La
ceremonia del café o el rito del mate convivían con la británica tradición del
té, que se mantenía vigente en muchas de las familias 9 acomodadas. Por ello,
el consumo de yerba mate -en las clases populares sobre todo-, de café y de té,
este último mayoritariamente importado, formaba parte de la vida cotidiana.
Odilo
Estévez se contaría entre los comerciantes que hicieron fortuna en la ciudad,
en especial a través de su vinculación con la industria yerbatera. Este
inmigrante español, propietario de plantaciones de yerba mate en Misiones,
estableció dos importantes molinos en Rosario, uno de ellos adquirido a la
poderosa empresa brasileña Mate Larangeira. Los establecimientos, ubicados en
Urquiza 1302 e Independencia 651, ocupaban casi a un centenar de personas.
La
actividad de este dinámico inmigrante comenzó en 1906. al asociarse con Carlos
y Arturo Escalada primero y con Angel Muzzio y Humberto Guerzoni
después,
conformando la firma "Estévez y Compañía". La yerba utilizada era
importada del Paraguay, de donde arribaba por el Paraná, y del Brasil. La Yerbatera Paraguaya
de Estévez elaboraba una gran cantidad de marcas, muchas de ellas de gran
consumo, como "Pan de Azúcar" y "El Mirlo", y otras que
denunciaban la procedencia guaranítica del producto: "Tamanduá",
"Yaguareté", "Ibera", "Tacurú".
Estévez
había adquirido para vivienda familiar la residencia que fuera de Melitón
Ibarlucea, en Santa Fe al 700, frente a la Plaza 25 de Mayo, la que después de cada uno de
sus muchos viajes a Europa se iba colmando de una gran cantidad de pinturas,
objetos, muebles, alfombras y tapices de procedencia diversa, que terminaron
conformando un valioso patrimonio artístico. A su muerte, su viuda, Firma Mayor,
emparentada con la familia Arijón, hizo donación del inmueble y de su valioso
contenido a la
Municipalidad de Rosario, como encomiable acto de gratitud a
la ciudad que acogiera a aquel emprendedor y activo español llegado con la ola
inmigratoria. La residencia pasó a ser sede, desde entonces, del Museo
Municipal de Arte Decorativo "Firma y Odilo Estévez"
Muchas
de las marcas de yerba consumidas entonces eran sin embargo importadas de
Paraguay y Brasil, aun cuando se comercializaban también muchas producidas en
el país, algunas de las cuales mantienen hoy vigencia y prestigio. Es el caso
de Flor de Lis, muy publicada al
comienzos de siglo y que llegaba en cilindros de madera con tapa de cedro
misionero, y de Néctar, elaborada por Couzier y Compañía. Se vendían también
yerbas como Veracruz e Ildefonso, envasadas en cilindros pero de metal, y de
producción nacional eran asimismo las marcas de Núñez y Gibaja: Curu-paytí,
Iguazú, Escudo, Sin igual, Triunfante y otras. Su molino rosarino, en Entre
Ríos 557, llegó a despachar en 1900 cuatro millones de kilos de yerba mate.
Mientras,
solían consumirse asiduamente las marcas paraguayas Caiguá-Guazú y El Matero,
así como la Guayrá,
importada por Pinasco, o la
Dolores, introducida por Queirolo Hermanos, y la brasileña
Cazadora. Competencia de las yerbateras aludidas era asimismo el molino de
Esteban Escabini, en Rodríguez 135, y el de Delfino, Roffo y Rivera,
establecido primero en San Lorenzo al 900 y luego en Tucumán y Pueyrredón.
El
café, también consumido en las casas de familia, tenía algunas marcas que se
vendían desde principios de siglo, como el café torrado con azúcar abrillantada
Cabeza de Buitre; La
Brasileña, de 1910; el Paulista, contemporáneo del anterior,
al igual que el café A los Mandarines, marca también de uno de los tés
tradicionales del período o el Belo Horizonte, envasado en artísticas jarritas
labradas. De los finales de la década del 20 sería en cambio el inicio de la
gran popularidad del café La
Virginia, elaborado en Rosario y que mantendría vigencia
hasta la actualidad.
El
Paulista era asimismo marca de té, una de hrs tantas que envasaba elproducto en
latas bellamente impresas en la mayor parte de los casos, que terminaban
convertidas en costureros en muchas casas de familia. También eran cotizados
el Té Tigre, con vistosa lata: el Té Diamond, "fragante y delicioso",
proveniente de la India
en envases de aluminio e importado por Pozzi, Cabanillas y Cía. y el muy
difundido Té Lipton, que reforzaba su prestigio con periódicos concursos.
Todas
estos productos formaban parte de la cotidianeidad de los rosarinos de las tres
primeras décadas del siglo, junto a una constelación de otros destinados a la
alimentación, desde los aceites de oliva indispensables para la cocina
española: el Boccane-gra, el Bau, el Ottone Extra, el Oleo Sasso, el Francés o
los populares Capitán Fracassa. Tomaso Moro o Fior d'Italia, o las galletitas,
golosinas, cereales, quesos y otros muchos, provenientes por lo general de
Europa, desde donde habían llegado también la mayor parte de quienes los
consumirían en la ciudad recostada a orillas del Paraná.
Fuente: Extraído de la colección “Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930)
Editada por diario la “La
Capital