Escudo de la ciudad

Escudo de la ciudad
El escudo de Rosario fue diseñado por Eudosro Carrasco, autor junto a su hijo Gabriel, de los Anales" de la ciudad. La ordenanza municipal lleva fecha de 4 de mayo de 1862

MONUMENTO A BELGRANO

MONUMENTO A BELGRANO
Inagurado el 27 de Febrero de 2020 - en la Zona del Monumento

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viernes, 29 de septiembre de 2017

CHAO FERNANDO PERIODISTA( 1912-2006)

Por. Andrés Abramowski



LA PANTALLA Y LA VIDA

Su reconocido genio para la crítica cinematográfica se volcó en La Capital. Había llegado de España, escapando del franquismo. Fue un hombre culto al extremo y un auténtico héroe de la conversación

Ni tú convencer a mí ni yo a ti, hablemos de cosas más interesantes", gritó, entre amigable y socarrón, Feman­do. Seguramente, tal como aquella guerra de posiciones, la charla trinchera mediante no iba para ningún lado. Quizás cansado de sólo estar a salvo en la más plena oscuri­dad, y testigo de la sangrienta victoria de la estupidez sobre la bonhomía, el joven sol­dado republicano le habrá temido tanto al tedio como a la muerte. Habrá pensado Chao, en esas eternas noches de guardia en las que el tiempo toma otra dimensión, que si no podía evitarse una muerte absurda tal vez podría transitar con más vuelo los preciados e inciertos momentos por vivir. O tal vez nada haya pensado y, cercado por un panorama sombrío, se le escapó un dis­paro con sus mejores armas.
 

Era 1938 y Fernando Chao tenía 26 años. Había cursado filosofía en la universidad de su Madrid natal cuando la Guerra Civil Española lo puso en la trinchera republicana de la batalla del Ebro. Para imaginarlo entonces, tan lejos de la página que le depararía el destino en un dia­rio de una remota ciudad argentina, basta con recordar su sabiduría de hombre tan instruido como sencillo.

En la otra trinchera, su enemigo franquista Ricardo Lezón habrá sentido algo similar. Ya que ninguno cambiaría su forma de pensar, entonces la literatura, el arte y la filosofía serían los puen­tes hacia una buena charla, qué mejor antídoto contra la guerra. Luego, semanas compartidas al amparo de la oscuridad no tardaron en des cubrir eso tan propio de las guerras fratricidas: conocidos en común.

Hubo una noche que fue la última de esas amistosas discusiones entre enemigos. Feman do dijo "hasta mañana" y Ricardo respondió algo así: "No lo .sé, pero al acostarte no te saques las botas. Y si mañana pasa algo no hagas tonterías Si te apresan diles que eres mi amigo, o diles que eres mi hermano"

Esos nombres en común filtra­dos entre tiros y treguas permitie­ron que esa conversación trunca se retomara dos o tres lustros des­pués. Con el océano del exilio como trinchera, la charla fue durante años epistolar. Hasta una emocio­nante noche española de 1975 en la que el periodista de Rosario y el notario bilbaíno se vieron La biografía de Chao dirá que tras la guerra estuvo en un campo de prisioneros en Francia y que llegó a la Argentina en 1940. Que prefirió A Rosario para formar su familia con Pili y que paite de su talento literario fue volcado durante años en comen­tarios sobre cine en La Capital.

Vale recordar a Fernando Chao, plenamente lúcido hasta los últimos días de sus 94 años, como un pionero de la crítica de cine en el país y en Rosario, donde miles de lectores de La Capital devoraban sus comenta­rios sobre la expresión cultural más impetuosa del siglo pasado.

Pero sin menospreciar su producción basada en el agudo trabajo cotidiano de observar y pen­sar la vida, pantalla mediante o no, y su acción como humilde militante de la cultura, hay otra cualidad que los homenajes suelen dejar de la do, tal vez por esa costumbre de catalogar a las personas más por lo que hacen que por lo que son. Verdadero héroe de la charla, Fernando Chao fue mi hombre al que valía la pena conocer
Fuente: Extraído de la Revista de la Capital del 140 aniversario – 2007

jueves, 28 de septiembre de 2017

Necesidad de un puerto.



Hasta fines de la década de 1930, el puerto fue la razón de ser de Rosario. Como escribió Ángel Guido en su novela La ciudad del puerto petrificado (1954), el puerto marcaba el pulso de la ciudad. Un pulso sensible a los problemas causados por la naturaleza, las catástrofes sanitarias, las fluctuaciones del mercado, la escasez o la abundancia de mano de obra, las huelgas obreras, el lock-out empresario, las tarifas aduaneras, la competencia de los otros puertos y los avatares de la política nacional e internacional.

El muelle de Hopkins, primera instalación portuaria de Rosario, que había comenzado a prestar servicios en 1857, fue derribado al poco tiempo por una creciente del río. Las fuertes tormentas o la erosión de la corriente caudalosa sellaron la suerte de varios de los muelles que precedieron al Puerto Moderno. Una mala campaña agrícola dejaba un tendal de desocupados entre los miles de jornaleros que se trasladaban al campo para levantar la cosecha y volvían a la ciudad para hombrear bolsas en el puerto. Un aumento brusco del caudal inmigratorio generaba un “ejército de reserva” laboral, depreciando la paga de los trabajadores. Un lock-out patronal o una huelga de estibadores, carreros o ferroviarios detenían el motor principal de la economía. Los cordones sanitarios que se establecieron para evitar la propagación de epidemias a través del río paralizaron el puerto en varias ocasiones y las atribuciones del Estado nacional en cuestiones como la sanidad portuaria o las tarifas aduaneras fueron causa de conflictos recurrentes.

Los desafíos fueron muchos, pero la arrolladora expansión de la actividad portuaria y su rol dentro de la economía regional hicieron que en la búsqueda de soluciones se pusieran de manifiesto la creatividad y la voluntad política que faltaron a la hora de enfrentar otras cuestiones.

La temprana reglamentación de la actividad prostibularia, los proyectos legislativos y las estrategias de arbitraje diseñadas para conjurar los conflictos portuarios; las ambiciosas obras de infraestructura y acción sanitaria dispuestas tras cada una de las epidemias que cerraron el puerto en 1868, 1887, 1894 y 1900, o la notable campaña en pro de la construcción del Puerto Moderno fueron ejemplos de ello.

El Puerto de Rosario tuvo su edad dorada en los años que van de la inauguración de los muelles modernos a la Segunda Guerra Mundial,

aunque con altibajos como se aprecia en el movimiento por quinquenio. El inicio de ésta, en 1939, provocó una retracción en el movimiento portuario que después no pudo revertirse. En 1942 el puerto fue nacionalizado.
 
