Por Rafael Oscar Ielpi
El Hotel de France et d'Angleterre -convertido hoy en el Liceo
Avellaneda y despojado de su tercer piso original, en Córdoba 625-• era uno de los que podía vanagloriarse de una
clientela de cierta distinción (comerciantes, viajeros de algún lustre), en los
años finales del siglo XLX y
comienzos del XX. Su propietario en 1902, Herbert J. Shaw, promocionaba ese año
su restaurante a la carta, y una vieja tarjeta invitación, que no precisa fecha
pero que debe datar seguramente de esos años iniciales del siglo, da cuenta del
programa de una velada musical en el hotel a cargo de una orquesta dirigida por
José Cayano, lo que constituía, al parecer, una costumbre aceptada.
Aquel lejano concierto
incluía música muy del gusto finisecular, mezclando valses, mazurcas y
fragmentos de óperas, desde "Toujours ou jamáis", de Waldteufel, y
"Poeta y aldeano", de Von Suppé, a las grandes fantasías de
"Aída", de Verdi, o "Elisir d'amore", de Donizetti. La
arquitectura del edificio, por su parte, que no escapaba a los cánones de la
arquitectura mayoritaria de la ciudad, dominada por los arquitectos e
ingenieros italianos, era sin embargo -para los rosarinos- símbolo de su
crecimiento y poderío económico, aunque viajeros como el francés Huret pensaban
distinto, seguramente fascinados por otras construcciones argentinas como el
imponente y afrancesado Bristol Hotel marplatense.
El viajero aludido
anotaría: "Una vez en el Rosario nos alojamos en el Hotel de Francia e
Inglaterra que, según parece, es el mejor de la ciudad. Ya he tenido ocasión de
explicar la disposición en que están construidos estos hoteles, donde se pagan
por cierto precios exorbitantes. Se componen de un largo patio enlosado de
mármol blanco y negro, donde se ven dos hileras de arbustos, a cuya sombra se
mecen algunas personas sentadas en rocking chairs de mimbre. Las habitaciones
dan a ese patio, en el que se oye la gritería de los muchachos..."
El hotel había sido
levantado por orden de Camilo Aldao y tuvo sucesivos dueños
antes de llegar a manos de Shaw: Juan Romano, que lo era en 1896, Alberto
Go-liste y un francés de apellido Bourgeois. Contaba con 80 habitaciones y
estaba dotado de las mayores comodidades que podía ofrecer la época, en
especial a los viajeros ingleses, que lo tenían como su preferido. Una publicación
de 1910 indica que "los visitantes ingleses pueden estar seguros de
encontrar buena acogida; hallarán criados muy corteses y sus necesidades y
confort serán atendidos con todo el esmero posible..." No escapaba tampoco
a la atención de los curiosos un portero con librea que acompañaba a los
huéspedes y visitantes.
En 1912/3 se lo conoce
como Hotel y Restaurante Europa, con dos entradas: la
tradicional por Córdoba 625 y otra por 25 de Diciembre 864. Cercana al mismo,
la conocida como casa de Comas, sobre la actual calle
Santa Fe, se destacaba desde la década del 70 como una de las viviendas
relevantes de una ciudad poco acostumbrada hasta entonces a contemplar
edificios en altura.
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Anteriores al siglo XX, pero que funcionarían aún
en los primeros años de éste, eran dos de los hoteles importantes de Rosario:
el Hotel Universal, de Lorenzo Careac, en
Córdoba al 1000, y el Hotel Argentino, en la esquina de
Libertad (Sarmiento) y Urquiza, en el que se alojaban los viajeros que
arribaban cuando la nueva centuria estaba todavía llegando. Sin embargo, el que
establecería sensibles diferencias, desde lo arquitectónico a la infraestructura
de servicios que pondría a disposición de sus clientes, sería el Hotel Italia, de Albino Pagliano, en
Maipú 1051.
