Pero si el deporte despertaba entusiasmos
y pasiones, también la educación había encontrado en la ciudad un ámbito propicio
para comenzar un desarrollo paulatino, en especial
en las tres últimas décadas del siglo XIX, coincidente con lo que ocurría en aquella
Argentina a la que confluían sin cesar los grandes contingentes inmigratorios.
Señala Carretero que entre 1869 y 1918, los índices de analfabetismo se fueron reduciendo de
manera constante año tras año, debido al aumento de Escuelas Normales de donde
egresaban maestras y maestros que se adentraban en la pampa húmeda y
hasta los sitios más remotos del territorio de la tuición. Aunque señala asimismo
que no
debe sorprender que en el Centenario de Mayo, algo más de la mitad de los niños
en edad escolar no concurrieran a las escuelas, al mismo
tiempo que el analfabetismo estuviera distribuido en forma anárquica, pues
había lugares alejados de Buenos Aires donde el promedio llegaba al 90 por ciento de la población
total.
El
primer censo municipal dirigido por Carrasco había detectado ya en Rosario la
abundancia de establecimientos particulares de enseñanza,
dedicados mayoritariamente a mujeres, muchos de ellos habilitados en el siglo
XIX pero con vigencia en la nueva centuria que se iniciaba, y algunos dirigidos
por extranjeros que ostentaban mayor o menor experiencia pedagógica. Sin
embargo, el Primer Censo Escolar de 1918 consignaba que 8.500 niños rosarinos
no concurrían a la escuela por falta de plazas.
En
1867 era posible verificar la actividad educativa de un puñado de escuelas de
enseñanza primaria: el Colegio del Rosario, cuya dirección ejercía Carolina B.
de Comminges; el Colegio Argentino, de Carlos Bardín; la Escuela Municipal
de Varones, dirigida por Juan B. Torres, y la de Niñas,
dirigida por su consorte Celestina G. de Torres; la sección infantil de la Escuela Comercial,
dirigida por Isidro Alian; un Colegio de Niñas de las Hermanas de la Caridad; una escuela
particular dirigida por Laureana C . de Benegas y un colegio de señoritas en
Rioja 84.
Dos
colegios ostentarían asimismo prestigio y reconocimiento antes del 900 tanto
como los hombres encargados de dirigirlos: el Liceo y Escuela de
Artes y Oficios, fundado por Tasandro Santa Ana
y
Jacinto Fabrés de la Rovira,
que tendría luego al mencionado educador español Isidro Aliau como su
organizador e impulsor, el Colegio Santa Rosa, cuya
actividad comenzó en 1871, y dirigido poi Milcíades Echagüe.
De
la segunda mitad del siglo XIX eran asimismo el Colegio de Señoritas Francés-Español, organizado por
Blanca de Villegas en 1863, la Scuola Italiana,
Francesa e Spagnuola, de 1868; el Colegio del Carmen, de 1870; el Colegio
Colón, contemporáneo del anterior, fundado por Cayetano Giménez; el Colegio de
Señoritas Franco-Argentino, de 1872, fundado por José Rozés, de quien afirmaba La
Capital: Está llamado a formar y educar el corazón de
las jóvenes que han de influir más tarde en los destinos de la sociedad, bajo
excelentes auspicios...
De
esos años finiseculares y hasta 1910 funcionaron, por ejemplo, el Colegio
Alemán Argentino, de la
Sociedad Escolar Alemana, el Colegio Norteamericano, de la Sociedad Misionera,
y el Norteamericano N° 2, de la Sociedad Norteamericana;
el Colegio Hispano-Argentino, el de la Sociedad Garibaldi,
el Colegio Luz de la Infancia,
regenteado por la
Sociedad Obreros Unidos, el Colegio Rosario Platense y varios
más.
Se
enseñaba asimismo en establecimientos manejados por congregaciones religiosas
como el de la Santa Unión
de los Sagrados Corazones, de 1892, en calle Salta entre Callao y La Plata (Ovidio Lagos), el de la Inmaculada Concepción;
el Colegio San Antonio, de las Hermanas Capuchinas, y el Colegio Nuestra Señora
de la Asunción,
de 1898, de las hermanas terciarias franciscanas, entre otros. A ellos podían
agregarse hacia 1910, también religiosos, el Colegio de Nuestra Señora del
Huerto, uno de los más antiguos, ya que su fundación por las Hermanas de la Caridad se remontaba a
abril de 1863; el Colegio María Auxiliadora (1893), el Colegio de la Misericordia y el de la Inmaculada Concepción;
el Colegio Sagrado Corazón (1900), de los padres bayoneses; el Colegio La Salle (1913), el de los
Hermanos Maristas y otros.