Fuente:
Ciudad de Rosario Museo de la Ciudad
Editorial Municipal de Rosario
Ciudad de Rosario / Agustina Prieto ... [et.al.]. - 1a ed. - Rosario : Municipal de Rosario, 2010.
228 p. ; 23x18 cm.
Municipalidad de Rosario Secretaría de Cultura y Educación
Editorial Municipal de Rosario
© Museo de la Ciudad
Bv. Oroño 2300 Rosario, Santa Fe, Argentina
info@museodelaciudad.org.ar
www.museodelaciudad.org.ar
© Editorial Municipal de Rosario
Aristóbulo del Valle y Callao
Rosario, Santa Fe, Argentina
emr@rosario.gov.ar
www.rosario.gob.ar/emr
Queda hecho el depósito
que marca la ley 11.723
ISBN 978-987-9267-73-8
CUIT 30-99900315-6
Impreso en la Argentina

miércoles, 27 de septiembre de 2017

GUIDO, ANGEL



Fue una de los hijos más meri­torios de Rosario, en donde viera la luz en 1896, en un hogar tradicionalmente inclinado a las bellas artes. Su nombre quedará unido permanentemente a la ciu­dad por ser el autor principal de una de las maravillas arquitec­tónicas contemporáneas: el Mo­numento Nacional a la Bandera de la Patria.

Angel Guido cursó sus estu­dios en la universidad de Córdo­ba graduándose como ingeniero civil en 1920 y como arquitecto en 1921. Desde ese momento su obra fue muy intensa, sostenida por su probada ductilidad artís­tica, tanto en la docencia supe­rior y universitaria como en sus múltiples facetas literarias, ade­más de la de conferenciante mu­nido de vasta erudición.

Apenas creada la Universidad Nacional del Litoral fue desig­nado profesor de historia de la arquitectura y de otras asigna­turas. De su labor en la cátedra perdura el buen recuerdo. En 1948fue nombrado Rector de la Universidad Nacional del Lito­ral, cargo que dejó dos años des­pués. Entre los muchos trabajos que Guido dejó en el campo de la arquitectura está la elaboración de los planos reguladores de Ro­sario, Mar del Plata, Salta, Tu­cumán, el proyecto de la Ciudad Universitaria de nuestra ciudad además de otras obras impor­tantes. Asimismo se le debe el proyecto premiado del Monumen­to ala Batalla de San Lorenzo, de alta calidad artística en su límpida y moderna concepción.

Como escritor se dio a conocer como poeta en 1922, pero pron­to dejó esa modalidad para ce­ñirse a la prosa en la que produ­jo ensayos muy meritorios que van desde Fusión hispanoindigena en la arquitectura colonial has­ta su obra acaso más enjundiosa Redescubrimiento en América del Arte, libro valioso para interpre­tar los procesos culturales de Hispanoamérica. Guido, cuyas vinculaciones de pensamiento con Ricardo Rojas, de quien fue amigo, son claras, también estu­dió el arte mestizo, tanto en sus ensayos sobre el Aleijadinho como en su Influencia indígena en el arte colonial mexicano, que le encomendara el gobierno de Mé­xico. Como homenaje a Rosario escribió con el seudónimo de "Onir Asor" una extraña novela simbólica que tituló "La ciudad del puerto petrificado".

Copiosa es también la obra que Guido* cumpliera fuera del país ya sea como representante en congresos internacionales de arquitectura,como en universi­dades de América y de Europa. Además integraba numerosas en­tidades científicas y artísticas del mundo.

Angel Guido mostraba además de su polifacética personalidad, otras virtudes acaso más entra­ñablemente valiosas: la senci­llez, el amor por el terruño, la cordialidad de su trato, el seño­río de sus maneras, la consubs­tanciación con la realidad de las esencias argentinas y america­nas, la fe y el optimismo en el fu­turo del continente, esta tierra eurídica, como solía decir, con el neologismo acuñado por Ricar­do Rojas. Falleció en Rosario, el 29 de mayo de 1960, y sus restos mortales descansan en el cemen­terio El Salvador, a la vera de la calle mayor. En el primer aniver­sario de su muerte sus amigos colocaron en su tumba una pla­ca de bronce, que dice: "Forjador de Belleza, Maestro, Rector, In­geniero, Arquitecto, Urbanista, Historiador, Redescubridor de América en el Arte, Conferencis­ta, Crítico. Realizó obras de tras­cendencia continental. Creador del Monumento y Parque Nacio­nal a la Bandera."

En verdad Angel Guido fue hi­jo esclarecido de Rosario.
 
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, Historias de aquí a la vuelta” . Fascículo Nº 1. Autor Héctor A. Sebastianelli . Abril 1991

martes, 26 de septiembre de 2017

GUIDO, Ángel. (1896-1960) Arquitecto

Por Marcelo Castaños



MONUMENTAL

El creador del Monumento el Parque Nacional a la andera fue dueño de un talento versátil y profundo, que desbordó los límites de su disciplina.



Forjador de belleza, maes­tro, rector, ingeniero, ar­quitecto, urbanista, his­toriador, redescubrídor de América en el arte, conferencista y crítico.

Realizó obras de trascendencia con­tinental. Creador del Monumento y Parque Nacional a la Bandera".



Así definieron sus amigos a Angel Guido, y así figura en una placa que hi­cieron poner en el primer aniversario de su muerte en el cementerio El Salvador. La brevísima semblanza es un resumen certero de quien fue uno de los hijos más pródigos de la ciudad. Inabarcable por su obra y su pensamiento, Guido será conocido siempre por el monumento que lo perpetúa, pero pudo haberlo sido por sus ensayos, su novela, sus ideas, su tra­yectoria académica y hasta su poesía. Nació en Rosario el 20 de septiembre de 1896, en un hogar inclinado a las bellas artes. Estudió en la Universidad de Cór­doba, donde obtuvo el título de ingenie­ro civil en 1920 y de arquitecto en 1921. Y desde ese momento desarrolló una ca­rrera que se caracterizó por la ductilidad y el abordaje de disciplinas múltiples que lo consagraron como un universa­lista en el campo del conocimiento, un erudito por excelencia. "Angel Guido mostraba además de su polifacética per­sonalidad otras virtudes acaso más valio­sas: la sencillez, el amor por el terruños, la cordialidad de su trato, el señorío de sus maneras, la consubstanciación con la realidad de las esencias argentinas y americanas, la fe y el optimismo en el futuro del continente, esta tierra eurídica, como solía decir, con el neologismo acuñado por Ricardo Rojas, de quien fue amigo", se lee en rosario.com.ar. Como arquitecto, dejó los planes re­guladores de Rosario, Mar del Pla­ta, Salta, Tucumán, los proyectos de Ciudad Universitaria de Rosario, del Monumento a la Batalla de San Lo­renzo y de la monumentalización de la Casa de Tucumán, además de edi­ficios como el Museo Histórico Provin­cial Julio Marc y el palacio Fracassi. Una de sus obras emblemáticas fue el Palacio de Correos, de cuyos planos Gui­do estuvo a cargo.