El edificio original,
terminado en 1886, tenía una superficie de 5000 m2 y su ampliación ulterior
estuvo a cargo del ingeniero Antonio Meliga, que viajó a Europa para estudiar
los grandes hoteles. En 1900 se lo publicitaba mencionando que "recibe
mensualmente 500 barriles de Barbera, Freixa, Brachetto, Nebiolo, Barolo,
Moscato, para venta al por mayor". Contaba con 100 habitaciones en seis
patios, señalándose que "está montado a la altura de los de primer orden
en Buenos Aires y otras ciudades". El hotel iba a albergar, a partir de su
inauguración, a la generalidad de los grandes personajes de paso por la ciudad,
y en especial a los artistas más renombrados, sin excluir por cierto a
políticos, embajadores o conferencistas de nota que arribaban a Rosario.
El apellido Pagliano se
reiteraría en el rubro hotelero y gastronómico de esos años. En 1905, con el Hotel y Restaurante Pagliano, de Alejandro, en San
Luis 1038, frente al Mercado Central. Antonio, por su parte, aparece entre 1909
y 1911 como dueño del Nuevo Hotel Italia, en la cuadra siguiente
al anterior, San Luis 1136. Albino, a su vez, tenía a su cargo por los mismos
años el Hotel Central, en Urquiza 1264,
-vecino al Mercado Norte, que abastecía en la
zona a este tipo de establecimientos- que en 1919 era ya de propiedad de
B.Terzano y Compañía, otro de los apellidos de larga tradición en el rubro en
la ciudad. Mikielievich precisa que el edificio de este hotel fue construido en
el siglo XIX por el arquitecto José
Soler -que sería el primer propietario del mismo- con líneas de reminiscencias
moriscas, de bello
exterior, cuya remodelación, en 1978 -que lo convertiría en el actual Hotel Imperio- dio lugar a una
construcción indefinida sin ningún parentesco con la antecesora.
Muchos de aquellos
hoteles de comienzos de siglo respondían a las exigencias de un público de
viajeros menos exigentes que los que se alojaban en los anteriores. Se trataba
de establecimientos muy similares uno al otro en cuanto a la oferta de
comodidades, servicio, comida, etc. Era el caso, por ejemplo, del Grand Hotel de la Paix, en la esquina de
Libertad y Urquiza, y del Hotel de Mayo, en San Lorenzo y
Sarmiento, que tuvieron su prestigio entre 1910 y 1914, este último con
restaurante anexo. Luis Carpentiero, en sus memorias, lo menciona como
alojamiento también de muchos de los artistas famosos, que también comían en el
hotel, y cita a una doña Rosa como la dueña o esposa del dueño. En 1913, Monos y Monadas lo menciona como de
Pedro Ferranti "a media cuadra de la Bolsa de Comercio, a pocas cuadras de
los bancos y de las estaciones ferroviarias, cerca también del puerto y de las
calles de gran movimiento comercial. En plena city, como diría cualquier
rematador..."
El Centenario iba a
obligar a un urgente aggiornamiento en materia de hotelería en la ciudad, como
para atender la demanda de los muchos extranjeros que llegarían y de los
viajeros del interior. En esa fiebre se inscribe la inauguración el 3 de abril
de 1910 de otro de los grandes hoteles rosarinos: el Savoy Hotel, que además de un hecho social previsible
representaría una muestra más del empuje comercial de una ciudad que se
destacaría justamente por eso. La velada inaugural tendría otro aspecto, el
caritativo, ya que se trató de una fiesta organizada por la Sociedad Damas de
Caridad como dinner-concert. El costo del cubierto, la noche del 3 de abril,
fue de 6 pesos, sin incluir los vinos ni pedidos especiales.
