Por Luis Etcheverry
EL
HIJO PRODIGO Ateo militante, creía en la educación como
motor del progreso personal y social. Rescató de su destino de garaje o
supermercado al gran Teatro Odeón.
Con su última voluntad Héctor Ignacio Astengo acabó de
cincelar la faceta esencial de su personalidad: su ateísmo absoluto, sin
fisuras. Ese ateísmo que le valió la segunda mayor frustración de su vida -la
primera, no poder tener hijos, pero que también resultó motor eficiente de su
combate, larguísimo y personal, contra todo lo clerical y contra cualquier
creencia religiosa o postura ideológica, no importaba cuál, que pudiera ser
exhibida como precedente necesario, superior o más valioso que la libertad y la misma razón
humana. Militante del liberalismo positivista, aplicado lector de pensadores y
políticos afines a esa corriente, así como de cuanto autor anticlerical caía en
sus manos, como buen sarmientino que era creía en el poder superior de la
educación popular como cimentadora del progreso individual y social. Por y
para esa idea actuó a lo largo de toda su vida, aunque de manera más notoria en
su regreso definitivo a Rosario.
Nacido en 1895, fue uno de los cinco hijos de Enrique
Astengo y Antonia Saint Mane, criados como estilaban entonces las familias
adineradas: con dos institutrices, una de habla inglesa y otra francesa. Egresó
del Colegio Nacional N91 y cursó abogacía en la UBA. Recibido en
1918, no quiso ejercer y se fue a trabajar al campo, donde reveló un talento
excepcional. Radicado en Canadá en 1947, cerca de Toronto fundó la cabana
Rosafé Farmer, con la que revolucionó la cría de reproductores Holztein, raza
lechera de aquel país. Tras venderla, vivió siete años en París. En la Ciudad Luz conoció a
Genevieve Soria, una ex actriz, madre de la bella y famosa Anouk Aimée, quien había
actuado entre otros filmes en "El puritano", con Jean-Louis Barrault.
Convivieron más de seis años, el último y medio aquí, en Fisherton, hasta que Ros rio ya no pudo con París.
Decidido a legar sus bienes en favor la educación y la cultura,
Astengo lucí por un canal abierto de TV cultural, laico y no comercial, pero su
notorio ateísmo impidió que le otorgaran la imprescindible licencia. Fue su
segunda gran frustrado en la vida. Finalmente lo convencieron d recuperar el
viejo teatro Odeón, entonce cine, construido por su padre y propiedad de los
cinco hijos, con el fin de salvarlo ;
crear la fundación Enrique Astengo. Al negarse los hermanos, les compró en efectivo sus
partes, cambiándole el nombre a la entidad, inaugurada el 9 de julio de 1968
sin presencia de generales ni obispos. "Espero que no vengan -había
advertido-, o si vienen que lo hagan de civil, porque si veo un uniforme o una
sotana yo mismo los echo". Siempre cortés, modesto y antidivo. Astengo
murió en 1981. Sus cenizas arrojadas al Paraná fueron su gesto postrero de
rebeldía absoluta. Es probable -y si no lo fuera, lo merecería- que al escribir
de puño y letra su última voluntad haya pensado: "¿Cómo justamente yo voy a aceptar que me obliguen a pasar la segunda parte de la
eternidad que me corresponde como cualquier organismo viviente en un
camposanto?".
Fuente.: Extraído de la Revista del diario “La Capital” 140 años –
(1867-2007)