En 1929 el Ejecutivo decretó el comien­zo de las obras, que fueron objeto de dos modificaciones: la eliminación de las figuras alegóricas y de la torre, cuya estructura de hierro, que ya estaba . levantada se desarmó en 1935. Guido se retiró de la obra, que se inauguró el 24 noviembre de 1938 tal como hoy se conoce.

Y algo que no llegó a ver plasmado fue la red subterránea, que proyectó completar el sistema de transformación ferroviaria en el marco de un plano integral de comunicaciones descongestión de zonas céntricas, que hoy la ciudad hubiese agradecido.

Pero fueron el Monumento y el Parque Nacional a la Bandera los que inmortalizaron su obra. Allí, y según recordaría él mismo trabajó "día y noche para alcanza el proyecto final de la torre y la proa, en un búsqueda incesante de imágenes, escorzos y formas”. El Monumento fue inaugurado en 1957, tres años antes de su fallecimiento. Guido dejó un legado universal no sólo por lo que logró concretar, sino por lo que dejó proyectado. A más de un siglo de su nacimiento, y a casi 50 años de su muerte sigue siendo un pensador y planificador de obligada consulta y mención
Fuente: Extraído de la Revista de la Capital del 140 aniversario - 2007

lunes, 25 de septiembre de 2017

GUIDO, ALFREDO – ARTISTA PLASTICO ( 1891- 1967)

Por Rubén Echagüe



La caricia del pincel

Una peculiar combinación de esteticismo aristocrático y compromiso social signó la obra de este maestro de la pintura rosarina gobernada por el refinamiento











Nacido en Rosario el 24 de noviembre de 1892, fue uno de los pocos represen­tantes de su generación cuya carrera ar­tística se repartió entre su ciudad natal y Buenos Aires, ya que si bien los estudios iniciales los encaró en Rosario, concu­rriendo al taller del italiano Mateo Case-11a -un ex escenógrafo del teatro San Car­io de Ñapóles-, luego decidió trasladarse a la capital, para completar su formación en la Academia Nacional de Bellas Artes bajo la guía de Pío Collivadino y Carlos Ripamonte.

Pintor, grabador, muralista, ilustrador y diseñador gráfico, así como de muebles, cerámicas, tapicéis y rurales, escenógrafo, crítico y conferencista, director de la es­cuela "Ernesto de la Cárcova", de la que también fue docente, y finalmente acadé­mico de número de la Academia Nacional de Bellas Artes, Guido abarcó siempre tan amplia pluralidad de intereses, con igual grado de idoneidad y de compromiso profesional.

Como grabador demostró un amplio dominio de las técnicas gráficas, que enri­queció con el ingenio para dar distintos en­foques a un mismo procedimiento -el del aguafuerte, por ejemplo-, en tanto que co­mo muralista, la ciudad conserva algunas rotundas confirmaciones de su competencia, entre las que se cuenta los techos de la Sala Lavardén y los “panneaux” que tapizan la biblioteca del “Juan María Gutiérrez", obra país en la Exposición Iberoamerica de Sevilla de 1929, mereciendo el Gra Premio de Honor.

En cuanto a su pintura de caballete, como no podia ser de ora manera, también ella pone al descubierto la multiplicidad en las preferencias del artista, ya que en el Museo Castagnino conviven esa suerte de "Olympia” pagana y folclórica que es "La chola" con la desmayada coloración perlina del “ Cristo yacente”, y les que es "Arando", con esa galería de retratos de tan afectada elegancia que integran "La niña del caracol”, “la niña de la rosa", "El pintor Botti” “Emilia Bertolé" y "Juan B. Castagnino

Pintura que Alfredo “peina” con inocultable complacencia, erosionando suavemente los accidentes de la materia hasta lograr, con esa infaltable caricia del pincel, no sólo superficies de una cautivante calidad táctil, sino la ilusión de que sus personajes los envuelve un halo de espiritualidad tan selecto , que es casi un privilegio de clase
Fuente: Extraído de la Revista de la Capital del 140 aniversario - 2007

sábado, 23 de septiembre de 2017

MONUMENTO LAS HERAS



La inscripción "Al Primer Infante Argentino General Juan Gregorio de Las Heras" corona el monumento al pró­cer con cuyo nombre se recono­ce la plaza ubicada entre la avenida Nuestra Señora del Rosario, la calle 11 de Infan­tería (ex Tupungato) y las cor­tadas Concepción y Diamante, cruzada por la Avenida Bermúdez.
Mediante suscripción públi­ca y aportes oficiales se con­cretó esta obra que realizó el escultor Nicolás Antonio de San Luis y se inauguró el 18 de noviembre de 1946.
El monumento es un conjun­to de neta estructura clásica formado por tres prismas de mármol, uno central de mayor altura -sobre el cual se yergue la figura de Las Heras fundi­da en bronce- y dos prismas laterales sobre cuyas paredes se destacan bajorrelieves refe­ridos a su actuación militar y política y los escudos de nues­tro país, de las repúblicas de Chile y Perú, asi como leyen­das alegóricas.
Es uno de los emplazamien­tos escultóricos más relevan­tes de la ciudad y testimonio de la presencia de Nicolás An­tonio de San Luis (seudónimo de Nicolás Antonio Russo, 1897-1960) nacido en Italia, radicado en la provincia pun­tana durante muchos años y posteriormente en nuestra ciudad en la que desarrolló una importante labor profe­sional y docente ya que se desempeñó en el Profesorado de Dibujo de la Escuela Nor­mal Nº 2 y posteriormente en la Escuela de Bellas Artes de la Facultad de Humanidades y Artes de la UNR.
Fuente: Extraído de la revista “Rosario, Historias de aquí a la vuelta”. Fascículo Nº 15  de Julio 1991. Autores: Sandra A. Bembo-Nelly I. Sander de Foster – Marisa Richa

jueves, 21 de septiembre de 2017

EL PRIMER PARTIDO EN LA A.F.A. - ANECDOTARIO



Como se puntualiza en la crónica, el primer partido que dispu­tó Rosario Central por el campeonato superior de la Asociación del Fútbol Argentino se llevó a cabo el 19 de marzo de 1939, en Par­que de los Patricios, enfrentando al primer equipo de Huracán. Los porteños ganaron 5 a 1. Arbitró J. J. Alvarez, lográndose una recaudación importante: $ 5.839,70 m/n. 

