Por Rafael Ielpi
Pero 1927 tendría otras noticias cotidianas igualmente impactantes
para los lectores de diarios más allá de los raids, las hazañas de la aviación
y la notoriedad alcanzada por un deportista argentino, el nadador Alberto
Zorrilla, que el 19 de mayo establece en Estados Unidos el récord mundial de 400 metros espalda. Un
comentario de La Capital, en el mes de marzo, es buen ejemplo: No pasa un día sin que aparezcan uno o dos casos de suicidio: es
realmente increíble.
El diario, en realidad, no hacía otra cosa que consignar una serie de
episodios de ese tipo, algunos de ellos fatales, que se sucederían con extraña
frecuencia en la ciudad en dicho mes, en una especie de epidemia. El día 10 una
mujer casada de 42 años se suicida con cianuro de potasio, una de las
soluciones más usuales para esos tétricos fines, mientras simultáneamente una
ama de casa casi adolescente ingiere ácido nítrico con la misma intención,
aunque al quedar fuera de peligro afirma que fue por error, y un policía de 27
años hace la prueba (felizmente fallida) de dejar este mundo bebiendo una buena
dosis de creolina.
La racha no cesa sino bastante después, sirviendo
de botón de muestra un resumen casi telegráfico que el diario mencionado
incluye en sus páginas policiales, bajo el título de "Tres suicidios de
mujeres", siempre en marzo de 1927: A una empleada doméstica de 22 años se le rompió una tulipa mientras
la limpiaba. Dejó una nota: "Como he roto la luz del comedor, prefiero la
muerte a recibir un reto" y se disparó un balazo en la cabeza. Otra mujer
de 20 años tomó cianuro de potasio y dejó una carta diciendo estar cansada de
la vida. Otra, desconocida, también de 20 años, se suicidó con cianuro.
Una noticia del mismo año suma otro caso: En el almacén de Necochea y Gaboto, Carmen Pucheta, de Í8 años, se sentó en una
mesa del despacho de bebidas contiguo y pidió un vaso de vino blanco, al que le
agregó un frasco entero de tintura de yodo, ingiriéndolo sin que nadie pudiera
impedirlo. Fue llevada al Hospital Rosario y salvada de la muerte, que había
buscado por despecho a su amante, que la expulsara del rancho en que cohabitaran.
Sin embargo, La Capital agregaba un dato alentador y una razonable
sugerencia: La Dirección de Higiene de la provincia de Buenos Aires ha resuelto prohibir la
venta libre de cianuro de potasio; se solicita que Santa Fe la imite...
Pero las palmas en materia de noticias policiales se las llevarían, a
comienzos del año, las andanzas de un ladrón al que por su habilidad para
escapar de las rejas la prensa y la gente terminaron por bautizar como "El
Fantasma", mote con el que se lo designaba incluso en los partes
policiales. Durante una semana, desde el 22 al 29 de enero, el delincuente
consiguió sembrar el pánico en la ciudad con sus incursiones, que terminaban
con la substracción de joyas, dinero y cuanta cosa de valor caía en sus manos.
El primero de esos días entra en dos casas y roba, y el 24 queda a un paso de
ser detenido al ingresar en una vivienda céntrica, mientras dos días después,
un par de desocupados contribuyen al temor generalizado: Se han entretenido durante todo el día en molestar por teléfono a
numerosas familias titulándose El Fantasma, se lee en los diarios. Mientras aquellos desconocidos se hacían pasar
por él, el ladrón seguía entrando y saliendo a su antojo de casas ajenas.
El escurridizo terminaría, como era previsible, en un calabozo el 29
de enero. Francisco Ortells, alias "Gorra Overa" o" Fifí",
un profesional del saqueo domiciliario, se confesó entonces autor de cerca de
treinta robos en la ciudad, a la que llegaría huyendo de una orden de captura
que la policía porteña mantenía infructuosamente vigente desde 1915. La
especialidad de saltar tapias y violentar celosías sin agredir a los moradores,
a los que en general trataba de encontrai dormidos, le permitió ganarse más de
una simpatía popular, aumentada por comentarios periodísticos que daban cuenta
de su picardía: Cuenta Ortells que para conocer a los empleados
de Investigaciones, concurría los días de retreta a la Plaza San Martín y
confundido entre los paseantes, observaba a los pesquisas ya que sabía que
éstos salían por el portón de la calle Moreno.
