Por Roque A. Sanguinetti
Cuántas veces habrá caminado por estas
calles de Rosario. O mejor dicho por esas calles del Rosario de las primeras
décadas del siglo pasado, pobladas por elegantes hombres de sombrero y mujeres
de polleras. y recorridas por tranvías. . 1a frecuentemente. Al principio formando el dúo con Razzano, a veces
acompañando a compañías de teatro, y después, cada vez más famoso, cantando
solo con sus guitarristas. Hasta entrada la década del treinta, esa década a
la que infamemente alguien llamó "década infame", cuando una Buenos
Aires que se parecía a París era la hermosa "reina del plata" y él
era la voz de su ciudad.
Viajó por última vez a Rosario en 1933,
dos años antes de que en Medellín se cortara su vuelo de Zorzal y volviera a la Argentina "con las
alas plegadas", como estaba misteriosamente profetizado en la letra del
tango "Golondrinas" que cantó tantas veces.
Pero antes iría por nuestras calles con
su sombrero gris y esa pinta única y los rosarinos, y más las rosarinas, se
darían vuelta comentando "ese que va ahí es Gardel". Y él les habrá
sonreído a las mujeres, esas a las que después inmortalizó Fresedo en el tango
"Rosarina linda".
Cantó en teatros, cafés y radios de Rosario.
Al principio paraba en pensiones, después en hoteles medianos como el Romaní,
de Mitre 963 frente al teatro La
Comedia, donde se hospedaban compañías teatrales, y hacia el
final en el majestuoso Hotel Italia de Maipú al 1000 (hoy sede de la Universidad). Allí un
balcón del primer piso, el tercero desde la izquierda, marca su habitación.
Hay una fotografía, una de las pocas suyas en Rosario, que lo muestra con otros
artistas en el restaurante El Ancla, a media cuadra del hotel y que todavía
perdura en la esquina de Maipú y San Juan frente al palacio Castagnino, esquina
que por cierto lleva el nombre de "Carlos Gardel". Como perdura el
bar Victoria, de Boulevard Oroño 101, adonde concurría y dicen que también
cantó, en sus incursiones hacia el barrio de Súnchales que era el Montmartre de
la noche rosarina de entonces.
Aunque parece que al principio no le fue
tan bien. Según Héctor N. Zinni, Gardel y Razzano actuaron en el Gran Café de La Bolsa, de San Martín 681,
pero al dueño no le gustó cómo cantaban o pasó algo raro, porque le dijo a un
mozo: "Mira, cuando terminen esos dos dales estos pesos y que se vayan". De
mal oído o de mal carácter el hombre,
quién sabe.
Pero también con Razzano cantó en junio de
1914 en el hermoso teatro Colón de Corrientes al 400 (imperdonablemente
demolido en 1958), en obras como "El tango en París" y "Los calaveras".
Volvió en julio de 1916 con la compañía del gran Enrique Muiño al teatro La Comedia y a fines del
mismo año con la de Luis Arata al Politeama, de Mitre 748, donde obtuvieron un
gran éxito con Razzano.
Se presentó en noviembre de 1922 en el
Palace Theatre, de Córdoba al 1300 y volvió a Rosario en 1924 y 1927. Este año
actuó en el cine Rosario de San Martín 687 con sus guitarristas (sí, donde
antes estaba el Gran Café de La
Bolsa, pero supongamos que habría cambiado de dueño) y el
diario La Capital
lo promocionó como "colosal suceso". En enero de 1930 vuelve al cine
Rosario y en el mismo año se presenta en el teatro Varieté. De esa época es una
foto en el harás y stud Ascot, del inglés Christie, ubicado en Fisherton, en
Brassey y Tarragona, adonde Gardel concurría y cantaba en los asados. Hay
quienes dicen que su famoso caballo Lunático habría sido pensionista de ese
stud y corrido en el Independencia, pero es dudoso.
En junio de 1930 canta por LT8 Radio Rosario
y actúa por última vez en
La Comedia, en cuyo hall
una placa de bronce con su rostro recuerda
el hecho.
Contaron testigos que una noche se había reunido para verlo mucha
gente que no podía pagar la entrada, y que entonces él salió por la puerta
trasera del teatro que da sobre la cortada Araya y cantó gratuitamente para
ellos. Tratamos de imaginar la escena: la sorpresa, los gritos y aplausos, el
silencio bajo la noche rosarina, la voz incomparable llenando la cortada y el cariño inmenso del público. Algo parecido
pasó cuando se presentó por última vez en nuestra
ciudad. Fue en el teatro Broadway, con sus guitarristas, entre el 21 y el 23 de abril de 1933 y entrenó el tango "Silencio". Allí parado en una voiturette
descapotable, cantó en la puerta para los que no podían entrar. El 21 cantó
por LT8 y el 23 por LT3 Radio Cerealista, que entonces quedaba en Santa Fe
1270.
