Hubo
también otras salas en la ciudad, pero de géneros que estaban a medio camino
entre el "burlesque", las variedades cuasi circenses, la pornografía
y la música popular más variada, funcionando libremente en las tres primeras
décadas del siglo XX. La "Gruta Montecristo", también
identificada como "La Gruta"
o "Montecristo", e incluso "Concierto Montecristo" (como
aparece en carteleras entre 1909 y 1912) era una de ellas, en Güemes 2054/58,
en la bravia sección cuarta y a pocas cuadras de Pichincha. Allí en 1902 por
ejemplo, se anunciaba a una gran compañía de canto, bailes y comedia dirigida
por el popular actor
hispano-napolitano (sic) Camilo Tarantini.
En el
Montecristo, como en otros locales parecidos, era también habitual (para
regocijo de los clientes prevenidos y sorpresa de los desprevenidos) alguna que
otra proyección de películas de tosco erotismo, la mayor parte de las veces en
deplorable estado, por lo que mucho de lo excitante de las mismas estaba más en
la mente de los espectadores que en la temblona imagen o en la desteñida
pantalla ad hoc, que se levantaba en cuanto terminaba el "intermedio erótico".
Éste no desentonaba, por lo demás, en un barrio prostibulario donde esas
escenas eran reiteradas y cotidianas, aunque no las filmase nadie...
El
Teatro Casino perteneció —y era casi el paradigma— a ese tipo de salas y su
emplazamiento en la esquina noroeste de Jujuy esquina Pichincha, lo
colocaba en el corazón mismo del "barrio de los quilombos". Aquel
teatro, habilitado al público en mayo de 1914, prefiguraba ya en su función
inicial el tipo de espectáculos que brindaría hasta su desaparición poco
después de iniciada la década del 60.
En
ellos se mezclaban el humor de grueso calibre y la pornografía más desembozada
con los semidesnudos femeninos y una participación espontánea del público,
abrumadoramente masculino, que resultaba tanto o más ocurrente que algunos de
los cómicos del elenco. El anuncio augural ofrecía entonces números de
atracción donde se mezclaban Ernestita, cantante española, con Bella Vezzoza., genérica italiana; Paquita Sporia, una cupletista española que
portaba sin embargo un italianísimo apellido, con Francis Sidney, estrella inglesa, y otros de parecidas especialidades y nombres
artísticos no menos desconfiables.
Su
inauguración también tuvo sus anécdotas, ya que debió postergarse una semana
por la caída de un espectacular telón metálico de protección, de cerca de media
tonelada de peso, que provocó considerables daños en la sala. Ésta constaba de
600 asientos y una planta alta con 8 palcos abiertos, igual cantidad de palcos
"grillé" (a los que se ascendía directamente por calle Jujuy, con
entrada completamente independiente) y cerca de 200 butacas de tertulia. Los
anuncios iniciales indicaban: La
entrada a la platea será libre pero con la obligación de consumición.
Otro
espectro lo constituían los teatros al aire libre, algunos de existencia harto
efímera, como se dijo, y agrupados varios de ellos bajo el nombre genérico de
"Pabellón", que proliferaron en distintos puntos de la ciudad en esos
años, entre 1900 y 1930 y que incluso admitían la posibilidad de ser techados.
Es el caso, por ejemplo, del "Pabellón Argentino", de Córdoba y
Paraguay, donde en 1912 actuaba la compañía de zarzuela de Manuel Montero; del "Teatro
Recreo Saladillo", de Tosco y Concilio, que también el mismo año anunciaba
para su temporada de verano a una compañía de zarzuelas proveniente de Buenos
Aires, que debió ser la de Pepe Larrosa; del "Pabellón Apolo", que
funcionaba en el invierno de 1912 en la esquina de Güemes y Santiago, y del
"Recreo del Rosedal", que lo hiciera en Mendoza 4132.
El
primer día del año, en 1914, Gestos
y Muecas publicita la inauguración
del "Cabaret del Elysée", al que se califica como primer cabaret artístico rosarino y al que se ubica en un "Pabellón de las
Flores", en el Parque Independencia. La empresa del mismo, la de Fernández
Conde, había congregado a un elenco heterogéneo, apto para cantos, bailes, atracciones, etc. Entre muchos nombres de cantantes y bailarinas,
se destaca uno: el de José Martínez, uno de los grandes compositores del tango,
autor de temas perdurables y antológicos como La torcacita, El pensamiento, Pablo o De
vuelta al bulín, quien dirigía desde el
piano, en los intervalos, a una orquesta del género.