Para ese primer compromiso vistieron la casaca auriazul es­tos jugadores: Pedro Aráiz; Ignacio Díaz y Justo Lescano; Hernán López, Constancio Rivera y Alfredo Fógel; Salvador Laporta, Ricar­do Cisterna, Roberto D'Alessandro, Oscar Díaz y Francisco Rodrí­guez. Este último fue el autor del único tanto centralista, primero logrado por un jugador auriazul en los certámenes de la A.F.A.
Fuente: extraído del libro de la historia de Rosario Central . Autor Andrés Bossi

miércoles, 20 de septiembre de 2017

COOPERATIVISMO LACTEO SANTAFESINO

La metodología cooperati­va tuvo un importante desa­rrolla en la provincia de Santa Fe, La subdivisión de la pro­piedad de la tierra, la prolife­ración de la explotación tam­bera y la difusión del coope­rativismo agropecuario influ­yeron en forma determinante para que se diera dicha ex­pansión. Los nombres de Sancor Cooperativas Unidas limi­tada, con asiento en Súncha­les; Unión Cooperativas San Carlos, con sede en Esperan­za; Asociación Unión Tambe­ros con domicilio en la dudad de Santa Fe; y la Sociedad Cooperativa de Tamberos de la Zona de Rosario, determi­nan, a través de la junta inter­cooperativa de productores de leche» la existencia de alre­dedor de 25.000 tamberos. Se trata de dueños de unidades económicamente rentables, cuyas explotaciones, bajo el signo cooperativo alcanzaron una floreciente consolida­ción.
 
Fuente: Extraído de la Revista “ Rosario, Historias de aquí a la vuelta”. Fascículo N.º 12 -Autores: Héctor G.Deppler – Ricardo Roccuzzo. De mayo 1991

martes, 19 de septiembre de 2017

ANTONINO ROCA: LA HISTORIA NO CONTADA ANTONINO BIASETTON, SUS INICIOS COMO RUGBIER

Por Eduardo Sánchez



Un personaje casi desconocido hoy día, pero que trae muchos recuer­dos para los que pintan canas. Hay mucha información sobre su tra­yectoria en Buenos Aires y en Estados Unidos, pero no he encontrado datos acerca de los primeros pasos de Anto-nino en el cachascan en Rosario, de allí el título de "Historia no contada". Antonino Pío Biasetton era el verdade­ro nombre de quien era llamado Anto­nio "Tony" Beasetton, en los anuncios de las populares luchas de catch de Ro­sario de los años 40. Nacido en Treviso, Italia, en 1921, se había embarcado a Rosario a los 16 años para juntarse con sus hermanos mayores ya radica­dos en la ciudad, y comenzó a trabajar con uno de ellos que era distribuidor de carnes del Frigorífico Swift.

Antonino muy joven, pero con una fuerza fuera de lo común, cargaba las medias reses sobre su espalda con una facilidad que llamaba la atención. El detalle fue observado por una persona de apellido Midletton, dueño de una estación de servicio en Córdoba y bu­levar Oroño, quien le propuso integrar­se al equipo de rugby del Club Atlético del Rosario (Plaza Jewell). Midletton, también jugador de la institución, cre­yó que el forzudo joven le aportaría mucho al equipo.

Algunos de los datos antedichos y varios de los que siguen, fueron apor­tados en una entrevista a Alberto Gollán, importante empresario de nuestra ciudad fallecido no hace mucho, y que fuera rugbier y compañero de Anto­nino en Plaza Jewell. Fue justamente Gollán quien lo recibió en la puerta del club cuando Antonino con su pequeña valijita de cartón duro (como se usaba en la época), llegó al club para su pri­mera práctica. Comentaba don Alberto el contraste entre el físico exuberante de aquel muchacho, y la diminuta va­lijita donde transportaba su equipo de­portivo.

En la nómina de integrantes de los equipos de Plaza con mayoría de ape­llidos ingleses, en abril de 1938 co­menzó a aparecer el nombre Biasetton, que formaría parte del equipo hasta comienzos de 1941. Por su tremenda fortaleza era uno de los jugadores que realizaba el empuje principal; comentaba Gollán, que su posición en el serum era justamente detrás de Antonino, y lo fácil que se le hacía el avance con un tractor humano como Biasetton adelante. De excelente condición atlética, tenía la poco usual cualidad de rebotar en el suelo con el estómago.

Sus compañeros lo recordaban como un muchacho simple, de buen carácter, y excelente como persona. Disfrutaba con el rugby, pero al extraordinario atleta, el destino lo había marcado con otro futuro más promisorio.
Antonino Roca el luchador

Desde fines de 1940 y primeros días de 1941, como anticipo del comienzo de la temporada de catch, los diarios de la ciudad hacían referencia a un rosarino que tomaría parte de las luchas, donde intervenían campeones mundiales de varios países. El nombre y la fotogra­fía de Antonino comenzaron a hacerse públicas aún antes de su debut. Como hipótesis personal, estimo que posiblemente fue Juan Humberto Natale, un importante entrenador y pro­motor de boxeo, que interesó a Anto­nino (con antecedentes familiares en la práctica de ese deporte) para ingresar al catch.


Fundamento tal suposición, porque en algunas fotografías tempranas, se lo ve a Biasetton rodeado de boxeadores, co­mentándose que habían sido tomadas en un entrenamiento bajo la dirección de Natale.


Seguramente a posteriori, el entrena­dor con más experiencia en el boxeo, hizo un paso al costado y su lugar lo tomó Karol Nowina, campeón polaco de lucha, y una de las figuras más im­portantes del campeonato de catch de Rosario y Buenos Aires. Antonino, que luego se convirtiera en un icono mundial del catch, y triunfara nada menos que en el Madison Square Garden de Nueva York, realizó su primera lucha de catch ante público el sábado Io de febrero de 1941, en el ring del conocido en aquel tiempo como Estadio N° 2 de Rosario Central, ubi­cado en Ovidio Lagos y San Lorenzo de Rosario. Le fue estupendo en aquel combate, porque ganó fácilmente a los 5 minutos de lucha enfrentando al por­teño Abie Coleman, y comenzó de esta manera una carrera, que difícil pensar en ese momento, llegaría a convertirlo en uno de los grandes ídolos mundiales de ese deporte.


Aquel primer triunfo de Antonino, des­pertó gran interés en los aficionados locales, por lo que los organizadores no tuvieron más opción que programarlo para las jornadas siguientes, pero cada vez ante luchadores más experimenta­dos, que lo obligaban a superarse utili­zando no solo su fuerza, sino los con­ceptos técnicos que iba asimilando.


