El invento del francés
Louis Lumiere, patentado en 1895 y al que por fidelidad fraternal asociara a su
hermano August, tardó muy poco en llegar a la Argentina, uno de los primeros
países del mundo en tomar contacto con aquella novedad que parecía próxima a la
magia o poco menos.
El 18 de julio de 1896,
Francisco Pastor, empresario del teatro Odeón porteño, y el inquieto y dinámico
español Eustaquio Pellicer, fundador de Caras
y Caretas y Fray Mocho, organizan en aquella sala
la primera exhibición pública. Entre esas "vistas" que los porteños
observaron entre entusiasmados y absortos figuraba "La llegada del
tren", producida por el sello de los Lumiere. "La función -consigna
Ricardo Piccirilli- provocó el pánico entre algunos espectadores de la tertulia
alta, uno de los cuales, al ver la locomotora que avanzaba, se lanzó a la
platea, lastimándose..."
Dos inmigrantes, el belga Enrique Lepage y el
austríaco Max Glucksmann, se interesaron por el tema en Buenos Aires,
avizorando las posibilidades que ofrecía el cine, y fueron ellos los primeros
en traer al país equipos proyectores y Rimadoras, que el primero vendía en su
negocio de fotografía en Bolívar 375, del
que Glucksmann era empleado. Allí se exhibieron en
1897 las filmadoras Elgé, fabricadas por León Gaumont.
Lepage, y luego Glucksmann -que heredaría el
negocio de su patrón- tendrían una sucursal en Rosario, la Casa Lepage, en calle Córdoba, y en
las vidrieras de aquella "casa de música" esos hoy vetustos
proyectores se convirtieron en una atracción para los rosarinos apenas
comenzado el siglo XX, junto a los grafófonos, gramófonos y los pioneros discos
de pasta.
Las primeras películas francesas llegaron a Rosario
a través de Enrique Maquerons, en 1898, un año antes de que su compatriota Rene Guillemaut Despecher trajera a la ciudad dos automóviles franceses De
Dion Button, que fueron los primeros que circularon por las calles rosarinas.
Aquellas proyecciones iniciales se realizaron -se afirma- en el Cinematógrafo Lumiere, de Rioja 1151, que de ese modo pasaría a ser, para
algunos, la primera sala en Sudamérica.
Fuente: Extraído de la colección
“Vida Cotidiana – Rosario ( 1900-1930) Editada por diario la “La Capital