Todavía en febrero, las acciones del singular personaje del hampa no
había decaído sino todo lo contrario: El Fantasma cuenta en nuestra ciudad con muchos admiradores y no pasa día sin que alguien lo visite para conocerlo y cambiar
algunas palabras con él. Un empresario le mandó un colchón nuevo de regalo, precisaba La Capital. Con la remisión del preso .1 Buenos Aires, su leyenda se diluiría rápidamente hasta desaparecer (lila
memoria de los rosarinos. Como un verdadero fantasma.
Otro episodio policial merece ser exhumado del olvido, aunque más no
sea por el nombre del comercio en el que ocurrieran los hechos, el
"Almacén de los 51 gauchos", en Alem casi esquina Mendoza, al que lo han bautizado así los
criollos que concurren allí, todos los cuales se consideran hombres de ley y
buenos camaradas. Aquel año 1927, y siguiendo el relato periodístico, parco y con cierto
aire de tragedia del suburbio, por la falta de saludo de uno de ellos, otro se
sintió ofendido y salieron a la vereda a las 5 de la tarde y uno disparó tres
veces apoyando el caño de su revólver 38 sobre su brazo izquierdo. Cuando
llegó el agente de facción que estaba a una cuadra, encontró al asesino fumando
un cigarrillo, el revólver en la mano y mirando fijamente el cadáver,
entregándose sin resistencia.
Mucho menos olvidables resultarían otros hechos, como la inauguración
del edificio de la
Federación Agraria Argentina, levantado en la esquina noreste
de Mendoza y Sarmiento (hoy ocupado por la sala teatral "Manuel José de
Lavardén" y dependencias oficiales), sobre una superficie de 1200 m2 y con un costo de
$1.600.000 El inmueble, habilitado el 3 de marzo de 1927, serviría para la
instalación de la redacción y oficinas del diario La Tierra, órgano oficial hasta hoy de la entidad nacida como consecuencia
directa del "Grito de Alcorta" en 1912, que ocuparía el subsuelo, y
contaría con un espacioso salón-teatro para congresos y conferencias, un ala de
alojamiento para viajeros y un comedor.
Otra inauguración de campanillas, casi
contemporánea a la anterior, sería la del Stadium Municipal, en Ovidio Lagos y
Bvard. 27 de Febrero, el 3 de abril, con una fiesta deportiva que incluiría
encuentros de foot-ball, lawn-tenis, carreras ciclísticas y pedestres,
partidas de pelota y un curioso y seguramente irrepetible resultado en el
partido de básquet, que según La Capital fue de 17 a
0...
Un día después, el progreso llega también a la
zona norte de la ciudad, con la entrega de una obra pública largamente
esperada: la pavimentación del Bvard. Rondeau desde el puente del
arroyo Ludueña, Arroyito, hasta el límite del municipio, faja oeste del
boulevard, que acaba de ser pavimentada con granitullo. Los trabajos,
realizados por la empresa Guida & Bugnone, sufrieron retrasos y suspensiones ese año por una
causa digna de ser rescatada: la partida de 3 mil toneladas de granitullo, que
había sido traída a Rosario por el buque escuela ruso "Tovarich", fue
desembarcada y trasladada para su colocación hasta el mencionado bulevar. La
piedra, sin embargo, por efecto de la carga y descarga y otros zarándeos en el
traslado en carros, había sufrido desgaste en sus aristas, lo que no la hacía
apta para su colocación. La demora hizo que los trabajos, que debían terminarse
a finales del año anterior, concluyeran ya avanzado 1927.
