Por Felipe Demauro
"La
panadería más famosa del sudoeste"
Su nombre que aún refulge en la memoria
del vecindario es "Panadería y Confitería Fanny" y está ubicada en el
corazón de "Las Delicias". Siempre se mostró "como oculta",
tal vez porque se había insertado en un sector conocido otrora con el nombre de
"Carreras" y en un remoto pasaje que en principio no tenía nombre,
que luego se llamó Tehuelche y actualmente Tabares, a la altura del 5841
"B". Esta Panadería ubicada a unas dos cuadras y media de la Avenida Manuel Arijón y a
escasos cincuenta metros de la calle Callao, sus referencias más notorias,
contiene una serie de vivencias que permanentemente son contadas por su dueño
don Waldo Fariña (mucho más conocido con el apodo de Tatón), y algunos
miembros de su noble familia.
Los pormenores de este sueño que ya lleva la nada despreciable suma de
cuarenta y seis años, comienza a vislumbrarse a través de su oficio de
"maestro confitero" con muchos años de perfeccionamiento en otras
verdaderas instituciones del mismo ramo como La Europea; Confitería Imperio; La Nuria; La Jockey Club y La Perfección.
En su relato don Waldo se jacta y con mucha razón, de su oficio
artesanal apegado a las antiguas formas y a los ingredientes y alimentos
naturales. A los budines y pan dulce de antaño, donde su marca registrada le
había redituado la fama de hoy.
Y ni hablar de aquellas tortas con columnas que alcanzaban varios
pisos, o aquella otra, la más imponente que logró crear de cuarenta y cinco
kilogramos de peso y en su base algo así como la escenografía en miniatura del
Parque de la
Independencia con el propio Lago central donde se insertaron
pececitos de colores.
La misma que decoró una gran fiesta
realizada en el Club Atlético Defensores de Peñarol. Y aunque parezca un delirio
irreal todo fue así y lo atestiguan las fotos
que se pueden mostrar.
Las
primeras urbanizaciones del barrio "Las Delicias"
Aquí en el Sudoeste, puntualmente en
"Las Delicias", existen aún muchas familias cuyos ancestros se
localizan en las primeras urbanizaciones del barrio que sucedieron a partir de
1923, lo que equivale a decir "todo un mérito". Entre dichas familias
está la integrada por Nélida Quinteros y Orlando Mariscotti que han tenido a su
cargo dos sitios que se han constituido en emblemáticos de nuestra "patria
chica". Lo son desde hace ya diez años, el "Bar y Comedor Tranvía
26", y un refugio y parada de colectivos ubicado en la ochava sudeste de
la intersección de las avenidas Ovidio Lagos y Manuel Arijón. A este último
sitio deseo referirme porque era realmente ejemplar.
Digamos que en principio se trataba de
una perfecta construcción de ladrillos y cemento, dividida en dos ambientes,
donde en uno de los cuales funcionaba un kiosco muy surtido que atendía
Orlando con una deferencia propia de aquel que está habituado a las "gauchadas".
Ya que dicho lugar servía de receptor de comisionistas y envíos de recados que
los diversos ómnibus de media distancia que solían pasar por allí, cumplían en
transportarlos a las diversas localidades aledañas a Rosario. Y la otra
función de este refugio, de espaldas por entonces a la farmacia de Armando
Boggione y a la peluquería de "Chiquito" (Raúl Julia), era albergar a algún pasajero en alguna de esas noches espantosas de
lluvia y frío que nos suele deparar el destino.
Lamentablemente hacia mediados de los
años "70", como ocurre con los hechos que no tienen explicación en
nuestro país, el refugio fue totalmente demolido.
El enigma de
"Puente Gallego"
A partir del título puntual, bien podría
ser la historia de un sector del sudoeste rosarino. con múltiples aristas
cinematográficas.
Días pasados y a raíz de una nota publicada por el diario "La
Capital", que daba cuenta de futuros arquitectos que pretenderían alguna vez recrear aquel famoso balneario "Los Angeles", se
me ocurrió realizar una visión
"in-situ" pero es muy poco lo que pude descubrir. Nadie pudo decirme
con certeza, si existió alguna vez
una ya arcaica construcción, "con aire de bodegón", donde a través de los resabios de una familia con raíces en la península ibérica, se podría comenzar a destejer la leyenda que atesora el nombre del mencionado puente. Lo único cierto era el arroyo. "El Saladillo", ahora canalizado y por ende más profundo. Y tras de sí donde concluye el
municipio, el monte de encumbrados eucaliptos.
Y respecto del balneario y el puente original solo hallé conjeturas.
Excepto una antigua foto ilustrativa de
la nota del diario y un par de nombres de vecinos
ilustres, emprendedores que ataron su alma al progreso de este lugar de
extramuros. Tal los casos de don Crisólogo Garzón y don José Rosario Grillo,
este último también propietario de un "almacén y despacho de
bebidas", y dueño de varios terrenos por entonces vendidos en la zona.
Además homenajeado de acuerdo a versiones de familiares, a través de una placa
recordativa colocada sobre la fachada de una comisaría con apariencia de
"control caminero", control que hace tiempo ya no existe.
Y el resto son solo resabios y escombros de algunas glorietas, en torno
a las piletas y los vestuarios del original emprendimiento de don Pablo
Borras.
Cierta atmósfera de tertulias y jocosas anécdotas de lejanos pic-nic.
Y el paso cansino de los carros contratados por la municipalidad, cargados de
residuos que iban a engrosar montañas que se apilaban detrás del arroyo.
Fuente: extraído de la Revista “Rosario y su
historia y Región” Fascículo N• 91 de Noviembre de 2010