Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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viernes, 31 de julio de 2020

HISTORIA DEL STRIP TEASE




Por Héctor N. Zinni 


Rosario vio poquísimos espectáculos de strip tease, el sea el arte de desnudarse frente al público. Incluido como número final en los espectáculos revisteriles del Casino, imaginado por el público que asistía a dicho teatro, cuando, a la vista de cada mujer que salía a escena le gritaba "Ponete en bola!" e interpretado por mujeres de cuerpo nada agraciado en ese lugar y en las míticas revistas del cine San Martín - el que estuvo en San Martín al 600 -, el strip tease tuvo su historia, que vale la pena contar: 

El 9 de febrero de 1981, según los franceses, nació el strip-tease en la pista del Moulin Rouge. Los estudiantes de Bellas Artes, esa noche, decidieron dirimir una vieja querella entre Faride Chanté y Janine Tharide, dos modelos que posaban desnudas en las clases de dibujo. Cuando la Chanté se hubo quitado la última prenda y el público la aclamó como la más bella, estalló una batahola descomunal. Monsieur Zidler, el patrón del Moulin, tuvo que acudir a la policía para calmar los ánimos. Una semana después, la ganadora acusada por el senador Víctor Berenger, presidente de la Liga Patriótica Francesa de la Decencia Pública, fue condenada por el Juez de Faltas a oblar la suma de cien francos bajo el apercibimiento de pasar seis meses a la sombra en caso de reincidencia. 

El magistrado ignoraba que, inútilmente, acababa de castigar el primer intento de un arte que medio siglo después habría de invadir los escenarios del mundo. 

Sin embargo, sesenta y tres años tardo el strip-tease en arribar a la reprimida Buenos Aires: una ordenanza del 25 de marzo de 1929 prohibía a las bailarinas quitarse las ropas, hasta ciertos y rigurosos límites en los locales públicos. Es verdad que el úcase no siempre se cumplió con rigor y que, en 1967 el ex alcalde de la Capital Eugenio Schettini, trató de resucitarlo días antes de delegar el mando en Manuel lricíbar: de un mandoble, el nuevo prefecto zanjó la vieja disputa derogando la antigualla jurídica e/8 de octubre de ese año. 


Desnudos simultáneos 

"Hasta arribar al Río de la Plata, el arte femenino de quitarse la ropa al compás de la música tuvo una historia muy poco apacible. La palabra strip-tease (desnudarse, acariciando) quedó acuñada en Nueva York, en los primeros días del siglo, cuando los hermanos Minsky crearon una revista musical con dicho nombre. En 1908, los bomberos de Chicago tuvieron que hacer funcionar sus mangueras para aplacar al público masculino que pujaba por tocar la desnudez de la bailarina Ethel Yeamons, una devota de Isadora Duncan, pionera del baile a flor de piel. 

En febrero de 1922, la platea de Haymarket Theatre presenció, sin mayores consecuencias, el primer show de desnudos simultáneos. Pero las reglas del arte (o artesanía?) quedaron fijadas en 1937, por Ann Cono y, sobretodo, por la famosa Gypsy Rose Lee. El último país occidental en bajar la guardia y aceptar que tales contoneos y despojos tienen la categoría de un arte, fue Gran Bretaña, aunque, la austera España tuvo, entre sus tradiciones seculares, a las famosas bailarinas desnudas de Cádiz. 

El 17 de octubre de 1967, Peter Follari, un italiano emprendedor, obtuvo del Lord Mayor londinense, la primera licencia para abrir una sala dedicada exclusivamente al strip-tease, The Dolls House, en pleno barrio de Soho, y echó por tierra un centenar de clubes privados donde, para observar como una bailarina se quitaba el breve atuendo, era necesario pagar una tarjeta de afiliación, la única forma hasta entonces de burlar una negativa dictada en tiempos de la Reina Victoria. 

Fervores eróticos 

"El primer espectáculo de strip-tease sobre un escenario que yo recuerde decía el memorioso Alfredo Doño, 56, casado, dos hijos, empresario del Little Theatre en Lavalle al 700, uno de los dos únicos locales donde en Buenos Aires se practica esa inocente manía en forma continuada (el otro es el Teatro Florida, en la Galería Güemes) - tuvo lugar en junio de 1954 en el desaparecido Teatro Soleil, bajo la atrevida inspiración del empresario Jaime Swarman, quien, alentado por los desnudos del Folies Bergere, que se presentó en esa época, se animó a desafiar la ordenanza de 1929 e hizo trepar a escena a media docena de estripteras, muchas de ellas coristas en decadencia que aceptaron el papel de Evas al doblarse sus pagas". 

Sin embargo, esta afirmación era cuestionada por arcaicos habitués del "gallinero" del viejo Cosmopolita (blindado con un fuerte alambre tejido para evitar que los proyectiles alcanzaran a los malos cómicos): algunas bailarinas del espectáculo picaresco, enardecidas por los gritos, como los "espontáneos" taurinos, culminaban sus diálogos chispeantes con el público despojándose totalmente de sus indumentos. 

A partir de 1954, luego de la ruptura de Perón con la Iglesia, la fiebre del strip-tease se apoderó de Buenos Aires. Simultáneamente, además del Soleil, el Florida, el Babilonia (en el Parque Retiro), el Teatro Mitre de Corrientes al 5400 y hasta algunos cines de barrio, se lanzaron a competir furiosamente para acaparar los fervores eróticos del público masculino, largamente inhibido. 

Decanato del strip-tease 

"Cuatro años más tarde, en 1958, comienza la decadencia: el Intendente Hernán Giralt endureció a los inspectores municipales. Las presiones, según el empresario Doño, eran muy variadas: iban desde la obligatoriedad de usar el "umbilical", una cinta de hilera que sostiene el "triángulo" o tapa-sexo de la bailarina (para evitar catástrofes en escena), llevar corpiños de "media taza" con la prohibición de exhibir la totalidad del busto, y con estrellas, margaritas artificiales y otras carantoñas, ocultar la cúspide riesgosa de los senos. 

Sin duda alguna, el Teatro Florida puede ostentar con orgullo el decanato del strip-tease en Buenos Aires. "Es que la sala nació hace 54 años para la frivolidad", señala Antonio Prat, 64, casado, animador no sólo de los espectáculos de aquel teatro sino de muchas compañías de revistas en giras por provincias y países vecinos, organizadas, a veces, por el Maipo. "En los tiempos del cuplé - agrega- en 1915, cuando reinaban La Goya, Luisa Vila y doña Lola Membrives aún cantaba airosos chotis, Teresita Zazá - Teresa Maraval - más tarde una de las primeras empresarias del Smart - provocaba en el Florida el delirio de connacionales y nativos, entonando las letras picarescas y osadas que importaba del Madrid de ese entonces." 

A fines de la década del 20, Ernesto Vilches trató de cambiar el destino de la sala sin lograrlo. Los empresarios Doblas, Bourell y Bellini rescataron al Florida para lo picaresco, pero en la década del 40, Pérez Prado, al no conseguir una sala en Buenos Aires para deflagar sus mambos se aposentó en el local, sin llenar más de cinco filas de platea por noche. 


