A principios de 1907 la
ciudad sigue soportando los inconvenientes que plantea el crecimiento. Avanzan
los trabajos de instalación en todas las líneas pero ello provoca también
grandes dificultades en la vida cotidiana. Las calles están siempre rotas, hay
permanentes desvíos, no existe correspondencia entre los viejos y los nuevos
itinerarios, hay que cambiar frecuentemente de tranvía a tramway para completar
el viaje, los tranvías se detienen por cortes de energía eléctrica y —además—
subsiste un problema que ya es endémico: la mala educación de los guardas no ha
variado.
El 16 de enero los cocheros de plaza, unos 1800, se declaran en huelga
para no cumplir con un trámite de identificación policial que les impone la Municipalidad. Los
tramways y tranvías no se solidarizan y continúan circulando, lo que provoca
varios atentados y golpizas a conductores y guardas. Tras varios días de
tensión, la normalidad vuelve recién el lunes 28. Unos días antes, el 8 de
enero, se había producido el primer choque entre dos tranvías, en la esquina de
Wheelwright e Independencia, lo que provocó la fractura de ambas piernas a un
pasajero.
El proceso de transformación entre tracción a sangre y eléctrica se
completa en 1908, cuando son habilitados los cruces con las vías de los
distintos ferrocarriles, pudiendo de ese modo el tranvía alcanzar los puntos
terminales del recorrido.
El
nuevo sistema resulta, pese a los inconvenientes, todo un éxito, aunque un
error de cálculo planteará muy pronto un problema de difícil solución. Las
previsiones municipales sobre el crecimiento demográfico y la cantidad de
potenciales pasajeros no se correspondían con la realidad. Mientras la
población aumentaba de acuerdo a las estimaciones, el número de viajeros
resultaba muy superior. Este desfasaje empieza a hacerse notorio alrededor de
1918. Para un pronóstico de 221.000 habitantes se preveían 19.600.000
pasajeros, pero éstos fueron en realidad 22.400.000. El problema se va agudizando
con el correr de los años y así en 1920, 1922 y 1925, contra un cálculo de
21.000.000, 22.800.000 y 25.500.000 respectivamente, la realidad dictaminó en
cambio 29.500.000. 41.8001500 y 55.200.000 viajeros.
Rosario fue protagonista entonces de un drama cotidiano: el tranvía
repleto. La revista satírica Ato-nos y Monadas así lo refleja en un artículo referido a la CGTER (Compañía General de
Tramways Eléctricos de Rosario), al que tituló El Desquicio Tranviario en lugar de El servicio tranviario. Para los sufridos
rosarinos de los años 20, sin embargo, la cosa no tenía mucha gracia...
Fuente:
extraído de la revista “Rosario, su Historia de aquí a la vuelta Fascículo N• 14 de Julio de 1991 Autor Juan Carlos Muñiz