Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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domingo, 19 de julio de 2015

Los grandes festejos de Rosario



En octubre de 1925 Rosario celebró su "segundo centenario", convencida de la autenticidad del relato de Pedro Tuella sobre los orígenes de la ciudad. Los actos contaron con la presencia del presidente de la Nación, Marcelo Torcuato de Alvear, y arribaron al puerto las naves de guerra Almirante Brown, Jujuy, Paraná y La Plata.
Los imponentes festejos que se extendieron por todos los barrios, y la colocación de una docena de piedras fundamentales promesa de futuros emprendimientos, reflejaban el orgullo de una ciudad progresista que ya contaba con 400.000 habitantes. Entre 1914 y 1926, apenas 12 años, "había duplicado su población".
Por entonces los habitantes comen­zaron a establecer lazos a través de las primeras broadcasting. En marzo de 1924 inició su transmisión la primera radio del interior del país, LT3; en 1927, la radio Colón, hoy LT8; y en 1932 Radio del Litoral, hoy Radio Nacional. El movimiento artístico que vivieron sus principales salas teatrales la "   convirtieron en el primer centro &   cultural del interior, con espectácu­los de calidad. José Gómez, Camila .2   Quiroga, Blanca Podestá, Lola Jh   Membrives, Beniamino Gigli, Ana 5j   Pavlowa, fueron sólo algunas de las O   estrellas que pasaron por los escenarios de Rosario en la tres primeras décadas de este siglo. En 1925 Ernesto de Larrechea creó el Teatro Infantil Municipal después Escuela Municipal de Arte Escénico Infantil, con una fecunda trayectoria como  cantera  de vocaciones artísticas.
Para 1912 existían quince salas cinematógrafas, con servicio de bar, y en las década del 10 y el 20 se habilitaron salas construidas especialmente para la exhibición de películas: Palace Theatre, El Pampero, Smart, Astral, Casino, Edén Park, Moderno, Sol de Mayo, Alvear, Mundial, Marconi, Nacio­nal, Gran Rex, Astor, Real, Rivadavia, Urquiza, Empire, entre otros. El puerto de Rosario continuaba batiendo récord de exportación, y a partir de 1 a década del 20 y hasta la del 40 salió por el la mitad de la producción nacional de lino. Sin embargo la ciudad no fue inmune a la depresión económica internacio­nal de 1929. El país estaba vinculado directamente al mercado mundial como uno de los principales proveedores de cereal, y sujeto a las variables del mismo. La depresión influyó en la caída de la cotización de los cereales, y en la restricción del crédito agropecuario. Un censo relevado en esos meses destacó que en Rosario existían más de 14.000 desocupados, un 7% de la población, cifra considerada una afrenta para el sueño argentino. La depresión económica mundial también ejerció su efecto sobre una ciudad que aún seguía sin resolver el problema habitacional de miles de habitantes hacinados en conventillos y en casas de inquilinato, tendencia que comenzó a revertirse a comien­zos de la década del 40. El mundo marginal cobró dimensio­nes nunca vistas. Prostitución, rufianismo, y grupos mañosos tuvieron a maltraer a la policía. Unido el malestar económico con el político aceleraron en 1930 el derrocamiento del presidente de la Nación, don Hipólito Yrigoyen. Por primera vez desde la sanción de la Constitución de 1853 se produjo la ruptura del orden constitucional a través de un golpe de Estado, sentando un nefasto precedente. Rosario se mantuvo ajena al movimiento, y según Juan Alvarez, testigo de los hechos, recibió la noticia sin agitarse, admitiendo en seguida y con sensación de alivio al nuevo orden de cosas, que también implicaba la caída del gobierno local. El presidente de facto, José F. Uriburu para congraciarse con la ciudad designó dos personas de reconocida honestidad en la intendencia, Fermín Lejarza y Alejandro Carrasco.

Fuente: Extraído de la Revista “Rosario y su Historia”. Fascículo Nº 57 de Octubre de 2007