Rosario vivió ese primer viaje del tranvía como
una fiesta popular. La gente flanqueó las calles por donde circularía el NQ
9, cuyo recorrido comprendía Santa Fe, Maipú, Boulevard Argentino, Hipódromo, La Plata y Cementerio El Salvador,
a la ida y Boulevar Argentino, San Martín y Santa Fe a la vuelta, aunque el
primer viaje no seria completo.
Tras una mañana lluviosa y surcada por fuertes ráfagas de viento, el
sol asomó finalmente y a las tres de la tarde en punto los coches partieron
desde Maipú, entre Córdoba y Santa Fe, para llegar hasta la usina de calle La Plata (hoy Ovidio Lagos).
Tras el primer tranvía, que transportaba a las autoridades e invitados
de honor, se encolumnaron otros catorce, ornamentados con banderas argentinas, mientras
la gente aplaudía a su paso. Al llegar a la usina se suceden los actos de
rigor: recorrida a la planta, lunch y discursos: del intendente Vila, del
ministro de Gobierno de la provincia, Calixto Lassaga y del concesionario del
tranvía, ingeniero Michez. Tras los brindis tradicionales se reparten medallas
acuñadas para la ocasión mientras otras 350 son entregadas a las Damas de
Beneficiencia para su venta.
Al día siguiente se inaugura el servicio al público, que debe pagar
las siguientes tarifas: 10 centavos dentro de la ciudad, 15 centavos hasta los
suburbios de Alberdi, Barrio Vila y Saladillo y 5 centavos el pasaje obrero, en
viajes y horarios especiales.
La primera flota, provista por la firma
belga Ragheno, estaba compuesta por 160 coches. De eran de 16 toneladas. 4 ejes y 40 asientos y estaban equipados con motores Charleroi de 40
HP cada uno. Los 60 restantes
eran chicos, con un peso de 11 toneladas. 2 ejes y asientos para 32 pasajeros, con
dos motores Charleroi de 29 HP cada uno como planta propulsora.
Al poco tiempo se añadirían a la dotación inicial 60 coches más,
repartidos en 20 grandes y 40 medianos de 12 toneladas y 32 asientos.
Ahora, los mayorales pasan a ser
denominados "guardas" y comienzan a recibir órdenes estrictas para el
fiel cumplimiento de los reglamentos, por lo que las primeras discusiones
tienen lugar cuando intentan cobrar dos boletos a los pasajeros que ascienden
una cuadra antes del comienzo del recorrido.
La velocidad de las nuevas máquinas es también motivo de quejas, aunque
no por' lo vertiginoso de la misma sino todo lo contrario. No son los nuevos
coches precisamente "veloces saetas", ya que marchan al mismo ritmo
que los viejos tramways. La línea N° 1. por ejemplo, demora una hora y media
para dar la vuelta completa entre las estaciones de los ferrocarriles Buenos
Aires—Rosario y Córdoba—Rosario. Como siempre, los deseos y las fantasías
tienen más alas que la realidad...
Fuente: extraído de la
revista “Rosario, su Historia de aquí a la vuelta Fascículo N• 14 de Julio de 1991 Autor Juan Carlos Muñiz