La jornada del 9 de julio pudo haber terminado trágicamente: a las
15.30, concluido el desfile, un hombre joven gatilla un revólver con el que
apunta al balcón presidencial. Falla el primer disparo; el segundo rebota a
pocos centímetros de la cabeza de Victorino de la Plaza. A la primera reacción
de pánico, sucede la represión: Juan Mandrini, de 25 años, es apresado por la
policía, la que evita que el sujeto sea linchado por los presentes. Grita
"¡Viva la anarquía!", cuando lo llevan a la cárcel.
El presidente, que no llega a enterarse del atentado sino minutos
después, ordena la libertad de Mandrini. "Es necesario perdonarlo",
responde a quienes le aconsejan ser severo con el terrorista. Un mes después de
estos actos patrióticos la ciudadanía se vuelca nuevamente en las calles.
Hipólito Yrigoyen jura en el Congreso y su carroza apenas puede desplazarse en
medio de un mar de cabezas y de brazos que lo aclaman
En su desborde, el pueblo llega a desenganchar los caballos del coche
de Yrigoyen, llevándolo a pulso hasta la Casa de Gobierno. El caudillo, que
durante más de 20 años ha canalizado la protesta argentina contra el Régimen,
entra en la Casa Rosada con el recuerdo de un fallecido el mismo día: el
payador Gabino Ezeiza, radical hasta los huesos que llevara a Rosario el santo
y seña de la Revolución del 93.
Con 1917 llega la Revolución Rusa y 1918 marca el final de la Gran
Guerra. En Rosario ocupa la intendencia por el voto demócrata progresista
Fermín Lejarza. El año anterior, por iniciativa de la Asociación El Círculo, se
ha inaugurado el primer salón de bellas artes de Rosario, llamado Salón de
Otoño, en las ocho salas de la calle Santa Fe 835. Entre los pintores que
exponen sus obras figuran Emilia Bertolé, Jorge Bermú-dez, José Gerbino,
Alfredo Guido y Manuel Musto. En 1918, el segundo Salón de Otoño ya funciona
con auspicio oficial. Es el año en que, con la asistencia del gobernador de la
provincia, Manuel Menchaca, el Club Gimnasia y Esgrima habilita su sala de
esgrima en las instalaciones del Parque Independencia.
"""-Prosiguen las cuestiones líricas operísticas, el
teatro dramático y las compañías de zarzuelas en los dos grandes colosos
rosarinos: el Teatro La Opera
y el Teatro Colón. Los dos figuran continuando con sus actividades año por año
hasta 1925, en un apéndice de esta obra.
Con referencia al Colón, su imponente y glorioso edificio ubicado en la
esquina N.E. de las calles Corrientes y Urquiza, será demolido en 1958,
habiendo las autoridades municipales hecho oídos sordos al clamor de la
ciudadanía para que impidiera semejante despojo a la cultura rosarina. Oscar
Luis Ensink, en su ensayo El teatro en Rosario - separata de Historia de las
Instituciones de la Provincia de Santa Fe - , transcribe un párrafo, tal vez de
algunos de los periódicos locales: "... El "Teatro Colón" ha
caído ya definitivamente... y qué poco hubiera costado salvar ese gran teatro
para la cultura de la ciudad... Hacía falta decisión, inteligencia y una
dedicación al cuidado de los intereses de la ciudad que, desgraciadamente faltó
en quienes tuvieron a su cargo en esa época -1955 - la administración de la Municipalidad,
«.más sensibles a los intereses minúsculos de una política subalterna".
Es necesario mencionar, además de los grandes de la lírica
internacional que conmueven por estas épocas a nuestro público, otros grandes,
pero de la lírica rosarina, como Adelaida Saraceni. quien, el 27 de mayo de
1910 estrena la ópera 25 de Mayo de 1810, del maestro Rissone, interpretando el
papel de la señora de Rodríguez Peña. Llegará a ser una figura de renombre
universal, al igual que el tenor Arturo Carrión y otros.
Felipe Romito, peón marmolero en el taller de Fontana y Scarabelli, es
descubierto por el escultor Herminio Blotta ai sentirle entonar La vecchia
zimarra, de La Bohé-me. Aprendía sólo, con un fonógrafo, en 1915. Luego lo
forman los hermanos De Nito y la señora de Martinoli. Romito tendrá fama
mundial y en Italia fundará un sindicato de artistas líricos. Volverá al país
para cantar en el Teatro Colón, de Buenos Aires, Boris Gudonov. Lucirá un
traje, obsequio del gobierno ruso que habrá de ser exhibido en el Museo del
Teatro, del mismo Colón.
En este desfile debemos señalar a Agustín Magaldi, de quien nos
ocuparemos más adelante, quien colaboró en 1915 con la rentrée que hiciera
Caruso en Rosario, Dice Horacio Sanguinetti: "Su voz tenoril y aérea
denunciaba, desde los tangos y milongas que después interpretó, el origen
operístico". Magaldi está emparentado artísticamente con el gran cantor
porteño Alberto Gómez, otro gran valor surgido de las huestes de la lírica.
Siguen los nombres: Emilia Piave, Nelly Rubens, Blanca Rosa Baigorri,
Gianpietro Mastromei, Fidel Aiello, Juan Zanin, María Esther Chiodi de
Cafferata y, entre otros, Apollo Granforte, un barítono iniciado en Rosario en
1914 cuya carrera será notable.