El barco soviético era uno de los muchos que
atracarían en el puerto ese año, en cuyo primer mes ingresaron 180 buques de
ultramar. El aumento del movimiento portuario tenía mucho que ver, para alguna
prensa como La Capital, con la influencia que
los británicos seguían manteniendo en el país: Esta intensificación de
las actividades se debe a las buenas referencias dadas por el cónsul británico
en esta ciudad al ministro inglés, quien a su vez informó al gobierno de
Londres respecto de las grandes ventajas que ofrece el puerto de Rosario a la
navegación de ultramar por sus condiciones técnicas, la buena organización de
la autoridad marítima que mantiene en perfecto orden la zona portuaria y
recibe y despacha a los buques con rapidez y precisión y otros factores más que
no pueden hacerse extensivos a otros puertos de la República, inclusive el
de la Capital
Federal.
Un reclamo final tendría vigencia hasta casi finalizado el siglo XX,
cuando recién se diera respuesta oficial a lo que se demandaba hace casi ocho
décadas atrás: ¿Qué hacen los poderes públicos en beneficio de
nuestro puerto? El dragado de los pasos principales del río Paraná y del Río de
la Plata debe
ser motivo de preocupación permanente para las autoridades nacionales...
La ola de habilitaciones e inauguraciones que se produciría ese año, a
la que aludía Álvarez, incluiría la de la fuente de la Plaza Sarmiento,
entregada a la ciudad el 14 de agosto por la colectividad belga, una hermosa
obra cuyos gansos de bronce patinados de verde formaron parte de la
escenografía de ese paseo público hasta casi mediada la década del 90, cerca ya
del fin del segundo milenio, cuando la desaprensión de las autoridades y el vandalismo de los inadaptados
terminaron por destruirla, y cuando ya los surtidores de agua, los gansos y el
gesto de los belgas había quedado definitivamente convertidos en melancólico
recuerdo. Un poco antes, sobre fines de junio, se coloca la piedra fundamental
de la Capilla Nuestra
Señora de La Piedad,
proyectada por tres profesionales de larga y perdurable obra en la ciudad:
Gerbino, Schwartz y De Lorenzi, complemento del cementerio inaugurado en 1889
sobre una superficie de 33
hectáreas, en el oeste de la ciudad.
El 13 de julio, los rosarinos se enteran de un
hecho ocurrido del otro lado del océano que tenía, sin embargo, profunda
relación con la ciudad: El 14 de mayo pasado se
llevó a cabo en Ñapóles la fundición del bronce en las dos estatuas ecuestres del general
Belgrano que los ítalo-argentinos regalan a las autoridades de Genova y
Rosario. Este bronce es originario de uno de los cañones tomados al enemigo por
Belgrano en la batalla de Salta y que se encontraban en el Museo de Arsenales
de Buenos Aires.
La fundición del cañón, construido en España en
1775, dio como resultado 42 lingotes de bronce que servirían de materia prima
al escultor Arnaldo Zocchi, autor de las estatuas. El monumento al creador de
la bandera nacional se inauguraría ese mismo año, emplazado sobre el Bvard.
Oroño, frente al Parque Independencia, culminándose de ese modo las gestiones
que se encargaran en el Viejo Mundo a uno de los "prohombres"
rosarinos, el ex intendente Santiago Pinasco. Otros apellidos destacados como
el de éste darían origen, el 12 de octubre del mismo año, al diario La Tribuna, entre cuyos primeros directores se contarían
Mario Antelo, Enzo Bordabehere y Vicente Pomponio, todos ellos bajo la sombra
protectora de Lisandro de la
Torre y de los hombres del Partido Demócrata Progresista, al
que respondería políticamente el nuevo órgano de prensa.
Otra noticia proveniente también de fuera de las
fronteras del país iba a provocar reacciones solidarias tanto en Rosario como
en todo el mundo. Los primeros días de mayo, se movilizan por las calles de la
ciudad los trabajadores de distintos gremios, indignados al conocerse la
sentencia a muerte de Sacco y Vanzetti, luego de un largo e indigno proceso.
Hubo enfrentamientos, muchas vidrieras céntricas rotas y pedreas reiteradas
contra aquellos ómnibus y tranvías cuyo personal no se había sumado a la
protesta.
Durante la campaña por Sacco y Vanzetti
salíamos a fijar carteles: le dediqué largas horas de la noche y de allí me
dirigía al trabajo, pasando una jornada bochornosa. Otras veces nos vimos en
apuros porque nos interrumpían la tarea los vigilantes a caballo o policías.
