Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

Vistas de página en total

miércoles, 26 de septiembre de 2012

LOS PLACERES BUCÓLICOS Entre baños y cascadas


Por Rafael Oscar Ielpi


Cuando ya el teatro y el cine se habían convertido en recreación popular por excelencia, entre 1900 y 1910, tanto las familias distinguidas como las provenientes de las clase media que se consolidaba y de la nutrida clase trabajadora encontraban expansiones en festejos esporádicos como el Carnaval, en la permanente actividad de los centros y sociedades recreativas, en los paseos campestres y fluviales, y en los pic-nics.
El arroyo Saladillo, con sus cascadas y sus Baños; algunas de las islas próximas a Rosario y las innumerables quintas existentes como sitios de descanso y veraneo eran los lugares más frecuentados por familias, parejas y agrupaciones diversas, que los elegían para una jornada de esparcimiento y distensión.
La Isla Charigué fue uno de los lugares aptos para este tipo de expansiones. Allí eran comunes los pic-nics de distintas asociaciones y por ello no extraña observar en viejas fotografías cómo se congregaban allí numerosos grupos de empleados y obreros, bailando incluso entre hombres, a falta de otro entretenimiento mejor, como parte de esa incursión por la naturaleza.
Otras islas cercanas a Rosario, donde también se llevaban a cabo estas incursiones, eran la llamada Isla Sívori, donde en 1910 celebraban sus pic-nics sobre todo los andaluces, y la Isla La Paloma, frecuentada por nutridos contingentes de paseantes, la mayor parte de ellos miembros de familias acomodadas, que arribaban en forma regular en los meses de verano en las engalanadas lanchas que partían desde los muelles rosarinos.
También se frecuentaban entre 1910 y 1920 la isla Paso al Río Victoria, la conocida como La Invernada, la Isla Deseada -que en 1918 era sede de los encuentros y paseos campestres de la excéntrica y manducatoria Sociedad Parva Domus Magna Quies- y la Isla Filippini, más famosa como Isla de los Bañistas, cuyo propietario Enrique Filippini lo era también del "Bar Los Bancos", en la esquina S.O. de Sarmiento y Santa Fe, en el que se contrataban los viajes y se preparaban además las vituallas para el paseo.
La famosa Isla de los Bañistas fue, sin duda, la predilecta para los paseos por el Paraná, realizados en botes y lanchones que cargaban a señoras y señoritas ataviadas con sombreros de pluma y largos vestidos, entre 1900 y 1920. Las sombrillas, los volados, las puntillas, el atuendo finisecular de hombres y mujeres eran habituales los fines de semana en las orillas del río, convertido en atractivo paseo para pequeñas embarcaciones a remo o lanchas de mayor porte y capacidad.
El Saladillo, por su parte, ofrecía similares posibilidades aunque con mayor comodidad para los visitantes, entre otras cosas por el acceso menos dificultoso, que se hacía mediante el viaje en tramways primero y en tranvías eléctricos después de 1906. Pero la atracción indudable de la zona eran los famosos Baños del Saladillo, habilitados el de noviembre de 1885 por Manuel Arijón, quien instaló allí 46 baños, a los que agregó un año más tarde 51 camarotes, convirtiendo el lugar en un sitio de peregrinaje recreativo, en especial durante los fines de semana del verano.
Wladimir Mikielievich señala que el traslado se llevaba a cabo, en los finales del siglo XIX y cuando los tramways no habían extendido sus líneas hasta extramuros, en galeras que partían al alba desde las puertas del Almacén del Pobre Diablo, frente al entonces Mercado Sud. Atractivo importante eran asimismo las propias aguas del arroyo, que algunos suponían infundadamente de origen termal, y la gran pileta de cemento cuyo desborde formaba las recordadas "cascadas".
En 1891, Arijón agrega al complejo el Restaurante Los Baños, que pasa a ser posibilidad adicional de vida social para los visitantes y las familias adineradas, que iban a construir, ya desde el siglo pasado, sus mansiones en el nuevo barrio, cuyo origen estaba en realidad en el Pueblo Saladillo, que aquél fundara en 1880. El irreprimible entusiasmo despertado por el Centenario de Mayo también alcanzaría a los Baños, que encuentran complemento en esa época en el Hotel y Casino que comienzan a ser edificados mientras algunos miembros destacados de la burguesía- con intereses en la zona muchos de ellos- impulsan la creación del Club Saladillo, posibilidad recreativa mucho menos selectiva que el Club Diana, fundado en 1901 en la zona, y reducto de los amantes del tiro al pichón y al blanco. Contemporáneamente con esas novedades se construye el puente sobre el arroyo, que daría definitiva facilidad de acceso al lugar.
Aquel dinámico empresario, de origen gallego, había arribado a Rosario siendo niño y protagonizaría una importante trayectoria en el mundo de los negocios hasta su prematura muerte en 1900, a los 49 años. Cerca de 900 manzanas de su propiedad serían la génesis del pueblo inicial, y también a su iniciativa y capital se de­bió la construcción del Puerto Plaza, en la desembocadura del arroyo, para la carga y descarga de mercaderías.
Su hermano José Arijón, nacido en Galicia en 1853, había llegado al país en 1866 invirtiendo su primer capital en una tropa de carros y unos bueyes, inversión importante pero sensata si se tiene en cuenta la inexistencia de un tendido ferroviario en lo que entonces era el Rosario. En 1882 compra una gran extensión de tierras en la costa del Paraná en lo que se llamaría Embarcadero Arijón, por la que paga una suma sideral para la época (18 mil pesos) para vender -con infalible olfato para las operaciones inmobiliarias-parte de las mismas a la Refinería Argentina de Azúcar para el emplazamiento de sus instalaciones, ¿ y a otras empresas importantes.
José, que se separaría del  negocio de exportación de alfalfa que manejaba con su hermano en 1887, llegó a ser dueño de 1.100.000 varas cuadradas de tierras en la ciudad y sus suburbios y se dedicó a la exportación hasta 1897. Su retiro de la actividad comercial activa en 1908 no le impidió seguir teniendo notoriedad en la ciudad, logrando incluso una alta condecoración del Rey Alfonso XIII en los años del Centenario.

Fuente: Extraído de la colección  “Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930) Editada por diario la “La Capital