El éxito, las simpatías, y apoyo de los espectadores hicieron que a partir de entonces, Antonino se dedicara full time al catch, y a un riguroso entrena­miento. Entre 15 luchadores de pres­tigio que se presentaron en Rosario, Antonino figuraba en un envidiable 5o puesto en la tabla de posiciones; todo un logro.


El esfuerzo era duro porque los sába­dos (luego se agregaron los viernes) era día de lucha en Rosario, y durante la semana Tony viajaba al Luna Park de Buenos Aires, para entrenarse bajo la supervisión directa del polaco Karol Nowina. Allí conseguía su mejor esta­do atlético, e iba aprendiendo los se­cretos del catch a un ritmo vertiginoso. Rosario no disponía en aquel tiempo de estadios cerrados, debido a lo cual, pasados mediados de marzo comenza­ba el frío, y el catch ya no era posible practicarlo en espacios al aire libre como el de Rosario Central, por lo cual debía esperarse hasta la época estival. El llamado rosarino (aunque no lo era) había progresado de tal forma, que causó sensación en el torneo interna­cional del Luna Park, siendo uno de los que encabezan la tabla de posiciones, habiendo sido vencido solamente por el rudo Vanka "Hombre Montaña" Zelezniak.


A partir de la reanudación de tempora­da en Rosario, en noviembre de 1941, Antonino comenzó a aparecer como Roca, apellido que lo acompañaría toda la vida.


Algunos catcher que formaban el elen­co eran Nowina, Hombre Montaña, Ulzemer, Olaguivel, los ásperos y an­tideportivos Kaplan y el "gordo" Hanley, el Gigante de Memel, el brasilero Tatú, Baronti, Nick Olson, Joe Corbett, Tino "Obelisco" Beto. En una lucha memorable y con Antoni­no ya bien posicionado en el catch na­cional, en enero de 1943, en un día de los más calurosos de Rosario con una temperatura de 41.9°C, le tocó enfren­tar nada menos que al Hombre Monta­ña, a quien venció por descalificación debido a los reiterados fules y actitudes antideportivas del ruso Zelezniak. El Hombre Montaña representaba bien su personaje, los aficionados no para­ban de silbarlo, abuchearlo y gritarle cuantos adjetivos podamos imaginar, pero en las confiterías, cafés, y por las calles rosarinas por donde circu­lara el Hombre Montaña, era buscado para verle de cerca y tocarlo como si se tratara de algo sobrenatural, pero también había quienes le dirigían pa­labras de tono elevado, no piropos pre­cisamente, por sus continuas actitudes antideportivas en el ring, ante lo cual Vanka retribuía con una sonrisa, o con una actitud amenazante que asustaba a los pequeños especialmente. Antonino Roca ya había triunfado en Rosario, pero quedaban por delante las luchas del Luna Park de Buenos Aires, y los campeonatos en Chile y Brasil, que lo catapultaron a un lugar impor­tante en el catch mundial. Finalmente fue contratado para pre­sentarse en las ligas mayores de los campeonatos estadounidenses, llegan­do a la meca del catch norteamericano: el Madison Square Garden, donde lu­ció y se convirtió en uno de los ídolos indiscutidos y más queridos del país del norte.


Antonino murió muy joven en 1977, pero en el ambiente del catch se lo re­cuerda como figura indiscutible. Los campeonatos de catch en Rosario continuaron aunque en forma esporá­dica, hasta que dejaron de realizarse en el estadio auriazul en 1947 aproxima­damente.


En Rosario el cachascan tomaría otro impulso a partir de 1950, pero enton­ces en el Barrio de Arroyito, en el re­cordado Estadio Norte de José Inge­nieros y avenida Alberdi, pero eso,... eso será otra historia.

Fuente: extraído de la Revista “Rosario y su historia y región” Fascículo N• 142 de Julio de 2015

lunes, 18 de septiembre de 2017

EL CACHASCAN EN ROSARIO.

La popularidad de los titanes del ring

LAS CABEZAS DE SERIE DEL TORNEO DE 1941 ERAN EL HOMBRE MONTAÑA Y KAROL NOWINA. CATCHERS DE CASI UNA DOCENA DE NACIONES, A LOS QUE SE AGREGABAN LOS LOCALES ARGENTI­NOS FORMABAN EL PLANTEL DE ATLETAS. EL CRÉDITO ROSARINO FUE EL RUGBIER ANTONINO "TONY" BIASETTON.
Por Eduardo Sánchez*

