por Rafael Ielpi
En otros aspectos de la realidad ciudadana, aquel año 1921 continuaría
alentando la "fiebre cultural" en la ciudad, no sólo con un
aje-neo teatral de todo tipo sino también con algunas visitas de renombre,
como para dar lustre a sus organizadores y una pátina de prestigio .1 quienes eran partícipes de esas actividades. Así, en septiembre coinciden
en Rosario el poeta francés Paul Fort, que diserta en la Biblioteca Argentina,
y el filósofo español Eugenio D'Ors, que lo hace en el mismo recinto, con el
auspicio del Círculo de la
Biblioteca
El director de esa última, Camilo Muniagurria, se ocupaba en forma
simultánea también de cosas más prosaicas pero no menos esenciales para la vida de ese ámbito
cultural, como el presupuesto: El 12 de abril envió una carta a las instituciones de la ciudad y a
las personas que por su posición están en condiciones de prestar una ayuda que
le permita solucionar la difícil situación económica por la cual atraviesa,
que puede determinar su clausura a breve plazo, comunica La Capital a sus lectores.
Sensibles mejoras siguen sucediéndose a la vez en distintos aspectos
que van desde los servicios municipales a la salud pública. En
los primeros días del año se habilita un Mercado de Abasto en el predio de
Avda. Pellegrini y Moreno, hoy ocupado por los Tribunales rosarinos, según una
concesión del intendente interino Schiesinger, que también se interesa por la falta de alumbrado en Alberdi,
dotando al barrio de mejores luminarias. A comienzos de noviembre se anuncia la pronta inauguración de un nuevo hospital, el de la Sociedad Italiana
"Unione & Benevolenza", para el que los Castagnino donan 300
pesos en memoria de uno de sus antecesores.
Un conflicto menor atrae sin embargo el interés ciudadano en febrero
de 1921: una huelga de mozos que permite que las calles céntricas cobren
animación como pocas veces se ha visto en nuestra ciudad: todos aquellos que se
pasan horas dentro de los cafés se entretuvieron por costumbre en permanecer de
plantón en las esquinas, lanzando lánguidas miradas a las cortinas metálicas
que vedaban el acceso a las tentadoras mesitas, ironizaba el mismo diario.
También dentro del folklore cotidiano ingresan ciertas noticias que
reflejan, a su modo, el humor de la década para encarar la crítica a las
deficiencias de la Municipalidad en
el resguardo de lo que hoy se llama "calidad de vida" de los
ciudadanos: Los patos marruecos están abandonando las casas estrechas y húmedas
para recrearse en las calles del municipio: encuentran las calles tan sucias y
llenas de fango que se creen en el mejor de los mundos. Ayer fue detenido un
pato por un agente de la comisaría 4ta. Recomendamos en este caso al
interesado pasar a retirarlo a la mayor brevedad. Los patos no son como las
libretas de enrolamiento ni las llaves, que pueden quedar en depósito durante
mucho tiempo sin correr ningún riesgo...
Si bien dentro del período 1922-1930 se produce un equilibrio que
posibilita una cierta estabilización del salario, el descenso del costo de vida
y niveles de desocupación menos graves en el país, algunos acontecimientos
conmueven notoriamente, como los de la Patagonia, donde la crisis de la lana termina por
llevar al estallido a los trabajadores de la región, ya de por sí condenados a tremendas
condiciones de trabajo y a remuneraciones magras.
Se desencadena de ese modo una trágica sucesión de grandes huelgas,
represiones tan sangrientas como indiscriminadas y una ulterior cadena de atentados,
entre los que se contaría el de Kurt Wilkins, en 1923, contra el coronel
Benigno Várela. Éste había sido, como se sabe, el triste protagonista de las
jornadas más tremendas de la epopeya
de la Patagonia rebelde,
una gesta (la de los
peones y esquiladores de las estancias del latifundio lanero) a la que primero José María
Borrero en La Patagonia trágica pero sobre todo Osvaldo Bayer en Los vengadores de la Patagonia trágica darían la
dimensión histórica que merece.
Los sucesos de la Patagonia
volvieron a poner en duro trance, como ocurriera con los
sucesos de enero de 1919, al gobierno de Yrigoyen, indeciso entre la adopción de medidas
represivas contra los obreros y una política conciliatoria que les garantizara
algunas reivindicaciones que los sectores patronales rechazaban en forma
sistemática. El fervor inclaudicable del anarquismo, que hegemo-nizó la conducción de las
grandes huelgas en el Sur (1920-1921), chocaría contra la estrategia de los
terratenientes patagónicos, que aprovecharon la proximidad de la esquila anual, la existencia de grandes
stocks de lana acumulados en sus galpones y la caída del precio
internacional del producto en los mercados, para interrumpir el pago de
salarios.
Los estancieros y sus representantes, abogados de prestigio, jugaban vez sus cartas presionando sobre la indecisión del gobierno radical. Señala Oscar
Troncoso: El análisis de las causas más profundas
permite sacar otras conclusiones. De
acuerdo con lo dicho por David Viñas a través mi personaje de su novela Los dueños de la tierra, la oligarquía dio mi golpe maestro en esa ocasión contra el gobierno
de Yrigoyen al colocarlo en mi. i alternativa irreductible: "Si no manda el ejército lo acusan de
maximalista cualquier otra cosa por el estilo y si el ejército mete bala,
pierde los votos J. los obreros y su apoyo..."