A ellos
se sumaba asimismo el "Pabellón Americano", de Güemes y Callao, que
en 1900 figuraba como de propiedad de T. Thompson y donde en agosto de ese año
un tal Carlos Glasmann anunciaba: Hoy
debut de ¡a célebre prestidigitadora española Clotilde Alvarez de Glasmann, con lo que todo quedaba en familia al parecer,
con el agregado de grandes experimentos de
magia blanca y dos secciones más
cuyos títulos atraerían su público en una ciudad donde magas, adivinas y
curanderas tenían ya su buena cuéntela: una primera con Los secretos de ¡os sacerdotes de Indostán y El
gabinete misterioso o Una noche en medio de los espíritus, y una segunda con El gran silfodrama de cuadros disolventes, que hubiera valido la pena presenciar aunque más
no fuera por lo imaginativo de su título...
Estos
locales, a los que puede agregarse hacia los años 20 el "Pabellón Anglo
Argentino" o "Parque Argentino", de Paraguay y Avda. Pellegrini,
en el cual en febrero de 1921 se anuncia a un fakir hindú, servían de escenario
casi siempre a los circos que llegaban a la ciudad con su parafernalia de
payasos, animales, malabaristas y acróbatas, y "Pabellón" pasó a ser
sinónimo de recinto del circo, del mismo modo que lo fuera en Buenos Aires la
denominación "Politeama" para aludir a lo mismo.
Pueden
agregarse a la lista el "Dore Park", que hacia 1921 funcionaba en
Mendoza entre España e Italia y sería también Cine Doré el "Sjportman
Bar", en Bvard. Oroño y Montevideo, en el linde del Parque
Independencia, que en 1913, al aire libre y con entrada gratuita, presentaba a
una compañía españolaba de Medina-Vinuesa; y un denominado "Teatro de
Fantoches San Jorge", en Jujuy 2333, entre Alvear y Santiago, inaugurado
el 28 de febrero de 1914 a
las 9 de la noche, con el anuncio de espectáculos
morales y una entrada de 30 centavos
que subía a 40 los sábados y domingos, y cuyas características y anecdotario se
perdieron para siempre.
Hacia
1920, las diversiones al aire libre del "Edén Park", de Avda.
Pellegrini 1225, entre Mitre y Entre Ríos, que en algunos años de la década del
20 se conociera asimismo como "Luna Park", garantizaban un buen
momento a los que se decidían a alejarse un poco del centro. El local estaba
abierto desde las 4 de la tarde hasta la medianoche, con espectáculo variado, que incluía una gran banda de música y perduraría
hasta entrada la década del 50 siempre como un varieté popular y concurrido en
la época veraniega, compitiendo entonces con su rival cercano, el
"Varieté Avenida".
Inaugurado
dos años antes con la actuación de una compañía prestigiosa, la de los
españoles Perdiguero-Díaz, el Edén Park iba a tener en realidad su etapa de
mayor relevancia a partir de los años 40, cuando se hacen cargo de la empresa
los hermanos Santos y José Alberto Migliazzo. Inicialmente, el local albergaba
cerca de 1000 sillas, rodeando las mesas de latas que constituían la
escenografía habitual de aquel varieté al aire libre, completada por un
escenario. Los muros del su vasto frente posibilitaban algo más: una publicidad
permanente para sus espectáculos, a través de las carteleras pintadas, de
grandes letras, que anunciaban la programación semanal y la llegada de los
números artísticos de mayor popularidad.