EL CACHASCAN LLEGA A ROSARIO

Varios años después que se im­pusiera en Buenos Aires en 1934, el catch llegaba a nues­tra ciudad. En 1940, varias "barras" (que no eran bravas, pero si estruendo­sas) con grandes cartelones, matracas, y bocinas, expresa­ban su aliento a sus boxeadores favori­tos. Era la nota des­tacada y colorida de los espectáculos rosarinos de boxeo, que luego se extra­polaría al catch.
Por aquella época, la empresa Lento que manejaba el Teatro Odeón, or­ganizó para la témpora 1941, un campeonato de match, aprovechando el entusiasmo que había producido ese deporte en Buenos Aires.
Los luchadores que se Rosario, eran los campeones mundiales que actuaban en el Luna Park, entre ellos: Karol Nowina; Abie Kaplan; Jua­nita Olaguibel; Richard Schikat; Fran­cesco Marconi; Tomás Hanley; Henry Piers; Bobby Bruns; y Vanka Zelezniak, más conocido como el "Hombre Montaña", que era la verdadera sensa­ción del campeonato. Nombres poco conocidos en la actualidad, pero que en aquel tiempo causaban furor. Se habían pactado una serie de cinco presentaciones, que luego se hicieron siete, a realizarse todos los sábados en funciones nocturnas.
Decían los comen­tarios periodísticos que en Rosario ha­bía gran número de personas que les gustaba el catch, pero para verlo tenían que trasla­darse expresamen­te al Luna Park de Buenos Aires.
Como la mayoría de los aficionados no tenían posibilidades económicas de viajar, solo seguían la emoción de las luchas por las crónicas radiales o pe­riodísticas. La ciudad merecía disfru­tar el cachascan en vivo y en directo, y ese espectáculo.
EL LUGAR
No disponía Rosario un local cerrado para ese tipo de activi­dad, eran todos a cielo abierto, y se consideró que el más adecuado se­ría el llamado Estadio N° 2 de Rosario Central, con una capacidad para más de 5000 espectadores, y ubicado en un lugar estratégico: Ovidio Lagos y San Lorenzo, con líneas de ómnibus y tranvías que permitían el fácil acceso, y con tribunas cómodas. En el local se realizaban partidos de básquetbol, kermeses y otras actividades.
LOS LUCHADORES
Las características de los perso­najes ya comenzaban a definir­se por las crónicas periodísticas previas. Los comentarios de semanas anteriores ya predisponían: por un lado los recios y rudos, que provocaban jo­cosidad en los mayores y terror de los chicos; luchadores que conseguían an­tipatía por actitudes antideportivas, y por otro los catchers caballerescos que respetaban las reglas del cachascan. La lucha eterna entre los buenos que eran ovacionados, y los enemigos públicos que recibían silbatinas y abucheos.
Las cabezas de serie del torneo eran el Hombre Montaña y Karol Nowina. Catchers de casi una docena de nacio­nes, a los que se agregaban los loca­les argentinos formaban el plantel de atletas.
Karol Nowina, campeón mundial polaco y presentado como un romántico, con una vida llena deaventuras y despertando pasiones en el sexo femenino. Fotografiado a menudo acompañado de bellas damas.
Vanka Zelezniak, el "Hombre Mon­taña", fornido ex leñador de la Rusia Soviética. Fuerte, especta­cular, rudo, que apelaba a recur­sos ilícitos que no eran bien recibidos por el público. Todos iban a "verlo per­der", pero era la mayor atracción y el más publicitado de todos. Abie Kaplan, campeón judío, luchador irascible, pintoresco, y muy recio que no siempre se valía de recursos legales para triunfar. El público rosarino lo había apodado "el llorón". Juanito Olaguibel, campeón de Espa­ña, impetuoso, fuerte y con recursos técnicos. Ex boxeador, discípulo y protegido del campeón español de bo­xeo Paulino Uzcudum. Richard Schikat, campeón alemán de extraordinaria fuerza, con 30 años de lucha en los rings del mundo. No co­metía fules, pero si lo buscaban... lo encontraban.
Francesco Marconi, campeón italia­no, ex soldado que hizo la campaña de Abisinia. De escuela pulida, llena de hábiles tomas. 
Tomas Hanley, campeón del Canadá, con 147 kilos que apostaba al juego violento y golpes prohibidos, de recur­sos ásperos, lleno de maldad. Era el antipático oficial, aunque buen lucha­dor. Los aficionados rosarinos lo lla­maban "el gordo", pero seguramente cualquier espectador la pasaría mal si lo agarraba aquel gordito en el ring... Henry Piers, conocido como el "Hom­bre Tijera" por ser especialista en ese tipo de toma, y campeón de Holanda. 
Bobby Bruns, campeón nor­teamericano de 1937 y 1939. Kola Kwariani, campeón de la rusia blanca, que se alimentaba de espinaca al estilo "Popeye". Charles Ulzemer, ' de la escuela clási­ca francesa, ágil, de estilo elegante y caballeresco. Ramón Cernadas, campeón porteño. Alfredo Saavedra ex campeón ama­tour argentino de levantamiento de pesas.
Antonino "Tony" Biasetton, un juga­dor de rugby local y extraordinario atleta de tan solo 19 años. Un forzudo descomunal que representaba a Rosa­rio en aquel torneo. Para compensar la falta de ex­periencia en el cachascan, y debido a sus cualidades fuera de lo común, Tony debió viajar a Buenos Ai­res un par de semanas antes de comenzar las lu­chas, para ser entrenado personalmente bajo la su­pervisión directa de Ka­rol Nowina. El polaco no ocultaba sus esperanzas respecto al porvenir de Biasetton.
LAS LUCHAS

Con gran expectativa comenzó el petit campeonato pasados mediados de enero de 1941, con cuatro luchas formidables: Cernadas vs. Hanley - Piers vs. Kwariani - Bruns vs. Kaplan - Schikat vs. Olaguivel. Para calentar el ambiente y como pre­liminar, aficionados rosarinos del C Macabí realizaron una presentación lucha greco romana. La primera presentación fue todo un éxito.
El sábado siguiente debutaba la sensación, y mayor atracción del torneo: Hombre Montaña, a quien el público esperaba con ansiedad, ya que solo conocido a través de los noticieros los cines, o de las crónicas porte Vanka dejó fuera de combate a Mar ni, después de arrojarlo tres veces fuera del ring, y fue silbado por el público por sus acciones antideportivas. En la tercera jornada se anunciaba quien más prestigio tenía entre el público femenino: el polaco al que se agregaba la grata de Antonino Biasetton (aunque siempre anunciado como Beassetton) el crédito local, quien en la primer lucha de su exitosa y prolongada deportiva, le tocó enfrentar al porteño Coleman.
Beaseton ganó por puesta de espaldas a los cinco minutos de lucha, y demostró tener aptitudes que lo mostraban como una figura promisoria de este vigoroso deporte.
Durante los días de semana Antonino continuaba con el entrenamiento en el Luna bajo la direcciones. Nowina.
El Estadio Nº 2 de Rosario Central, rugía con el aliento del público cada vez se presentaba Tony setton.
Dada la falta de un e cubierto y ante la lleí del otoño con bajas peraturas, la temporada reinició a fines de 1941.
Antonino Beasetton (como se lo anunciaba), pocos meses después ya como Antonino Roca, de hablaremos en el próximo escrito, realizó una carrera en el chascan, que en mi opinión, ningún luchador argentino de ninguna época pudo superar.
*http://arroyitoderosarioblogspot.com.ar
Fuente: extraído de la Revista “Rosario y su historia y región” Fascículo N• 137 de Febrero de 2015.


viernes, 15 de septiembre de 2017

En AFA a los 50 años



1939. Otra vez la gran guerra mundial. Vuelve a estallar el polvorín europeo. La Alemania de Hitler invade Polonia y la Italia de Mussolini ocupa Albania. Una nueva generación se alista a morir.

En España se instala el fascismo franquista. Un general, Francisco Franco, será dictador durante 40 años luego de hacer una sangría de su pueblo.

En nuestras tierras, casi como un corolario de la década infame, se suicida Lisandro de la Torre cansado de luchar por un país que cada vez les duele más a los argentinos e inmigrantes.

Entre tanta tristeza la gente busca alegría. El médico y literato Florencio Escarde) analiza la visión del porteño, que se puede extender sin temores al rosarino. habitante de otra -como Buenos Aires- ciudad portuaria. Escribe Escardó: "... es un ser tan preocupado por buscar la alegría, que ha hecho de esa búsqueda un problema que lo pone triste, (...) esa esperanza, a la vez aguda e indefinida, de la diversión, es lo que hace de todo porteño un jugador potencial...".

El juego del fútbol, en este marco, adquiere un protagonismo clave. Como tam­bién lo tendrán, en esa rara mezcla de alegrías y tristezas, las carreras de caballos y el tango.

En Rosario, Central se apresta a celebrar el cincuentenario, y junto a Newell's es invitado a participar de los campeonatos de la Asociación del Fútbol Argentino (AFA). La intervención del fútbol rosarino en los partidos nocturnos con los cinco grandes y los uruguayos ha servido de antesala para esta integración.

