarias, nuestro
primer gobernador criollo, había prohibido la participación de estos últimos
en las mencionadas funciones.
En todo caso, los accioneros debían
justificar sus derechos ante el Cabildo para hacer recogidas o matanzas.
Para las concepciones jurídicas de la
época, la propiedad de dichos ganados correspondía a los sucesores de los vecinos
y familias fundadoras de Santa Fe, Asunción o Buenos Aires que habían poblado
sus campos de ganados, y que luego se dispersaron debido a negligencias,
ataques de los naturales o epidemias diversas.
El derecho de recogida o faenamiento
de animales se denominaba "acción de ganado" y sus titulares
"acción de ganador" que eran los personajes que en definitiva
organizaban las vaquerías.
Según Emilio Coni, el primer permiso
que se conoce fue concedido por el Cabildo de Buenos Aires al portugués Melchor
Maciel en 1608, permiso que sentó las bases de la doctrina que mencionamos.
Sin embargo, otros autores sostienen que dichas funciones fueron practicadas en
Santa Fe en fechas muy anteriores. Se fundamentan en las instrucciones que el
Cabildo de Santa Fe entregó al procurador de la ciudad Feliciano Rodríguez en
febrero de 1594, en el sentido de solicitar al Gobernador de Asunción
autorización para vaquear en jurisdicción de la ciudad de la Santísima Trinidad
y puerto de Santa María de Buenos Aires, en virtud de la ayuda que Santa Fe
prestó para la fundación de aquella ciudad. Apunta Bernardo Alemán, que el
origen de los ancestros del gaucho se encuentra en las vaquerías santafesinas,
ya que sus protagonistas naturales fueron los "mancebos de la
tierra", altivos mestizos hijos en su mayoría de conquistadores y
guaraníes. Paisanos muchos de ellos, otros "mozos perdidos",
nombrados así por Hernandarias en 1617 en carta dirigida al Rey de España,
quienes tenían por costumbre aquerenciarse en campos ajenos viviendo en total
libertad lejos de la autoridad de los accioneros y funcionarios reales.
Santa Fe por obra de Hernandarias,
pobló de estancias y ganados el litoral rioplatense, naturalmente los
"mozos perdidos" que más tarde serían llamados
"changadores","camiluchos","gauderios o gauchos",
siguieron la ruta de la expansión pobladora santafesina. Estas últimas
denominaciones utilizadas peyorativamente como adjetivos o sustantivos, eran
aplicadas a personajes trashumantes contrabandistas de cueros y ganados,
ladrones de caballos sin domicilio y oficio conocido, y al igual que los
paisanos eran expertos en el manejo del caballo, el lazo, las boleadoras y el
cuchillo. Cuestión distinta fue la consagración literaria del gaucho como
paradigma de la nacionalidad argentina, que pretendía Leopoldo Lugones en sus
escritos, especialmente en "El Payador" (1916), donde confunde las
virtudes naturales de los paisanos habitantes de la campaña, atribuyéndolas sin
mayor análisis al gaucho. No tuvo en cuenta los documentos depositados en nuestros
archivos y tampoco las observaciones históricas de Félix de Azara, Martín de
Moussy, Francisco Muñíz o Lucio V. Mansilla, donde queda claro que el gauderio
o el gaucho, era el paisano marginado por infractor a leyes humanas y
positivas necesarias para una convivencia más o menos civilizada.
Mal podía ser considerado como el
protagonista principal de una epopeya nacional, pero la creación literaria se
impuso a la realidad histórica, y hoy en el uso coloquial de nuestra lengua el
paisano y el gaucho pueden considerarse como sinónimos. El paisano era el
habitante de la campaña con trabajo y residencia determinada, que tanto podía
desempeñarse como agricultor, estanciero, capataz o peón de campo en sus
diversas variedades, arreador, tropero, puestero o conductor de carretas. En
oportunidades el paisano fue también, milico, comisario de campaña, comandante
militar, Alcalde de la
Hermandad y Juez de Paz.
Además muchos de ellos poseían oficios
diversos como albañiles, zapateros, carpinteros, herreros, pero el denominador
común es que en su mayoría eran hábiles en las tareas camperas. Las vaquerías
requerían una fuerte inversión de capital, representado por el valor de
numerosas carretas, bueyes, caballos y recursos financieros para pagar
anticipadamente los víveres de la expedición, los salarios de los
desjarretadores, cuereadores, sebeadores, capataces y peones en general. Según
Emilio Coni, estas expediciones requerían entre cuarenta y cien paisanos, que
incluyendo vicios había que mantener por espacio de tres a seis meses, que es
el tiempo medio que demandaba una excursión con provecho económico.