Se destaca también Juan Bautista Massa, de quien me he ocupado en el
tomo anterior, gran compositor de óperas como El cometa y La muerte del Inca,
que llegaron hasta el Teatro Colón, de Buenos Aires*.
Con referencia a las actividades del Teatro Colón, de Rosario, no
solamente cuentan ellas en la faz artística, sino que en sus primeros
veinticinco años de existencia se realizan bailes de fantasía, actos
conmemorativos de celebridades extranjeras, los Juegos Florales del Círculo de
la Prensa y numerosas convenciones políticas. También se llevan a cabo varios banquetes,
entre ellos los concretados en homenaje al intendente de Rosario, Don Luis
Lamas, al doctor Lisandro de la Torre, a Pedro Lino Funes, a Santiago Pinasco -
de la Bolsa de Comercio -, a los presidentes de la Nación, doctores José
Figueroa Alcorta y Roque Sáenz Peña, así como al señor Alfredo Rouillón.
Del mismo modo, en el Teatro La Opera hay funciones extraordinarias
organizadas por colectividades extranjeras, así como conferencias de carácter
político y educativo. Entre las más notables conferencias se recuerda la que
pronunciara el eminente estadista argentino oriundo de nuestra ciudad,
Estanislao S. Zeballos, poco después de haber renunciado al Ministerio de
Relaciones Exteriores durante la presidencia del doctor Figueroa Alcorta.
Quizás sea este el momento oportuno para volver al viejo Teatro Olimpo,
aquel que diéramos como inaugurado en 1871, que fue un poco el padre de los
Teatros Colón y Opera, y que a no mediar su incendio y demolición en 1929,
seguiría tutelando las manifestaciones más puras de la tradición artística
teatral.
Desfilan por aquel escenario cuanto de más notable haya llegado a la
Argentina, brillando la elegante sala de la calle Mitre y Urquiza, en
magníficas veladas que se realizan sin cesar, alternándose las líricas con las de
prosa, ofreciendo cada función, sobre todo las importantes desde el punto de
vista del arte, el espectáculo soberbio, en el que se entremezclan la belleza y
la elegancia de las mujeres rosarinas.
Ni un solo claro se nota, ya sea en la platea como en los palcos,
tertulias de balcón y cazuela. Esta sobre todo, constituye el lugar más
interesante del teatro, desde que se reúnen en ella, exclusivamente, señoras y
señoritas, quedando terminantemente excluidos los caballeros. Las entradas
deben adquirirse con la debida anticipación, so pena de tener que abandonar el
propósito de concurrir a la velada.
Hasta fines del siglo pasado, las compañías importantes no desembarcan
en Rosario para tres o cuatro espectáculos. Las temporadas son largas y
constituyen verdaderas e interesantes manifestaciones artísticas, por cantidad
y calidad. Las actuaciones de los más célebres artistas a sala repleta, hace
que, a menudo se agoten las localidades.
Famosísimas compañías líricas italianas figuran en los programas desde
la inauguración de la sala. Entre las tantas que actúan, se destacan cantantes
como la célebre Regina Paccini, la mejor soprano ligera de principios de siglo,
casada luego con nuestro presidente de la Nación Marcelo T. de Alvear; la
Tetrazzini y la Barrientos que recién empezaban, así como la Nevada y la Melba
que se hallaban al principio de sus decadencias.
Pasan por el Olimpo, compañías italianas de operetas, españolas de
zarzuelas, de bailes y de revistas, de variedades, infantiles, dramáticas
italianas y españolas, coupletistas, compañías nacionales, francesas, inglesas,
dialectales y concertistas.
Dos grandes banquetes se llevan a cabo en su amplísimo salón. El
primero, en homenaje al teniente general Julio Argentino Roca, quien siendo
presidente de la República en su segundo período ha venido a Rosario para
colocar la piedra fundamental de las obras del puerto, que con los años
desaparecerá de la superficie y volverá a ser descubierta de pura casualidad.
El segundo, organizado por el primer Círculo de la Prensa que hubo en Rosario,
ha de realizarse en homenaje a los periodistas brasileños en ocasión de la
visita del presidente Campos Salles a la Argentina.
El viejo coliseo de la calle Mitre que ha tenido desde su inauguración
los empresarios Subirá, González, Bernabei, Ducci, Carpentiero, Crodara y
Carpentiero - Cavalieri, también es sede de conferencias y banquetes, lugar de
elegantes kermesses y sitio de asambleas políticas, como la Gran Convención
Radical realizada en 1890, poco después de la revolución de julio, a la que
asistieran Leandro N. Alem, Aristóbulo del Valle, Bernardo de Irigoyen, Mariano
Demaría, Torrent, Lisandro de la Torre, Oscar Liliedal, Marcelo T. de Alvear,
Hipólito Yrigoyen, Lucio V. López, Pedro C. Molina, Joaquín Castellanos, Miguel
Laurencena, Francisco Barroetaveña, Martín Tormo, E. Churruarin, Juan E.
Martínez, Lencinas, Juan M. Garro, Martín Rodríguez Galisteo, Mariano
Candioti, Joaquín Lejarza, Agustín Lando, general Manuel Campos, Remigio Lupo,
Zuberbhüler, Iturraspe y otros notables cuyas trayectorias políticas
ampliamente conocidas, constituirán un ejemplo para las generaciones venideras
.
Fuentes: Extraído fragmento del Capítulo 11 extraídos del libro Rosario
era un espectáculo ¿Arriba el telón! Autor: Héctor N. Zinni de 1997