Postales
proletarias del progreso
Por
Agustina Prieto
La abrupta
expansión urbana y demográfica, que se había iniciado a mediados
del siglo XIX,
elevó los índices de morbilidad y mortalidad generales de la población a
niveles que situaron a Rosario entre las ciudades más “antihigiénicas” del
planeta. Los decesos provocados anualmente por enfermedades infectocontagiosas
fueron atribuidos al hacinamiento en habitaciones malsanas, a la falta de una
red proveedora de agua corriente y de un sistema eficaz de eliminación de aguas
servidas. La cuestión sanitaria preocupó siempre a las autoridades y a la
población, pero las epidemias de cólera que asolaron Rosario en los veranos de
1867-68, 1886-87 y 1894-95 y la de peste bubónica de enero de 1900, llevaron la
preocupación al paroxismo: se extendió el miedo al contagio y a la muerte,
agravado por la angustia que provocaba la paralización del movimiento
portuario
dispuesta por las autoridades sanitarias de la Nación.
Las víctimas
fatales de la primera epidemia de cólera fueron estimadas en 420; las de la
segunda en 1.156 y las de la última del siglo en 452. La de 1867-68 fue
transportada por uno de los barcos que participaba de la guerra que Argentina,
Brasil y Uruguay mantenían contra Paraguay. Las otras dos llegaron igualmente
por barco y se propagaron en las sobrepobladas habitaciones sin cloacas ni agua
corriente de los barrios obreros.
Los cordones
sanitarios y el temor a que el puerto perdiera atractivo por el amenazante
estado sanitario de la ciudad, impulsaron la puesta en marcha de las obras que
dotaron al casco urbano de cloacas y agua corriente y la creación de
instituciones como la Oficina
de Higiene (1887), que luego se transformó en la Asistencia Pública
Municipal (1890).
La epidemia de
peste bubónica de 1900 también tuvo su foco en el puerto, pero esta vez el
elemento transmisor no fue el agua sino las bolsas de cereal que se acumulaban
en las barracas cercanas al río,
atrayendo a las ratas portadoras de la pulga que transmite la bacteria
de la peste negra. Los muertos no alcanzaron el medio centenar, pero el impacto
social fue mayor que el causado por las epidemias de cólera.
Para no
aventar la alarma, a semanas de haberse presentado en el Parlamento de la Nación el proyecto para la
construcción del Puerto Moderno, las
municipales y los sectores vinculados al comercio y a la exportación iniciaron
una drástica campaña de higienización antes incluso de declararse oficialmente
la existencia de una epidemia. La denuncia de un diario de Buenos Aires provocó
que las autoridades nacionales establecieran un cordón sanitario y
profundizaran la campaña de higienización.
Las medidas
apuntaron principalmente a los barrios obreros, cuyos habitantes fueron
sometidos a desalojos y baños compulsivos, teniendo que contemplar la
destrucción de un millar de ranchos y casillas.
Particulares e
instituciones corporativas que se expresaron a través de la prensa pusieron en
duda la existencia de la peste, interpretando la medida como un ataque al
puerto rosarino perpetrado por los defensores del puerto de Buenos Aires y
atacando frontalmente a las autoridades sanitarias, los funcionarios públicos y los médicos que decretaron
la epidemia.
Fuente: Ciudad de Rosario
Museo de la Ciudad
Editorial Municipal de Rosario
Ciudad de
Rosario / Agustina Prieto ... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de
Rosario, 2010.
228 p. ; 23x18 cm.
Municipalidad
de Rosario
Secretaría
de Cultura y Educación
Editorial
Municipal de Rosario
© Museo de la Ciudad
Bv. Oroño
2300
Rosario,
Santa Fe, Argentina
info@museodelaciudad.org.ar
www.museodelaciudad.org.ar
© Editorial
Municipal de Rosario
Aristóbulo
del Valle y Callao
Rosario,
Santa Fe, Argentina
emr@rosario.gov.ar
www.rosario.gob.ar/emr
Queda hecho
el depósito
que marca la
ley 11.723
ISBN
978-987-9267-73-8
CUIT
30-99900315-6
Impreso en la Argentina