Escudo de la ciudad

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El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

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Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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lunes, 8 de febrero de 2021

Aldo Pedro Poy (El dueño del gol inmortal»

 



Por Javier Armentano- Roberto Caferra





Una isla, un refugio, un sueño canalla




Aldo Pedro Poy Canalla, Uno de los mayores ídolos de la hinchada auriazul. Autor del gol más festejado del fútbol mundial. Prócer de OCAL. Todos los años se lleva consigo el cariño de los guerreros que lo llevan en andas reviviendo su gesta interminable. Gracias a ese gol Central accede a la final, descalifica a NOS y sale Campeón por primera vez en la historia. Algo más?




Las manos no soportan el dolor provocado por las llagas. Y esa red que baja para saciar la sed de alimento. Pescados grandes, gordos, deliciosos, que puedan comerse y si el buche está lleno venderlo al mejor precio del mercado.

Aldo cree que sus manos pueden reventar en cualquier momento. La belleza del amanecer amortigua el malestar. La brisa es suave. Y mientras suda con su amigo Pancho, pescador desde siempre, intenta detener la ansiedad y la angustia de estar escapando.

«Guarda, Pancho, mirá que está por pasar un barco», grita Aldo. Y el pescador que maneja la canoa con la misma clase con la que Poy sacudía redes ajenas.

Huidizo, temeroso y esencialmente convencido, Aldo Pedro, en ese entonces con 24 años, decidió pasar algunos días lejos de su casa para enfriar el interés de Los Andes que, con Ángel Zof como técnico, intentaba negociar la compra de su pase.

Y se refugió en al isla. En una precaria choza de pescadores. Rodeados de amigos que lo hicieron laburar de lo lindo.

«No aflojés goleador, no afiojés, tiró la red dale que se escapan los peces», pedía Pancho.

La amistad entre ambos llevaba ya varios años. El padre de Aldo, un coleccionista de aves vivas, solía cazar en el Parque Alem, en la entonces agreste costa rosarina y con la ayuda de Pancho se cruzaban a la isla y pasaba tardes enteras detrás de esos ansiados cardenales de copete rojo y el plumaje blanco, con manchas negras.

Y allí el jovencito Poy, sin los bigotes tan característicos, conoció un mundo escondido. Aquel que lindaba junto al cauce del Paraná. Pura estirpe de un litoral lleno de misterios.

«Pancho nos llevaba a la isla. Nos hicimos amigos. Era un tipo bárbaro, muy laburante», recuerda hoy Poy.


-Señora ¿está Aldo?-preguntó un hombre circunspecto a la madre del jugador callaya

.De parte de quién?-respondió la mujer. -

-Digalé de parte de Palacios, presidente del club Los Andes. Dígale también que está Ángel Tulio Zof, el técnico del club. -Un momentito, ya vengo.

-No, señor, mi hijo no está- sacudió la señora, ocultando a su hijo detrás de la mesa de la cocina.

«No me quería ir de Central. En 1970 había un interés de Los Andes en comprar mi pase. El técnico de ellos era don Ángel (Zof) y estaba armando un equipo muy bueno. Estaban Oberti, Ginarte, Vagraca... Yo sabía de ese interés. El presidente del club vino varias veces a mi ca sa con don Ángel y yo no los atendía. N quería ni sentarme a charlar con ellos. Yo no me quería ir de Central. Y menos a Los Andes.

Los directivos del club me querían vender y eso era difícil de manejar. Así que me escondí en la isla», dice Aldo.

En el amanecer del miércoles 18 de marzo de 1970, el joven Poy optó por alejarse de ámbitos conocidos. Se levantó temprano y le golpeó la puerta al ranchito de su amigo Pancho, ahí pegado a la orilla del río frente al Parque Alem.

No quería jugar en Los Andes.

No quería irse de Central. «Ni por toda la plato del mundo», le dijo al capitán del equipo canalla Aurelio José Pascuttini.

«Pancho, llevame con vos a la isla. Por favor, aguan turne ahí un par de días», pidió Poy.

Y Pancho ni siquiera preguntó por qué.

«Me acuerdo que la presión de Los Andes para llevarme era cada vez más fuerte. El campeonato estaba apunto de empezar y don Ángel estaba obsesionado conmigo.

Así que yo decidí irme de casa.

No aguantaba más.

Me fui solo, con ]opuesto, sin un mango porque sabía que con 24 años todavía tenía qué hacer por Central», afirma el goleador canalla.

En la isla, Aldo ayudaba a pescar a sus amigos. Los apoyaba para tirar la red y recogerla después. Salían sábalos, bogas, dorados. «Ya la noche nos hacíamos una panzada», recuerda. «Descansé mucho. Y allá estaba incomunicado, los únicos que sabían donde estaba eran mis viejos.  *

Falté a los entrenamientos durante un par de días.

Los directivos no me dijeron nada. No estaban muy preocupados porque no era una transferencia importante», agrega Poy.

Pancho lo cruzó el sábado a la mañana. Aldo volvió a su casa, armó el bolso, hizo un par de llamados y viajó junto al plantel canalla a Buenos Aires.

Se hospedó en una habitación del Hotel Continental junto a Hijitus Gómez y esperó el paso de las horas.

-Dónde mierda te metiste?, le espetó Ángel Landucci.

-Nada, me fui a la isla, para que no me rompan las pelotas con la transferencia, dijo Poy.

-Aldo, abajo lo esperan el presidente de Los Andes y don Ángel- le dijo Sívori, en ese entonces técnico de Central.

-Uff, ahí bajo...

«Durante esa charla le pedí un montón de plata para espantarlos y el directivó, que era un chanta y no le pagaba a nadie, me decía todo que sí.

Hasta que en un momento de la discusión aparecen Vesco con Rodenas y me preguntan si quería o no irme a Los Andes. Yo le dije que no. Y ahí nomás desarmaron el encuentro», dice Poy a la distancia.

Imaginemos que hubiese pasado si Aldo se hubiera ido. «La historia de Central y de muchos de nosotros hubiese sido otra», dijo el goleador.

Hoy mirada de lejos, la historia de Aldo y su refugio en la isla, logró potenciarse con los años. Aunque fueron sólo tres días y dos noches el mito popular habla de semanas enteras, casi un mes.

Los Andes terminó último ese campeonato. Don Ángel dejó el equipo enojado con el presidente Palacios a mitad del torneo y asumió en Central en la fecha decimoquinta reemplazado a Sívori

Poy se estaba preparado para volar.

Hizo en total 63 goles.

Se inmortalizó 19 de diciembre de 1971. Cuando dejó el nido y voló festivo.

Hacia un gol que no parará nunca de gritarse.



•ÑuIs es Banfield

En 1976 se jugaba con Ñuls.

Poy dirigía la tercera y recibía de los plateistas leprosos un montón de proyectiles. Él no era provocador fuera de la cancha pero sí dentro. Los enloquecía. Los volvía locos.

Le preguntan a Poy:

-¿Aldo qué opinión le merece el clásico?

-Qué clásico?

-El que acabamos de ver...

-Mire, después de mi gol en la cancha de River, se acabaron los clásicos. Éste es un partido más como jugar contra Banfield.




Fuente: Extraído del Libro “ Callanada Historia de la Pasión “. Homo Sapiens Ediciones. Año Diciembre 2000