El hijo de Gloria Guzmán 

"Un nuevo intento de transformar al Florida en music-hall, esta vez capitaneado por Carlos A. Petit y el propio Prat, también fracasó diez años más tarde: ni Las Mulatas de Fuego, ni José Marrone, ni Juanita Martínez, lograron que la magra temporada se extendiera más allá de las dos semanas. "Héctor Baldini, en ese entonces empresario de la sala - rememora Prat - me conminó a debutar con un nuevo espectáculo en 48 horas: recluté al trío Charola, a Mabel Miranda, a cuatro o cinco desconocidos y, con una buena dosis de pimienta, salimos adelante". Al devolverle a la sala su imágen pecaminosa (aunque ahora por el escenario sólo vagaban sketches remanidos, estripteras desganadas y cómicos de la legua), la audiencia regresó; pero se alejó nuevamente luego del incendio de 1961.  


Un año después, Los Fantásticos, una comedia musical norteamericana con los dos Osvaldo Pacheco y Terranova, logró una temporada discreta. Ni Manuel Benítez Sánchez Cortés, ni los tacones de su compañía folklórica andaluza encabezada por una de las Pericet, ni la desvaída comedia musical de Pablo Palant El dedo gordo, consiguieron inyectarle al Florida una nueva dosis de espectadores. 

En 1966, Francisco García Guzmán, 46, casado, vástago de la inmortal reina de las vedettes, Gloria Guzmán, alejado del teatro por su progenitora ("quería que fuese médico como Miguel, el hijo de Carmen Lamas, y para ello me mandó a Madrid al Colegio de los Padres Esculapios, pero terminé con un certificado de perito textil"), compró el Florida a Rafael Membrives, un sobrino nieto de doña Lola, "tan sólo las instalaciones pues las paredes son de Danubio S.A., una hilandería propietaria de la Galería Güemes". Después escuchó las propuestas de Héctor Courbet, quien se convirtió en empresario de la compañía. Entre ambos mostraron "continuados de strip-tease para ejecutivos", a la manera de los que García Guzmán había visto en Londres y París durante sus viajes de negocios. 

Entre el "Little" y el "Florida" 

"Más breve es la historia de Little Theatre, un desprendimiento, en cierto modo, del Florida. Alfredo Doño y su mujer, Ivonne Borgata, comandan el reducto e imaginan, con la ayuda del coreógrafo Carlos Perry la "dirección artística" del cómico Roberto Castro, el falso erotismo de los cuadros. 

Doño se atribuye el mérito de haber logrado en 1966, que el desnudo artístico renaciera en la Galería Güemes, "donde oficié de administrador durante año y medio y fui el creador del continuado para ejecutivos", una modalidad que en el Florida ha llegado a las mil representaciones la semana pasada. 

Los continuados siguen en ambas salas, pero con algunas diferencias: mientras en el Florida se descansa el domingo (el centro comercial ese día se despuebla), en el Little no hay relache y el personal toma sus francos en forma alternada (el domingo es un día tan productivo como el viernes o el sábado a causa de los cines). En ambos, viernes y sábados, hay una sección suplementaria, hasta la una: los otros días el telón se levanta a las 13 en Florida ya las 15 en Lavalle, y cae a las 22. 

García Guzmán declara abonar a la "empresa de paredes" un alquiler mensual de 350 mil pesos; en cambio Doño deposita diariamente 10 mil a Artes y Ciencias, el primer locatario, que debió ceder al Little sus butacas, escenario, cortinados y aparejos eléctricos, cuando las anteriores empresas de compañía fracasaron al intentar hacer teatro presuntamente serio. 

El Little asegura que con 150 localidades, a 280 pesos la platea, logra una media de 200 espectadores diarios (400 los días sábados). El Florida, con 300 butacas, a 350 pesos, registra una media de 300 vouyers. 


Poquísimas estripteras en el país 

"Las recaudaciones permiten a los empresarios de ambos locales pagar el montaje, sueldos y mantenimiento de un espectáculo que dura, aproximadamente, entre dos y tres meses, y cuyos costos son los siguientes: decorados, 300 mil pesos; alquiler del vestuario en casas del ramo, 100 a 150 mil pesos ("aunque a veces haya que confeccionar alguna ropa, pero su costo no pasa de los 30 mil pesos" declara el empresario Courbet). 

Un elenco de 10 personasrecibe en el Florida 200 mil pesos semanales, mientras que el patrón del Little desglosa su nómina diaria de la siguiente manera: un actor cómico, 2.300 pesos; un primer actor, 2000 pesos; una vedette, 2.300 pesos; el coreógrafo, 2.500, y la estriptera de fila 1.800.

En varias cosas las empresas se ponen de acuerdo: el público masculino, en 99,99 por ciento, pertenece a la clase media, su edad oscila entre los 25 y los 50 años, la mayor afluencia se produce en horas de la siesta ('por la noche hay que salir con la novia o con la esposa"), el 70 por ciento son nativos de Buenos Aires y el 30 turistas provincianos o extranjeros. Pero ambos se vanaglorian de contar con visitas ilustres ("Edwin Martin, el ex embajador de los Estados Unidos, venía dos veces por semana", asegura García Guzmán: "a menudo recibo jueces del tribunal de faltas, altos empleados de la Dirección Impositiva y ejecutivos de conocidas empresas", se alaba Doño, pero silencia los nombres por precaución). 

Esas coincidencias no suponen un clima de cooperación y amistad. Por el contrario, una sorda rivalidad corroe a los dos teatros, según la opinión del empresario del Little. La causa de la guerra fría podría ser la escasez de estripteras, "tres docenas en todo el país" que termina por elevar los sueldos y hace peligrar el negocio. 


Para vivir, hay que cambiar 

"Ni París, ni Londres, cuentan con una escuela donde se enseñe el strip-tease", proclama Lucianne Hervé, una cantante y actriz francesa, adquirida hace tres semanas por el Florida para la regié de sus espectáculos y sobre todo preparar el lanzamiento de Poupée Pigalle, una seudodiscípula de la Hervé: "importada de París". La lacrimógena biografía fabricada por los empresarios de la sala de la Galería Güemes, narra: La Pigalle viajó en 1965 a Francia becada. Abandonada y sin recursos, trabajó como modelo en Ja Escuela de Bellas Artes; luego mostró sus abundancias corporales en tres cabarets especializados: La Tomate, Les Naturistes y La Nouvelle Eva. Durante un año también, se quitó la ropa en el Sexy. Su edad (24 años) y su divorcio son sospechosos, pero no sus medidas: 105, 67, 104. 

Más verosímiles son las historias - verídicas - de las otras estripteras, colegas de Pigalle o pupilas del Little: Nancy Colbert no quiere dar su nombre "porque mis padres en General Pinto no saben que trabajo aquí", Alicia Donal también se opone a identificarse, "porque si mi abuela se entera le da un soponcio". La mayoría de las stripteras ha incursionado por las academias de danzas clásicas, españolas, folklóricas o conservatorios, y cuentan con un diploma. En cambio, Manan D'Acuña no tiene empacho en declarar que abandonó su máquina de escribir a causa del magro sueldo de dactilógrafa que recibía; nació en Tucumán hace 20 años y fue inscripta en el Registro Civil con el nombre de Ana Rosa Bustamante. 

Cuando llegue el momento 

"Su comprovinciana Teresa del Carmen Albornoz, oriunda de Monteros, con sus 28 años, es la decana de las desnudantes: se hace llamar Tessy Key, su sueño es ser propietaria de una casa de modas, para ello ahorra y hace "dobletes" en boites y clubes nocturnos, como la mayoría de las otras nudistas. Karina Lester (Mirtha Beatriz Pozzio) canta en el Florida con ropa suscinta, únicamente, pero "ahora dejo todo porque me voy a casar, a lavar platos y a criar muchos chicos". 

