Aunque Atlético del Rosario ya había
tenido oportunidad de disputar un par de encuentros internacionales -ante
Peñarol de Montevideo, por la Copa Competencia-. Rosario no había vivido aún la
experiencia de recibir la visita de un conjunto extranjero. Los citados
encuentros de los muchachos de Plaza se hacían siempre en escenarios porteños,
de allí que la posibilidad de traer a nuestra ciudad al primer equipo del
Southamp-ton encendió en 1904 la pasión de los rosarinos- La visita de los
ingleses se frustró, aun cuando dos jugadores de clubes locales fueron llamados
para integrar un combinado argentino para oponerse a los británicos. Boardman.
arquero de Plaza y Eduardo Jewell. tuvieron buena actuación en un elenco de
'aprendices* que el 9 de julio de ese año cayó ante los "maestros ingleses
por la nada decorosa cifra de 8
a 0.
Pero un año después el sueño se hace realidad. Costó mucho, es cierto, y para que el lector
contemporáneo vislumbre la entidad de las dificultades de esos primeros años
del siglo, reproducimos un párrafo de la Memoria Anual del
Club Atlético del Rosario, que copiamos del brillante trabajo de Francisco M.
Cavallo. Dice así: "...es de sentir que
no fue posible obtener la visita de
clubes de Buenos Aires para partidos amigables de primera división; la
dificultad consiste en que los jugadores que nos visitan deben sufragar
personalmente los gastos del viaje". Como se aprecia, la imposibilidad era de origen estrictamente
económica, y ello motivó que los muchachos de Plaza -en su mayoría de buen
vivir- debieran disputar todos los encuentros correspondientes a la Copa Competencia
de esos años, en la ciudad de Buenos Aires.
Y fue justamente en dos finales
consecutivas -1904 y 1905- donde Plaza le ganó a Peñarol de Montevideo, en
ambas ocasiones en el campo de juego de la Sociedad Hípica
Argentina, la copa en disputa. Fue el detonante que hizo estallar la pasión
creciente de los rosarinos. Ya nadie dudó que había que hacer cualquier
esfuerzo para que no se frustrara, como el año anterior, la visita a Rosario de
un equipo extranjero. Concuerda ese entusiasmo con la presencia en el país del
Nottingham Forest, que finalmente se presenta en Plaza Jewell el 16 de junio de
1905. Plaza es reforzado por varios jugadores de Rosario Central, siendo uno de
ellos -Zenón Díaz- la figura del encuentro. Los Ingleses ganan por 5 a 0, en el marcador más
"estrecho" que obtuvieron en el curso de la gira. La actuación de Zenón
Díaz, del arquero Norris y del zaguero Ricardo Le Bas provoca la admiración del
público y determina que los tres fueran invitados a integrar combinados
argentinos que siguieron perdiendo por "escándalo" ante los maestros
del Nottingham. Ya la semilla estaba echada: en años sucesivos, fue frecuente
la presencia de equipos extranjeros -fundamentalmente ingleses- en el país.
Aunque por lo general la diferencia era abismal, no estaba lejos el venturoso
24 de junio de 1906, cuando el legendario Alumni de los hermanos Brown le gana
a un seleccionado de Sudáfrica (entonces colonia inglesa) formado por Jugadores
británicos, por uno a cero. Al conjuro de esas presencias extranjeras el fútbol
se afianzó definitivamente en Rosario. El arraigo de los clubes en el alma
popular y la organización de torneos locales de gran competitividad, provocó
entusiastas y, muchas veces, ardorosos en-frentamientos. Las inclinaciones de
los aficionados fueron repartiendo la pasión, fundamentalmente entre Rosario
Central y Newell's Oíd Boys, Atlético del Rosario -el precursor indiscutible- distribuía sus afanes entre el fútbol y las demás actividades, donde ocupaban especial
interés el rugby, la natación y el atletismo. Hacia 1914, con el inicio de la Primera Guerra
Mundial, muchos de sus más apreciados dirigentes y sus descendientes, retornan
a Europa para tomar parte de la contienda. Ese espacio ocupado entonces por
Plaza, queda abierto a la disputa perenne de "canallas" y
"leprosos", que hasta hoy persiste. Clubes de larga tradición
-Provincial, Central Córdoba, Tiro Federal, Sparta, Gimnasia y Esgrima-
hicieron también lo suyo. Pero las preferencias de la gran mayoría se volcaban
por Newell's y Central. Tanto fue así, desde el mismo nacimiento del fútbol
organizado, que en 1905 un centralista por la de la selección nacional, en la
que jugó 24 partidos y convirtió 14 goles. Se llamó Harry Hayesy fue el fundador de una
dinastía que perduró a lo largo de buena parte de la rica historia auriazul,
prolongada en nuestros días por otro Harry Hayes, hijo de aquél, a través jeras
el fútbol se afianzó definitivamente en Rosario. El arraigo de los clubes en el
alma popular y la organización de torneos locales de gran competitividad,
provocó entusiastas y, muchas veces, ardorosos enfrentamientos. Las
inclinaciones de los aficionados fueron repartiendo la pasión, fundamentalmente
entre Rosario Central y Newell's Oíd Boys, Atlético del Rosario -el precursor indiscutible- distribuía sus afanes entre el fútbol y las demás actividades, donde ocupaban especial interés
el rugby, la natación y el atletismo. Hacia 1914, con el inicio de la Primera Guerra
Mundial, muchos de sus más apreciados dirigentes y sus descendientes, retornan
a Europa para tomar parte de la contienda. Ese espacio ocupado entonces por
Plaza, queda abierto a la disputa perenne de "canallas" y "leprosos",
que hasta hoy persiste. Clubes de larga tradición -Provincial, Central Córdoba,
Tiro Federal, Sparta, Gimnasia y Esgrima- hicieron también lo suyo. Pero las
preferencias de la gran mayoría se volcaban por Newell's y Central. Tanto fue
así, desde el mismo nacimiento del fútbol organizado, que en 1905 un chiquilín de 14 años que jugaba en Gimnasia (entonces se llamaba
Argentino) pidió a la flamante Liga Rosarina su primer pase, a fin de poder
jugar en cualquier otro club. La
Liga le concedió la petición, planteando una exigencia entonces considerada
ilógica: el pago de un derecho de cinco pesos ($5,00). Dirigentes de Rosario Central, atentos a la cuestión y entusiasmados con el prometedor jugador, abonaron los cinco
pesos y se quedaron con el joven futbolista. Hicieron el mejor negocio
de su historia: el chico no era una simple promesa, sino toda una realidad a
pesar de sus pocos años. Semanas después debutó en primera y se quedó para siempre;
sólo cambió la camiseta centralista por la de la selección nacional, en la que
jugó 24 partidos y convirtió 14 goles. Se llamó Harry Hayes y fue el fundador de una dinastía que perduró a lo largo de buena parte de
la rica historia auriazul, prolongada en nuestros días por otro Harry Hayes,
hijo de aquél, a través de su fecunda labor en la Mutual de
Ex Jugadores de nuestra ciudad.