Por
Rafael Oscar Ielpi
En las páginas de
publicaciones como La Nota,
Iris, Monos y Monadas, Gestos y Muecas aparecen consignados, entre 1900 y
1930, la mayor parte de los apellidos
de la alta clase rosarina de comienzos de siglo junto a otros cuyo lustre
social llegaría un poco más tarde. Por lo general se los menciona como
presencias habituales en el Hipódromo Independencia, en la anual Exposición
Rural o en muchos saraos y fiestas que los tenían como notorios destinatarios y
animadores.
Perduraban
asimismo como incluidos en esa clase apellidos alemanes e ingleses, que en
todos los casos eran también de origen inmigrante. Los últimos, por ejemplo,
infaltables en los festejos rosarinos del Empire Day. como los organizados por la British Society
poco antes de 1930.
Algunas
familias, por su origen y posición social, tenían facilidad para ser
generadoras de otra de las formas de relación social de principios de siglo:
las tertulias, llevadas a cabo en las residencias, algunas de ellas magníficas,
que la burguesía adinerada haría levantar en la ciudad desde finales del siglo
XLX. En 1910. por ejemplo, se lee en Monos y Monadas: "Las tertulias en lo
del Dr. Claudio Newell tienen fama por la selección de familias que concurren
tanto como por la animación que reina toda la noche..."
Aquellas
residencias fastuosas, en muchos casos con detalles de refinamiento -por más
que se siguieran en un todo los dictados de modas y estilos arquitectónicos y
decorativos en boga en Europa, y en ocasiones se mezclaran los mismos sin mayor
cuidado- eran también símbolos de poder económico, y la inauguración de una de
ellas pasaba a ser también un importante evento, al que era socialmente
oprobioso no ser convocado por sus dueños. La habilitación de la mansión de los
Pinasco. en I Córdoba y Bvard.Oroño, en agosto del Centenario, dio lugar a un
festejo de campanillas, presidido por la anfitriona Angela Tiscornia de
Pinasco, antes de pasar a ser una de las residencias más envidiadas del Rosario
y el lugar de alojamiento de muchos visitantes ilustres.
Lo
mismo ocurría el 5 de agosto del mismo año, por la noche, al celebrarse lo que
se calificaría como festival ofrecido por los esposos Nicanor de Elía y Carola
del Campo (una descendiente del autor del "Fausto" criollo), en la
flamante residencia construida por los mismos en la esquina de Bvard. Oroño y
Mendoza, que sobreviviría hasta superada la segunda mitad de este siglo.
Otros constantes
"agasajadores" de esos años, mencionados asiduamente por las notas
sociales, eran Juan José Benegas y su esposa Rita Ibarlucea, y Cornelio
Casablanca, cuyas recepciones y vela-das eran señaladas por la prensa social
como ejemplo de lo que deberían ser las "fiestas de buen tono"; los
Recagno, cuya mansión con vitrales traídos especialmente desde Alemania, en
Bvard.Oroño entre San Juan y Mendoza -hoy sede del Liceo de Señoritas
Bernardino Rivadavia- constituía un ejemplo de la arquitectura y el estilo
francés, en pleno paseo de la high rosarina; Esteban Frugoni y su esposa,
"en su espléndida morada de la calle San Lorenzo", etcétera.
Del
mismo modo, eran comentadas desde comienzos de siglo las tertulias realizadas
por las familias residentes en el pueblito de Alberdi, en el local de la Comisión de Fomento:
familias que, por lo demás, eran en su gran mayoría parte de la sociedad
rosarina que había elegido aquellos parajes, en la zona norte, como lugar de
veraneo a orillas del Paraná, o para disfrutar allí de bucólicos fines de
semana.
En
aquellas residencias ostentosas era donde las señoras de la aristocracia que
daba el poderío económico recibían a sus amigas, o a matrimonios de su misma
clase social. Las rígidas convenciones sociales, el llamado buen gusto, hacían
que incluso el hecho de una visita social de
esas características estuviese perfectamente reglamentada i;¡ carnet de
baile: una melancólica imagen por códigos no escritos pero si vigentes en esos
circuios. Por ello es que cada una de aquellas damas hacía público su día de
recibo, para evitar confusiones o irrupciones no acordadas.
Una
guía de 1905, editada por Peralta, en su capítulo "Días de recibo de las
familias del Rosario", indica una nómina que, entre otras, incluye a
"María Esther Arijón, Ia y 3fi miércoles; Rosa Tiscornia de Castagnino. 3e
y 4Q lunes; Pepita S. de Recagno. 1Q y 3a miércoles. Ramona Ortiz de Colombres,
2Q y 4e viernes; Firma Mayor de Estévez, los sábados; Carmen Machain de
Lejarza, lu y 2- sábado", etc.