En el Little, Bettjna Mauro (María Cristina Di Mauro, 20 años, soltera), primera figura del espectáculo, exhibe sus cartas de nobleza: diploma de piano, danzas clásicas y españolas de la sucursal Villa Devoto del Conservatorio Fracassi, y su paso por El Nacional, Tabarís y Maipo. Marcia (Ana María Vanega, 20 años) después de estudiar danza con Violeta Panasci, recibió su título de maestra normal nacional en el Colegio Suizo "Jacques Dalcroze", trabajó como empleada de banco, fue secretaria en Radio Belgrano de Hugo Guerrero Martinheiz y debutó hace una semana "sin que supiera mi padre, un ingeniero agrónomo que ahora está en Brasil". 

Lucianne Hervé asegura que se puede hacer strip-tease hasta los 45 años y cita el ejemplo de Rita Renoir, que anda por esas fronteras. "Todo depende del físico, del buen ánimo y también de la procedencia. La procedencia es un factor preponderante para elucubrar los movimientos sugestivos: una nórdica, magra de carnes, puede hacer muchas cosas que en una latina resultarían groseras". 

Es que la obesidad y la flaccidez son las enemigas mortales de las stripteras, un fantasma que las acosa y las hace pensar en un matrimonio afortunado, en otro género teatral o en el comercio, "cuando llegue el momento". Un momento no muy largo, a pesar del optimismo de la veterana coreógraf a francesa. 1 

NOTAS: 

1 Revista Primera Plana, nro. 334, Bs. As.. 20/5/1969, págs. 80/82. 

Fuentes: extraído Capítulo 4 de la cuarta parte: LA VIDA VIVIDA del libro Rosario era un espectáculo ¿Arriba el telón! Autor: Héctor N. Zinni de 1997. 


jueves, 30 de julio de 2020

DETRAS DE LA ESCENA





Por Héctor N. Zinni 


- Y... así son las cosas. Pero siguiendo con tus actuaciones en Buenos Aires, dónde más estuviste? 

- Entré a trabajar en los teatros donde había que estar diez horas y media. 

- ¿Cómo era eso? 

- Entraba a la una de la tarde y salía a las diez y media de la noche, y un poco más... - ¿De cuál? ¿Del Florida? 

- Del Corrientes, el Florida, el Mitre, el Petit Tabarís... El espectáculo era para hombres solamente, se hacía strip tease y yo estaba 45 minutos contando cuentos. Llegó un momento en que contaba cuentos a pedido, porque por ahí venía un tipo escéptico en la primera fila y yo me preguntaba: ".Cómo lo muevo a éste? Porque éste viene a ver mujeres, no me viene a ver a mi.' Entonces yo le decía: "Señor, ¿qué cuento quiere que le cuente? Deme un tema, porque yo lo veo con un "ataché", ¿quién le dice que no le sirva como argumento de ventas?, deme un tema". Y él escribía en un papel "Ninguno". 

- Y así buscabas entretener... 

- Yo he hecho un montón de cosas que hoy son anecdóticas. El inglés lo hablo muy bien. Había una vez un yoni en la tercera fila y lo veo. Era rubio y llevaba como la marca encima, faltaba que en la frente tuviera escrito: Made in USA. Lo veo y le digo: "Señor, ¿qué cuento quiere que le cuente?" y el tipo nada. 

- ¿Vos le hablaste en inglés? 

- No, en castellano: "A usted, el de la tercera lila, ahí...!" Entonces uno que estaba adelante se da vuelta, lo mira y me dice: "Flaco, si es yoni, no te entiende". "Ah, lo que pasa es que de acá no se ve bien, - le digo - por las luces. You speak English?" "Ves", me dice el tipo. Y el otro mete la cuchara: ',Y ahora cómo te las vas a arreglar, qué sabés inglés como yo?" "Bueno, yo sé un poquito - dije - ustedes perdonen, vamos a agasajar a alguien de afuera. Yo sé un poquito y voy a hablar lo que sé. Vos traducí mientras tanto, porque los demás tienen que saber lo que yo digo". Y entré a hablar del tiempo, del humor, de la gracia y me olvidé de los demás. Por ahí le digo al otro: "Y vos, ¿qué hacés que no traducís?" 

- Quedó planchado. 

- "Vos sabías, eh?", me dijo. Otro tipo, sobradamente, me pidió que le contara cuentos egipcios, con mala leche porque yo no tenía. Adentro, entre nosotros, nos hacíamos bromas para resistir las diez horas y pico de trabajo. Por ahí salíamos un poquito a la calle, hablábamos con el diariero, tomábamos un café, pero otra vez volvíamos a enchufarnos ahí adentro. 

Con vista al mar 

- ¿Y las condiciones de salubridad? 

- Eran fenómenas. En el Teatro Florida había un extractor de aire de un tipo de arriba de la galería que hacía hamburguesas. Entonces, todo el olor de las hamburguesas y todo el humo venían adentro del teatro. Era un humo, una niebla, Londres parecía el teatro. Entonces yo aparecía fumando en el escenario y le decía a Marta Ledesma: "No le importa que fume?" 

- ¿Qué recuerdos tenés de las chicas y los muchachos de las compañías en que actuaste? 

- Muy buenos. Con la gente de El Nacional fuimos a Colombia. Estaban Hellen Grant que medía un metro ochenta, Silvia del Río, Romerito y otros. Estuvimos un mes, pero cada cinco días viajábamos de un lado al otro en avión. Vos sabés que allá los aviones son a leña, pero con unos pilotos que son maravillosos. 

- Los aparatos esos no son de mucho confiar... 

- Vos ves cuando. se te meten en las nubes que empiezan a cabecear por falta de estabilidad, de plafón. 

- Vos ibas por obligación, pero ¿quién tiene ganas de viajar así? 

- Era la necesidad. Pablo Pablitos era el cabeza de compañía, después veníamos Silvia del Rio y los demás, pero con unas ganas de terminarla todos. 

- Hacia fines de los sesenta y principios de los setenta ya habías hecho televisión, me contaste... 

- Sí, con Pipo Mancera y con Juan Verdaguer. Después estuve con Alfredo Barbieri y Don Pelele en un programa de Canal 9 que se llamaba Los Mosqueteros de la Risa y tenía libretos de Miguel Coronatto Paz. Actuaba con nosotros Susana Rubio que era rosarina como yo y estuvo de vedette en el Maipo. 

- Bueno, los rosarinos siempre hicieron época en Buenos Aires. Me acuerdo de la película Puerta Cerrada, donde entre Sebastían Chiola y Libertad Lamarque hicieron una trampita para que pudiera trabajar con ellos Agustín Irusta. Los tres se lucieron en aquella película y hasta hay una parte en que se pelean Chiola e Irusta y uno de ellos le mete un tiro a Libertad Lamarque. De los rosarinos en Buenos Aires habría mucho que contar y no solamente en la faz artística. A propósito, lo supiste ver al Negro Olmedo allá? 

- No. Con el que más me encontraba yo de gente de acá era con Pancho Guerrero, con Olmedo no me encontraba porque él andaba por otro lado. Cuando yo salía del teatro, me encontraba con Juan Buryuá Rey casi todas las noches. Era inamovible la historia. Nos íbamos a cenar y de allí a un café de Montevideo y Corrientes que era un estaño en aquel entonces. Nos sentábamos con vista al mar, como decíamos, porque la puerta se corría y parecía que estábamos en la calle. 