Una vez fui detenido por repartir volantes y conducido a la comisaría; después
de una gol piza que me dio el agente, el comisario me amenazó con hacerme
violas por un negro; terminé siendo trasladado al departamento central de policía.
Este maltrato de obra y palabra es causa de odio y resentimiento contra la
policía; en aquellas circunstancias me hubiera alegrado tener noticias de la
muerte de algún agente o autoridad de esa repartición o de cualquier sector
armado...
(Grunfeld: Op. cit.)
Grunfeld revive en Memorias de un anarquista el clima de Rosario en los días previos a la ejecución de
Nicola Sacco y Bartolomé Vanzetti: Las noticias daban
cuenta de febriles actividades a lograr la participación del presidente de los
Estados Unidos para salvar sus vidas. Creo que fue Calvin Coolidge quien no osó
asumir esa actitud. En la noche del 23 de agosto de Í921 se congregaron
millares de personas ante las pizarras de los diarios para escuchar los
detalles de la ejecución. En Rosario se congregó una enorme multitud frente a La Capital y otros diarios. Allí estábamos cuando se
supo el trágico desenlace y la multitud salió furiosa a romper vidrios de los
tranvías para mostrar su repudio. Mi reacción también se manifestó rompiendo a
puñetazos algunos vidrios de los mencionados vehículos, de tal suerte que
durante varios días estuve extrayendo pequeñas esquirlas de vidrio de los costados
de mis manos...
En Buenos Aires, ante los rumores de que
en Rosario podía enrarecerse el clima obrero, el Ministerio de Guerra ordenó a
varios regimientos de caballería con asiento en la Capital Federal,
que estuviesen listos para "bajar" a la ciudad,
en la que el Regimiento 11 ya estaba acuartelado y listo para la represión. Las
marchas y manifestaciones proseguirían sin enfrentamientos graves por casi
cuatro meses más, alcanzando su mayor efervescencia en los días previos a la
ejecución de los dos obreros italianos, que se produciría el 23 de agosto, en
el mismo año en que los periódicos locales y nacionales comenzaban a incluir en
las noticias provenientes del continente americano el nombre de Augusto César
Sandino, que iniciaba entonces su lucha contra la dictadura somozista en
Nicaragua
Un tercer episodio tan luctuoso como el
anterior y también ocurrido en el exterior completaría un año de resonancias
trágicas: el hundimiento del transatlántico "Principessa Mafalda",
frente a las costas de Brasil el 25 de octubre pasadas las diez de la noche. El
terrible saldo del naufragio (295 personas) impactaría de modo visible en la
ciudad, donde la colectividad italiana era mayoritaria, ya que el buque
italiano transportaba, además de los 62 pasajeros de primera clase y los 83 de
segunda, más de 1000 de tercera clase, casi todos ellos inmigrantes, en general
trabajadores "golondrinas" que llegaban para trabajar en la recolección
de la cosecha y retornaban luego a Italia. Muchos eran parientes, amigos o
paisanos de compatriotas que habían elegido a Rosario y Buenos Aires como sus
residencias permanentes, y la búsqueda de noticias sobre los desaparecidos
empujaría hacia los diarios y las agencias marítimas a cientos de italianos
ansiosos por conocer las listas de desaparecidos en la tragedia, que sumaron
300.
El "Principessa Mafalda" había zarpado de Genova con problemas
en su sala de máquinas que al parecer no pudieron ser solucionados del todo
pero que no impidieron su salida. El buque realizaba su última travesía
oceánica ya que iba a ser raleado del servicio, superado por las nuevas
concepciones y adelantos de la industria naviera que se habían producido desde
1908, fecha de la botadura de la nave a la que Guillermo Marconi había
utilizado como sede para sus experimentos con la radiotelegrafía.
Fue el primer transatlántico de lujo que
uniría Buenos Aires con el Mediterráneo y uno de los más veloces de su tiempo.
Con sus 9210 toneladas, 485
pies de eslora y 55 metros de manga había
sido, desde su viaje inicial, el elegido para el cruce hacia Europa de las
familias de las clases adineradas de Argentina, Uruguay y Brasil, del mismo
modo que colmaría su tercera clase con inmigrantes que emprendían desde Genova
la aventura de radicarse en el país.