El periodista e historiador Osvaldo Bayer -hincha de Central-, en "Fútbol Argen­tino", la define así: "Ñuls y Rosario Central, a partir de 1939, vinieron a enriquecer el campeonato. Los rosarinos jugaban un fútbol parecido, pero a la vez distinto. Eran más despaciosos, como si todavía no hubieran terminado de dormir la siesta...pero en esa aparente lentitud había un cariño especial para la pelota, a la que acariciaban con sus botines. Dos clubes semilleros de personalidades de la gramilla que alimentaban constantemente al fútbol capitalino".

Central y Newell's con los grandes. Con el River económicamente poderoso que había inaugurado el año anterior el Monumental -uno de los estadios más grandes del mundo- en el corazón de Núñez, nutriéndose de la clase media de los barrios cerca­nos. Con el Boca de una hinchada en alpargatas -como la de Central- que empezaba a hacerse sentir y dar vida a la mítica "número doce". Con el Independiente que ya idolatraba al rosarino Vicente "Capote" De la Mata apoyado por la colectividad espa­ñola republicana adversa al dictador Franco que, como escribió Bayer "no pudo con su corazoncito y empezó a cambiar de divisa para ir a ver a Lángara y Zubieta". Con el San Lorenzo, precisamente, de Isidro Lángara y Angel Zubieta que eran vascos y de los primeros jugadores en llegar a la Argentina tras tener que escapar del franquismo. Y con el Racing del "Chueco" García, la "Academia" de los obreros de Avellaneda
 
Fuente: Artículo Publicado en el libro “ De Rosario y de Central , Autor: Jorge Brisaboa Impreso en Noviembre 1996 por la Editorial Homo Sapiens.

jueves, 14 de septiembre de 2017

La gran estación de ferrocarriles de Rosario en avenida Francia

Una propuesta académica de entreguerras. La opinión del Plan Regulador y el ingeniero Alberto Farengo 1929-1945
Por Miguel A. De Marco (h)





Las noticias de actualidad referentes a la localización de la nueva estación lo­cal del remozado tren a Buenos Aires, que está previsto comience a funcionar el próximo año, se anunció se levantará en San Martín al 6200, sede del anti­guo Apeadero Sur.

A partir de entonces se han escuchado distintas voces sobre los puntos más convenientes para el funcionamiento de esta terminal, sin embargo, la con­creción del proyecto de reactivación de la línea Rosario Retiro podría ser el disparador de debates sobre una pro­blemática mayor relacionada con el de­sarrollo integral de las comunicaciones y el transporte en la ciudad.

Es por eso conveniente y oportuno que desde "Rosario, su historia y región", se contribuya con la reproducción de documentos, análisis y perspectivas significativas planteadas sobre la cues­tión a lo largo de la historia.

Qué mejor iniciar esta serie que con la edición parcial de un artículo publicado en 1945, casi 70 años atrás, por Adolfo P. Arengo, ingeniero civil, profesor de Ferrocarriles de la Universidad del Lito­ral, ex vicedirector de la Dirección Ge­neral de Ferrocarriles y coautor del Plan Regulador y de Extensión de Rosario.

La población era de 400 mil habitantes y la expansión urbana de la mano de la incipiente industrialización inicia­ba su marcha ascendente definiendo su carácter metropolitano y regional. La finalización de la Segunda Guerra Mundial, la nacionalización del Puerto de Rosario y los anuncios por parte del gobierno nacional de intervenir en la regulación de los factores estratégicos de la economía reflotó una aspiración de la dirigencia local: La construcción de una gran estación ferroviaria propia de los requerimientos de la ciudad más importante del interior del país . internacionalmente una de las de ma­yor crecimiento. En 1925, el entonces presidente Marcelo T. de Alvear había colocado su piedra basal y sin embar­go veinte años más tarde seguía sien^ sólo un anhelo.

En 1935, Ángel Guido, Carlos Mará, Della Paolera y Farengo presentare* su "Plan Regulador" para Rosario coa] la propuesta de una serie de transí maciones y gestiones para resolver problemas urbanísticos de la ciuda Aprobado por una ordenanza municipal en 1929, la crisis política, ec nómica e institucional de la décad del 30 obstaculizó su aplicación, dependencia política de Rosario hac; sucesivos gobiernos provinciales, v negación de su autonomía, dificult su aplicación, lo que fue funcional los interesados en que no se altera situación.

En el Plan Regulador y la propuesta ingeniero Alberto Farengo. la Estación Unica de Pasajeros de Rosario, que in­cluía a los ferrocarriles debía estar ubi­cada en avenida Francia, entre Mendo­za y San Juan, modificándose las zonas adyacentes. Esta postura se mantuvo al menos entre 1928 y 1945.

En ese año las facultades rosarinas de la Universidad Nacional del Litoral cum­plieron sus Bodas de Plata. Profesiona­les de todas sus casas, las Facultades de Ciencias Exactas, Médicas y Econó­micas, sus egresados que integraban la Sociedad de Ingenieros y Arquitectos de Rosario y Buenos Aires y el Cole­gio de Abogados, habían conformado el Jurado creado por la Municipalidad que aprobaron en su momento dicho Plan Regulador. Los mismos profesio­nales que no sólo denunciaron sino que trabajaron en comisiones para tratar de revertir de alguna manera "el desorden edificio" y urbanístico en el que estaba creciendo Rosario que, por otra parte, era un reflejo de lo que sucedía en la Argentina. (Ver de mi autoría "Ciudad Puerto, Universidad y Desarrollo Re­gional, Rosario, 1920-1968", Cehdre-Idehesi, Rosario, 2013).

El ingeniero Farengo, se desempeñaba como titular de cátedra y consejero di­rectivo de la Facultad de Matemáticas, Físico-Química y Naturales, había invi­tado públicamente a entender a la ciu­dad como un cuerpo y a la circulación como salud social. Proponía entonces establecer un plan de acción que pudie­ra abarcar todos estos aspectos en su conjunto, y que constituían el eje cen­tral del Plan Regulador: la construcción de toda la actividad ferroviaria en una gran estación central de pasajeros, que como se mencionó era uno de los as­pectos más consensuados entre la diri­gencia rosarina, y la organización de los accesos ferroviarios a la ciudad, parte en trinchera y parte en túnel, formando una línea troncal de cuatro vías comu­nes para las cinco empresas que en­tonces explotaban el servicio. De esta manera se podría liberar a la ciudad de "la doble cintura de acero" que soporta­ba y de más de 124 pasos a nivel, que entorpecían el desarrollo urbanístico de la ciudad, recuperando parte de las 500 hectáreas que los ferrocarriles dis­ponían dentro de Rosario. Despropor­cionadas aparecían las enormes ven­tajas que traería la aplicación del Plan Regulador en relación a las dificultades del momento para concretarlos. Se be­neficiarían las empresas ferroviarias, la ciudad, la propiedad raíz y el Estado.