Amigos rosarinos 

- La pasaban tranquilos. 

- Miré, veíamos de todo. Por ejemplo un tipo que salía corriendo sin pagar del restaurante Pico de enfrente y los mozos corriéndolo. 

- Era otro un espectáculo. 

- Sí, era otro. Un lustrabotas que media como dos metros y tenía el cajón solo para que vos pusieras el pie, pero no tenía asiento para él que lustraba parado y con un palito. Una enana que aparecía con una guitarra cantando el vals La vieja serenata a grito pelado: "Muchachos esta noche, saldremos por los baarri0000s..." y con una caja de polvo Coty tiraba la manga de mesa en mesa. Después otra a la que decían La Argentina, que al parecer provenía de una familia de militares, andaba melindrosa y pedía vino. Entonces al florero que Bachin ponía en las mesas, Buryuá le sacaba las flores que eran de plástico, le ponía vino y ella empinaba el florero... 

- Yo iba a Buenos Aires esporádicamente y paraba en la pensión que tenía mi tía Rosa en Talcahuano 52. Por ahí alguna vez me lo encontré, sabés a quién? a Miñosi. 

- Ah, si. Marcelo Miñosi trabajó en aquel programa radial de Roberto Gil que se llamó Calle Corrientes, y después trabajó en el Radioteatro Palmolive, y después, no sé qué más, y después se vino. Después se fue de nuevo y al tiempo regresó. 

- Nos conocemos de pantalones cortos con Miñosi. Aquella vez yo pasaba por la vereda frente a un café de la mitad de la cuadra donde vivía mi tía y el salió de adentro, me conoció, me dio mucha alegría. Siento detrás mio con esa voz profunda que tiene, decir: 'Qué hacen los rosarinos, acá, en Buenos Aires?", me di vuelta y era él. Estaba Verdaguer también, pero fue todo casualidad. 

- Buryuá era un caso, buen amigo pero te tiraba el ánimo al suelo. A él lo saludaba todo el mundo pero no le daban trabajo, por ahí conseguía algo. Uno que lo ayudó fue Olmedo que lo hizo trabajar en alguna de sus películas. Yo una vez le dije: "¿Cómo 

Es posible, Juan, que a vos te salude desde el portero de la radio hasta el presidente del directorio y no enganchés nada duradero...?". Es que era muy criticón. - Me acuerdo de Buryuá también, no sé si lo he puesto en otra parte. Me acuerdo cuando estaba en el Banco Municipal. Yo trabajaba en Valores, en la Municipalidad de Rosario allá por 1952 y él estaba en Receptoría, ubicada en planta baja. Buryuá trabajaba allí como empleado del banco y el receptor era don Julio Torres que usaba sus buenos sombreros. Yo lo veía a Buryuá sumando y sumando con una maquinita a manija. Me decía "No veo la hora de retirarme con la mínima para irme a Buenos Aires. Con dos mangos y una empanada tiraría hasta conseguí trabajo en la radio o en el teatro". 

- Hizo radioteatro acá. 

- Sí, ya había estado en Buenos Aires como extra de algunas películas. Después volvió y se casó con la hija de un alto jefe del Ferrocarril que hacía pareja con él en la radio: Blanca Harrison. Entre las obras que puso en la radio había una de época donde abundaban unos duelos bárbaros a espada, que se hacían con los atriles de la orquesta para simular el sonido. 

- Sí, y también enseñó e hizo teatro y hasta bailó tangos teatralizados con su señora, linda pareja hacían... 




Tomando los tiempos 

- ¿Qué más hiciste en Buenos Aires? 

- Trabajé en el Teatro Marconi, haciendo espectáculos para niños con Victrolita, Ana María Gutiérrez, creo se llamaba. Terminaba eso y me iba corriendo a El Nacional. Antes de irme a Colombia trabajé en seis programas de televisión con Delfor. 

- ¿Ajá? ¿En La Revista Dislocada?, porque ellos antes hicieron radio. 

- Con La Revista Dislocada yo estuve en televisión. Estaban, entre otros, Agustín Castro Miranda y un grandote que cantaba tangos, se casó después con Susana Rubio, pasó a hacer comicidad y era muy pero muy burrero: Calígula. También Mario Sánchez integraba aquel elenco que, en realidad, era un elencazo. Yo le dije a Delfor que si me salía la gira a Colombia lo iba a tener que dejar, pero él me dijo que no importaba porque lo que yo hacía eran sketchs y podría reemplazarme. 

- ¿Con quién no trabajaste vos?, habría que preguntarte. 

- Con Adolfo Stray estuve en un programa que se llamaba High Life, una especie de Agente 007 en broma. Yo hacía del que iba y le traía los secretos, los informes. A mí me quería mucho Stray y yo lo quería mucho a él. Tenía una personalidad interesante... 

- Y sabía reconocer al que valía, no? 

- Pero aparte de eso a mí me hicieron un artículo en una revista, donde dijeron que yo era alumno de él, protegido de él. Bueno, también era porque yo lo conocía y congeniábamos. Pasaba por el camarín y le decía: "Buenas, don Adolfo", si contestaba con un seco "Hola, qué tal", yo sabía que no tenía ganas de hablar y seguía de largo. Si decía "Qué hacés flaquito, cómo te va?", entonces ahí entraba y conversaba. Tenía que estar tomándole el tiempo a cada uno. 

- Y, claro, la única manera de llevarse bien con todos. 

- Barbieri, por ejemplo, estaba muy sugestionado con el tema de la vida y la muerte. - Si, justamente yo he observado que al cabo de los años eso se le fue acentuando, cada vez más. 

- Vos sabés que cayó al hotel un papel que tenía publicidad de panteones. Yo agarraba y se lo dejaba en el camarín, ahí. Y entonces él salía y se paraba en el pasillo diciendo: "Quién fue!?" 

Sopa de locos 

- Yo me acuerdo que hablaba del padre y cada vez se emocionaba más. Hablaba de 

Gardel y del padre que habían muerto en el mismo accidente de Medellín y se lo notaba muy sensible. Al final se fue a morir en Puerto Rico, donde habían hecho las actuaciones casi finales Gardel y sus guitarristas. - 

- Y te cuento esto: yo apenas abría la puerta del camarin, pasaba el brazo y le dejaba el papel encima de la mesa que terna para maquillarse. Como esto era de todos los días le llegó a decir a Verdaguer que mirara a ver quién era, después le dijo al del bar también. Ponía una pandereta arriba de la puerta, cosa que si uno la movía se caía la pandereta. No obstante, yo igual pasaba el bracito y se lo dejaba ahí. Y él salía y decía cualquier cosa. 

- Se volvía loco. 

- Se volvía loco. 

- Yo tenía observada su personalidad, pese a no conocerlo sino a través de sus actuaciones y reportajes periodísticos en diarios, revistas, radio y televisión. 

