En esos años iniciales de la década del 40, los clubes que pro-mocionaban sus bailes eran innumerables, pero pueden rastrearse en las publicidades de diarios y revistas los casos del Club Uría, Centro Asturiano, Centro Castilla, Centre Cátala, Club Social Zona Sur (anexo entonces a un parque de diversiones en San Martín 3256), Barrio Parque, en La Paz 2927; Atalaya Club, en Buenos Aires 2255; Club Dock Sur, en Lamadrid 1031; Boxing Club, en San Martín 1570; Saladillo Club, en Hilarión de la Quintana 445; Sportmen Unidos, en Io de Mayo 2143; Olímpico Rosario, de Corrientes 1650, en una nómina que admite sin duda muchos otros. Hacia 1945 la fiebre de ese ritmo posibilitaría los primeros campeonatos de boogie-boogie en la ciudad, los que se celebraban en el Club Horizonte, de Suipacha 1363. Para tentar suerte y algún premio en los mismos resultaba útil la enseñanza de bailes modernos que ofertaba el Studio Gaeta, en Mendoza 1046, dirigido por el dinámico y polifacético Agustín Romano Gaeta, propietario de varietés en la ciudad y último empresario del Teatro Olimpo de calle Corrientes.
En el umbral de la década del 50, el Estadio Municipal de Ovidio Lagos y 27 de Febrero se convertiría también en monumental pista de baile, mezclando la música con atracciones de todo tipo, desde Los 5 Grandes del Buen Humor a la despampanante rumbera Blanquita Amaro y desde Antonio Tormo a Alfredo De Angelis, con una concurrencia que colmaba las instalaciones, lo que no era poco.
En ese afán por bailar, muchachas y muchachos, y parejas de toda edad, podían casi semanalmente -y mucho más en verano- elegir entre opciones de lo más diversas, desde La Rambla de Alberdi al Club Arizona, en Riobam-ba y Chacabuco; el Club Voluntad, en San Martín 4650; Defensores de River Píate, en Felipe Moré y La Paz; el tradicional Central Córdoba o el concurrido Club Provincial, pasando por Newell's Oíd Boys, donde en 1955 el animador era Raúl Granados.
El popular hombre de radio y televisión recuerda algunos momentos de una larga carrera como animador de los bailes rosarinos: "En 1950, en los bailes donde actuaba Alberto Castillo, por ejemplo, paraban el tránsito. Eran los bailes del Patio Mexicano, del Patio Romano, cuando yo todavía no tenía 20 años. Empecé a los 18 años y enseguida me llevan a trabajar a Nuls, aunque ya había comenzado en algunos clubes de barrio como animador y conductor. Trabajaba en la radio en la radio LT1 y animaba bailes y pic -nics en la Quinta La Nélida, que duraban todo el día, pero a las 4 de tarde tenía que rajar para mi casa a pegarme un baño y salir para la radio. Dejara como reemplazante en el pic -nic hasta la siete de la tarde a Javier Portales, que se llamaba Miguel Ángel Alvarez. Después me mandaron a llamar de Ñuls y me quedé allí.
Las características de esas reuniones no diferían mucho de las de Gimnasia y Esgrima, según el testimonio de Granados: "Los bailes que hacía Ñuls los domingos eran de gente elegante siempre, bailes de categoría. Las mesas que circundaban la pista se vendían con anticipación y la gente las compraba para toda la temporada. Así que después de dos o tres domingos seguidos tenías que saludar a todo el mundo: eran reuniones sociales muy lindas. Eso era en verano; en invierno se hacían en el Centro Asturiano de calle San Luis ".
Es en ese mismo club donde, en marzo de 1955, la orquesta de Osvaldo Pugliese protagoniza un hecho que ha entrado a la historia del espectáculo. Anunciada para uno de los grandes bailes, se presenta sin su director, que había sido encarcelado, sobre el final del segundo gobierno peronista. La silla inclinada sobre el piano, unas encendidas palabras del "Negro" Mela, el presentador habitual de la orquesta y una actuación que enciende a un auditorio que más que bailar, escuchaba, completan la descripción de ese baile memorable.
Como testigo de primera mano, Granados relata: "Terminó el baile y llevaron dos colectivos de tipos que fueron en cana, la orquesta con todos los músicos a la Jefatura, y como yo bajé del escenario me llevaron con ellos.
Cuando
llegamos a Avda. Pellegrini les expliqué que no tenía nada que ver
y que al otro día laburaba en el ferrocarril, y me largaron. Pero
los músicos se la bancaron hasta el otro día... "
Muchos
de aquellos bailes de los años transcurridos entre 1940 y 1950
tenían una ceremoniosidad a la medida de las convenciones de la
época, que incluían toda una serie de códigos, desde las
madres acompañando a sus hijas como celosas cancerberas al
cabeceo del hombre a la mujer, que prologaba la aceptación o el
rechazo al postulante a pareja de baile. Todo ello era mucho más
perceptible en los bailes de barrio, en los que algunas imágenes
de esas veladas danzantes (como se anunciaban) parecían
escapadas de los legendarios dibujos de Medrano o de Calé,
humoristas de esos años. Eran salones como el Centro Progresista, de
San Juan al 3600, donde se citaba buena parte de la juventud de
Barrio Echesortu, o el de la Sociedad Umberto 1º, en Jujuy al 2500,
cuyos pisos de largas tablas de pinotea eran ideales para los cortes
y quebradas o las evoluciones del vals. Algunos lugares tenían
incluso fama por la calidad de los bailarines, sobre todo cuando
se trataba de tango, como Instituto Tráfico, en San Lorenzo al
2200; el Salón Cosmopolita, en Arroyito, donde se emplaza hoy el
Cine Lumiere; o el Estadio Millia, de Bvard. Oroño y Jujuy.
