Por Rafael Oscar Ielpi
Algunos de estos hoteles eran los elegidos -junto a dos o tres de las
confiterías de las más tradicionales del período 1900-1930- para # la
celebración de los banquetes de todo tipo que, aunque son hoy una instancia
gastronómico-social absolutamente perimida, eran en los finales del siglo
pasado y primeras décadas de éste una costumbre poco menos que inevitable para
agasajar a futuros casados o casadas, para despedir viajeros, recibir a
huéspedes ilustres; para homenajear, desagraviar, premiar, pero sobre todo para
concretar un hecho socialmente valorado, que demandaba una cuidada organización
y una mejor atención.
De acuerdo a la
documentación de diarios y revistas de Rosario e incluso porteñas como Caras y Caretas, Fray Mocho o PBT, los banquetes llevaban a cabo, por los años del
Centenario, en dos de los hoteles principales: el Italia y el
Savoy, con servicio provisto por estos y también en el Hotel Hansa, mientras que la Rotisserie Volta, de Sarmiento 950. ofrecía hacia 1916 la posibilidad de hacerse cargo de ese
tipo de recepciones.
Muchos otros, en
cambio, tenían d servicio de algunas
confiterías que poseían salones para
banquete que, en ciertos casos, como
el de Cifré, fueron por muchos
años verdaderas instituciones en la
materia. Las confiterías fueron, en realidad, uno de los ámbitos de esparcimiento encuentro y
distracción de las familias rosarinas desde que el Rosario comenzó a dejar de ser un villorrio
menos importante para pensar en convertirse en una
ciudad. Contemporáneas del año inicial del siglo XX fueron espacio abierto para
el té ritual, para las "vistas" cinematográficas iniciales, para
banquetes, ágapes y dinners de distinta relevancia y algunos de esos comercios serían recordados
incluso mucho tiempo después. prácticamente hasta el comienzo de la década del
50.
Sería el caso de la confitería
Los Dos Chinos, cuya fundación se :.
monta a la década del 80, y a Luis Fontana, que cinco años después la vende a Gontarelli y Sanguinetti, una sociedad
disuelta en 1884. cu. segundo queda
como único propietario que la traspasa en 1901 a Marcos Bacigaluppo y Arturo Palenque, que pusieron especial interés en decorar equipar el local de acuerdo a los cánones
vigentes, contratando a Levoni - entonces uno de los decoradores más reputados
de la ciudad- para pintar un fresco en los techos del local.
Posteriores dueños
insistieron en garantizar el prestigio inicial del establecimiento, que contaba
con "lujosos salones magníficamente decorados y amueblados, para familias
y caballeros", salones de billar, salones para banquetes en la parte alta,
con capacidad para más de 100 cubiertos y un ventilado y espacioso patio en la
planta baja. La terraza en cambio,
subía la capacidad a 600 personas, con la posibilidad de hinchar los pulmones
con "la perfumada brisa que tenue y sutil llega de las márgenes del Paraná",
según un eglógico anuncio de la época.
Similar renombre, sobre todo entre la mejor sociedad
rosarina, tendría La Perla, en Maipú esquina Córdoba, en cruz con el Jockey
Club, que al final de la primera década congregaba a parte de la éreme de la
ciudad. La confitería, fundada por Arturo Palenque en 1906, tuvo un crecimiento
económico y un éxito de popularidad inmediatos, al punto que un año después
Caras y Caretas dedica una página al aviso que anuncia "grandes
ensanches" en la misma, entre ellos el flamante Salón Rosa. La revista
Iris asegura con florido estilo en 1911: "Las postrimerías de este
invierno un tanto crudo son propicias para las reuniones sociales. Por eso
vemos que el Salón Rosa de La Perla se ve al atardecer de todos los días
concurrido por las niñas conocidas de nuestra haute..." Ese mismo año,
según Monos y Monadas, en ese salón se reunían habitualmente familias como las
de De Elía, Marquardt, Sugasti, Capmany, Copello, Grandoli, Chiesa, Echesortu,
Brebbia y otras de parecido prestigio social.