- Mirá, yo pienso que, bueno, es un pensamiento muy mio y me atrevo a decirlo... Como era muy moreno ¿viste?, no era blanco ni negro. Entonces, por ahí, cuando se ponía en blanco era bueno, y hablaba de los blancos, hablaba bien. Cuando se ponía en negro le tenía bronca a los blancos y hablaba de los negros. Estaba en el medio. - Fue un tipo muy interesante Barbieri que, con todo, fue un muy buen capocómico. Yo pienso que quedó muy traumatizado con la muerte del padre, porque, además y en cierta forma, llevaba adelante la casa ya que era el mayorcito. De ahí arranca el problema. Después hizo sus cosas, su mímica, su comicidad. Pero lo que llevaba adentro, lo acompañó toda la vida. 

- Aparte le faltaba cultura sobre todo, como a Marrone también. Entonces te daba un botón y alardeaba: "El botón lo tiene por mi, porque yo se lo di...!" y en el escenario te lo decía, viste? Por ahí hacía sopa en el camarín y vos: "Aaahhh ... r, te entraba unas ganas de comer sopa y qué sé yo. Yo no tenía mi casa allá, viste?, y cuando estaba tomando la sopa que me había ofrecido, él decía cantando: "A los gritos de ¡Sopa! ¡Sopa! / la gente se mata! / Miré, vengan a ver a este que no comió sopa en su p... vidal..." y entonces la sopa me caía para la mierda, viste? 


Fuentes: extraído Capítulo 4 de la cuarta parte: LA VIDA VIVIDA  del libro Rosario era un espectáculo ¿Arriba el telón! Autor: Héctor N. Zinni de 1997.

miércoles, 29 de julio de 2020

RUBEN FRATTO EN PORTEÑILANDIA


Por Héctor N. Zinni


"Me acuerdo de tu viejo, tenía linda pinta, el cabello blanco, crespo, me hacía acordar a Buryuá" 

Rubén Fratto 


De los rosarinos que triunfaron en Buenos Aires como artistas de variedades poca memoria queda. No fueron muchos. Entre ellos hay uno digno de toda mención y elogio: Rubén Fratto, quien se proyectó en la década de los 50, desde Rosario al resto del país haciendo pie en la revista porteña a principios de los 60. Fue un trabajador incansable y su nombre está unido al de muchos que brillaron, como él, en las marquesinas de los teatros. Sus primeros pasos, sus aventuras y peripecias, sus triunfos y su alejamiento de las luces multicolores, concretan una narración fluida, anecdótica y chispeante en la entrevista realizada por el autor de este libro. 

- ¿Vos empezaste en Rosario? 

- Sí, en el elenco que se armó en la Federación de Teléfonos del Estado, donde yo trabajaba. Le dije al responsable: "Poneme" "Y vos, qué sabés hacer?" "Vos poneme..." Y de ahí salí haciendo fonomímica: Al Jolson. El padre de una chica que trabajaba conmigo me llevó a un club donde me contrataron. Yo ahí hacía Al Jolson, otro muchacho a Miguel de Molina y otro hacía Alberto Castillo. Así empecé. Después seguí con un mago que se llamaba Elis Bane. 

- Lo recuerdo, estaba casado con una cantante que se llamaba Silvia o Selva Moreno. Es decir, cuando ella se separó de Juan Quinteros, que era cantor y guitarrista, se unió a Elis Bane, yo los conocía a todos. Era la época de la fonomímica a la que muchos se dedicaron, yo entre ellos, también hacía Al Jonson y me había puesto Rory Hilton de nombre. 

- Bueno, estuvo Taurel, un gordo que trabajaba en la radio. El primero de todos, antes que Barbieri inclusive, fue uno que usaba un apellido inglés. 

•Henry Wilson, a quien vi trabajar en el varieté Eden Park. Era un artista notable: músico, excéntrico, acróbata y fonomímico. Después lo vi a Barbieri con otro, haciendo fonomímica en el Parque Japonés, de Buenos Aires, cuando ya se llamaba Parque Retiro y Barbieri no era nadie. 

- Ese tipo de actuación se fue difundiendo bastante. Yo pensé un día que los discos podían terminar, pero los cuentos no. Entonces empecé a mechar un cuentito cada vez que salía, y no faltaba alguno que me dijera: "Flaco, no contés cuentos, seguí con los discos que lo hacés fenómeno". Pero yo no llevaba el apunte, seguí con los cuentos, seguí con los cuentos hasta que al final se trastocó la historia, porque el contar cuentos lo hacía como final del número. 

- Evolucionaste. ¿Siempre en Rosario? 

- Sí, todavía estaba acá. 

- ¿Y llegaste a actuar en los famosos varietés Eden Park y Avenida? 

- Así es, y también en los clubes de barrio como Ben . Hur, Hindemburg, El Tala, Leña y Leña, donde no siempre imprimían volantes o programas. Bastaba un pizarrón colocado al frente o en el vestíbulo, porque aquello estaba integrado principalmente por las familias de la zona. Después salía a los pueblos con las orquestas de acá. Yo iba con ellos y a la medianoche hacía mi número de fonomímica. Entre las que recuerdo había una que dirigía Chito Morales, El Chito, que le decían. 

- Cantaba muy bien este muchacho. Ahora está al frente del Sindicato de Músicos, de Rosario. 

- Todavía sigue... 


Aquellas revistas 


¿Cómo fue que te fuiste a Buenos Aires? 

- Un buen día se hizo una revista política en Rosario llamada Juan Domingo desde Caracas hace mover las maracas, y se la ofrecimos a Gaeta que aquí era empresario del Teatro Olimpo, en la calle Corrientes. Gaeta nos preguntó: "¿Ustedes, son rosarinos todos?" "Sí" "Y con qué orquesta vienen?" "Con ninguna, lo hacemos con grabaciones" "Y, ¿quién figura atrás?" "Y no... nosotros" "No - nos dijo - chicos, vayan al campo, afiátense y después vengan", textuales palabras. 

-,Y qué pasó? - 

- Que don Juan Ojer nos dio tres días sueltos en el Teatro La Comedia y fuimos y cobramos más barato que en el cine, donde había que pagar $15. Nosotros pusimos la entrada a $13, colocamos afiches y empezó avenir la gente. Se corrió la voz y vino más gente, que fue cuando en La Comedia tuvieron que habilitar el gallinero que hacía no sé cuánto que no se usaba. Estuvimos un mes a teatro lleno. Hicimos un golazo. 

- Se habrá comido los codos Gaeta... 

- Sí, seguro. 

- Y, claro, fue una pifiada. 

- Como no teníamos teatro en ese entonces, primero debutamos en el Estadio Norte que era un lugar donde se boxeaba y después, como te dije, estuvimos en La Comedia. Luego de este triunfo, empezamos a salir de gira. Fuimos por los pueblos de la provincia de Santa Fe e hicimos Entre Ríos, Buenos Aires, Tucumán... 

- Medio país, casi... 

- Sí, pueblo por pueblo. 

- ¿Siempre con gente de acá? 

- Sí, el elenco era de Rosario. En Entre Ríos, por ejemplo, hicimos Hasenkampf, Basavilbaso, Rosario Tala... aquí tenés todos los programas. Nos faltó el noroeste, el sur... Bueno al sur me fui después con una chica. Estuvimos en un cabaret inmundo de Trelew, que se llamaba El Aguila. 

- ¿Era tan fulero, che? 

- Imperaba la ley de nadie por allí. Eran los tiempos en que mandaban unas compañías norteamericanas, la Sargo, la Taichin... 

- La época del Paralelo aquel famoso..., el 42, no? 