En
muchos de ellos, la versatilidad, la elegancia, la creatividad de los
bailarines eran condiciones mucho más tenidas en cuenta que la misma
apostura o la pinta de los mismos, y lo mismo valía para sus
parejas, a las que se celebraba más las cualidades para la
danza que la propia belleza. Lo que no excluía el acicalamiento
de hombres y mujeres, los primeros -sobre todo entre el 30 y el
50- impecablemente peinados a la gomina, o con Glostora, uno de
los tantos productos arquetípicos de ese período.
Un
fantástico Manual pergeñado por Gaeta enseñaría a los
rosarinos
no sólo los pasos de la mayor parte de los bailes en boga en los
años entre 1930 y 1945, sino también buena parte de esos códigos
cuya observación era poco menos que imprescindible para entablar
tanto una relación sentimental como para abandonar la ominosa
legión de los "pataduras", en un tiempo en que los
buenos bailarines tenían asegurada buena parte de su éxito con
las mujeres. Aunque su lectura hoy, además de cierta nostalgia,
despierte también su buena cuota de hilaridad...
Delia
Rodríguez, que cantara en muchos de esos recintos bailables
recuerda: "Los bailes de clubes eran muy lindos, muy
familiares. He actuado en ellos con José Sala, con los
Caballeros del Tango. Con ellos estuvimos cuando vino a Gimnasia
y Esgrima la cantante Silvie Varían junto a Johnny Halliday: había
una cantidad tremenda de gente... " Granados tiene una
visión un tanto disímil: "En esos lugares donde yo
animaba no recuerdo problemas de peleas o problemas de ese tipo,
porque había bastante control. Pero tenía referencias de que en los
clubes de barrio se armaban unos despelotes bárbaros. Calcula
que una mina por ahí salía a bailar con un tipo que a lo mejor no
era del barrio o no le caía bien a alguno y ya se armaba el lío...
"
Lo
de los grandes nombres internacionales sería posterior, y formaría
parte del boom que alcanzarían, sobre todo, los bailes de Carnaval
de los grandes clubes rosarinos como Gimnasia, Provincial, Newell's y
Rosario Central, cuando sobre el final de los años 50 y principios
de los 60, Rosario recibiría a una constelación de artistas
extranjeros, que iban desde Tito Rodríguez a Los Plateros o al
extrovertido catalán Xavier Cugat, que despertaría admiración por
su orquesta -que contaba con muchos instrumentistas de primer
nivel-pero sobre todo por su joven esposa, la cantante y bailarina
Abbe Lañe.
Es
por la misma época cuando la aparición del rock enciende fervores y
entusiasmos menos ceremoniosos. Granados evoca ese momento: "Cuando
aparece el rock y los primeros conjuntos rockeros, elpetiso Gilberto
Juchli contrata el Cine Mendoza para un festival, cosa que no se
había hecho nunca en Rosario. Lleva dos orquestitas y pone música
de rock de discos. ¡Destrozaron el cine y el pobre tuvo que hacerse
cargo de todos los destrozos ! Así que el rock ya venía con
violencia agregada, desde el primer momento. Puede haber sido el año
1957".
Pero
todavía en 1955, existían otros reductos donde el baile era
asimismo atracción principal, pero donde las grandes figuras
llegadas del exterior no tenían cabida ni público. Eran los
bailes donde imperaba el chámame y la música del Litoral, como
los que se realizaban en La Ranchada, de Emilio Chamorro o en los
varios locales del mismo tipo instalados en la zona sur de la ciudad.
Allí también, sobre todo los fines de semana, el entusiasmo
por aquella música entrañable para correntinos y litoraleños
los convertía en pistas concurridas, donde abundaba la cerveza,
se escuchaba más de un sapukay y se bailaba casi hasta la salida del
sol...
La
de los animadores de esos encuentros danzantes era, por su parte, una
tarea que demandaba profesionalidad, ingenio y una alta dosis de
prudencia para enfrentar situaciones imprevistas. Granados es quien
mejor puede retratar aquel oficio casi extinguido: "La
particularidad nuestra en la animación de los bailes era hacer un
chiste, contar un cuento, joder un poco. Había que hacer la sanata
porque había un solo escenario y cuando bajaba una orquesta,
hasta que los otros se acomodaban, se producía un bache. Entonces,
en esos años, el petiso Jorge Alberto Alvarado animaba los bailes
del «Castel Rojo», en Pellegrini y la Costanera, y yo los de
Gimnasia o Provincial. El me pasaba los cuentos que contaba allá y
yo los que contaba acá..."
Fuente:
Extraído de la Revista “ Vida Cotidiana Rosario 1930/1960”
Fascículo Nº 5