El Rey Momo de
los carnavales Rosario, el "poeta" Alfonso Alonso Aragón, en una de
las carrozas que lo paseara por el corso, como monarca ilusorio. La canción
popular ha rescatado su figura menuda y su inocencia: "Quien iba a
decirte, rey de fantasía, /que tu reino vive, libre todavía,/ sin esa carroza
de flores de trapo/ en la que reinabas sólo por un rato?/ Un Rey escondido
dentro de un poeta/ de larga melena, menguada chaqueta y ese don hermoso de dar
alegría / al que sólo tiene penas en la vida..."
Eramos muy
tunos -yo por los siete y mi hermana Zulema casi en los cinco- y la magia del
carnaval era esperada con la excitación propia de la edad. Serpentinas, pomos
de agua (hechos de plomo, para ser más claros), y los infinitos colores del
papel picado. Ya días antes la murgas habían incursionado por el barrio -27 de Febrero
entre Santiago y Alvear-, como dando el anticipo del porvernir. Para nosotros
el carnaval no era lo importante. Lo importante eran las carrozas y los
disfraces y, además, una carroza que sí era especial. La del "Momo" y
pequeño hombrecito que era Rey, el conocido Rey Aragón.
El misterio era grande porque ni siquiera mi hermosa
tía Carmen -la de los ojos grandes y azules- nos sabía explicar por qué al
Rey le decían poeta. Siempre en todos esos años mi tía tenía la paciencia de
llevarnos a ver esa majestuosa carroza en la que el pequeño Rey saludaba íntimamente
convencido de lo que fingía.
Los años, claro, suelen pasar, y en ese inexorable
camino fuimos creciendo y entendiendo el juego, pero para siempre el Rey
'Momo", el Rey Alfonso Aragón, o el poeta, nunca dejó de estar presente
en esas fechas.
Los
recuerdos de la infancia tienen la majestuosa hidalguía de convertirse en
verdaderos. El pequeño hombrecito nacido en España, en un pueblo de labradores,
poseía la magia de convertir una humilde ficción en una verdad para los sueños de
los niños.
Ahora lo
vuelvo a recordar por los bares de calle Riccheri y Ovidio Lagos, traje de
brocato, corbata y algo parecido a una camisa. Una de esas noches lo invité a
tomar un café y aceptó, como si la sociedad le estuviera debiendo eso desde
siempre. Escribió sobre un pedazo de papel de panadería, me lo hizo leer; poco
le importaba rimar "brillo" con "cepillo", o
"rata" con "pata".
Luego me
extendió la mano y debí devolvérselo. Y él muy tranquilo se fue a otra mesa.
Hoy es difícil convencerá aquel niño que una vez fue
de que el poeta Aragón no era otra cosa que un esplendoroso y mágico Rey del
carnaval.
HUGO DIZ
Fuente Extraído de la Revista Historia de aquí a la vuelta. Fascilulo N•
10 -Autor Raquel García Ortúzar de Marzo 1991