- Sí, el Paralelo 42 está un poquito más arriba, por ahí entraba cualquier mercadería de afuera sin estampilla. Para llegar a Trelew íbamos en tren, entraba arena, y todos nos poníamos el pañuelo acá, en la cara, como en las películas de cowboys. 

- ¿Vos ya tendrías tus libretos propios, verdad? 

- Sí, todas esas cositas. Ahí estuvimos poco tiempo. Nos fuimos a Buenos Aires, donde entré a trabajar en La Armonía, con Chola Luna, que estaba en ese entonces. 


El buen camino 


- ¿Qué pasó con aquel elenco rosarino? 

- No siguió más. Después con cierta parte de ese elenco se hizo una revista acá. Yo intervine también allí e hicimos otra gira... 

- Pero vos seguiste solo y te empezaste a abrir camino allá. 

- No, no, yo a Buenos Aires todavía no me había ido del todo. El elenco se integraba con Rubén Navarra; Tino y José que hacían gimnasia plástica, y otros, lbamos pueblo por pueblo y uno de los que hacían gimnasia plástica se adelantaba e iba a programar a otro pueblo y nosotros ruuummm', al otro día ya cambiábamos de pueblo. Viajábamos, a veces arriba de carros, con todas las valijas. 

- Entonces, vos del empleo en Teléfonos, te olvidaste. 

- Y, claro, me olvidé porque hacía lo que me gustaba y vivía de eso, aunque pasábamos a veces inomentos de malaria. Hacíamos la comida en la propia habitación... Era como el Servicio Militar: Te daba bronca en el momento, pero después es lindo para contarlo. 

- Claro. Muchos que no eran artistas, si no viajantes de comercio, solían pasar las suyas también. Uno de ellos me contaba cómo metían dos cables pelados en el enchufe y en la otra punta enganchaban una hojita de afeitar que metían a medias en un vaso de agua para que se entibiara un poco y así poder afeitarse con agua calentita en esas mañanas de invierno... 

- Mirá, nosotros volvimos una vez a una localidad y la señora de la pensión no nos quería dar la pieza. "¿Por qué?", preguntamos, 'Porque ustedes vinieron antes, son artistas", contestó. "¿Pero, por qué señora, no le faltamos en nada, le pagamos todo". "Si, si, si - respondió - pero esos chicos que vinieron antes, esos atletas..." 

- ¿Los que hacían gimnasia plástica? 

- Eso... "Díganle ustedes que la plancha se usa para planchar ropa, no para hacer bifes". Claro, los muchachos se mandaban unos bifes vuelta y vuelta.., eran los rebusques. Vendían las fotos nuestras "para los actores indigentes", decían esos desgraciados. 

- Bueno, eso de vender las fotos también lo hacían muchas compañías de radioteatro. 

- Todo hasta que, aparentemente, Rosario me quedó chico y me fui a Buenos Aires. Allí visité a una pareja de amigos que yo había tenido en mi revista. En la revista que le hicimos a Carballo que no te conté y que se llamaba Carballo, el demoledor, se tira a Gobernador, porque Carballo, ¿te acordás? hacía demoler paredes con una topadora por todo Rosario... Bueno, aquella revista la hicimos en el Teatro La Comedia y la financió el grupo político Los Independientes que integraba el doctor Carlos Ovidio Lagos - El Alemán -' entre otros. Tuvimos éxito, no un éxito rotundo, pero nos fue bien. 

- ¿Y después? 

- De ahí, una pareja que había estado con nosotros entró a trabajar en el Teatro Malpo, de Buenos Aires. Al ir yo a la Capital Federal acompañando a un muchacho amigo que era jugador de fútbol y debía cobrar un plus, me veo la foto de esta pareja en la puerta del teatro. 

- ¿Qué hacían ellos? 

- Ella hacía un strip tease. Eran Martorelli y Susana, simulaban ser una pareja de recién casados y ella se presentaba vestida de novia, con todo el velo. El la desvestía y, bueno... era una cosa fina, bien hecha. 

- ¿Eso fue por 1960/61? 

- 1962. Entonces les dije a ver si se le podía hablar a Petit, para entrar, y Martorelli me respondió: "Sí, cómo no, yo te lo voy a hablar". Bueno, Petit me atendió en su escritorio donde estaba sacando cuentas. Después me dijo: "Venga conmigo", me llevó a la peluquería y mientras él se afeitaba yo tenía que estar entre el sillón y el peluquero, hablándole al oído, vendiéndome, sin poder mostrarle cuadernos, programas, fotos, ni nada. 


Con los grandes 

- ¿Cómo siguió la cosa? 

- Petit se había sacado los lentes porque lo estaban afeitando. Yo me vendía, de boca, él escuchaba y el peluquero que lo afeitaba no intervenía. Los demás clientes miraban, porque yo parecía un cocoliche alrededor del sillón. Me dijo: "Venite que empezás en una revista..." Digo: 'Tengo tiempo como para hacerme los Carnavales en Rosario, ganarme unos pesos y volver?" 'SÍ, andá a Rosario, hacés los Carnavales y te venís". 

- ¿Y te tomó? - 

- Sí, me hizo trabajar en dos o tres teatros y al final me quedé en el Maipo, donde debuté con un papel chiquito con Charola y Mabel Luna. Pape Parada hacía un sketch con Dringue Farías y me lo dejó a mí. Eso ya era una cosa grande. De ahí le dije a Petit: "Don Carlos...", porque le decían Don Carlos, "yo sé que usted se va a "El Nacional", y yo me quisiera ir con usted, porque sé que ahí, al lado suyo, voy a aprender..." Bue... me fui con él. Me dijo: "Ahora terminás esta revista y venite conmigo". 

- Me fui a El Nacional y estuve siete años seguidos allí, con Nélida Roca, Adolfo Stray, Dringue Farías, Tito Lusiardo, Zulma Faiad, Alfredo Barbieri, Alberto Anchart, Santiago Bal. 

- Con todos los grandes. Así que ahí aprendías, sí o sí. 

- Sí, aprendía y tenía que callarme muchas veces, sí o sí. 

- Claro, porque ellos tenían también que hacer lo suyo. 

- No, no era que tenían que hacer lo suyo. Es que era la ley de la competencia: vos 

callate y no digas una palabra más de las que tenés que decir. Aparte se hacía un mito con Don Carlos: "Cuidadito, Don Carlos". "¡Ojo!, eh? que está Don Carlos". - Entonces, todo el mundo tenía que estar muy medido. 

Había como un ronroneo detrás de él. Era como le pasaron a los grandes estadistas que tenían esa gente que la iban de voceros gratuitos, aunque eran interesados er. fondo, y al final no se sabía a quién creerle... 

- Acá, por ejemplo, pasó con el gordo Petrone, cuando lo trajeron del diario Crítica, de Buenos Aires, a dirigir el diario Rosario desde la jefatura de redacción. Era tal la pavura que le tenían que un día el dibujante Pavesi, pegó un ojo pintado en un agujero hecho sobre la puerta de la redacción para hacerle una broma a un redactor que siempre llegaba tarde. Ese día esa persona llegó y encontró a todo el mundo trabajando a pleno. "¿Qué pasa?", preguntó ",Qué pasa?, mirá cómo nos vigila Petrone!". EL otro, que no sé si no era González Garrido, trabajaba como loco y los demás no podían aguantar la risa. 

