Por Rafael Oscar Ielpi
Aquella clase social adinerada, afecta al teatro y a la lírica tanto
como a la figuración social y a una módica ostentación de su riqueza • -en
especial a través de sus mansiones y mobiliarios pero también por el
refinamiento que pudiera exhibirse en materia gastronómica- era la principal
consumidora de toda una serie de bebidas y alimentos que, provenientes por
muchos años de Europa, eran habituales en la mesa de esas familias y en muchas
de las de clase media, sobre todo de origen inmigrante, para las cuales al
aceite de oliva y las conservas de pescado, por ejemplo, eran parte de su
tradicional cultura gastronómica.
No debe extrañar entonces que el champagne fuera
bebida habitual en el primer sector, en banquetes y festejos, y que una numerosa
variedad de marcas, con abrumadora mayoría francesa, ~ apareciera en publicaciones
periódicas, en diarios y revistas de Rosario. En esa lista pueden hallarse
nombres de productos todavía vigentes junto a otros olvidados ya o
desaparecidos. Entre los primeros, se bebían ya en el 900 el Moet & Chandon, proveniente de una
"maison fondee en 1743", importado por Copello y Berlingieri; el Pipper, que hacia 1905 importaba Ignacio Granados, o el
aún selecto Veuve Clicquot, que en 1910 se
publicitaba con dudosa rima, recomendando: "¡Al gran pueblo argentino,
salud!/ deben decir hoy los habitantes/ de esta gran nación./ Para que tenga
eficacia su brindis,, no se olvide hacerlo tomando/ Champagne Veuve
Clicquot..."
Junto a
los mencionados se consumían otros, provenientes de Reims, como el Champagne Irroy, "la marca del
día"; el George Goulet, importado por M.
Tiscornia, o el Archiduc, de Charles Heidseck; el
Bollinger, "el preferido de la aristocracia
inglesa"; el Ayala, "proveedores de
Sus Majestades Eduardo VII y Alfonso XIII", lo que otorgaba prestigio
adicional a la marca, a la que representaba en Rosario Otto Grieben, el Delbeck, "champagne de 1 "ancianne coeur de
France", y el Gold Lack, elaborado en Epernay,
Francia.
La preeminencia del
gusto francés en buena parte de las costumbres importadas por la burguesía
rosarina, desde la moda a la comida, hizo que también el cognac formara parte
de las costumbres de los clubes exclusivos o del final de los banquetes. Eran
por eso requeridas las marcas de ese origen, como el Robin Extra Vieux, de Jules Robin; el
antiguo Martell, el Croi-zet, el Otard Dupuy, importado por Portalis
y Cía. o el Domecq español, del mismo modo
que la tradición británica del whisky imponía, ya entre 1900 y 1929, muchas
marcas que seguirían siendo famosas casi un siglo después, como eljohnny Walker, fabricado desde 1820, o
los de la destilería John Haig Co.: Markinch, Glen Leven, God
Label y Dimple; el H&R, "único whisky servido en los banquetes del
Centenario", según una publicidad de 1911; el Dewar, "Gran Prix de París 1900 de la Exposición
Internacional", el White Horse, importado en 1910 por
Ongat y Araiz, o el Jubilee, de John Begg.
Mucho más difundidas,
por corresponder a la mesa diaria de los sectores populares de la ciudad, eran
otro tipo de bebidas, la mayoría de ellas provenientes también de las casas
importadoras y consignata-rias que las traían desde Europa, que se tomaban en
los cafés y bares y en las casas de familia. Algunas eran caras al gusto de los
italianos, como el tradicional vermut, del que ya en el siglo XLX se conocían varias marcas reconocidas
y populares como el Carpano, "el más antiguo de
los vermut", representado en la ciudad por Zenobio Peralta; el Cora, el Glau-da, los famosos Cinzano y Martini o los rosarinos Giacometto, Henzi y Torino.
La Destilería Henzi fue fundada por el suizo Francisco Henzi, nacido en Berna, hacia
1888, en la esquina de Salta y Corrientes; elaborando primero cognac y ron, y
luego el vermut que adquiriría prestigio nacional. Licoreros como el anterior
serían los hermanos Antonio y Luis Balbiani, en cuyo establecimiento
de Paraguay 866 se elaboraba su producto más popular, el Vermut Nacional. Del mismo origen
italiano que los anteriores era Humberto Bonaudi, que inicia su actividad
en 1895 y que como "Arrighi y Bonaudi" se contaría entre las empresas
licoristas más conocidas de los primeros años del siglo, con fábrica en Italia
585, desde donde salían los cajones de Vermut Torino y Amargo Argentino.
Los alemanes aportaron asimismo lo suyo al extenso espectro de los licores,
como Herwig y Cía., iniciada en 1885 como "Herwig
Hermanos", con establecimiento en la esquina de Urquiza y Santiago. En
ella trabajaban casi un centenar y medio de personas, que se encargaban de la
elaboración del Vermut Herwig y el Anís La Trigueña, productos muy
reconocidos entre 1900 y 1920.
De gran envergadura sería otro establecimiento licorero rosarino, el
iniciado por dos miembros de la familia Weindenburg, Albert y Hermán, quienes
se instalaron en la ciudad en los finales de la década del 70, estableciendo
la empresa Weindenburg y Herwig, que perduraría hasta 1886, cuando la llegada de
Heinrich Joseph Weindenburg -padre de aquéllos-
determina la consolidación de la empresa, la compra poco tiempo después de la
cervecería de A. Schneider y Cía, y la formación de la sociedad anónima Destilería, Bodegas y Cervecería Germania, que alcanzaría
prestigio y expansión en los primeros años del siglo XX.
Así, entre banquetes y
agasajos, los rosarinos de 1900 a 1930 eran consumidores consecuentes de un
vasto espectro de bebidas, del mismo modo que eran clientes y habitúes de otros establecimientos donde la gastronomía y
el rito café se convertían en reales ceremonias cotidianas.
Fuente:
Extraído de la colección “Vida Cotidiana
– Rosario ( 1900-1930) Editada por diario la “La Capital