La participación de
Várela, más allá de la responsabilidad oficial en la decisión de concretar una
sangrienta represión, fue la más notoria, desataría, en
consecuencia, los mayores y perdurables enconos, ¡obre este punto, Alain
Rouquié ofrece en Poder militar y sociedad política en la Argentina, una interpretación atendible sobre la actuación del oficial (de
antigua militancia radical por lo demás, y que en 1920 había sido enviado ya al
sur para una mediación que lograría un incorporar algunas mejoras en las
condiciones inhumanas de trabajo di los peones y esquiladores, luego rechazadas
por los patrones), al ifirmai que, en 1921,Várela parece prisionero de
los asustados propietarios Se extralimita en sus atribuciones. Aplica la ley
marcial sin que haya ido declarado el estado de sitio, olvidándose de la Constitución y de la
ley, de la Justicia civil y militar.
Los rebeldes son fusilados en masa. Los medios anarquistas hablan de 1500
muertos: la cantidad de 300 a
400 parece un número verosímil...
En La Unión Cívica Radical llega al poder
Ribas y San Román se preguntan: ¿Había recibido órdenes verbales para actuar duramente? ¿Lo hizo por
propia iniciativa? Los fusilamientos de dirigentes y de cientos de huelguistas
aplastaron el movimiento ante el beneplácito del sector patronal y los res
conservadores como la
Liga Patriótica Argentina... Várela esperó inútilmente un
reconocimiento oficial por acciones que creía meritorias y patrióticos Su actuación en las jornadas de la Patagonia merecería
luego algo muy distinto...istinto...
El 27 de enero de 1923, a las 8 de la mañana,
Várela salió de su casa de calle Fitz Roy entre Santa Fe y Paraguay, para
dirigirse a sus obligaciones. Caminaba precedido a pocos pasos por una chica,
cuando imprevistamente apareció un hombre rubio que desplazó a la criatura y cubriéndola, arrojó entre el militar y su
propio cuerpo una bomba que al estallar los derribó. Várela intentó
incorporarse tomándose de un árbol y entonces el agresor extrajo un revólver y
le disparó cinco balazos que terminaron con su vida. El autor del atentado era
un anarquista alemán, Kurt Gustav Wilckens, expulsado de Estados Unidos como
"el rojo más peligroso del Oeste". Cuando el juez lo interrogó en la
comisaría 31" sobre los motivos de su acción, respondió: Lo
maté para que no mate más a nadie. He vengado a mis hermanos...
(Troncoso: Los fusilamientos de la
Patagonia, Op. cit.)
La venganza del sistema llegaría pronto de la mano de un ex policía que había prestado
servicios en la
gobernación de Santa Cruz, integrante asimismo de la xenófoba Liga
Patriótica y perteneciente a una familia de cierto peso social en Buenos
Aires: Jorge Ernesto Pérez Millán Temperley, un joven de 24 años que ya en el
entierro de Várela había sido protagonista de un escándalo por su condena
desaforada al hecho. Vestido de guardiacárcel, y con la complicidad de las
autoridades, Temperley consigue penetrar poco después en la
Cárcel de Encausados y luego en la celda de Wilckens, al que
mata a balazos.
Aquella seguidilla no
terminaría allí. Si bien fue condenado por su delito, el matador del anarquista
obtuvo, por influencia de su familia y su círculo social, ser sacado de la cárcel e internado en el
Hospicio de las Mercedes, en espera de una pronta libertad. Al llegar las
noticias de la muerte de
Wilckens al penal de Ushuaia, en el que se recluía a los anarquistas más
notorios o "peligrosos", se produjo en el mismo una conmoción por lo
que se consideraba, con razón, un real ajusticiamiento. Uno de los dos reclusos
más conocidos era Boris Wladimirovich, un intelectual ruso de larga y
reconocida militancia a favor de la violencia y la "expropiación"
revolucionaria, condenado a 25 años. El otro era Simón Radowitzky, que cumplía
pena de reclusión perpetua por la
muerte de Ramón Falcón.
Wladimirovich, afectado
de una enfermedad que le impedía el movimiento, simuló serios trastornos
mentales y obtuvo de ese modo su traslado a Buenos Aires, a pedido del propio
director del célebre penal, y su internación en uno de los pabellones del
Hospicio de las Mercedes. Desde allí, pese a sus problemas para desplazarse,
comenzó un hábil trabajo de persuasión sobre uno de los alienados confinados en
el lugar, el yugoslavo Esteban Lucich. al que se consideraba inofen-sivo . El odio
hacia Pérez Millán (la
limpieza de cuya celda estaba a cargo Luci- ch) inculcado paciente y regularmente por el ruso en la mente desequilibrada
de este último, culminaría de modo previsible la noche del 9 de noviembre de 1925.
Casi como un autómata y al grito de ¡Esto te lo manda Wilckens!
aquel inesperado vengador
mató de un balazo en el pecho al ex miembro de la Liga Patriótica
Argentina, que paradójicamente redactaba en ese momento en su celda
una carta a Manuel Caries, fundador de aquella legión de exacerbados
nacionalistas, cerrando el círculo ini-, lado por la sanguinaria represión
de Várela contra los peones de la
Patagonia.
Fuente:
extraído de libro rosario del 900
a la “década infame”
tomo II editado 2005 por la Editorial homo Sapiens
Ediciones