- Entonces "Ojo, Don Carlos", 'Cuidado, Don Carlos", "No vaya a decir esto porque si se entera Don Carlos...". Pero, no obstante, había algún buen tipo, como Dringue. Un día metí un bocadillo, causó gracia y le tuve que decir: "Dringue, mire, perdóneme..." y él me dijo: "No...! Hacelo, hacelo, hacelo... !" A Gogo Andreu le pasaba cosas que se me ocurrían a mí, cuentos que yo inventaba para decir y él iba y los decía y chau. A Barbieri nunca, por más que le resultaran graciosos él ro la iba así nomás. 


Cosas de la vida 

- Cada uno tenía su personalidad, su forma de ser... Esta bien esto Fratto, por que vos me estás contando lo que pasaba detrás de la escena. 

- Yo te cuento estas cosas porque a veces no se dicen... Siempre está aquello del buen muchacho. 

- Es que, sin desmerecer a nadie, esto hace al meollo de la cosa, del ser humano, porque no todos somos iguales, aunque, como en este caso, lo parezcamos. - Parecería como que uno hace las veces del despechado hablando así. 

- Mirá, yo lo veo bien porque vos contás muy medido, y por otra parte, el ser humano tiene esas cosas. 

- Más donde existe la vanidad y las ganas de ser. 

- ¿Así que estuviste como siete años? Habrás llegado a actuar en Buenos Aires hasta 1970... 

- Con Vicente Quintana - Charola -, Villita, estee... Moría Casán, de la que fui el primer amigo cuando empezó. 

-¿Sí? 

- El primer amigo que tuvo fui yo, ahí. Y con el primero que habló. Me dijo que había trabajado en el estudio de un abogado, qué se yo. Y después, cuando pasó el tiempo, un día la vi acá en Rosario, y me abrazó con una candidez bárbara: "H000laaa ... !", me dijo. 

- Moría Casán vino varias veces a Rosario, aquí la vimos unas cuantas en La Comedia, en el Olimpo y hasta en El Círculo creo. El mejor número que yo le vi hacer fue la interpretación de la canción que cantó Liza Minneli en la película Cabaret, "Money, money": Mona se vistió de época y la bailó como los dioses con un petisito que imitaba a Joel Grey, de la misma película: nos dejó estupefactos. Otra cosa, ¿lo conociste a Verdaguer, el cómico porteño? 

- Con Verdaguer trabajé en Sábados Circulares, aquel programa que conducía Pipo Mancera por televisión. Cuando vino a Rosario, lo veo a un muchacho que estaba con él y le digo: ",Qué hacés acá?" "Estoy con Juan". Lo voy a ver a la Confitería Augustus, allí en Córdoba y Corrientes, donde él estaba sentado a una mesa con la vedette Ambar La Fox, que ya se murió, y a cuyo marido, Maurin, también conocí. - ¿Y cómo te fue? 

- Me trataron como al mozo. Estaban hablando entre ellos y me ignoraron, ¿ves cómo es la vida? 


Fuentes: extraído Capítulo 3 de la cuarta parte: LA VIDA VIVIDA del libro Rosario era un espectáculo ¿Arriba el telón! Autor: Héctor N. Zinni de 1997. 


martes, 28 de julio de 2020

COMICIDAD DISPARATADA




Por Héctor N. Zinni 


- Yo pertenezco a la época en que con Aldrey y Asdrúbal La Rosa hicimos Los Tres Mosquiteros, en la vieja LT1. Después me puse con Los Humoristas del Betún y más tarde integré Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno. 

- Nada menos..., con Chita? 

- Sí, con Naon (Chita), Bordonaro y De Simone. Cuando Bordonaro se enferma porque, menos mal, trabajaba en Minetti y Cía., entro yo, con dieciséis años de edad, a trabajar con estos nenes del humor y decía cantando: "Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno /se presentan esta noche con afán de trabajar/ nosotros gustamos a todo el mundo /y si ustedes me permiten / nos vamos a presentar... Con esta cara que ustedes ven /yo soy Bertoldo, pariente de él/soy un muchacho bastante bueno... / Yo Cacaseno, el tío de él. Este es mi tata / es medio gil / por lo grandote parece inglés / come cebolla, ají, pepino... ¡Soy Bertoldino, el tío de él! / Sólo pedimos que hagan silencio, que hagan silencio para escu..." y hacía Bordonaro con la zambomba ípuuufflnnn! "... para escuchar. ¡No, acá no lo haga!" "Acá no lo hago?" y se corría para otro costado. "Acá tampoco", y siempre así. "Sabe quién nos honra con su presencia?" ",Quién nos honra con su presencia?" "María Félix" "La que se destaca por dos grandes razones? ¿Adónde? ¡Que María Félix! Chi-cato. ¿No ve que son dos pelados que están con las cabezas juntas?" 

- Aquí hay un muchacho, López, que está haciendo un estudio sobre el origen del idioma rosarigasino y me decía vez pasada que éste habría tenido comienzo en el trío Bertoldo, Bertoldino y Cacaseno. 

- Lo que pasa es que un tal Medina y otro muchacho más de la Subsecretaría de Cultura me vinieron a ver a mí, porque yo tengo muchísimas cosas que me dieron los mayores míos, que conservé y que no quiero largar. Yo tengo la cabeza de un muñeco que es de un tal Núñez que vivía en la calle Mitre al 1100, cerca de la Federación Agraria Argentina. Núñez era ventrílocuo y yo lo había tratado mucho en los parques de diversiones. El asunto es que un día se enfermó, me llamó, y me dio la cabeza del muñeco que tenía como cincuenta años. Así que esa cabeza, no la que trabajo yo que es otra, debe tener entre ochenta y noventa años. 

- Es una verdadera reliquia. 

- Da la impresión de que fuera una de esas cabezas que Geniol usaba como propaganda. - Y del Negro Olmedo, qué recuerda? 

- Bueno, Olmedo acá no hacía nada de comicidad antes de irse a Buenos Aires por primera vez. El levantaba el telón en La Comedia, junto con Cruz y toda la barra. - Sí, nos conocíamos de pibes. A mí me llamó la atención cuando empezó con esas cosas porque no lo teníamos por un tipo gracioso, chistoso. Al contrario, era un muchacho muy reservado. Muy buen tipo, eh? Un amigo de fierro, pero con la comicidad nada. Para mí fue una revelación. 

- ¿Sabe cuándo él salió a flote? Cuando Anita Almada le da los libretos que tenía de El Tano Genaro. El Tano Genaro muere en 1957, yo tengo el recorte. 

- A mí me trajeron uno del diario La Prensa, que lo di a conocer en el volumen anterior de esta obra. 

- Yo también lo tengo, está sepultado en el cementerio de La Chacarita, y tengo el teléfono de la hija. Poseo fotografías del Tano, como también del Hombre de las tres A: Alfonso Alonso Aragón. 


Roncoroni y Gloria Montes 


- Y con Anita Almada, qué pasó? 

- Bueno, Olmedo se la llevó con él e hicieron por televisión esos sketchs tan fabulosos que salieron de los libretos del Tano. Yo tengo, por ejemplo los libretos que Julio A. Burón le escribía a Sandrini, y de Máximo Aguirre que los escribía para La Cruzada del Buen Humor primero y para La Gran Cruzada del Buen Humor, después, que dirigía Tito Martínez del Box, tengo, además, de Billy Querosene y los libretos famosos que escribía Buono... 

- Eran formidables. 

- Sí, algo irrepetible. 

- Dentro del género que usted hacía y hace, habrá conocido a todos los cómicos que treparon a los escenarios, hicieron películas, estuvieron en la radio. 

