Las pretensiones artísticas y literarias
hallan ámbito propicio para su florecimiento: el costurero es reemplazado por
el atelier, las mansiones se llenan hasta la saturación de objetos de arte y de
antigüedades certificadas, compradas por cormaisseurs: se difunden las
réplicas de estilo en el mobiliario y las señoras escriben novelas de viajes y
recuerdos de infancia. La vida comunitaria, visible en el hábito ciudadano de
ir a las plazas, se pierde en esos anos iniciales del siglo y hasta pasado el Centenario
y las multitudes sólo concurren a ellas para alguna manifestación o para las fiestas patrias, que también languidecen. Los visitantes ilustres
son recibidos con grandes celebraciones, banquetes, bailes de disfraz y veladas
de ópera... pero a puertas cerradas.
Córdoba y San Martín
era —recuerda Berdou en "Motivos de mi ciudad"— la esquina "de
las grandes reuniones de caballeros, adquiriendo mayor incremento en las
horas apacibles del atardecer en que, como avanzadas de la quietud nocturna,
crean ambiente reparador a las tertulias. Como centro de reunión, ocupando el
rango de características superiores,
existió durante largos años el Bar Cifré". Se llamaba, en realidad,
"Bar Victoria", pero se lo conocía por el nombre de su dueño Ramón
Cifré. Su interior se ampliaba y redecoraba continuamente,
incluso a sugerencia de sus habitúes. Luego se trasladó a su emplazamiento
final en el Palacio Fuentes.
De los otros cafés,
centros de la vida nocturna, se recuerda al "Germania", con
compartimientos reservados, y al "Colón", en Córdoba y Entre Ríos,
que pasaba por ser el más distinguido. Para las reuniones familiares la
favorita era la confitería "La
Perla", en Córdoba y Maipú, que alcanzaba su brillo
máximo los domingos, después de la misa en la Catedral.
El interés por lo
cultural, a su vez, alienta en la fundación de nuevas escuelas, especialmente de enseñanza media. Hasta ese período, las
más importantes habían sido el Liceo Inglés, en Corrientes y Wheelwright y el
de Pando, frente a la
Plaza Santa Rosa. Surgen entonces la Escuela Nacional
de Comercio, el Liceo de Señoritas, el Colegio Nacional N" 2 y los profesorados
en el Normal N" 1. También se construyen algunas escuelas primarias,
aunque continúa el déficit de bancos y de edificios, casi todos alquilados. A
fines del período, todavía el 30 por ciento de los niños en edad escolar no
concurren a la escuela.
Una preocupación mayor fueron
los proyectos para la creación de una universidad local. En 1917, Araya funda la Universidad Popular
en el Normal N" 2, que luego deriva en el Instituto Social. Finalmente,
en 1919, después de una serie de concesiones políticas, se le permite a Rosario
contar con tres casas de estudios superiores: las facultades de Medicina, la de
Ciencias Económicas y la de Ingeniería, con sede en la Escuela Industrial,
las que serian luego englobadas por la Universidad Nacional
del Litoral.
La Biblioteca
Argentina, mientras tanto, era
ámbito de realización de vastas actividades culturales generadas por la Agrupación El
Círculo que, sin embargo, en los primeros años debía servir un té por las tardes para atraer público a sus
actos. También de esta época datan las asociaciones profesionales: Colegio Médico, de Abogados, la Comisión Municipal
de Bellas Artes y la filial local de la Academia Nacional
de la Historia.
Dentro del campo cultural el teatro era.
sin duda, el acontecimiento considerado como mejor exponente de la categoría
social. Tomar abono para la temporada lírica constituía una obligación moral
para algunos círculos que —en su defecto— veían peligrar su inclusión dentro de
la "aristocracia mercantil". Si bien los costos distaban de ser
bajos, para figuras y conjuntos extranjeros siempre sobraban los
espectadores...
El boom del cine se extendió rápidamente. Las
primeras exhibiciones se realizaban en los cafés y "mientras las cintas se desarrollaban, un experto pianista
interpretaba en el teclado los estado' del alma por los que pasaban los
personajes". Al terminar, había ovaciones y palmas y la orquesta tocaba
valses alegres. A algunos locales les fueron quitadas incluso las columnas que
obstaculizaban la visión, y en 1912 ya había doce salas con servicio de bar. Su
difusión continuó en los años siguientes apelándose a diferentes recursos —la
rifa de una pelota de fútbol o de una muñeca rubia en la matinée de los domingos— para atraer a mayor cantidad de público.
Fuente. Extraído de
revista “ Rosario aquí a la vuelta” Fascículo Nº 11. Autoras: Ana M. Rigotti –
Isabel m. DE San Vicente. De abril 1991.