El rescate, encarado por las
embarcaciones que se hallaban en condiciones de llegar rápidamente al lugar del
naufragio, permitió el salvataje de 996 hombres y mujeres, que se distribuyeron
en los buques "Formosa", "Alhena", "Empire Star",
"Mosella" y "Rosetti". El arribo del primero de ellos a
Buenos Aires, el 2 de noviembre, movilizó a buena parte de la ciudad hacia el
puerto y desató una ola solidaria que tendría su episodio disonante: la orden
de Mussolini al embajador italiano en Argentina, de no aceptar donaciones ni
apoyar las suscripciones que se organizaban espontáneamente en la Capital Federal
tanto como en Rosario.
Otro hecho tremendo conmovería en julio
de 1927 a
argentinos y chilenos al producirse la llamada "Tragedia de
Alpacatal", en la que morirían 21 cadetes militares chilenos que viajaban
hacia Buenos Aires para participar en los actos y desfiles de conmemoración del
Día de la
Independencia. El tren que los conducía desde Mendoza chocó
de frente con otro convoy, en las cercanías de la localidad cordillerana
mencionada, provocando el incendio de los vagones y las escenas de espanto
previsibles. La juventud de los caídos en el accidente ferroviario, el motivo
de su viaje a la Argentina
y lo absurdo de sus muertes hizo que el nombre del remoto y desconocido poblado
estuviera por mucho tiempo en boca de todos. Los cadetes supervivientes (hubo
además 6 de ellos heridos en el choque) prosiguieron el viaje a la Capital Federal y desfilaron por sus calles ante
el aplauso, las lágrimas y la emoción de todos.
Como una necesaria distensión de tantos sucesos luctuosos, la ciudad
se refugiaba cada vez más en el deporte, en especial en el fútbol y el
automovilismo. En el primer caso, el año ofrecería satisfacciones legítimas a
los rosarinos futboleros. El 25 de mayo, con el triunfo de la selección
rosarina sobre la de la
Asociación Argentina de Fútbol, por la Copa Rosario, en el
estadio de River Plate, con lleno completo de
25 mil personas. El equipo ganador reunía nombres incorporados
a la historia del fútbol: Díaz, Sarasívar y Bearzotti; F. Sarasívar, Fioroni y
Conti; De Muri, Medina, Gabino Sosa, Indaco e Indaco, y lo mismo ocurría con el
rival, derrotado por 2 a
0: Botasso, Bidoglio y Reccanattini; Evaristo, Monti y Orlandini; Carricaberry,
Benítez, Seoane, Alfieri y Orsi. La revancha, en la cancha de Newell's Oíd
Boys, terminaría igual.
La llegada del poderoso Real Madrid español, que en Buenos Aires había
vencido a Boca 2 a
1 dejando una grata
impresión, colmó también el estadio del Parque Independencia, donde el dueño de
casa se encargaría de demostrar la existencia de una supremacía rosarina cada
vez más visible, con un 4 a
0 inapelable, producto de los goles de Aguirre (2), Libonatti y el
"Mono" Francia.
Pero la primera noticia del año 1927
relacionada con el fultbol estaría vinculada a uno de los más notables
jugadores de todos los tiempos en Rosario y, se asegura, en el país, el
"Negro" Gabino Sosa, a quien su club, Central Córdoba, homenajea el 1o
de febrero, como reconocimiento a sus espléndidas perfomances en los campos de juego de Chile, donde brillara como una de las figuras del Campeonato Sudamericano de
1926.
Gabino Sosa no sólo era un gran jugador.