De finales del siglo
XIX era asimismo otro establecimiento educacional dirigido por los salesianos
de Don Bosco: el Colegio San José de Artes y Oficios, fundado en 1890 y
destinado sobre todo, además de la enseñanza, a la
formación de artesanos y técnicos en especialidades tomo las artes gráficas, la
carpintería o la metalurgia. Funcionaban colegios asimismo en dos
instituciones benéficas existentes en la ciudad de comienzos del siglo XX: el
Asilo Maternal y el Asilo de Huérfanos.
Otros colegios de principios de siglo mencionados en avisos
de diarios y revistas de 1900 a 1915 ofrecían distintas posibilidades
alumnado, en una ciudad en la que, por entonces, la acción oficial en el ámbito de la educación era aún bastante deficitaria. Era el caso del Colegio San Luis Gonzaga, fundado en 1899 y dirigido en 1900 por Salvador Cabal, en Santa Fe 1532; el llamado Liceo Argentino, de enseñanza elemental, comercial, secundaria y universitaria, de idiomas y adorno, en Buenos Aires 1558, donde se recibían alumnos pupilos y medio pupilos; el Colegio Alemán-Argentino, que funcionaba en la calle Buen Orden 150; el Instituto Hispano-Americano, dirigido por Serafín Alcalde, en calle Buenos Aires 958, donde a comienzos de siglo se cobraba una matrícula mensual de 7 pesos, y el Instituto Rivadavia, en San Martín 525, también con sistema de alumnos externos.
de diarios y revistas de 1900 a 1915 ofrecían distintas posibilidades
alumnado, en una ciudad en la que, por entonces, la acción oficial en el ámbito de la educación era aún bastante deficitaria. Era el caso del Colegio San Luis Gonzaga, fundado en 1899 y dirigido en 1900 por Salvador Cabal, en Santa Fe 1532; el llamado Liceo Argentino, de enseñanza elemental, comercial, secundaria y universitaria, de idiomas y adorno, en Buenos Aires 1558, donde se recibían alumnos pupilos y medio pupilos; el Colegio Alemán-Argentino, que funcionaba en la calle Buen Orden 150; el Instituto Hispano-Americano, dirigido por Serafín Alcalde, en calle Buenos Aires 958, donde a comienzos de siglo se cobraba una matrícula mensual de 7 pesos, y el Instituto Rivadavia, en San Martín 525, también con sistema de alumnos externos.
Hacia
el Centenario se publicitaba un Instituto Hispano-Argentino con edificio en la
zona de Sorrento, promocionado como un chalet colegio, cuya dirección ejercía
Felipe Vargas y en el que, durante el verano, se dictaban cursos a los alumnos
del Colegio Nacional, pertenecientes la mayor parte de ellos a familias que
tenían sus residencias de verano en Alberdi.
Posteriores a los
mencionados, entre 1910 y 1920, pueden citarse otros de esos centros de
enseñanza privados como el Instituto Mercantil, en Jujuy
1974; el Colegio Instituto Cavour Italo-Argentino, en Mitre 1537; el Instituto
Argentino, en San Martín 428, dirigido por José Emilio López; el Colegio
Comercial Ibero-Americano, de Santa Fe 1674; el Colegio General Sarmiento, de
Gerardo Nádela, en Jujuy 2380; el Colegio
Norteamericano, para niñas, en Avenida Pellegrini 1352 y el Colegio Cervantes,
dirigido por A. Costadella, donde se ofrecía enseñanza de piano, música,
griego, latín, inglés, francés, alemán y croata, con el régimen habitual de
externos, medio pupilos y pupilos.
Mayor
trascendencia tendría otra institución de origen privado, la Sociedad Dante
Alighieri, que iniciaría sus actividades hacia el Centenario de Mayo en un
edificio particular de Entre Ríos I 151, para dedicarse a la enseñanza y
difusión de la lengua y cultura Italianas. En
1924, se colocaría la piedra fundamental del edificio que aún alberga al
establecimiento en Bulevar Oroño al 1100, obra para el que fuera decisivo el
aporte económico de la colectividad y cuyo acto presidiera,
en su visita a Rosario, el Príncipe Humberto de Saboya, Otro
establecimiento educativo que subsiste en la actualidad iniciaría su tarea educativa en el edificio que ocupara
anteriormente el antiguo "Hotel de France et d'Anglaterre": el Liceo
Avellaneda.
Lo cierto es que en el
comienzo del siglo Rosario podía contabilizar 121 escuelas particulares y 140
oficiales, con una población escolar de 23 mil niños. La enseñanza oficial
secundaria, por su parte, se había asentado en la ciudad en algunos
establecimientos prestigiosos, algunos de ellos ya instalados en el siglo XIX.
