El actual "Gigante de Arroyito", como lo bautizó un día la
feliz ocurrencia del presidente Vesco, tiene antecedentes jugosísimos. Ya al
editar el club la revista del cincuentenario, en 1939, un muy bien documentado
articulo ("De: portón N? 4 al estadio de cemento"), del
que hemos extractado esta síntesis, daba cuenta de lo siguiente.
Desde su iniciación, por e apoyo que recibieron
de dos caballeros de la empresa ferroviaria —W. O. Lucas y T. G. Russell— los
esforzados fundadores y propulsores de Central consiguieron un sector de
terreno ubicado entre los portones 3 y 4, a la altura del actual pasaje Celedonio
Escalada. Alrededor de 1896,
a siete años de "andar", la cancha debió
trasladarse a avenida Alberdi y Jorge Hárding, pero al ser luego esta esquina
loteada y vendida debió afrontarse un nuevo traslado, esta vez (ya se ha
dicho ello) a la
Quinta Sanguinetti, en la que fue denominada "la cancha
del cruce", por su ubicación en el Cruce Alberdi. Hasta 1918 se
escribieron allí páginas gloriosas para el fútbol auriazul, entre las que se
recuerdan las memorables campañas de 1915 y 16, pero un nuevo reclamo de la
empresa ferroviaria determinó otro traslado, mucho más cercano: hasta las proximidades
de la estación Castellanos, a metros de la avenida Alberdi.
Ya por entonces (desde 1918, con una pequeña interrupción en el 21 y
22 que ocupó la vicepresidencia) era titular de Rosario Central Federico J.
Flynn. El pujante y por entonces joven
presidente desconocía la palabra "no". Para él todo era posible y
con esa persistencia logró convencer a Míster M. F. Ryan, alto funcionario del
Ferrocarril, para que facilitara . toda la madera que la empresa no utilizaba.
Ocurría eso en 1923 y con la contratación de algunos peones especializados y cientos de socios y simpatizantes centralista que prestaron su desinteresada
colaboración se construyó una tribuna con cien metros de gradas de unos diez escalones,
de cada lado de la cancha, con le que se dio comodidad a unos quince mil
espectadores. Fue un alarde extraordinario de audacia que bien pronto halló
respuesta en el público. Los disconformes de siempre tuvieron que callar ante
esa fantástica obra, que bien valía la fabulosa suma invertida: nada más y
nada menos que quince mil pesos ($ 15.000).
La visionaria actitud de Flynn y quienes le acompañaban en la comisión
directiva comenzaría a dar sus frutos pronto: en 1924 el club cuenta con un
capital propio de $,33.782,43, toda una fortuna para aquella época. Pero un
año después debe''afrontar un contratiempo" que, en principió, parecía
insuperable: el ferrocarril necesitaba los terrenos donde se levantaba el estadio
auriazul con sus modestas gradas de madera. Don Federico Flynn aceptó el desafio
que el inminente desalojo le impuso a la institución. Junto a Venancio Fuggini,
Mariano Morales, Ré, Casagrande y Rossi, integrantes de una comisión especial
designada al efecto, comienzan una tremenda lucha para conseguir la nueva sede
centralista. Van de un despacho a otro, entrevistan a cuanto gobernante y funcionario
pueden. Finalmente, la titánica tarea se ve coronada por el éxito. Gracias a
los buenos oficios del ministro de Hacienda de la Provincia, doctor Félix
Roca, del intendente de Rosario, doctor Manuel Pignetto, y de los concejales Casas
Duchenois, Bollero, Garavagnc, Nirich, Stoisa, Morcillo, Caramutti y Cepeda, entre
otros, logran la concesión, a título precario, de un terreno ubicado en la
intersección del boulevard Avellaneda y la avenida Central, actualmente avenida
Génova, es decir, el mismo sitio donde se encuentra enclavado el monumental y
coqueto "Gigante de Arroyito".
Mientras tanto, Central arrienda las
instalaciones del desaparecido Club Bolsa de Comercio —donde juega algunos
partidos oficiales—, cuyo estadio se levantaba en la manzana formada por las
calles Ovidio Lagos, E. Zeballos, 9 de Julio y Callao
En tanto comienza la familia centralista a
trabajar febrilmente en el nuevo tiempo concedido por las autoridades municipales.
La memoria del año siguiente —1926— indicaría que todas las
obras fueron ejecutadas por administración, habiéndose logrado con ello
importantes economías que —dice— si no fueron apreciables, en todos los casos
representaron un aporte al caudal social. Es que —agregamos nosotros— cada peso
en aquellos años tenía un valor fundamental. De allí que entre esas pequeñas
economías y la ayuda personal de socios y simpatizantes, el estadio fue teniendo
poco a poco su campo de juego sembrado y sus tribunas se fueron levantando
lenta pero inexorablemente, lo mismo que las instalaciones sanitarias y demás.
Allá por noviembre de 1926 —el
14, para ser exactos— Centra! no pedía utilizar el estadio del club Bolsa de
Comercio y había que jugar contra los tradicionales rivales. Febrilmente se
pudo poner el nuevo escenario en condiciones minimas para que se jugara el
fundamental encuentro, en lo que fue una especie de pre-inauguración: ganó
Central por 4 a 2,
recaudándose —nada más y nada menos— que 2.515 pesos. La inauguración oficial
se produciría recién el 27 de octubre de 1929, oportunidad en que Rosario
Central invitó a un club amigo de toda la vida: Peñarol de Montevideo, para
cotejar fuerzas con el elenco local.
Fuente: Bibliografía de la
colección Rosario Central Autor : Andrés Bossio