El derecho de acción en general estaba
asociado a la herencia y a la propiedad de la tierra, pero fue un derecho independiente
otorgado por los gobernadores o los cabildos con valor propio que podía
donarse o enajenarse. En la década de 1670, Luis Romero de Pineda defendió ante
la justicia contra Tomás Gayoso, su derecho de acción de ganado en el rincón
del Carcarañá y la bajada de Don Lorenzo (San Lorenzo). Gayoso se consideraba
titular de esos derechos por haber heredado una estancia de su abuelo macano
Cristóbal Martín de Betancourt casado con Isabel Arias Montiel, que abarcaba
desde la Matanza
al paraje de los "Tres Arroyos" hoy Pavón, del Medio y Ramallo. que
conformaba parte de la merced real otorgada por Hernandarias a Alonso
Fernández Montiel.
Esta estancia fue poblada de vacunos
por Betancourt en 1645, que luego se esparcieron por todo el territorio del
Pago de los Arroyos. Sin embargo, Antonio Vera Mujica informó que el título de
principal accionero de ganado cimarrón en el espacio comprendido entre el
Carcarañá y la Matanza
(Arroyo Seco), correspondía a Martín de Vera y Aragón. Romero de Pineda que
obtuvo un amparo del gobernador de Buenos Aires, acreditó con documentos fehacientes
ante el Cabildo haber adquirido esos derechos de manos del capitán Pedro de
Vega y Aragón, hijo del antiguo titular mencionado por Vera Mujica.
No caben dudas que el origen del
poblamiento de Rosario en el paraje del Saladillo estuvo íntimamente vinculado
con la actividad de las vaquerías. Romero de Pineda vecino de Santa Fe fue
Alcalde de la Hermandad
en 1665, procurador general de la ciudad en 1679, y Alcalde de segundo voto en
1681, pero sus ocupaciones habituales e intereses estaban en el campo. Dicen
algunos autores, que su esposa Antonia Alvarez de la Vega por escritura de abril
de 1651, aportó como dote al matrimonio una media legua de tierras en el
Cululu.
En 1674 celebró un contrato de
fletamento por el cual se obligó a transportar hacia el Tucumán 24.000 cabezas
de ganado, y años después, lo encontramos vaqueando en la "otra banda del
Paraná" (Entre Ríos) junto a su yerno Juan Gómez Recio. Cuando obtuvo la
merced real de 1689, su elección no fue casual, conocía las ventajas de estas
tierras para la recogida, cría de vacunos y mulares. Dicen diversos autores, que
en 1719 se estableció en el arroyo Salinas Antonio Ludueña, propietario de
tierras en el paraje Ascochingas las que tuvo que abandonar debido a los
reiterados ataques de los naturales, emigrando como otras familias al Pago de
los Arroyos. Según Alberto Montes, su residencia en la región se prolongó por
muchos años, otorgando testamento ante el Alcalde de la Hermandad José
Bene-gas en 1643. Construyó su vivienda y corrales en las inmediaciones del
arroyo, cuya permanencia en el lugar determinó que el sitio en adelante, fuera
conocido como "de Ludueña" trastocando el original "de
Salinas". Ludueña se estableció como agregado en la porción de campo
perteneciente a Luis Gómez Recio, nieto de Romero de Pineda.
Vino acompañado de sus yernos Luis
Farías, José Villarruel y su nieto político Santiago Montenegro casado con
Bernarda Farías, al parecer todos ellos se afincaron en estos pagos según apreciaciones
de Augusto Fernández Díaz. Montenegro era propietario de carretas y bueyes e
intervenía en las faenas de los vaqueros, en junio de 1726 aunque no fue
sancionado, el procurador de la ciudad de Santa Fe lo denunció por haber
extraído dos carretadas de sebos en tiempos que dichas faenas estaban
prohibidas.
Se estableció en la Capilla del Rosario,
criador de ganados, agricultor, dueño de una atahona y pulpería. Prosperó en
sus negocios, ocupó el cargo de Alcalde de la Hermandad en los
arroyos, pudo adquirir una lonja de terreno en lo que hoy constituye el centro
de la ciudad, construyó el edificio de la
Capilla ya que la primitiva de Gómez Recio estaba en
ruinas, y en 1757 donó los terrenos en el sitio donde hoy se encuentra la Basílica y el Palacio Municipal.
Es posible que a partir del
poblamiento de Ludueña en el arroyito, otros paisanos se radicaran en la zona.