Era el caso de la
Escuela Normal de Maestros, de 1875, trasladada desde Santa
Fe y que funcionara inicialmente en el edificio, por entonces en construcción,
de los Tribunales de Justicia, frente a la Plaza San Martín, la que en 1896 pasa a ser
Escuela de Comercio, con Joaquín Arguelles, como su primer director, quien
había sido uno de los más empeñosos impulsores de la creación de un
establecimiento de enseñanza de ese tipo.
También
tendría su origen en las últimas décadas del siglo XIX la Escuela Normal de
Mujeres, luego transformada en Escuela Normal N° 1 "Dr. Nicolás
Avellaneda", cuyo edificio definitivo comenzara a construirse en 1891,
frente a la Plaza Santa
Rosa, y cuya inauguración se produciría en 1897. La escuela había funcionado
originalmente como anexo al viejo Colegio Nacional dirigido por Corona
Martínez, hasta que un decreto del presidente Nicolás Avellaneda la
independiza, bajo la dirección de Isabel A. de Coolidge.
En 1905, con
ostentación en lo arquitectónico, el gobierno santafesino inaugura la
monumental estructura de la Escuela Gobernador Freyre, aledaña al Palacio de
los Tribunales encarado por Canals; en poco tiempo, sin embargo, el edificio es
vendido a la Nación,
que lo hace muy pronto sede permanente de otro de los establecimientos
tradicionales de Rosario: la
Escuela Normal de Maestras N° 2 "Dr. Juan María
Gutiérrez", inaugurada el Io de junio de 1910, cuyo primer
director sería Martín Herrera, a quien sucedería una de las grandes pedagogas
y educadoras de la ciudad: Dolores Dabat.
Otro centro de
educación oficial importante tendría inicio en el período: la Escuela Industrial
Superior de la Nación,
que fuera habilitada
el 27
de septiembre de 1906 y se originara en un proyecto del por entonces diputado
nacional y ex intendente rosarino Luis Lamas, Funcionando en sus comienzos en la Escuela Superior
de Comercio, desde abril de 1907, tendría como primer director
a Pedro de Lepinez, a quien sucedería, entre
1909 y 1940, el ingeniero Luis
Laporte, cuya actividad
sería tan reconocida como valiosa. A
partir
de junio de 1907, el establecimiento pasa a ocupar un viejo edificio
público
en 1o de Mayo 1059, para ser
trasladado en julio de 1922 a
Avenida Pellegrini 250, al depender desde ese año de la Facultad de Ciencias
Matemáticas de la
Universidad Nacional del Litoral.
La Escuela Normal de Maestros N° 3
"Mariano Moreno" iniciaría sus actividades en julio de 1917, con
Aníbal Chizzini como director, en tanto la Escuela Superior
de Comercio, instalada en su edificio propio desde 1911, alcanzaría prestigio y
excelencia bajo la conducción de un docente reconocido, el ingeniero Julio
Bello (1876-1928), que la dirigiría hasta 1919. Bello, nacido en la capital
santafesina en 1876 y muerto en Buenos Aires en 1928, tendría una destacadísima
labor educativa en la ciudad. Diplomado en Ingeniería y en Ciencias Matemáticas
había ejercido en la
Escuela Nacional de Comercio de Concordia para pasar, en 1905, a la dirección de la Escuela Superior
de Comercio rosarina, contribuyendo a la jerarquización de la biblioteca de la
misma, declarada pública en 1910 y considerada entre las mejores de su
especialidad en esos años. Constituida la Facultad de Ciencias Económicas, fue profesor de
Matemática Financiera, en 1913.
Su
militancia política lo llevaría a ocupar cargos como: la Intendencia de Rosario en
ese mismo año, con dura oposición de algunos sectores, como la Liga del Sur y cierta prensa
adicta a ésta; la presidencia de Banco Provincial en 1916; la titularidad de
la intervención federal a la provincia de San Juan, en 1921 y la presidencia de
la Caja Nacional
de Jubilaciones en 1922, todos ellos durante el primer gobierno yrigoyenista.
El viejo Colegio
Nacional N° 1 "Domingo Faustino Sarmiento", cuyo edificio se hallaba
construido ya en mayo de 1874, sería el primero en su género en la provincia de
Santa Fe, bajo la presidencia del sanjuanino y la gestión de su ministro
Nicolás Avellaneda. Los muebles del por entonces ya desaparecido Colegio Santa
Rosa fueron destinados al nuevo establecimiento que, emplazado en las vecindades
del Parque Urquiza, mantenía en las primeras décadas del nuevo siglo el
reconocimiento de la ciudad, que lo tenía como el establecimiento de enseñanza
pública tradicional, al que concurrían entone es, y habían concurrido
antes, los jóvenes que luego formarían parte de la élite dirigente.