Si del rubro se trata, el apellido Mitjans sería también notorio en el
período. En efecto, en 1901 Jaime Mitjans publicita su confitería y pastelería
La Esperanza y su surtido de bombones, confites nacionales y extranjeros así
como el servicio de banquetes y ambigús, y el salón para señoras. Pero sería en
los años de la década del 10 al 20 cuando la firma alcanza mayor prestigio con
la Confitería y Rotisserie Colón, en Urquiza y Corrientes, enfrente del teatro
homónimo, que le aportaba una parte importantísima de la clientela. En sus
salones se llevaron a cabo toda clase de agasajos bajo forma de banquete, sobre
todo en el Centenario y años
inmediatos: en 1911,
por ejemplo, se realiza el destinado a celebrar el inminente casamiento del Dr.
Francisco Netri, abogado de los chacareros del Grito de Alcorta, asesinado un
par de años después, y de allí salía el servicio para otros en las residencias
de las familias importantes.
Pero las exigencias de
servicio, surtido y prestigio se las llevaría entre 1904 y 1930 Ramón Cifré, cuyo apellido estaría vinculado a la atención
esmerada de las exigencias de banquetes, recepciones, veladas sociales de los
rosarinos de cierta relevancia, sector para el que este tipo de actividades era
parte substancial de su vida cotidiana y de su relación con los demás. Cifré,
un inmigrante español, había iniciado su ascenso económico y comercial a
comienzos de siglo con el Bar Victoria o Victoria Tea Room, en Córdoba y San
Martín, con especialidad en cocktails, tés, cafés y sadwichería.
Mucho de la fama de sus
establecimientos tenía que ver con la meticulosidad que Cifré exhibía para
atender en forma personal a los pormenores últimos del servicio y la atención a
la clientela: "El detalle es la obsesión de don Ramón: la copa y el vino,
el plato y la fuente, el mantel, la servilleta, el plato tal o cual, las
personas, la música, la loza, el vidrio, le menage bon marché son elementos que
ni con el reflector se encuentran allí fuera de lugar: todo es rico, del más
refinado buen gusto", alababa la misma revista. El crecimiento de la
empresa llegaría a su punto más alto en 1927, cuando Cifré traslada su negocio
al recientemente construido Palacio Fuentes, con entrada por Sarmiento 722,
figurando como Rotisserie Cifré en los avisos de ese año. Quedan habilitados
entonces amplios salones para fiestas, para familias y un local especial para
banquetes y grandes recepciones sociales como casamientos, cumpleaños o la entonces
obligada "presentación en sociedad" de las señoritas y púberes
rosarinas de esos años. Los bailes del Cifré, como se los conociera, tuvieron
asimismo una larga popularidad entre jóvenes y familias de la sociedad.
Algunos amarillentos impresos de distintos años del pe ríodo señalan
los gustos gastronómicos que presidían los menúes de esas comilonas. Cuatro de
ellos, servidos precisamente por don Ramón, son buenos ejemplos. El primero,
del 20 de mayo de 1903, conmemorando el primer aniversario del Centro Juventud
de Comercio, ofrecía a los invitados, en riguroso francés y entre tragos de
Sauternes, Margaux, Macón y Champagne, "filets de pejerrey á la Marguery,
Supreme de Perdreaux Brillant-Savarin, Choux Fleurs Sauce Mousse Une y Gateau
Marie Antoinette".
El del 28 de septiembre
de 1909, brindado por sus amigos al Dr. Antonio F. Cafferata, "con motivo de su elección de Presidente del
Jockey Club de Rosario, brindado equisiteces diversas: “ Failletes au Parmesan Darne
de Saumon Sauce Greviche; Etuve d'aloyau NesseUode; Chaud Froid de Perdreaux
Moderne; Asperges des Sultanes Sauce Poloine". La orquesta de rigor,
dirigida por Pascual Romano, ofreció, entre otras, versiones de "El
murciélago", de Strauss: "La Princesa de los dólares", de Fall,
y "La viuda alegre", de Franz Leñar.
Importante sería, por último, el banquete del 4 de octubre de 1925.
ofrecido por la Junta de Segundo Centenario de la Ciudad de Rosario al
presidente Marcelo T. de Alvear y al gobernador Ricardo Aldao. En el mismo, si
bien se reiteraban platos de menúes habituales, había novedades sin duda
delicadas: "Foie d'oie a la Gefée; Oeufs Mignons, Supremes de Martinettes
Mascotte, Glacé des Mandarín", respetando la grafía de aquellos añejos
impresos. Todo regado, como correspondía a semejantes comensales, con el
infaltable y aún ponderado Pommery francés, cuyo importador en esos años era
Frasco y Cía., con negocio en Córdoba 950.
Fuente: Extraído de la colección “Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930)
Editada por diario la “La Capital