En el padrón levantado por el Alcalde Bernar-dino Moreno en 1815 de las
personas que habitaban las inmediaciones del Ludueña y San Lorenzo, reveló la
existencia de unos 536 moradores entre varones, mujeres y menores, incluyendo
agregados, esclavos, libertos, pardos y morenos.
La mayoría nativos de la Capilla, otros paisanos
provenían de Córdoba, Santiago del Estero, Corrientes, Paraguay, Santa Fe,
Buenos Aires, Coronda y San Nicolás, registrándose algunos europeos
generalmente españoles. En cuanto a ocupaciones y oficios, se advierte un
grupo numeroso de labradores, hacendados y estancieros, sin distinguir
quiénes eran propietarios de las tierras que trabajaban.
Los padrones muestran hacia mitad del siglo XVIII un alto porcentaje de familias
radicadas en campos ajenos con viviendas, vacunos, yeguarizos y sementeras, en
virtud de lazos de parentesco, arrendamiento, amistad o relaciones de trabajo
con los propietarios. En otros casos eran simplemente intrusos. También
existían capataces y peones de chacras, maestros de posta y postillones,
sargentos, cabos y soldados, pulperos, albañiles, carpinteros, zapateros y
sastres. El Cabildo de Santa Fe fue suprimido en octubre de 1832, y con él las
funciones judiciales, de modo que la
Junta de Representantes sancionó el Reglamento Provisorio de
administración de Justicia en enero de 1833, creando un Juez de primera
instancia en lo civil y criminal con jurisdicción en toda la Provincia.
Por el artículo sexto se creaba un Juez de Paz
con jurisdicción en el departamento Rosario, acompañado de dos comisarios para
la Villa, y en
la campaña se designarían los que fuesen necesarios, unos y otros a propuesta
del juez de paz y sin sueldo alguno.
No sabemos quién fue el primer comisario
de Arroyo Ludueña designado en diciembre de 1836, suponemos que se trató de
Mariano Alcacer, quien fue nombrado o reelecto a principios de 1838 que tenía
bajo su mando una partida celadora compuesta de un cabo y ocho soldados.
Desde antiguo aparecen las pulperías,
algunos nombres de sus titulares han llegado hasta nosotros. En el padrón de
1815 se registra a José Díaz, puntano de 31 años, casado, y Vicente Ugarreta,
vizcaíno de 67 años, soltero. En otros documentos de la Jefatura política
(1854-60) se mencionan: Juan Caro natural de Santiago del Estero, Francisco
Farías natural de San Lorenzo, José de la Cruz Ríos natural de Córdoba, Pantaleón Urraco,
José Alvarado, Felipe Pereyra, Juan Santos Rodríguez, Isidoro García y Lino
Ibáñez naturales de Santa Fe. En 1858 Urquiza estableció el saladero "Once
de Setiembre" alarde de tecnología industrial para la época, ubicado un
cuarto de legua hacia el sur del Ludueña. Poseía un ferrocarril interno y un
muelle sobre el Paraná desde donde se exportaban sus productos hacia Brasil,
Cuba y mercados de ultramar. Fuente importante de trabajo para los lugareños,
sobre una liquidación de salarios de artesanos y operarios permanentes del
saladero encontramos las siguientes denominaciones: des-nucadores,
desolladores, desmarcadores, cuereadores, cabeceros y paleros, hachadores,
charqueadores, zorreros, limpiadores de playa, conductores de carretas a
Rosario, carreteros de playa, saladores de cueros, cargadore de cueros en el
muelle, desgrasados fogoneros, herreros, toneleros, capatces y troperos.
Un puente sobre el Ludueña
Fue justamente Samuel Navarra
administrador del saladero, que conjuntamente con otros vecinos presentó un
proyecto para tender un puente sobre el Ludueña. Se hizo cargo de la iniciativa
Nicasio Oroño Jefe Político y Presidente de la Municipalidad, tomando en cuenta el nuevo camino
que unía en línea recta Rosario con San Lorenzo, marginando en este tramo el
camino real y la célebre posta del Espinillo (hoy ciudad de Capitán Bermúdez),
donde el coronel de Granaderos José de San Martín se detuvo la noche anterior
al glorioso combate de San Lorenzo.
Oroño llamó a licitación pública mediante
avisos en los periódicos locales, presentándose como postulante el vecino de
Rosario y subdito del Reino de Prusia, Tomás Fuhr, propietario de la mueblería
alemana ubicada en calle Rioja N° 142.