- Sí, porque aparte yo estuve treinta y cinco años en la Unión Argentina de Variedades. No solamente con Mendocita, sino que estuve en Buenos Aires mucho tiempo e inclusive representé a Variedades como director en el Ministerio de Trabajo. Tenía un cargo oficial. 

•¿En la época en que Spina Duval estaba al frente del sindicato en Buenos Aires? 

- Sí, en esa época, aquí tiene el recorte de un diario donde se me nombra como director oficial... 

- Yo lo conocía a Spina, porque estuve un tiempito en la comisión local del Sindicato de Artistas de Variedades dónde íbamos después de nuestro trabajo con Luis Acosta García, hijo, a poner en orden los libros de tesorería... 

- Siguiendo con los cómicos, acá los hubo y muy buenos. Estaba Roncoroni entre otros. 

- Roncoroni... Dígame una cosa: ¿Roncoroni no era Ubaldo Martínez, o él se hacía llamar así a modo de apodo? 

- No, no. 

- Porque hay una especie que da vueltas y dice que cuando Ubaldo Martínez vino a Rosario y era un desconocido se hacía llamar Roncoroni y personificaba a un curda que subía al escenario con la guitarra y cantaba la milonga El vinacho, que decía, entre otras cosas, "... el whisky pa' los ingleses / el chateau para el doctor/ pa' las chicas el licor / leche fresca pa' 1 muchacho / vos prendétele al vinacho / cuando más tinto, mejor..." 

- No, no, Roncoroni era un flaquito que trabajaba de sombrerito. Muchísimo trabajaba, igual de Popoff. Otro se llamaba Rino y tocaba el violín con la cabeza en el suelo y las piernas abiertas. 

- Y Verdaguer, ¿no tocaba también el violín? 

• Sí, subido a una escalera, pero era porteño... Todo eso ya pasó. Uno que hacía siempre de borracho era Tono Andreu, el hermano de Gogó. El padre de Alberto Anchart muchas veces interpretaba a un borracho. 

- Había una pléyade muy grande de cómicos, entre los que se destacaba María Esther Gamas, que era rosarina. 

- Sí, especialmente en teatro de revistas. Gloria Montes, que era vedette cómica y trabajaba con Don Pelele y Barbieri en el Varieté Avenida donde la conocí, la volví a encontrar en el Goyescas, de Buenos Aires. A posteriori intervino en la televisión dentro de aquel programa con Adolfo Linvel: La Familia de los Campanelli Yo trabajé con ella en el teatro de revistas y me acuerdo que cantaba en gallego una parodia del pasodoble El Relicario: "En una tarde e toros, un seis de mayo le conocí /era un torero, grande y peludo, con una gamba gordota así! "Gallega mía", me dijo el punto / "yente conmigo, no seas así" / Ay, que alegría que yo tenía / cuando el desgraciado me dijo así/ muy juntos fuimos hasta la plaza iy aquella tarde sonó el clarín... "Con esta espada y este capote / al toro bravo, al toro bravo yo mataré lsus largos cuernos he de quitarle/yen nuestra casa como un recuerdo te los pondré". 


El Poeta Zinni, las Hermanitas Pons y Pablo Pablitos 


- ¿Usted trabajó con mi papá? 

- Sí, cuidaba mucho su presencia. Con nosotros, cuando estábamos con Buono hizo como siete u ocho espectáculos. Vino al Club Falucho, de Refinería, ojo que tengo los programas, después fue a La Carpita, de Junín e Iguazú. Luego estuvimos en Arroyo Seco... No pasaban dos días que me venía a visitar. Un día se apareció con el pianista Quintana y el cantor Pedrito Bassini, que vivía en 9 de Julio y Suipacha... - Mi viejo era un tipo muy especial, como se diría ahora. Justamente me encontré con el hijo de Gorra de Cuero, un taxista de la Guardia Vieja de apellido Orlandi. La cuestión es que Orlandi hijo, que tiene otro hermano y son taxistas, lo recuerdan siempre a mi viejo y a la época en que vivió. Lo mismo pasa con el Turco Amado que es el padre de las chicas que se presentan con el nombre de Rocío de Miel... 

- Vea Zinni, yo como su viejo, a la gente nueva no la desprecié nunca, siempre le di y le doy consejos como me los dieran a mí. Yo fui un tipo que estuve en todas, sin embargo no agarré ninguna. Nunca me llevé lo que no era mío, no se traiciona la confianza... A mí me gustó mucho, mucho el respeto, igual que su viejo. Cuando estaba en el teatro de revistas, perdóneme, estaban las chicas abiertas de piernas depilándose y yo, por pudor me daba vuelta... Trabajé mucho con las hermanas Pons que se llaman Orizzi. 

- Eran de Mendoza y Carriego, de por allí... 

- Bueno, Antonio Ante Garmaz - Antoñito -, vivía también ahí, era del barrio. Ibamos todos al Club Libertad que estaba en Felipe Moré y Córdoba. En el año 1960 hicimos El Conventillo de La Paloma, con Ramón Anello, María Castro, Carlos Aguirre y varios más. Pero a mí me gustaba más el varieté porque me entraba mucha plata todas las noches, de martes a domingo, era mucha plata. Bueno, esa obra la dimos en el Olimpo cuando estaba Gaeta, después salimos por los pueblitos y le dije luego a Norma, la mayor, que si ella me daba pie podíamos hacer un dúo, y así fue. La madre siempre vigilaba y cuando había que tocarle algo en escena ponía el grito en el cielo. La hermanita no tenía dicción, golpeaba la lengua con el paladar cuando hablaba, pero después se fue haciendo. 

- ¿Con quién más anduvo, Pimentel? 

- Con Pablo Pablitos formé dúo también acá, en un espectáculo que manejaba Canestraro. No sé lo que había pasado, alguien faltó, el hombre desgraciadamente estaba un poco venido a menos. Entonces trajo un pony y lo puso arriba del escenario. Le preguntaba "A ver, decime cuánto es dos más dos!" y el caballito daba tres patadas en el piso. "Te dije dos más dos!" y el pony daba cuatro patadas. Como necesitaba un tipo que le hiciera el pie, me llamaron, fui yo. Pero estaba grande Pablitos... Con el mayor respeto por Los Midachi, que ya se separaron, me viene a la memoria un trío formidable, difícil de igualar: Abrojo, Pampita y Marín. 

- De ellos me ocupé en el segundo volumen de esta obra. 

- Y el conjunto Los Viudos? Eran todos buenos, como Los Filósofos de la Risa, también. Muchos conjuntos había. Después se fueron diluyendo. Faltó público, faltó plata, faltó publicidad para pagar los números. Yo estuve en varias radios, hasta en una de Capitán Bermúdez donde hacia gags de dos minutos y de medio minuto también. - ¿Cómo es eso? 

- Por ejemplo yo decía: "Ay, ay, ay, doctor me saca la muela de arriba?" "SÍ, como no, son quinientos pesos" "¿Cómo quinientos pesos? No me dijo que me la sacaba de arriba?"


NOTAS 

1 Entrevista a Hugo Pirnenlel realizada en Librería Argentina. el 1014/1996. 




Fuentes: extraído Capítulo 2 de la cuarta parte: LA VIDA VIVIDA del libro Rosario era un espectáculo ¿Arriba el telón! Autor: Héctor N. Zinni de 1997.