Empecé de casualidad. Antes de todo eso,
yo ordeñaba vacas en un tambo de la calle San Juan al 2400, en la cuadra del
Cine Cervantes, y cobraba 10 centavos por ordeñada. ¡Mire qué diferencia con el
mundo del espectáculo! Nosotros vivíamos en un ambiente de artistas: mi hermano
José Alberto tuvo orquesta durante veinte años en las radios de Rosario, y yo
hada algunas cosas recitando o en los radioteatros. Y una vez mi hermano me
dice: Mira: tengo
un local que me ofrecieron en la Avenida Pellegrini para hacer espectáculos.Vos
que sos avezado y conoces más que yo ¿querés venir conmigo? ¿Qué vas a hacer
encerrado acá? Y le dije: Bueno: vamos a probar. Y
probamos. De entrada nomás, trajimos al boletero del Casino, de mucha experiencia,
y él nos conectó con los representantes y empezamos a traer artistas... "
(Santos
Migliazzo: Testimonio personal recogido en julio de 1999)
En 1924 actuaba en el
Edén Park, levantando un poco la puntería en lo artístico, el legendario Luis
Arata, con una compañía de saínetes, que incluía clásicos como Los angelitos y Vaca... yendo gente al
baile. En
ese mismo local —y hasta casi la década del 60— haría historia en la
cronología del espectáculo rosarino otro actor, Luis Riccio Rubín, que pasaría
a la entrañable inmortalidad de los artistas populares con su seudónimo de
"El Taño Genaro", un verdadero ídolo para nutridos auditorios,
incondicionales de su histrionismo zafado para ese tiempo, que hoy sonaría a
estudiantina...
En
1927, este teatro-varieté anunciaba, en el apogeo de la moda de los fakires, la
presentación del célebre
fakir Chazaman, al cual la empresa ha contratado expresamente, sin omitir
gastos, agregando
la promoción un dato sorprendente: a quien el ex presidente Wilson ha otorgado un
diploma de honor en mérito a los experimentos científicos celebrados en su
presencia. El
espectáculo, se agregaba, es altamente moral, e incluía además de la
clásica e incómoda cama de clavos, la ingestión de sables y otras delicias
parecidas.
También en 1927, el
"Park Japonés", que se emplazaba en San Martín al 3800 (lo que era
casi extramuros todavía o poco menos), sumaba a su condición de parque de
atracciones con ruedas gigantes, aeroplanos, calesitas náuticas y eléctricas,
ola, látigo, columpio y muchas otras novedades, un agregado: bailes animados
por una nutrida orquesta
típica criolla, como
se llamaba todavía en la publicidad a lo que pasaría después a ser nombrada
sintéticamente "la típica".
El mencionado
"Varieté Avenida", que se inauguraría con posterioridad al Edén
Park, en Avenida Pellegrini casi esquina Italia, sería con el tiempo el otro
centro de atracción del varieté en la ciu-dad.Y como ocurriera con su
competidor tradicional, también sus años de esplendor transcurrirían sobre todo
desde finales de la década del 40
a la del 60 y su escenario sería propicio para la
llegada de otro cómico que rivalizaría durante muchos años con el "Taño
Genaro ^obtener una vigencia nacional (y temporal) mucho más dilatada:
^Marrone. El "Avenida", cuya propiedad ostentarían en ese perí-^
exitoso los hermanos Barberio, funcionaría también en invierno en un local
de
calle Mitre esquina Avda. Pellegrini, cuando las incle-Nias
del
tiempo obligaban al cierre de los locales al aire libre.
Pero
en 1928,1a ciudad asiste a la inauguración de otro atractivo osería importante
en los años posteriores a 1930, con la aperturae| Primer cabaret
rosarino, el "Dancing Montmartre", que ocuparía ^ edificio
en calle San Martín 364, en el que funcionaran antes y des-^ distintos hoteles de nombres diversos. Un salón
de dimensiones Rtibles servía de pista de baile, circundada por las mesas de rigor, t e,»tras se turnaban orquestas de señoritas y hombres y se bailaba, ^Preferencia,
el tango.
Con harta frecuencia,
estas reuniones nocturnas concluían antes de tiempo. Tabaco, alcohol y lujuria
excitaban a las patotas de compadritos, hijos de padres influyentes en círculos
policiales, que promovían peleas a puñetazos, sin faltar las puñaladas y tiros.
Cuando los ruidos de cristales rotos y los estampidos trascendían al exterior,
aparecía el vigilante de facción en la esquina, y al día siguiente los diarios
vespertinos daban cuenta del hecho, consignando los nombres de sus
protagonistas, lesionados, heridos o muertos, según el caso. La repetición de
estos incidentes desacreditó al cabaret precursor, concluyendo por cerrar sus
puertas cuando ya funcionaban otros semejantes en el centro de la ciudad.
(Mikielievich:
op.cit.)
Fuente: extraído de libro rosario del
900 a la
“década infame” tomo IV editado 2005 por la Editorial homo Sapiens
Ediciones