Farengo destacó que producido el gol­pe de estado de junio de 1943, el nuevo presidente de facto, Pedro Pablo Ramí­rez, en la primera visita que éste realizó a Rosario, se comprometió a hacer realidad distintas obras anheladas y postergadas, entre ellas la Estación Fe­rroviaria Única, que luego aprobó un decreto por el cual confirmó el instru­mento legal con el objeto de invertir 20 millones de pesos para el Plan Regula­dor Ferroviario y cinco millones para la construcción del Monumento Nacio­nal a la Bandera. De ahí que expresó su deseo que pronto se hiciera una feliz realidad la solución del trascendental problema de los accesos ferroviarios a Rosario.

Consideraciones generales

La post-guerra ha planteado en todos los países difíciles problemas sociales y económicos y obliga a darles inmedia­ta y adecuada solución. Consecuencias inquietantes han de derivarse si no se prevén a tiempo los medios para neutra­lizar o atenuar los efectos de la honda crisis que sobrevendrá. Hay que aunar esfuerzos de parte de las autoridades, las empresas y la población, en una obra constructiva de consolidación de la paz. Y no puede haberla si no se encaran esos problemas con un amplio espíritu de solidaridad humana, propugnando el bienestar general y una vida más segura y confortable.

Múltiples son los medios para alcanzar ese desiderátum, y uno de los que con­curren a dicho fin es el de remodelar nuestras ciudades, perfeccionándolas en higiene, comodidad, vialidad y belleza. Esto significa rever, con ciertos aspectos sociales y estéticos, los problemas de la salud pública, de la industria, de la vi­vienda y de los medios de transporte. No se puede permanecer impasible cuando existe la posibilidad de desocupación como consecuencia de una disminución de las actividades generales y de una paralización de ciertas industrias. Hay que evitar los efectos perniciosos que ejercen estos fenómenos sobre la salud pública y sobre la estabilidad del orden y de nuestras instituciones. Para neutralizar estas causas es nece­sario ser previsores y trazar un plan de conjunto de obras de gran envergadu­ra y de verdadera utilidad pública, que respondan a una disciplina en materia edilicia.

Se deben crear las condiciones favora­bles para impulsar el mayor número de actividades. y en ese sentido se hace imprescindible la intervención directa de Estado, sin que ello signifique una sustitución de las fuerzas productoras de la económica privada.

No cabe duda que una de las cuestiones íntimamente vinculadas a dicho propó­sito es el de la circulación, tan esencial para la vida de pueblos y ciudades, dado que una buena red vial y los medios adecuados de transporte ejercen un rol social, económico y estratégico de sin­gular importancia para el bienestar y seguridad de sus habitantes. Nuestra existencia moderna no es más que el fiel reflejo de las transformaciones aporta­das por la multiplicación, rapidez y eco­nomía de las comunicaciones.

La estación central única de pasajeros

En sus lineamientos generales, la reor­ganización ferroviaria del Plan Regula­dor de Rosario publicado en la Memo­ria respectiva lo forman dos grupos de en una gran Estación Central cuyo edificio principal se ubica en el es­pacio limitado por la Avenida Francia y las calles Vera Mújica, San Juan y Men­doza y con su eje coincidente con el de la Avenida Este-Oeste proyectada en el Plan Regulador entre las dos últimas. Con frente a la citada Avenida y demás calles se puede dar al edificio todo el ca­rácter monumental que se quiera y toda la amplitud deseable a los accesos. En la " maqueta" (ilustración de la pág. 2), se ve el emplazamiento de esta Esta­ción, frente a una gran plaza, debajo de la cual va la estación principal de tran­vías subterráneos.

Es universalmente reconocida la con­veniencia de construir estaciones cen­trales, a las cuales concurren todos o la mayor parte de los ferrocarriles que lle­gan a una ciudad, así como el principio fundamental de todo trazado moderno, de colocar las mismas, y sus vías de en­lace, a desnivel con las calles públicas, con cómodos y fáciles accesos que no entorpezcan la vialidad urbana. Dicha estación sería de tránsito y cabecera: de tránsito para los trenes genera­les que nacen y mueren fuera de Rosa­rio; de cabecera, para todos los trenes generales y locales que nacen y termi­nan en Rosario. La realización de una estación central en el corazón de la ciu­dad, en el futuro centro de gravedad de la población, servida por tranvías a nivel y subterráneos, ómnibus y colectivos ur­banos e interurbanos, daría lugar a una completa transformación de la misma. Se coordinan así todos los medios de transporte y se satisface, a la vez, la ten­dencia de que las grandes estaciones se hallen próximas a los centros principa­les de tráfico. El plano general muestra la ubicación de la Estación Unica de pasajeros, las estaciones de carga de cada empresa y los accesos proyecta­dos, así como las vías y las estaciones que se levantan.

El plano de detalle es la sistematización u organización de una importante zona central de las barrancas de Rosario, que se transforman en una gran "avenida-parque", con magnífica vista al río Pa­raná. Se complementa este proyecto con una económica avenida funcional de enlace que une las avenidas Belgrano y Wheelwright. con una rampa suave y casi recta.

LOS ACCESOS FERROVIARIOS A ROSARIO se proyectan parte en trin­chera y parte en túnel, formando una lí­nea troncal de cuatro vías comunes para las cinco empresas que explotan servi­cios públicos.

Del lado Sur y dentro de la zona de vías del F. C. C. A. convergen a la estación los ferrocarriles de trocha ancha: Central Argentino y Rosario a Puerto Belgrano, con una línea en común de doble vía; y los ferrocarriles de trocha angosta: Esta­do y Provincia de Buenos Aires, también con una línea en común de doble vía.

Esta línea troncal de cuatro vías que llega a la Estación Central, se desdo­bla, al salir de ella, en dos ramificacio­nes: una de doble vía hacia el Oeste, para uso exclusivo del F. C. C. A., y otra hacia el Norte de doble vía y tro­cha mixta —aprovechando parte de la trinchera existente—, para los ferro­carriles Central Argentino, Estado y Provincia de Santa Fe. El acceso lado Sur se proyecta en trinchera abierta y el del Norte en túnel, para dar lugar a una gran avenida por encima de las vías y destinada a vincular la avenida Francia con la avenida Alberdi, vieja aspira­ción de Rosario.
. Fuente: extraído de la Revista “Rosario y su historia y región” Fascículo N• 127 de Marzo de 2014.