Por Andrés Bossio
Motivo de gran orgullo fue para los dirigentes centralistas la instalación del nuevo sistema de iluminación en el viejo estadio de Arroyito, inaugurado con bombos y platillos el 21 de enero de 1966.
Por diversas circunstancias, fue aquella una jornada inolvidable. Veamos; la iluminación era fantástica, como nunca se había visto en una cancha argentina. Jugó esa noche Rapid de Viena, un equipo de gran prestigio y trayectoria en el fútbol europeo, lo que constituía una gran novedad para los rosarinos.
Ese día debutaba en Central un director técnico con los pergaminos más importantes que se podía presentar: él de haber conducido a la victoria a los jugadores de Independiente, en épicos partidos por la Copa Libertadores de América.
De todos aquello quedó muy poco para la historia centralista porque la iluminación quedó superada con la construcción del Gigante; el triunfo ante el Rapid por 3 a 1 sólo es estadística y Manuel Giúdice- el técnico triunfante de aquellas horas- fue un técnico sin trabajo poco tiempo después.
Pero algo quedó de aquella noche. Algo grande. Sin lustrosos pergaminos, silencioso y parco había llegado desde Montevideo Jorge José González. Que jugó esa noche, por primera vez, con la casaca de Central. Esa noche y quinientas veces más, González lució la auriazul sobre su pecho. Fue el profesional que más veces la usó con todas las luces de su talento encendidas, como las de la vieja cancha de aquel 21 de enero de 1965 cuando el “ Negro” González llegó y se quedó para siempre.
Fuente: Extraído de la Colección de Historia Rosario Central. Autor Andrés Bossio