Su
primer director y organizador fue el granadino Enrique Corona Martínez,
designado por Sarmiento, un real humanista muerto en Rosario el 6 de noviembre
de 1880, que llegó a la ciudad con antecedentes importantes: una actuación
política en España que lo llevaría a integrar el gabinete de Emilio Castelar;
ejercicio de la docencia en Málaga y Granada, en Francia e Inglaterra, y la
dirección del Colegio Nacional deTucumán, en donde dictara asimismo las
cátedras de Historia, Geografía y Economía Política.
Nombrado por decreto del 15 de mayo del
74 mientras desempeñaba cátedras en Tucumán, se le trasladó a Rosario, soplando
vientos de fronda sobre los colegios nacionales. En 1873, el Poder Ejecutivo
había adoptado medidas severísimas contra los estudiantes de Santiago del
Estero, obligándoles a rendir nuevo examen de materias ya aprobadas (octubre
27) y poco más tarde hubo otro escándalo en el Colegio del Uruguay, donde los
alumnos habían obligado al rector a renunciar (junio 17, 1874). Corona
Martínez, español, emigró después de ocupar una banca por el distrito de Orjiva
(Granada) en 1864 y diversos cargos en la instrucción pública y el periodismo.
Fue autor de una obra sobre Economía Política y otra sobre Astronomía. En la
"Revista Argentina" (Rosario, septiembre-octubre de 1891) hay
estudios suyos sobre enseñanza. Hombre de positivos méritos, constituyó una
adquisición para la ciudad.
(Álvarez: Op. cit.)
Pese
a su poco agraciada figura —ya que era bajo y muy robusto, con un físico en
verdad desproporcionado—, Corona Martínez gozaría sin embargo hasta su muerte
del respeto y la admiración de la ciudad que él adoptara como suya. Un
reconocimiento que alcanzarían asimismo otros
educadores que lo sucederían, como Eudoro Díaz o Eduardo de la Barra. No escaparía sin
embargo el educador español a un brote intolerante,
casi racista, en el colegio al que dedicara esfuerzos e iniciativa, al punto de
haberlo convertido hacia 1879, consigna Alvarez, en una rudimentaria
universidad con estudios de derecho, secundo nos, normales, comerciales y de
artes y oficios, bien que ese año los alumnos de jurisprudencia
redujéranse a nueve, los de comercio a veintiuno y a treinta y
siete los de enseñanza manual.
El año mencionado, una verdadera rebelión
estudiantil, con apoyo del claustro de profesores, pone al Colegio Nacional al borde del escándalo público el 22
de julio. A las agresiones a ladrillazos
algunos profesores, la portación de armas de fuego y la toma del
establecimiento por los alumnos, se agregan algunos cánticos contra Corona Martínez: ¡Abajo los gallegos,
vivan los italianos, viva el doctor Solar, vira Colombo, que
renuncie el rector por tirano!, consignados
por Álvarez. La intervención policial devuelve la calma al colegio, tras lo cual se decreta (con la firma del propio
Nicolás Avellaneda) la expulsión tic-siete de los profesores implicados en el
levantamiento, entre
quienes figuran los aclamados poco antes por la grey estudiantil, apunta el autor de la
Historia de Rosario, y
algunos de los estudiantes involucrados, lo que vuelve a despertar protestas y
nuevas movilizaciones que terminan en nada. Señala Álvarez: Aunque la normalidad
quedara restablecida, el lamentable suceso afectó muchísimo a Corona Martínez,
agravando su precario estado de salud. Falleció en 1880 y desde ese mismo año la Escuela Normal
comenzaría a funcionar como instituto independiente del colegio.
En
1921 se agrega otro bachillerato nacional, el del Colegio Nacional N° 2
"General San Martín", cuyo edificio se levantó en el mismo terreno
donde Isaac Newell estableciera su "college", en el nacimiento mismo
de la calle Entre Ríos, casi asomado al río Paraná, que sobrevive aún en el
siglo XXI con una estructura edilicia que demanda un mantenimiento y
restauración acordes con su historia; al mismo debe agregarse el ulterior Liceo
de Señoritas "Bernardino Rivadavia", que se instala en lo que fuera
residencia de la familia Recagno, en Bulevar Oroño al 1100.
Fuente: extraído de libro rosario del 900 a la “década infame” tomo III
editado 2005 por la
Editorial homo Sapiens Ediciones.