Los comensales fueron
dispuestos en mesas de a cuatro, aunque se aceptaba un número mayor si el
pedido se realizaba con dos días de anticipación. El menú señalaba los gustos de la clase poderosa del Rosario y la
decisiva influencia francesa en este tipo de eventos gastronómicos: Assiete
Savoy Hotel, Créme Royal, Turbans de Solé al’americaine, Supremes de pousins
parisienne, Gateau Castilla, etc. La Capital indica una concurrencia de 400
comensales, "de la mejor estirpe". En 1911 se lo menciona como
Palacio Chiesa y su propiedad se le asigna a Pedro Widmer. El 10 de diciembre
de ese año se anuncia la inauguración de su terrase-bar, "con espléndido
cinematógrafo, iluminación a giorno y dos rápidos ascensores", mencionándose
asimismo como atracción adicional "una orquesta de damas vienesas".
Símbolo del crecimiento
de la ciudad y de la necesidad de ir proponiendo nuevas opciones de alojamiento
a los visitantes sería por su parte el Palace Hotel, que en el momento de su
construcción, en la esquina N.E. de Córdoba y Corrientes -completando con su
estructura un cuarteto de edificios de gran porte en ese cruce de calles- se
consideraría "el más moderno de la ciudad", como lo calificaba en
1922 la publicidad del mismo.
Otros alojamientos, en
cambio, exhibían menores pretensiones pero una clientela igualmente
garantizada, como los miles de chacareros, provincianos, viajantes, etc., que
llegaban del interior del país y descendían en la estación Rosario Central del
Ferrocarril Central Argentino, o en Súnchales, como en el caso del Hotel Alto
Piemonte, en la esquina de Jujuy y Wheelwright, cuya construcción -en esa
especie de cuña que era la manzana que lo contenía- fue durante algunas décadas
posteriores una escenografía entrañable del antiguo Barrio de los Ingleses.
Distinto tipo de
clientela, esta vez integrada por marineros y gente relacionada con la vida del
puerto cercano y con algunas otras actividades comerciales, era la de dos
hoteles vecinos: el Hotel Hansa, emplazado hacia 1910 en Sargento Cabral 156, y
el Hotel Britannia, en San Martín 360. instalado en 1892 por el escocés Duncan
Cameron, mientras que la proximidad de la Bolsa de Comercio, institución que
garantizaba en forma permanente una corriente de viajeros vinculados con los
negocios comerciales tanto como bursátiles, posibilitaba también el surgimiento
de otros 6 hoteles de distintos niveles: el Hotel y Restaurante España, de
Pedro Isern, en Sarmiento 856 ; el Hotel Esperanza, en San Lorenzo 972, fundado
en 1886, "casa cómoda para viajantes, y habitaciones con balcón a la
calle" ; el Hotel del Globo, que en 1900 funcionaba en el número 961 de la
misma calle, o el Hotel Antiguo Comercio, en San Lorenzo 969, que en 1919
aparecía como Hotel y Bar
En 1918, en la esquina
de Sarmiento y Urquiza -esquina hotelera si las hubo- Angel Gambero regenteaba
el Hotel Plata, mientras que el mismo
año publicitaba sus comodidades el Hotel Roma, en Corrientes 719,
esquina Sante Fe, edificio que fuera, en años sucesivos, sede del Jockey Club y
de una de las tiendas rosarinas de la época, incendiada en los años iniciales
de la década del 10. En 1922, la revista Moderna publicita sus baños calientes y fríos, mientras
que hoy, reciclado con bastante respeto, yergue aún su hermosa estructura, con
el viejo cartel de "Hotel Roma" en la cúpula, en el que luce la
recortada imagen de la loba amamantando a los mito lógicos fundadores de la
Ciudad Eterna.
La vecindad del Mercado
Central era asimismo fuerte aliciente para instalar en la zona este tipo de
comercios dedicados al alojamiento de personas, en muchos casos con restaurante
incluido. Uno de ellos era el Hotel Primavera, en Mitre 1034; otro, el
Hotel Sarmiento, que hacia 1921 se
inauguraba en San Juan 1235.
Fuente: Extraído de la colección “Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930)
Editada por diario la “La Capital