El diario La Capital del 23 de abril titula
"Constituyó un éxito la reaparición de
Gardel en el Broadway" y comenta:
"Ha reaparecido Gardel ante nuestro público, después de una dilatada ausencia
que ha sido llenada por el eco de sus triunfos consagratorios en Europa"
y "El público le dispensó calurosas manifestaciones que hablan con
elocuencia de las simpatías de que goza entre nosotros y que son suficientes
para afirmar el éxito que ha obtenido en esta breve pero brillante reaparición.
Gardel se despide de Rosario con sus dos actuaciones, en la familiar y en la
noche de hoy". No sabían que la despedida sería definitiva.
Otra placa colocada en la entrada del teatro recuerda: "En esta
sala cantó por última vez en Rosario Carlos Gardel los días 21, 22 y 23 de
abril de 1933".
Pero como es sabido, tenía otra pasión.
Y haya corrido o no Lunático en el Independencia, lo seguro es que él
habrá ido muchas veces a despuntar el vicio. Hay una foto de los años 20 en la
que está con un amigo en un coche mateo y en el parque, cerca del hipódromo. Al
dorso escribió: "Esta es una foto que me saqué en el Petit Palermo de Rosario
con mi amigo Callegari." Toda una definición. Y firma: "Carlos".
Y una de 1933 en el estadio de Newell's en una tarde de fútbol, posando con
otros personajes, todos de traje, corbata y sombrero, posiblemente tomada el
domingo 23 de abril, el último día que cantó en Rosario. ¿Y qué haría él en una
cancha de fútbol oyendo el rugir cercano de las tribunas "burreras"?
El, un carrerista empedernido, al que los tangos "Palermo" o
"Por una cabeza" que también cantó tantas veces lo identificaban tan
bien: "Me arrastra más la perrera, más me tira una carrera que una bonita
mujer..." o "Por una cabeza, todas las locuras..." Es de
imaginar que en el entretiempo dijera algo así como: "Salute, Ñul" y
haciendo mutis por el foro se cambiara de cancha.
En Rosario hay un monumento suyo de bronce y de cuerpo entero,
inaugurado en 1975 en el Patio de la
Madera sobre calle Córdoba, y un busto colocado en 2006 en la
plaza Montenegro. Ambas obras, como también las placas mencionadas, del
escultor Reynaldo Baduna. Fue el argentino más querido del siglo veinte. Sin
duda. Porque si sumamos amores y restamos odios gana por muchos cuerpos. Y es
que hubo otros personajes también idolatrados por gran parte de la población,
pero repudiados por otra gran parte. Y él no: con él el afecto siempre fue unánime.
Bueno, no una unanimidad total. Al menos le conocemos un opositor. Alguien que
no lo podía ni oír y que en Rosario también se hospedaba en el Hotel Italia,
menos mal que años más tarde. Se llamaba Jorge Luís Borges y alegaba que
Gardel había arruinado el tango que era alegre y compadrito, convirtiéndolo en
una queja melancólica.
Todo puede ser relativo: imposible no compartir la admiración de Borges
por aquellos primeros y maravillosos tangos
como "El esquinazo", "El porteñito", "El
africano", "Rodríguez Peña", "El entrerriano" y tantos
otros, con ese ritmo lleno de gracia que años después rescató a su manera
D'Arienzo. Pero es innegable que Gardel cantó temas muy variados, sentimentales
algunos, jocosos y cachadores otros, muchos de ellos con letras y músicas
excelentes. Y que todo lo que cantó lo convirtió en obra de arte. Así que la
crítica se desinflaría por la mitad. Extraño fallo en un gran conocedor de todo
lo argentino y autor del mejor poema que se haya escrito sobre el tango,
aunque 'puede explicarse porque Borges alguna vez reconoció ser
"sordo" para la música.
Arriesgo otra explicación: y es que Borges estaba celoso porque se dio
cuenta de que en su país y en su siglo había existido otro hombre tan genial
como él.
Uno que caminó por Rosario y sonreía bajo un sombrero gris
Fuente: Extraído de la
Revista “ Rosario, su Historia y Región”. Fascículo Nº 133 Setiembre de 2014.