La propuesta redactada en seis artículos
en términos generales establecía: El constructor se comprometía a tender un
puente sobre el Ludueña de 16 varas de largo por cinco de ancho de madera de
pino de Rusia, afirmado con durmientes de pinotea para darle la solidez y
fuerza necesaria para resistir el peso de las carretas cargadas, y de los
vehículos que acostumbraban a transitar por el camino a San Lorenzo. El costo
se estimaba en unos mil pesos plata, valor de los materiales y mano de obra.
El Gobierno de la Provincia se obligaba a
conceder al proponente en propiedad perpetua, una manzana de terreno a cada
costado del puente, y en ambas márgenes del arroyo. Igualmente concedería
autorización para cobrar el derecho de "pontazgo", cuya tarifa se
proponía de la siguiente forma: Por cada carreta vacía, medio real; por cada
carreta cargada, un real; por volanta vacía, medio real; por volanta cargada,
dos reales; por animal cargado, un cuarto real. Las personas de a pie, los
animales sueltos, los pasajeros a caballo, como todos los militares y empleados
en el servicio público no pagarían peaje. Dicho derecho se reservaba el
contratista por el término de seis años, a cuyo fin pasaría en propiedad a la Municipalidad. El
24 de mayo de 1863, Oroño aceptó la propuesta, elevando los antecedentes al
Gobierno de la Provincia
que la aprobó el 9 de abril de aquel año y formalizó el convenio por escritura
pública. Tomás Fuhr transfirió sus derechos sobre el puente y la finca que
construyó en una de las manzanas cedidas por el gobierno, a Nicolás Sotomayor
por escritura de compraventa fechada el 23 de enero de 1867 y pasada ante el escribano
Luis María Arzac, estipulándose el precio en cuatro mil quinientos pesos
bolivianos.
Según el historiador Wladimir
Mikielievich, Sotomayor construyó un nuevo puente de madera de veinte varas de
largo por diez de ancho, con herrajes y barandas de hierro, que según su opinión
debió ser una construcción muy sólida, ya que desde 1886 circulaba el
"tramway" arrastrado por una yunta de caballos, que partiendo de la
plaza 25 de Mayo llegaba hasta el Pueblo Alberdi.
Años más tarde, Fuhr instaló en Punta
Barrancas la primera fábrica de tierra romana del país, desde el río podían
observarse hasta hace poco tiempo las una especie de galena excavada para
extraer la tosca.
En octubre de 1855, por iniciativa de
Nicasio Oroño, se emplazó en la plaza principal la piedra fundamental del
proyectado monumento a la
Constitución, que terminada la obra, consistía en un
pedestal sobre el que se asentaba una columna de estilo jónico que remataba
con una estatua alegórica de la
Libertad. En sus ángulos se colocaron cuatro columnas
menores, que sostenían vasos de mármol a guisa de lámparas votivas,
rodeándose el conjunto con una alta verja de hierro. Demetrio Isola construyó
la columna, Tomás Fuhr la estatua alegórica, por la que cobró cien pesos plata
como consta en un recibo firmado el 19 de noviembre de aquel año. (1)
Fuhr casó con Ignacia Laborda, tuvo
una hija llamada Ana, nacida y bautizada en Rosario el 23 de julio de 1868.
Radicado en Buenos Aires, su capacidad e inventiva no declinó, se dice que en
1885 inventó el afirmado doble de madera, que patentó denominándolo
"Pavimento Argentino".
Nota
(I) Museo Histórico Provincial "Dr. Julio Marc"
Archivo de la Jefatura Política-Año
1855-Recibos varios.
Bibliografía:
Cervera Manuel M. "Historia de la Ciudad y Provincia de Santa
Fe". 2da. edición. Universidad Nacional del Litoral. Santa Fe de la Vera Cruz, 1980
Fernández Díaz Augusto. "Rosario desde lo más remoto de su
Historia 1650 a
1750". Establecimiento gráfico Pomponio. Rosario. 1941. Montes Alberto.
"Santiago Montenegro Fundador de la Ciudad de Rosario". Instituto de Estudios
Nacionales. Rosario, 1977.
Coni Emilio A. "Historia de las vaquerías del Río de la Plata 1555-1750".
Editorial Platero, Buenos Aires, 1979.
Viglione de Arrastia Hebe M.Ly Alonso Sebastián. Padrón de habitantes
del Arroyo Ludueña y San Lorenzo en 1815.
Centro de Estudios Genealógicos e Históricos de
Rosario. Boletín N" 3. Rosario, 2005.
Mikielievich Wladimir. "Memorias de Rosario". Secretaría de
Cultura, Municipalidad de Rosario, 1986
Fuente: extraído de la
Revista “Rosario y su historia y región” Fascículo N• 137 de
Febrero de 2015.