Ante las dificultades
del transporte de pasajeros, la
Municipalidad decide fomentar la competencia con la Compañía de Tranvías
para obligarla a mejorar su servicio.
Sin embargo, la norma que debe regular esa
competencia resulta inadecuada. Se trata de la Ordenanza Na 23 de noviembre de 1923,
por la que se faculta la libre circulación de ómnibus automóviles para el
transporte de pasajeros.
- La reglamentación permitía al propietario del coche fijar el recorrido que creyera conveniente, el horario y también el precio del pasaje, exigiendo como derecho de explotación sólo el cuatro por ciento de las entradas brutas. Tal invitación al desorden tiene el efecto que era de esperarse: las calles rosarinas se llenan de todo tipo de vehículos que circulan en total anarquía. A partir de entonces se intentó una solución licitando el establecimiento de nuevas empresas tranviarias, pero los llamados no tuvieron eco.
- Es la propia CGTER. entonces, la que propone dos planes de ampliación de recorrido, pero aunque el segundo de ellos es aceptado, los trabajos se dilatan mientras los ómnibus ganan terreno y los ingresos de la compañía tranviaria caen hasta ponerla en situación deficitaria.
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Los planes de expansión, entretanto, sólo se cumplieron en la zona oeste, con el tendido de las vías en la línea de Córdoba a Paraná, el ramal hasta Fisherton y el agregado de un trayecto circundando el Parque Independencia. La ampliación de la flota se logró incorporando 50 coches de carrocería inglesa fabricados por la English Electric Co.Las condiciones de trabajo para los empleados tranviarios eran precarias, por lo que en 1928 hay frecuentes huelgas en reclamo de la jornada laboral de ocho horas y otras reivindicaciones, con lo que tomar el tranvía se convirtió en esos tiempos en una cuestión azarosa.Fuente. Extraído de revista “ Rosario aquí a la vuelta” Fascículo Nº 14. Autor: Juan Carlos Muñiz. De julio 1991