Iba a ser sin embargo
un ámbito abierto -el Hipódromo Independencia- el que congregaría, a partir de
su inauguración, a lo más notable de la clase pudiente rosarina, lo que lo
convertiría en una pasarela social y de la moda. Aunque el primer circo de
carreras que congregó a los amantes del turf tanto como a los empedernidos
"burreros" (que ya los había) haya sido el Hipódromo Rosarino, en el
barrio Sorrento, actual Sarmiento, que formaba parte inicialmente del pueblo de
Alberdi.
A
su inauguración, en 1897, asistieron según testimonios de la época cerca de 10
mil personas, entre las que se contaba un invitado de nota: el vicepresidente
Carlos Pellegrini. impulsor del Jockey Club porteño y turfman notorio. Conocido
popularmente como Hipódromo Sorrento, funcionó hasta 1901, cuando la apertura
del Independencia -el 8 de diciembre de ese año- lo encaminaría hacia el
olvido, con su construcción "a la inglesa", de madera, y su torre-mirador,
erguido en medio del descampado que era por entonces la zona.
Otra
de las modas de la primera década del siglo era el tradicional té de las 5 de
la tarde, el five o'clock tea, herencia victoriana traída a la ciudad por la
colectividad británica que se instalara en Rosario, en general como
funcionarios o altos empleados de empresas de ese origen, y adoptada en los
círculos rosarinos como "de muy buen tono". Se usaba el té para las
reuniones de señoras dedicadas a la beneficencia, para agasajos o como despedida
a quien entraba en el terreno de las casadas.
Del mismo modo, otra
permanente excusa para concretar veladas sociales de todo tipo (bailes, tés,
cenas y almuerzos, fiestas, pic-nics, soirées, etc.) era la beneficencia,
tradicionalmente ejercida por las damas de la alta sociedad en todo el mundo,
por lo menos en todo el mundo "occidental que, en muchos casos, como el de
la Sociedad
de Beneficencia porteña, no eran -como señala Juan José Sebrelli- sino
bastiones de la reacción social, y tenían como objeto recaudar fondos para una
serie de entidades de las llamadas de bien público. El Hogar del Huérfano, en
Rosario, era una de esas instituciones de comienzos de siglo y lo sería por
muchas décadas.
Este
tipo de instituciones actuaban en la ciudad desde finales del siglo XIX, cuando
se constituyeron varias sociedades pías, como se las denominaba. Hacia 1900
tenían activa tarea la
Sociedad Damas de la Caridad, en Córdoba 1323 ; la Sociedad Damas de
Beneficencia de Rosario, en Libertad 681; la Sociedad Damas de la Misericordia, en
Comercio 671, o la
Sociedad Hijas de María, en Comercio 390. en las cuales
militaban señoras de apellidos como Grandoli. Sugasti. Arijón, Correa.
Granados, de Larrechea. Hertz. A Le Bas. Andino, Lejarza, Aldao, Caries.
Ejemplos
del accionar de estas sociedades eran el Día del Kilo, que no era otra cosa que
una colecta anual a beneficio de los asilos rosarinos, que consistía en la
entrega de un kilo de mercadería, sobre todo alimentos y ropa, evento que se
reeditaría anualmente entre 1900 y 1916; las Fiestas de la alcancía, invocación
hecha alcancía en mano por señoras, señoritas e incluso niñas de apellidos
reconocidos, a la caridad y solidaridad de los rosarinos, especialmente los de
su propio círculo social. O los Premios a la Virtud, otorgados por las Damas de la Caridad, cuyos actos de
entrega se convertían en acontecimientos sociales en los primeros quince años
del siglo, hasta que dejaron de conceder se, seguramente por otras razones que
no eran la extinción de mujeres virtuosas en la ciudad...
El
río, por su parte, convocaba regularmente a otra actividad que mezclaba por
partes iguales lo moderadamente deportivo con lo social, con preeminencia de lo
segundo: las regatas de Alberdi, que comenzaron a llevarse a cabo en los
primeros años del siglo y alcanzarían mayor relevancia con la consolidación de
los clubes náuticos sobre la costa. En 1910, "Caras y Caretas"
comenta: "Lucidísima resultó la fiesta náutica efectuada en el río Paraná
frente a la playa de Alberdi. Sólo hubo que lamentar que, debido a la falta de
tiempo, no se efectuaran las regatas para señoritas, números esperados con el
más puro interés. La playa, llena de espectadores, presentaba un aspecto
bellísimo..."
Fuente: Extraído de la colección “Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930)
Editada por diario la “La
Capital