Fue un gran hombre. Ni siquiera los excesos del alcohol que
muchos le achacaban, le hacían perder su línea de conducta; dentro o fuera de
la cancha jamás se comportó de otra manera que lo que realmente era: un hombre
bueno, pacífico, retraído, como si fuera ajeno a la enorme admiración que su
solo nombre despertaba. Contaba un viejo dirigente charrúa que a comienzos de
la década del 30 fue Central Córdoba a jugar un encuentro amistoso en Buenos
Aires. La idea era "mostrar" a algunos jugadores del equipo a ver si
despertaban el interés de los clubes porteños. Era el comienzo del
profesionalismo y todos estaban a la caza de los cracks. Gabino, ya en los
últimos años de su carrera, hacía maravillas con la pelota pero ninguno de sus
compañeros acertaba siquiera una. En el entretiempo (ya perdían por goleada) el
directivo reconvino seriamente a los futbolistas, explicándoles que así ninguno
sería contratado para jugar en la Capital. Gabino rompió su mutismo habitual y
respondió más o menos esto: No les hable de plata. Hábleles de fútbol. Esto es un juego, no un
negocio: y nosotros sólo venimos a jugar, no a negociar...
(Andrés Bossio:
"El nacimiento de los clubes deportivos", en Historias de aquí a la
vuelta, Rosario, 1991)
El mismo año (el 7 de enero) Domingo Bucci gana por tercera vez la
carrera Rosario-Santa Fe, con un tiempo récord de poco menos de 3 horas,
aventajando a otro participante famoso: Raúl Riganti. Los diez automóviles
inscriptos eran casi mayoritariamente de marcas diferentes: Ford, Hudson (con
los que corrieron Bucci y Riganti), Hupmobile, Bugatti, Packard, Chevrolet,
Rugby y Alfa Romeo. Por los mismos días, aparece en La Capital una publicidad de "Energina", la marca de nafta perfecta, que da seguridad al motorista y permite al
motor desarrollar toda su potencia. El
combustible era producido por la Anglo Mexican Petroleum Co. Ltd. y sus avisos
mostraban un auto de carrera luciendo una enorme cruz svástica del tamaño del
radiador...
Tres días después y con un calor sofocante se larga la competencia
Rosario-Santa Fe de ciclismo, que gana otro de los deportistas legendarios,
Cosme Saavedra, después que muchos competidores quedaran fuera de carrera en
los arenales de Coronda. El 12 de enero, la expectativa corresponde a los
entusiastas del cricket, mayoritariamente británicos, con la llegada a la
ciudad de sus compatriotas del Marylebone Cricket Team que juega en el
"field" de Atlético del Rosario, en Plaza Jewell, contra un equipo
rosarino.
La radiodifusión, mientras tanto, tenía cada vez más adeptos en la
ciudad y los rosarinos amantes del tango y del jazz se solazaban en enero de
1927 escuchando por la "broadcasting" F.2 Rosario de la Sociedad Rural de
Cerealistas a la orquesta típica y jazz band de Abel Bedrune, según anunciaba La Capital, que agregaba: En esta audición el celebrado cantor nacional Agustín Magaldi, del dúo
Magaldi-Noda de la metrópoli, cantará en compañía de la orquesta Bedrune
algunas de sus producciones y estrenará el tango de Ruiz "Carne de
pecado".
Los rosarinos se enterarían, con el
retraso que corresponde a una ciudad tan alejada, en el extremo austral del
continente, de dos novedades que se vinculaban con los avances de la
tecnología: la aparición del Ford A, en Estados Unidos, que dejaba atrás al
Ford T, que inundara el mundo en la década del 10 al 20, y la irrupción del
cine sonoro con "El cantor de jazz", que se convirtió en tumba de
muchos de los divos y divas del cine mudo a quienes sus voces, metálicas,
chillonas o directamente desagradables, condenarían al más cruel ostracismo.
También desde el exterior, en noviembre, llega una mala nueva: la muerte de
Ricardo Güiraldes en París, lejos de la pampa donde galopara don Segundo
Sombra.
Entre abril de 1917 y agosto de 1928, la ciudad
iba a protagonizar un hecho insólito: una seguidilla de cinco intendentes, uno
de ellos muerto en un accidente, que no tendrían tiempo ni siquiera para hacer
perdurable su paso por el palacio custodiado por los leones donados por Mazza:
Antonio Reynares Solari, Isaías R. Coronado, Leónidas Loza, Angel Enghel y
Tobías Arribillaga.
Fuente: extraído de libro rosario del
900 a la
“década infame” tomo II editado 2005 por la Editorial homo Sapiens
Ediciones